La censura y el tango

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Edgardo Rozycki*

Revista Tesis 11 (nº 113)

(Cultura/Cine/Libros/Sociedad)

El tango, como manifestación cultural de nuestro pueblo, ha sufrido el ataque de cuanto gobierno dictatorial tuvo que soportar nuestro País. El disfrute de esta Democracia treintañera nos debe impulsar a defenderla, por sobre todas las cosas.

En las primeras décadas del siglo pasado, en Buenos Aires,  la basura se recogía con carros. Estos tenían una forma rectangular, dentro de la caja estaba el empleado que recibía los cajones que le arrojaban con pericia los que iban trotando a la par del carro, éste los vaciaba a sus pies y devolvía los envases que eran restituidos junto a la puerta del vecino que allí lo había colocado. Estos cajones en general eran envases de fruta o verdura, que no abundaban, por lo que el cuidado que le dispensaba el vecino, forrándolo con papeles, ajustándole los clavos y, cuando podían, mirando el trato que le daban lo recolectores, era casi obsesivo.

La caja  del carro constaba con dos puertas laterales en su parte superior que al cerrarlas se juntaban en la parte media. La cavidad, rectangular como hemos dicho, y sus puertas eran denominadas “la panza” del carro.

Los antecesores de los actuales “cartoneros”, quienes poblaron  visiblemente nuestras calles desde las amargas y dramáticas jornadas  de fines del 2001 hasta bien entrada la época kirchnerista- ahora están más organizados y numéricamente inferiores -,  por abrir las puertas de la denominada “panza” del carro de basura fueron llamados “cirujas”, degradante símil de cirujano. Pero si nos ponemos a pensar ¡que distintas eran sus motivaciones!, porque el cirujano extrae lo que no sirve y daña y el ciruja elije lo que tiene algún valor para él y los excluidos sociales, entre los que se encuentra.

Siempre los censores, que imaginan defender la pureza del idioma, en este caso, o el recato que imaginan deben tener los miembros de una sociedad que intentan inmortalizar en su pasado, en otros, lo que logran es un ataque a la cultura, a una cultura que no comprenden, algunos por su falta de formación intelectual, como la mayoría de los milicos, otros más cultos que ellos, por no poder imaginar o aceptar que el tiempo produce siempre cambios hacia adelante.

Si bien la censura había debutado en 1933 con el Reglamento de Radiodifusión- prohibía el uso de “modismos que bastardeen el idioma” y  la comicidad basada en “equívocos, voces destempladas etc.”. ¿Cómo se divertirían estos giles?- se profundizó diez años después con el gobierno del dictador Ramírez quien derrocó a Castillo. Éste, que había asumido como Vicepresidente de Ortiz en las elecciones fraudulentas que caracterizaron a la década infame, se hizo cargo de la Presidencia por enfermedad y posterior muerte de su socio de formula.

El Ministro de educación de Ramón “S” Castillo (1) era Gustavo Martínez Zubiría, un fascista santafesino, escritor, que firmaba como Hugo Wast, y luego del golpe del 30 denunció a todos sus colegas cercanos al radicalismo. Esto le valió que hasta hoy un instituto de enseñanza terciaria de la ciudad de Santa Fe lleve su nombre. Curiosa manera de homenajear a un ortiva. Este personaje de las letras formó una comisión presidida por “monseñor” Gustavo Franceschi para formalizar la censura. Gustavo Franceschi era un cafisho, no de la manera habitualmente conocida, sino de una forma aún más espuria, y que es practicada actualmente por miles de sus “descendientes”: era mantenido por el Estado Argentino.

Esta sotana inquisitorial, entre otras cosas, vilipendió al pueblo que se había reunido en el 35 para llorar la muerte de Carlos Gardel- excede a esta nota, se puede leer por internet-.

Con estos mecanismos “institucionales” instalaron una censura que, si no fuera dramática en su esencia, provocaría carcajadas por lo burda.

“ El Ciruja” es un tangazo de Martino y De la Cruz que comienza así:

“Como con bronca, y junando de rabo de ojo a un costao”

Si, lo censuraron, cambiaron por “El recolector”. Se imaginan:

“Malhumorado y observando con el rabillo del ojo hacia un lado”?

“Che papusa oí” fue metamorfoseado por: “Tu muchacha oye”

“Percal” de Homero Expósito :

“Te fuiste de tu casa, tal vez nos enteramos mal,

sólo sé que al final te olvidaste el percal”.

Censurado porque no era digno cantarle a una mujer que se fue de su casa. ¿Qué hubieran pensado estos bonchas de la marcha de ayer 3 de junio?

Cayeron bajo la censura, entre otros muchos, tangos como “Mano a mano”, “Cambalache”, “Pan”, “Aquaforte”, ”Al mundo le falta un tornillo” y por supuesto “Al pie de la Santa Cruz” de Mario Batistella:

“Declaran la huelga, hay hambre en las casas

Y en el entrevero de lucha sangrienta

Se venga de un hombre la ley patronal”.

Aunque más morigerada la censura se extendió hasta el 49.

En ese año un grupo de poetas y músicos piden una entrevista con Perón, lo integraban entre otros, Manzi, Canaro, Troilo, Razano, Charlo, Cadícamo, Alberto Vacarezza. A éste último le habían robado en un colectivo, días atrás.

¡Me imagino lo que habrán sido las conversaciones previas! teniendo en cuenta que eran un grupo de tangueros aun no muy bien vistos por buena parte de la sociedad, que iban a hablar de censura con ¡El Presidente de la Nación!

Luego de los saludos de rigor Perón, viejo zorro aunque no fuera aún viejo, dice: “así don Alberto que lo afanaron en el bondi?”.

La reunión duró muy poco y la censura dejo de ser.

Pero no estaba muerta, reapareció con Onganía y luego más intensamente y con peligro para las vidas de poetas, músicos y escritores con la Dictadura Cívico-Militar genocida.

Después de treinta y dos años de esta Democracia representativa, imperfecta pero mejorable con más nivel de participación popular, no cabe duda que es nuestra obligación cuidarla por sobre todas las cosas, para que nunca más una dictadura nos robe la libertad y trate de escamotear nuestra cultura.

(1) Ortiz se llamaba Ramón Antonio, pero no le gustaba porque la abreviatura sonaba: “RamonA”, entonces cambió la A por la S. Gustos son gustos dijo una vieja y le puso cielorraso al horno.

*Edgardo Rozycki, médico, miembro del consejo editorial de TESIS 11.

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