1° de Mayo-Trabajadores: la lucha continúa

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El primer día del mes de mayo refiere a la conmemoración y el recuerdo de la lucha por la justicia social. El reconocimiento a los trabajadores de la ciudad de Chicago fue en todos los países salvo en el de quienes entregaron su vida en pos de lograr lo que en la actualidad son considerados derechos adquiridos. Muchos años después, quizás pocos supieron que esos logros se obtuvieron con la sangre de miles de mártires que desde el siglo XIX no aceptaron vivir en la indignidad y la explotación. Por primera vez desde las luchas decimonónicas, el 1 de mayo de 2020 se vive en una coyuntura nacional e internacional muy  particular, sin movilizaciones, sin mayores reclamos,  con un alto riesgo de retroceso en derechos laborales y con evidentes posibilidades de pérdidas masivas de empleo.

El devenir de la Historia siempre reveló la confrontación entre los que se apropiaron indebidamente de los bienes comunitarios y los que se resistieron a ser sometidos a la esclavitud o la opresión de aquellos que pretendieron acumular la riqueza y negarse a la justa distribución. El surgimiento de los imperios desde la antigüedad, asomó en la historia con el objetivo de “legalizar” el “robo y la rapiña” de los más fuertes a los más débiles. Mediante una amplia diversidad de formas de dominación, los apropiadores intentaron someter y obligar a las mayorías a trabajar para ellos. El conflicto se agudizó con el surgimiento del capitalismo, sistema socioeconómico que pretendió naturalizar la división social entre los más “aptos” con derechos a la riqueza  y quienes solo podían poseer su fuerza de trabajo. En las condiciones más injustas y más miserables, la clase trabajadora resistió y enfrentó el apetito voraz de los capitalistas. Llegados al siglo XX, con algunos logros de las luchas populares, el sistema capitalista siguió vigente aunque con mayores derechos laborales para los que generaban la riqueza. Indudablemente esto no significó el bienestar absoluto de los sectores subalternos de la sociedad, muy por el contrario, los derechos de los marginados siempre estuvieron ligados a los momentos de crisis del sistema capitalista. Cuando parecía peligrar la continuidad del capitalismo, éste se “humanizaba” intentando superar la dificultad que lo ponía en peligro. Como así también, lo mismo sucedía con el rol del Estado en la economía o el libre mercado y el Estado de mínima, según convenía a la concentración de la riqueza era necesario el Estado o su retirada. Cuando la crisis era superada, el sistema volvía a mostrar su torva faz de crueldad y explotación. Análogamente al análisis que realizó Aldo Isuani sobre los cursos del capitalismo referidos a su etapa liberal, el tiempo del Keynesianismo y luego al neoliberalismo, también se pueden observar las  diversas formas de lucha que los trabajadores implementaron en cada período. Ahora bien, la etapa keynesiana hizo que surgiera el “Estado de Bienestar”, el tiempo en que la lucha de los trabajadores se organizó y fue reconocida legalmente en sus instituciones sindicales. Por primera vez se creyó que el capitalismo era potencialmente “humanizable”. En verdad, los años de mayor distribución que se vivieron desde la finalización de la segunda guerra mundial hasta la década de los años setenta, no fueron más que la posibilidad que tuvieron los sectores trabajadores para hacer retroceder a los poderosos en un contexto muy particular. Aún así se lograron derechos nunca antes obtenidos que en algunos países se incorporaron a su ley fundamental. Pero otra crisis, “tal vez generada por los mismos capitalistas”, hizo creer que la distribución del ingreso había provocado todos los males de una economía inflacionaria y carente de sustentabilidad. Apareció subrepticiamente el neoliberalismo para intentar volver de nuevo al siglo XIX pero esta vez, con el discurso disfrazado de una hipotética modernización que escondía la vieja doctrina del “darwinismo social Spenceriano”, pero esta vez edulcorada con la teoría de la única ideología posible a posteriori de la desintegración de la URSS.

La actualidad del contexto internacional y la coyuntura social y política nacional, están signados por una plaga viral de origen desconocido que paralizó prácticamente la economía mundial. Si bien el capitalismo neoliberal ya se encontraba enfrentando una crisis, ésta se profundizó y tomó características inusitadas en el marco de una pandemia que no distingue sectores sociales en sus afecciones y fallecimientos. El sistema respondió con los argumentos del neoliberalismo, el capital es más importante que la vida siempre y cuando sea la vida de los pobres y trabajadores. Pero los estragos de la  peste parecieran ser más terribles de lo pensado y hoy hay países poderosos que han fracasado en sus políticas sanitarias afectando ya su propia economía. El mundo se debate entre costos y beneficios, y los poderosos especulan con sacar ventajas para hacer pagar a los trabajadores. EEUU ya aumentó su desocupación en números impensados, los trabajadores europeos se encuentran inactivos y sin salarios, esperando una potencial ayuda del Estado. América Latina en medio de una desdicha incalculable debatiéndose entre las luchas contra gobiernos neoliberales y el padecimiento de las consecuencias que esas políticas generaron en materia de salud. En los extremos geográficos del continente tenues intentos progresistas luchan de manera desigual. La Argentina se mostró como la nación que estuvo más dispuesta a luchar contra la pandemia y el Estado que más intervino en la economía. Aún así, los trabajadores de muchos sectores tuvieron que soportar un 25% de reducción de sus salarios. Un “pacto” de salarios a la baja…Una pérdida de derechos, un retroceso en las conquistas obtenidas desde el siglo XIX hasta el presente. El panorama no es de lo mejor.

El futuro de los trabajadores es una incógnita difícil de resolver, pero si en Latinoamérica hay un país preparado para la lucha por los derechos laborales, sociales y  democráticos, ese país es Argentina. El gobierno argentino se enfrentó a una coyuntura deteriorada por la administración anterior y de golpe se estrelló de frente con el brutal golpe del Covid-19. Aún así, en la peor situación heredada, la administración de Alberto Fernández tiene una oportunidad en medio de la disputa con el poder concentrado. La confrontación se presenta cada vez más desigual si no se avanza hasta lo más profundo en el necesario proceso de transformación. El Estado no debe retroceder ante la presión y el lobby de las grandes corporaciones agro-productivas, industriales y financieras, por el contrario, debe utilizar todo su poder para limitar la capacidad de daño del capital, y si es menester tomar las medidas extremas para garantizar derechos, distribución y justicia, debe hacerlo le duela a quien le duela. El dilema se presenta como un sendero que se bifurca y una opción a decidir, si se sigue por el camino de la lucha por la emancipación de los sectores subalternos y el bienestar de los trabajadores, o se resigna la capacidad de lucha en beneficio de las minorías representantes del sistema imperante. Una vez más el recuerdo de las luchas como las del 1° de mayo marcan un rumbo que aún hoy no abandona la esperanza.

Claudio Esteban Ponce (Historiador)

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