Opinión sobre el artículo “La situación económica, social y política, desde 2003”, de Alberto Wiñazky.

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dossier: debate (3 de 6)

Isaac  Grober*

Cuando la realidad socioeconómica y política se la examina con una visión rígida, subestimando cambios que ampliaron y extendieron derechos  y  un ámbito de mayor democracia; cuando paralelamente se prescinde de valorar la necesidad y potencialidad de esos cambios en favor de alcanzar una mayor correlación de fuerzas para el pueblo,  el saldo objetivo es la  equiparacion de la etapa previa y posterior al año 2003 y la negación de la política como herramienta para la  transformarmación hacia una sociedad más  justa y equitativa.

Por su alcance y contenido “La situación económica, social y política, desde 2003” de Alberto  Wiñazky,  es un artículo de naturaleza esencialmente política y con esa misma perspectiva  expongo mi análisis de ese trabajo.

Veamos en primer lugar la visión global, el curso argumental desde el cual el autor entiende que fue y es el proceso argentino de estos años.  En él destaca el carácter capitalista del país, con  una estructura económica  conformada y subordinada,  desde 1976, al  poder de capitales altamente concentrados, monopolios  y oligopolios, corporaciones con predominio de las multinacionales, hecho que los habilitó para erigirse en la parte determinante del bloque de poder  y por tanto, de la conformación del Estado.

Es un bloque con intereses contrapuestos, con roces entre sí pero que los articulan  en una alianza conflictiva y de equilibrio inestable , cosa que se realiza bajo la hegemonía y dirección …..de una de las clases o fracciones hegemónicas “.  Concluyendo en que “el Estado constituye la unidad política de las clases dominantes……..” y desde allí  “influye de manera decisiva sobre el conjunto de la sociedad al proteger y consolidar los intereses de las fracciones hegemónicas, al mismo tiempo que consigue cristalizar su poder ideológico – político  sobre las clases dominadas”

Con este esquema teórico Wiñazky  se adentra en el caso argentino concluyendo que  “el gobierno Kirchnerista no está en condiciones de resolver las contradicciones fundamentales de una sociedad capitalista, dependiente, atrasada y altamente concentrada,…….porque objetivamente responde a algunas de las fracciones más concentradas de poder (que no enuncia ni demuestra) motivo por el cual no ha producido transformaciones en la matriz económica-productiva ni en el sector financiero”

No obstante reconocer cambios en la superestructura a partir de  2003 y de la no correspondencia entre estructura y superestructura,  insiste en que la “estructura económica vigente (bloque de poder)  no permite entonces lograr mayores ingresos para los asalariados y los jubilados  que eliminen la pobreza y la indigencia……” ni de ninguna de las demás reivindicaciones de los trabajadores (salud, vivienda, estabilidad en el trabajo, educación transporte, etc.), por lo que  concluye  con que “las características de las políticas oficiales y los límites del modelo han demostrado que el proyecto neodesarrollista resulta ser un proyecto sin  futuro.”

Llegado a este punto, hago un cuestionamiento al contenido metodológico y conceptual del artículo.  Es que al pretender evaluar la situación socioeconómica y política del país y de su previsible curso futuro, el analista no puede ni debe limitarse a sacar conclusiones considerando sólo la base  económica y los soportes (bloque de poder)  que lo sostienen. La realidad es mucho más rica y compleja

En oposición, enfrentado  con menor o mayor nivel de conflictividad, también existe un campo popular, organizaciones que lo nuclean y habida cuenta de la objetiva  confrontación de intereses sociales, existe una determinada correlación de fuerzas  que en  la que expresa el interés del pueblo,  se alimenta con las luchas y el crecimiento de la conciencia.

Y es precisamente la insuficiente correlación de fuerzas vista desde el campo popular – mucho más que las peculiaridades del la estructura  económica – lo que obstaculiza y traba la resolución de las contradicciones  fundamentales de nuestro capitalismo, la que no permite revocar las restricciones que atentan contra la supervivencia de masas pauperizadas. De todo esto, en el artículo no hay mención alguna.

Concuerdo con que es necesario remover rigideces de la estructura económica, si de avanzar en la mejora de las condiciones de vida del pueblo, erradicar desigualdades  y de profundizar el proceso de inclusión social se trata. Son rigideces que el kirchnerismo no removió por limitaciones ideológicas o frenado al computar la insuficiente correlación de fuerzas para salir airoso de la confrontación, conservando la gobernabilidad.

