Carlos de la Púa

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Revista Tesis 11 (nº 111)

(Cultura/Cine/Libros/Sociedad)

Edgardo Rozycki*

El Malevo Muñoz fue tal vez el escritor más importante de la lengua porteña, el lunfardo. Su libro La crencha engrasada es un testimonio del Buenos Aires de antaño. A más de seis décadas de su adiós, recordamos la vida y obra de este poeta de Balvanera.

Dicen que se llamaba Carlos Raúl Muñoz y Pérez, él decía llamarse Carlos Muñoz del Solar. Dicen que nació en la ciudad de La Plata, él decía que en el barrio del Once-donde efectivamente se crió-.

Le decían “El malevo Muñoz”, pero nunca fue un compadrito de lengue y faca;  también le apodaban “Carlos de la Púa” pero nunca estuvo en la gayola sacándole filo al mango de una cuchara escamoteada para fabricar ese adminículo.

No. Este personaje invalorable del tango, la noche porteña, la poesía lunfarda y la amistad como emblema vital, era periodista del diario “Crítica”, cuando lo dirigía Natalio Botana.

Muy alto y con un físico inconmensurable, dispuesto siempre al apretón de manos y al abrazo con los amigos, abrazo que seguramente debió moderar, para seguir teniéndolos en este valle de lágrimas en vez de perderlos por un exceso de cariño.

Cuando entraba en la redacción decían: ahí viene el cachalote.

Fue amigo de Carlos Gardel, como demuestran las cartas que se intercambiaban y se conservan. Pero también de José Luis Borges, Raúl y Enrique González Tuñón, Enrique Cadícamo, Nicolás Olivari, Aníbal Troilo, Roberto Arlt, Ulises Petit de Murat…y de tantos más.

Fue guionista cinematográfico y, también, director de las películas “ Galería de esperanza” e “ Internado”.

Su único libro conservado, “La Crencha Engrasada”, sobrepasó las más altas cumbres de la poesía lunfarda.

En la dedicatoria de “La Crencha…” dice: “A mis rivales en el cariño a Buenos Aires: Nicolás Olivari, Raúl González Tuñón y Jorge Luis Borges.”

Pavada de rivales tenía El Malevo.

Entre las múltiples joyas que habitan en “ La crencha engrasada”, elegí, para esta entrega un soneto: CITROEN.

Siempre en cucliyas te miró mi pena
antes de ser lo que sos hoy, bacana,
en la enlozada vieja en que se entrena
el loro poliglota de Ritana.

Después, con más chiqué y con más tacto,
en la aliviada que te dio la guita
te divisé montada al artefacto
que Lola Mora en el balneario imita.

Y ayer, en el Florida matutino
que cantara Ruben en verso fino,
ta campanié de nuevo embelesado.

En la higiénica imagen atrevida
tu blanco Citroen de mantenida
era como un bidet estilizado.

La ironía descalificatoria que hace de La Púa es sublime.

Ritana o Ritaná- c´est en Francés monDieu- era una prostituta que regenteaba el negocio de tal índole ubicado en  Viamonte entre Esmeralda y Maipú. No sólo las pupilas y ella misma eran las atracciones del emprendimiento. Ritana o Madame Jean, tenía un loro al que le había enseñado varios idiomas y constituía un touche de classe para el local.

Carlos Gardel lo frecuentaba con una asiduidad que no era del agrado de Juan Garesio, pareja de Ritana y socio del lugar y se la tenía jurada al cantor. Seguramente pensaba que con un buen gomerazo podía deshacerse del Zorzal, lo que hubiera tronchado su carrera años antes que lo lograra el avión de Medellín.

Se cuenta que Gardel recurrió a su amigo Ruggierito, temible capo de matones que funcionaban a las órdenes del político conservador Barceló.

Ruggierito, que seguramente había hecho lo suyo para ocultar el prontuario del “Pibe Carlitos”, le hizo saber a Garesio que Gardel era su protegido, con eso bastaba y el cantor siguió cantando para los cien barrios porteños y gozando de sus visitas higiénicas con Madame Jean.

Volvamos a nuestro protagonista. No solo amigos e ilustres tenía Carlos Muñoz.

Se da por cierto que en su juventud fue vendedor ambulante – “ con víbora al cuello, y todo”, decía -, como era su costumbre, con elementos sociales que iban desde trabajadores, de sectores económicamente postergados a lumpenes y sujetos que funcionaban “ al margen de la ley”, y frase ésta que se emplea solo para estigmatizara quienes cometen delitos de poca monta.

El espectro de sus amistades era amplio y multicolor.

Helio Botana- hijo de Natalio- íntimo de Carlos de la Pua, sabiéndolo agnóstico, tímidamente le surgió la presencia de un cura, cuando su amigo casi agonizaba. El malevo dijo: … Si, siempre es bueno tirarse un lance.

*Edgardo Rozycki, médico, miembro del Consejo Editorial Tesis 11.

Una respuesta a “Carlos de la Púa”

  1. Valentin Golzman dice:

    BUENÍSIMO LO TUYO, EDGARDO !!!!

    Gracias por acercarnos tipazos que son parte de una historia no muy nombrada, como Carlos de la Púa. Lo lográs hacer en una representación fluida y directa. Y da pena que toda la información, realizada en forma vívida, se nos termine al final del artículo. Da ganas de dar vuelta la página electrónica y seguir leyendo…
    Abrazo, seguí trayendo esas pequeñas grandes historias, que construyen la Historia.

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