Cine e Historia: Menemato y piquetes. El cine, documento de época.

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Revista Tesis 11 (nº 112)

(Cultura/Cine/Libros/Sociedad)

Valentin Golzman*

A partir de la segunda presidencia de Carlos Menem comenzaron a producirse en el país nuevas formas de protesta socio política: cortes de ruta, puebladas y asambleas populares nominaron “piqueteros” a sus protagonistas. ¿Cómo, por qué y con que objetivos surgió el piquete? ¿Por qué perdura? Historiadores, sociólogos y economistas han analizado el tema. También el cine –arte comunicador de nuestros días- ha documentado dicho fenómeno. En esta breve nota trataremos de imbricar el documento cinematográfico con aquellos otros análisis, con la certeza de que la imagen cinematográfica puede aportar miradas que enriquezcan la construcción de la historia.

Introducción

No me hubiera gustado morir en los noventa, cuando la restauración neoliberal avanzaba…cuando la complicidad corrupta de los gobernantes favorecía el saqueo y la depredación…cuando triunfaba la idea de que cada uno debía valerse por sí mismo… Silvia Bleichmar.[1]

Fue en esos noventa cuando los trabajadores desocupados, los excluidos del sistema, los marginados que generó la restauración neoliberal, parieron una criatura socio-política, una herramienta de lucha  que llegó para quedarse: el piquete. [2]

Historiadores, sociólogos y economistas han registrado y analizado el surgimiento y las luchas piqueteras. El propósito de esta nota es imbricar dichas dimensiones de análisis con las que –desde sus particulares estrategias- propone el cine. A tal fin, acercamos el documental Piqueteras que, en 2002, filmaron Malena Bystrowicz y Verónica Mastrosimone, con textos de Telma Luzzani. El contexto en el que se filma está enmarcado por las transformaciones socioeconómicas que ocurrieron en el país entre 1976 y 2002; cuando ya la lucha de las masas en las calles había expulsado a un presidente.

Los primeros piquetes

Los movimientos piqueteros tuvieron su etapa fundacional –su bautismo hereje- en las puebladas y cortes de ruta de Cutral Co y Plaza Huincul (Neuquén). Todo comenzó en junio de 1996, cuando la plñena ciudad de Cutral Co dijo basta. Veamos como Piqueteras historioriza los hechos.

El film comienza con una muy particular estrategia narrativa. En su primera y larga escena -casi cinco minutos- permanece fijo, en primerísimo plano, un párpado cerrado que ocupa la totalidad de la pantalla. Ese ojo que no mira, nos acerca la metáfora de una sociedad que, al tiempo que ha tornado “invisibles” a los excluidos, parece también eludir la escucha de una voz que, en off, fuera de pantalla, relata:

“Empezaron en 1976…el terror cotidiano y los campos de exterminio no nos dejaron ver la profundidad del proyecto. El primer ejecutor fue Martínez de Hoz.  Con el retorno a la democracia asumió Raúl Alfonsín. Durante su gobierno la inflación devoró nuestros sueldos y aumentó la desocupación. Luego vino la década de Carlos Menem. Con el recorte de empleos públicos y la privatización de transportes, jubilaciones, luz, salud, teléfonos, gas, agua y petróleo, miles de trabajadores quedaron en la calle. Repsol, destruyó pueblos enteros. En ellos la desocupación llegó al 60%. Hubo una invasión de productos importados y las fábricas cerraron.

El gobierno sancionó leyes que anularon los derechos laborales y permitieron los contratos basura… [Luego] Fernando de la Rua [y] Cavallo [completaron] la faena. No importa que partido o que gobierno lo realice, sino que se lleve a cabo hasta el final.

Los pobres hoy son 15 de los 36 millones de habitantes. [Su número] crece a la sombra de uno los peores saqueos que recuerde la historia.”

El filme nos coloca sin preámbulos en tema, al remarcar la necesidad de historizar a partir de 1976 un proceso de más de dos décadas de ruptura social.

En breves cuarenta y cinco minutos, con certero montaje, las imágenes de Piqueteras destacan escenas diurnas de los piquetes cortando rutas, nos estremecen con el frío nocturno de la Patagonia, al tiempo que ponen en escena la brutal represión que desata la gendarmería. Pero el  eje central del filme está constituido por los testimonios de un grupo de mujeres piqueteras: mirando fijamente la cámara sus voces entremezclan necesidades, experiencias y vivencias; explican, se comprometen, se complementan. Escuchémoslas:

“No tenía agua, no tenía gas, no tenía luz, [los servicios fueron cortados por falta de pago] Acá en Cutral Co casi todos los días se muere un chico desnutrido y ¿quién lo sabe? ¿Cuántas mamás tienen los chicos defectuosos porque no tienen para comer? Yo soy joven, tengo dos piernas, tengo dos brazos, no me cortaron nada, lo único que me cortaron fue la dignidad. La de comer todos los días”.