 Pero esa  sesgada visión del curso de un proceso que ya lleva once años y  al que Wiñazky subestima como “proyecto sin futuro”, no le permite al autor valorar, por ejemplo,  la trascendencia del nivel  y calidad de una democracia  como la que nunca antes se ha vivido en Argentina;  que como no lo cita, también hay que concluir  que no valora en su justa medida la implantación de una política de Estado como la referida a los derechos humanos,  por  la que son juzgados hasta conspicuos integrantes del boque de poder  y  coherentemente,  la no represión de la protesta social, todo lo cual genera un clima más propicio para la comprensión de quien es el enemigo principal y a la vez poder dar pasos más firmes  en la lucha por  concretar las esperanzas de que se satisfagan las  reivindicaciones  populares de todo tipo

 En definitiva, estos y otros  cambios que mencionaremos, son los que  hacen  menos difícil dar los pasos necesarios, entre ellos la lucha ideológica, para la construcción de un piso más sólido y elevado en la construcción de una más favorable correlación de fuerzas. Y si se alcanzan estas metas, el proyecto kirchnerista  ¿no tiene valor en el camino hacia la  transformación con vistas al futuro? ¿no es parte positiva  del largo proceso de cambios?

Sólo por evocar acontecimientos recientes señalemos la mayor y más extendida comprensión del rol de los monopolios en la remarcación de precios y el proceso inflacionario a partir de los golpes de mercado desde antes y después de la megadevaluación del peso en enero pasado; O la exhibición del carácter corporativo de la justicia y su rol como justicia de clase ante la  fallida institucionalización de la reforma del Consejo de la Magistratura, aprobada por una ley del Congreso. O el aprendizaje a partir de lo que requirió un proceso de cuatro años para poner en marcha la ley  de Servicio de Comunicación Audiovisual. Qué curso de aprendizaje acelerado recibieron sectores de la sociedad en este marco democrático a pesar de la subsistencia del tradicional bloque de poder!!

Corolario de todo ello es la revalorización de la política como herramienta de transformación que ha  ganado a una significativa porción de la juventud. Esta es una invalorable conquista que esperemos   se extienda y profundice.

También sesgadas nos resultan otras afirmaciones  expuestas en el artículo de Wiñazky. Veamos

Entre otras, allí se sostiene por ejemplo que “con el  ´kirchnerismo´ no se produjo una transformación en el paradigma de acumulación de capital…”  que el neoliberalismo impuso desde  1976.

Salvo que malinterprete el significado de  “paradigma” que se le da en el texto, no veo como puede equipararse un modo de desenvolvimiento económico y de acumulación de capital cuyo motor fue el negocio financiero, en el que el Estado fue una  pieza determinante de un proceso de desmantelamiento del sector público, de la destrucción de la industria y  de la consecuente y  deliberada destrucción de fuentes genuinas del propio financiamiento estatal, base que lo obligó a un creciente endeudamiento externo y a qué tasas,  en comparación con otro que se motoriza con el crecimiento del mercado interno y un Estado cuya política promueve la redistribución progresiva del ingreso, junto a un gasto y una  inversión  públicas coherentes con ese propósito

Tampoco comparto el sostener que “el neodesarrollismo (kirchnerismo) fue la respuesta del sistema a la crisis de acumulación…. “. Respuesta del sistema es la  “solución”  que la troika impone a los países europeos, reforzando el poder y la acumulación de los conglomerados financieros  a costa de profundizar la debacle social.

Pero aquí, en Argentina,  la respuesta se dio y en dirección opuesta a los deseos del FMI y del capital financiero mundial, desde la dirección política del gobierno. Respuesta  a una crisis que bordeaba la disolución nacional. O el  NO AL ALCA y la restructuración de la deuda externa defaulteada con una quita inédita en el plano mundial, fue la  respuesta del sistema?

