UN SISTEMA PERMANENTE DE EMPLEO Y FORMACIÓN.

Compartir:

Paul Boccara*

Extraído de la Web de l’Humanité. Traducido del francés por Margarita Cohen y supervisado por Carlos Mendoza.

“El logro de la seguridad de todos los momentos de la vida”

El 15 de Octubre, Luc Ferry denuncia  “la ideología que anima la ley de las 35 horas” (NR: se refiere al acortamiento de la jornada de trabajo en Francia) según la cual “el trabajo es el enemigo y el sentido de la vida está en el crecimiento de los placeres”. En una campaña para culpabilizar a los desocupados e incitar a los empleos precarios, pide que se restablezca “el valor del trabajo”.

Pero desde 1830, Fourier exclamaba: “Amad el trabajo nos dice la moral: Es un consejo irónico.  Que dé trabajo a los que lo piden y que sepa hacerlo agradable; ya que es odioso (…) debido a los salarios insuficientes, la inquietud que produce no tenerlo (…)  las jornadas largas y la uniformidad en las funciones”.

Las contradicciones del trabajo entre:
Las privaciones versus la formidable productividad utilizada para la desocupación y la precariedad; la afirmación de las capacidades, la integración social y el orgullo por el resultado versus el sufrimiento, estrés y disgusto; o, más aún, las contradicciones entre trabajo alienado y trabajo liberador. Todo ello ha llegado en la actualidad a  un grado extremo.
Y la problemática de estas contradicciones ha llegado también a un extremo.

Así, Jeremy Rifkin publica  “El Fin del Trabajo” en 1995 pero Robert Castel en 1998 publica el Fin del Trabajo, un mito desmovilizador, retomado bajo el título “centralidad del trabajo…..”

Más allá de las dos tesis opuestas del “fin del trabajo” y de su “centralidad” eterna,  podríamos plantear dos cuestiones:  Se trata, por un lado – y como objetivo prioritario de la transformación radical del mismo – de un trabajo soberano y creador que llegue a una superación del trabajo asalariado y de su precariedad, con un sistema de seguridad de empleo o de formación, que se construya en forma gradual desde hoy, a través de los avances de los derechos sociales. Por otro lado, se trata – pero como una perspectiva lejana – del comienzo de un proceso histórico, muy largo, de la superación del trabajo mismo como forma obligada de las actividades de producción y de las actividades humanas creativas, como lo propone Marx.  Yo he expuesto estas dos cuestiones tratando solamente la primera de ellas en un estudio de 1996, luego en un libro de 2002 sobre la seguridad de empleo o de formación.

Con la revolución industrial y el capitalismo se produjeron ciertos progresos en la libertad y la independencia del trabajo individual opuesto a la servidumbre. Pero también creció su explotación mercantil y su expulsión hacia el desempleo. Y también aparecieron las luchas de los obreros y de los asalariados por la reducción del tiempo de trabajo, la protección de los derechos sociales, la educación de los niños, hasta llegar a las vacaciones pagas y a las vacaciones para formación.

Hoy en día con la revolución informacional, surgen dos desafíos radicales:

Apogeo de la generalización del trabajo asalariado, con la salarización de las actividades de los servicios, la salarización masiva de las mujeres y del mundo entero. Exigencia máxima de implicancia personal. Pero también agravamiento del desempleo y de la precarización, de las discriminaciones y las dominaciones, entre hombres y mujeres y entre asalariados, a escala planetaria.
Exigencia de formación sin precedentes,  hasta llegar al principio de formación a lo largo de toda la vida. Pero también  desigualdad extrema de esta formación, debilidad de sus medios y de su control.
A partir de las luchas y propuestas contra el desempleo, por un buen retorno al empleo, contra los despidos, la precariedad, etc., se podría llegar a un sistema de seguridad de empleo o de formación.

Realizado en su plenitud, este sistema apuntaría a asegurar a cada hombre y cada mujer un buen empleo o una buena formación que les permita acceder a un buen empleo, con una continuidad de buenos salarios y derechos y con posibilidad de pasar del trabajo a la actividad de formación, con la participación de los propios interesados en su control.

Se trataría de una verdadera superación del desempleo. En la teoría de Marx “superación” quiere decir llegar a suprimir realmente un fenómeno social, en este caso el desempleo.  Porque se conserva el problema que pretende resolver pero dándole otra solución.

El desempleo es un mal económico, social y moral terrible (hay ocho veces más suicidas entre los desempleados), pero también una fuerza formidable porque la supresión de empleos empuja al cambio y al progreso técnico. Se podría conservar esa fuerza sin el mal y el sufrimiento, mediante el paso del empleo a la formación, manteniendo o continuando con dignos ingresos y derechos, para retornar luego a un trabajo mejor.  No se trata de un salario de supervivencia, desconectado de la actividad social y que tienda a un mínimo.  Por supuesto que no se trata de instalar este sistema de golpe. Es un proyecto de sociedad que puede encarar avanzadas inmediatas para – a través de las luchas y las propuestas legislativas –  lograr arrancar nuevos derechos sociales.

Se partiría de los dispositivos institucionales existentes y de los debates y propuestas para modificarlos y así avanzar en la seguridad de los empleos y de las formaciones.

Y esos nuevos derechos sociales, en una movilidad con seguridad y sin despidos, necesitan de nuevos poderes de los Comités de Empresas (NR: En Francia los asalariados participan conjuntamente con la patronal en los “Comités de Empresas”), de los representantes (diputados, consejales,etc)… y la apropiación democrática de medios financieros:  otra utilización de los fondos públicos, nuevos criterios de eficiencia social de las empresas y, sobre todo, un nuevo sistema crediticio. Esto favorecería la transformación del trabajo a través de la participación de todos en la organización y en la dirección de su trabajo, en la investigación sobre los procedimientos, etc.  Esos créditos serían adjudicados con tasas de interés muy bajas.

Más allá de la economía, esto contribuiría al control soberano de la vida fuera del trabajo y a la promoción y seguridad de todos los momentos del ciclo de la vida.

En definitiva, cada mujer, cada hombre debería poder desarrollar plenamente y libremente sus capacidades y sus actividades con valores que impliquen compartir y con intercreatividad en este “futuro de humanidad”.

*Paul Boccara, economista, profesor honorario de conferencias en la universidad de Piccardie, Paris, director de la Escuela de la Regulación Sistémica de Francia, creador de la teoría de una regulación económica alternativa de “eficiencia social” y de la institucionalización de un sistema permanente de “empleo/formación”.

 
Extraído de la Web de l’Humanité. Traducido del francés por Margarita Cohen y supervisado por Carlos Mendoza.

Deja una respuesta