“La gente tiene muchas necesidades, pasa hambre, pasa necesidades, de salud, porque el hospital público no tiene nada, porque la farmacia no tiene una bayaspirina para calmarte un dolor”.

Eduardo Basualdo, al analizar la década de los 90 “… [constata] la profundización de la “revancha clasista” puesta en marcha por la dictadura militar. Junto con una reducción del salario real promedio, el desempleo, el subempleo la pobreza y la indigencia registraron niveles inéditos…operando los desocupados como un “ejército industrial de reserva” que, a su vez, generaba las condiciones para la disminución del salario real”.[3] La repercusión en el concreto mundo del trabajo de dicha “revancha clasista” cobra carnadura humana en las voces de las piqueteras:

“Acá se llevan todo el petróleo, se llevan todo de acá. Acá se terminó YPF y se terminó todo para nosotros. No hay trabajo tampoco. Traen gente capacitada de otro lado. “Entonces nos vimos obligados a salir a la ruta. La misma necesidad nos obligó.

“Ser piquetera es salir a pelear por una necesidad que uno tiene; hacerse escuchar por la gente que no nos quiere escuchar, que nos hacen oídos sordos, como son muchos gobernantes, que sólo piensan para ellos, todo lo mejor para ellos ¿nosotros no somos seres humanos?

“Hay hogares, niños, que no tienen el pan, hay chicos que no van a la escuela porque no tienen calzado. Y cuando vos salís a pedir no te escuchan, entonces la única forma para que nos escuchen es cortar la ruta, pero la respuesta que nos da es palos, no sólo palos, muerte”.

“¿Qué preferían nuestros gobernantes, que salgamos a robar, que salgamos a matar, que matemos a un comerciante para robarle qué comer, antes que salir a la ruta?”

“Yo, cuando salgo a la ruta, al corte, recién me siento persona”.

El piquete: ¿por qué, para qué?

¿Qué exigían esos primigenios piqueteros al cortar las rutas? Los testimonios que –nuevamente en las voces de las mujeres- nos acerca el filme sintetizan la demanda central:

“Uno sale a la ruta, a cortar por la razón que teníamos: querer trabajo”.

“No me gustan los comedores ni tampoco las dádivas; vale el trabajo. Aunque se gane poco pero que sea el trabajo. Y hacer valer los derechos. Ir los chicos a la escuela. Y la universidad. Estudiar, capacitarse, progresar”.

“Necesitamos capacitación, más que nada. “…hoy tiene futuro la gente que estudia, que sabe computación…pero ni tenemos como alimentar a nuestros hijos”.

Denis Merklen señala que ya a partir de 1983 “…la democracia olvidó a las clases populares”. Y agrega: “…en el mismo período en que la democracia política argentina consolidaba sus mecanismos formales […] la democracia social se degradaba a toda velocidad…”. [4]

“…la retracción del Estado y la fenomenal redistribución negativa del ingreso consecutiva a una devaluación catastrófica habían engendrado fenómenos desconocidos en Argentina por su volumen y su concentración en áreas urbanas y suburbanas…el empobrecimiento, el desempleo y la precariedad, la indigencia…”.[5]

Los trabajos de diversos investigadores dan cuenta de la “batería” de medidas que golpearon al mundo de trabajo. [6] Desde la privatización de 91 empresas estatales y el despido de sus planteles a la desregulación de los mercados financieros y la flexibilización laboral. La educación y salud que pasaron, sin los fondos necesarios, a ser responsabilidad de las provincias. Predominaron formas inestables, inseguras e inciertas de vida individual, laboral y social, junto al decrecimiento salarial, la concentración de la riqueza y el incremento de la brecha entre los más ricos y los más pobres. La fuerte caída de los haberes jubilatorios completó el cuadro.

La enumeración de dicha “batería” de medidas y sus consecuencias nos remite a la reflexión que, en un momento de Piqueteras, expresa una joven mujer:

“Nos dimos cuenta que no hay alguien que haga las cosas por nosotros. Quizá tenga que ver con nosotros los cristianos que siempre estamos esperanzados en que Dios proveerá, eso nos condiciona y siempre estamos viendo que alguien va a solucionar con una mano mágica la situación”.

“Si nos juntamos tenemos poder. Sólo votar no va”.

La represión

Las crónicas periodísticas y los textos de historia nos acercan información sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en Plaza Huincul en Mayo de 1997.