Más adelante en el artículo se afirma que  “este período (2003-2007) estuvo basado en un tipo de cambio alto que durante los primeros años de la postconvertibilidad  produjo un incremento de la actividad fabril…” (el subrayado es mío)  Que el mayor nivel del tipo de cambio real haya hecho más competitivas las exportaciones industriales  y  hasta haya obrado como barrera relativa para las importaciones y por eso aseverar que ese período estaba basado, es decir  que el motor del crecimiento respondía al nivel del tipo de cambio, conlleva a subestimar el rol fundamental que ejerció el mercado interno y la política instaurada deliberadamente para dinamizarlo (paritarias, elevación del salario mínimo, vital y móvil,  cobertura previsional, inversión pública, créditos a tasa subsidiada para las empresas, subsidios a los combustibles y a los servicios públicos y los dirigidos a los sectores sociales más vulnerables , etc.). Evidentemente un espectro de beneficiarios mucho más vasto y diversificado que el de los integrantes del “capitalismo de amigos”, en el que seguramente no están incluidos los grandes productores  adheridos a las entidades de la Mesa de Enlace que adquieren un insumo gravitante a precios subsidiados,  como el gas oil

De lo contrario habría que explicar como ahora, bastantes años después de 2007, en el que el tipo de cambio real es bastante más bajo, la desocupación, según el último informe descendió al nivel de 7,1 %  (24.1 % en el 2º trimestre de 2002)  y la participación de la industria en el PBI representa 17-18%    

Pero de todas las aseveraciones contenidas en el artículo, ninguna me ha resultado más contradictoria con la realidad como la que le atribuye al proceso iniciado en 2003 haber ocasionado la “creciente distribución desigual de  los ingresos (y) una fuerte precariedad habitacional”,  junto con responsabilizarlo,  a la par de los capitalistas, por sostener desde el Estado el empleo informal en aras de reducir los costos de producción. Para contrariarlo tengamos presente que acaba de convertirse en ley el proyecto presentado por el PE  por el que se modifica el Régimen de Sanciones por Infracciones Laborales del Pacto Federal del Trabajo, destinado explícitamente a combatir el trabajo no registrado, la trata de niños o adolescentes fuera de los límites legales y de quienes incurran en trata de personas para el trabajo forzado.  Con estas modificaciones, además de penas de tipo pecuniario, también se prevé la clausura por hasta 10 días del establecimiento infractor, manteniendo el derecho de los trabajadores al cobro de las remuneraciones.

No es propósito de este escrito recorrer todas y cada una de las afirmaciones que no comparto y que están  contenidas en el artículo. Las que he subrayado me habilitan expresar la sensación de percibir una imagen que creo trasmite el trabajo:  como desde 1976 no hubo modificaciones en la estructura, como desde entonces  se mantiene un mismo bloque de poder,  no existen diferencias esenciales  entre un antes y un después de 2003. En lo fundamental es casi una continuidad, cosa  que reafirma con aseveraciones como las transcriptas más arriba e ilustraciones numéricas  que pretenden refrendar sus conclusiones.

Así por ejemplo, al hablar de la participación del sector industrial en el PBI  y más allá de su verosimilitud estadística, compara un 22.9 % de los ochenta  con un 18 % de 2013.  Me interrogo ¿Qué conclusiones se pueden extraer de esa comparación  como si entre una y otra fecha no hubiera ocurrido nada significativo?  Si se evaluara como procesos cualitativamente diferentes lo anterior y posterior a 2003, debería ser más apropiado enfrentar resultados recientes con los del fin del período neoliberal.

Se incurre en el mismo  error al comparar  salarios reales y sostener que los actuales (2012) son 20 % inferiores a los de 2001 y al mismo tiempo obviar que actualmente la participación de los salarios en el ingreso nacional supera ya el 50 %  (51.4 %  según INDEC)

Más explícito aún, al considerar fuera de contexto las medidas adoptadas  desde los últimos  meses de 2013 (devaluación, alza de la tasa de interés,  acuerdo por la contratación de un préstamo con el Banco Mundial, las negociaciones con el Club de París, el acuerdo con cinco empresas en el marco del juicio en el CIADI, etc)  no significan  para Wiñazky “otra cosa que un virtual regreso al discurso noventista”, “la adopción de las políticas recomendadas por la oposición neoliberal” y “un replanteo de las relaciones financieras internacionales….que ampliarán aún más las bases hegemónicas de la dominación capitalista”

Y si mi impresión en el sentido de subestimar las diferencias  fuera cierta ¿cuál es la conclusión en lo político, habida cuenta además lo señalado al criticar la no valoración de los cambios y conquistas democráticas  desde 2003?

Habría que tener entonces una respuesta sobre quienes, cómo y a partir de qué se pueden realizar cambios que conduzcan a la erradicación de las contradicciones fundamentales de nuestra sociedad,  porque de otra forma  me tienta pensar que pueda creerse  que se cambia todo  o de lo contrario no habrá cambiado  nada.

Isaac  Grober*, magister en  economía, miembro de la Comisión de Economía y del  Consejo Editorial de Tesis 11.

 

 

 

 

 

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