Cortes de ruta, grupos de piqueteros, los gendarmes que avanzan hacia ellos protegidos por escudos y máscaras antigas. Fusiles lanza gases, armas de fuego, sirenas intimidantes, carros hidrantes, perros…luego, represión casa por casa. Hasta aquí, sumatoria de palabras. Éstas cobran sentido trágico cuando contribuyen a “corporizarlas” las imágenes que registra Piqueteras. Cuando son filmadas -cámara en mano- al tiempo que una voz en off testimonia:

“Se juntan más o menos 10.000 personas. Ellos [los gendarmes] iban avanzando por la ruta y… la gente se replegaba y se reagrupaba haciendo piquetes. Llevaron muchísimos detenidos, incluso menores de 10/12 años”. (Aparecen escenas de la forma en que cargan chicos al camión de gendarmería: las manos esposadas detrás de la espalda).

“Los gendarmes entran al pueblo y comienzan a lanzar gases. Que subían a todas las casas. La gente entró a salir de las casas y se iba, todo el mundo hacia la ruta…”. “Cuando hicieron la represión en el pueblo la gente corría por todos lados. Parecíamos ratones”.

“Nos corrían. Allí fue cuando mataron a Teresa Rodríguez”.

“Te perseguían hasta en el cementerio. Escenas insólitas, parecía una película sobre Viet Nam. Gendarmes agazapados, fusil en mano, casa por casa. Destruyeron casas, puertas, portones. No respetaron nada, “Ni siquiera la virgen”. Demonios. Tiraban balas. Llegaron para matarte”.

Aparece en la pantalla un grupo de hombres:

“Nos están disparando como si fuéramos delincuentes y lo único que pedimos es laburo; y ellos meta tirar tiros, meta matarnos los hijos”. “Cuando llega la represión todo el pueblo sale y apoya los piquetes”.

Palabras finales

Entre 1997 y 2002 crecieron y se consolidaron las agrupaciones piqueteras; con la creación de la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD), y la Federación de Tierra y Vivienda  (FTV) los cortes de ruta, la toma de tierras en las zonas suburbanas y las asambleas barriales se “nacionalizaron”. Los trabajadores desocupados dejaron de ser el eslabón más débil de la cadena política. Desafiaron la invisibilidad del desempleo y pasaron a ser actores importantes en el escenario social y político.

“Fue en los cortes de ruta donde se advirtió la toma de conciencia de ese sector de la población sobre su condición y la difusión de su problemática…”[7]

El concepto desocupado trocó su significante: “…la identidad piquetero rechaza la condición del desocupado como excluido y le contrapone una identidad de resistencia.” “Yo soy una piquetero, soy una luchadora social”.[8]

Luego de 1983 la revalorización de los derechos humanos, el estado de derecho y la ciudadanía [fueron] fundamentales para entender las transformaciones de la movilización social. En dichos años, confrontando con Menem, Hebe de Bonafini habló de “los nuevos desaparecidos del sistema” (los obreros sin trabajo, los chicos de la calle, los jubilados y todos los que no son tenidos en cuenta).[9]

Ser piquetero se convierte en una categoría a través de la cual los individuos serán identificados en la prensa y a través de la cual los actores comenzarán a identificarse a sí mismos. Son trabajadores desocupados: no pueden hacer una huelga pero convierten su movilización en la oportunidad de articular una demanda social, lo cual es mucho más que simplemente expresar descontento.

*Valentin Golzman, Magister en Historia, Ingeniero, miembro de la Comisión de Economía y del Consejo Editorial de Tesis 11


[1] Bleichmar, Silvia, No me hubiera gustado morir en los noventa, (2006), Villa Ballester, Pág. 17.

[2] El vocablo Piquete emergió en los 90 con una nueva y potente significación, mas allá de lo que podía significar en los diccionarios

[3] Basualdo, Eduardo, Estudios de historia económica argentina, desde mediados del siglo XX a la actualidad. (2006), Avellaneda, FLACSO, Siglo XXI, Pág. 316 y 319.

[4] Merklen, Denis. Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina 1983-2003). (2010) Buenos Aires, Editorial Gorla, Pág. 41.

[5] Id. Prefacio, Sigal, Silvia, Pág. 27.

[6] Ver, entre otros:

– Del Cueto, Carla y Luzzi, Mariana, ROMPECABEZAS, Transformaciones en la estructura social argentina, (2008), Biblioteca Nacional.

– Pereyra, Sebastián, ¿La lucha es una sola? La movilización social entre la democratización y el neoliberalismo, (2008), Biblioteca Nacional.

– Delfín, Marcelo, Trabajo argentino, cambios y continuidades en 25 años de democracia, (2008) Biblioteca nacional.

– AAVV (Borón, Feletti, Granovsky, Grüner, Lozano), EL MENEMATO, Radiografía de dos años de gobierno de Carlos Menem, (1991), Buenos Aires, Ediciones Letra Buena.

– Dinerstein, A, Contartese, D; Deledicque, M. La ruta de los piqueteros, (2008), Biblioteca Nacional.

[7] La ruta de los…, obra citada, Pág. 14.

[8] Id. Pág.68.

[9] Pereyra, Sebastián, obra citada, pág. 8 y 39

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