Juana Azurduy : ¿QUIEN ES ESA GUERRILLERA?

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Revista Tesis 11 (nº 111)

(historia)

Monserrat Olivera*

Con una semblanza de Juana Azurduy, Tesis 11 inaugura en este número un espacio dedicado a los hombres y mujeres que han luchado por la independencia y cuyas ideas continúan siendo inspiración de los proyectos de emancipación e independencia de nuestros pueblos.

Con motivo de la próxima inauguración del monumento que en su honor, se ubicará detrás de la Casa de Gobierno, presentaré una breve reseña, para conocer a una Mujer que por su lucha en pos de la emancipación de los pueblos latinoamericanos, combatió, luchó y sufrió situaciones difíciles en la historia de su vida, arriesgando no sólo su pellejo sino a toda su familia, y murió empobrecida, en soledad y sin ningún reconocimiento oficial a los 82 años.

Nació en Chuquisaca, hoy Sucre, el 12 de Julio de 1780. De su madre mestiza,  hereda cualidades de mujer chuquisaqueña: amor a la tierra, defensa de los suyos y su casa, imaginación para lo artístico, honradez y espíritu de sacrificio. De su padre, aventurero español, heredó el sentido de grandeza y ambición, capaz de casi todo en la persecución de ideales.

Pierde a su madre a los 7 años, y en poco tiempo en un entrevero muere su padre. Las circunstancias de brutalidad y de injusticia la separaron de quien más amaba, sus padres. Esto influyó en la personalidad de Juana creciendo en ella, un anhelo de venganza contra la despótica arbitrariedad de los poderosos.

Juana no se resignaba a que su condición de mujer la determinara a un papel de debilidad ante las retrógradas convenciones chuquisaqueñas.

Para desembarazarse de la tutela de sus tutores, decidió hacerse monja, fantaseando poder bregar por los derechos de los marginados con quienes se identificaba y a quienes su padre le enseñó a respetar. Pronto evidenció que esa vida oscura y rígida no era para ella. La religión predicaba la sumisión de la mujer al orden social, y la subordinación al hombre. Esos conceptos no sólo no los compartía, sino que además los combatía.

Pasan los tiempos y una vez que vuelve a su ciudad natal,  encuentra a Manuel Asencio Padilla, hombre a quien acepta unírsele, pero de la forma en que ella concibe la unión entre un hombre y una mujer, luchando a la par.

En toda la lucha emprendida por los Padilla estaba presente la buena relación con los indígenas y el conocimiento de su idioma. Esto les rindió grandes beneficios en su lucha. Tuvieron presente una afirmación de Moreno: la miseria es hija de la dominación. Los Padilla continuaban la lucha contra la opresión y la injusticia y nunca con objetivos de beneficio propio.

La preocupación que los inquieta, está en que los impuestos que pagan los indígenas y los habitantes más acomodados socialmente, son fuentes de irritación por las grandes diferencias con que deben abonar los mismos. También surgen atropellos para quienes ocupan los más bajos estratos de la sociedad: los cholos y los indios.

Ambos, Manuel y Juana, comentan estas situaciones y la indignación les crece al unísono, convencidos que deberían hacer algo para que sus hijos y todos los demás crezcan y vivan en un mundo más justo.

En ese ambiente familiar y social, concibieron cuatro niños. Se les incorpora en la vida familiar, Hualparrimachi, indio, guerrero y poeta que en varias situaciones quedaba al cuidado de los niños a quienes les enseñaba y protegía en diversas ocasiones. Juana a su vez, demostró un hondo sentimiento maternal. Las situaciones que les tocó vivir, fueron marcando un temple y un espíritu bien fuerte.

En esas luchas que emprendían, defendiendo su suelo, su territorio y su dignidad hubo algo que Juana Azurduy jamás pudo asimilar: que el grueso de las tropas realistas estuvieran compuestas por americanos altoperuanos como ella. Muchos de ellos se unían a las tropas del rey por la fuerza, y otros por la paga.

Los hijos de los Padilla se reencuentran con sus padres luego de arduas luchas, en La Laguna. Se establece un pacto de amistad con el cacique Cumbay y no vacilan en continuar la lucha más allá de las vicisitudes que se presentan, y de los sobornos que continuamente les fueron ofreciendo por parte de las fuerzas reales.

En el fragor de las luchas, deben huir hacia los pantanales buscando refugio donde las comunidades pudieran recibirlos. En esa situación de fragilidad, sus hijos enferman de paludismo y a cada uno les fue sorprendiendo la muerte.  A partir de ahí, la motivación no sólo era librar a su patria del opresor extranjero sino que además era vengar la muerte de sus cuatro hijos.

Muchas veces Juana Azurduy se había preguntado si habrá valido la pena tanto esfuerzo, tanto sacrificio, tanto dolor. Cuantas veces se habrá cuestionado el haberlos expuesto a tantos sacrificios, a tantas privaciones en el afán de lograr para ellos un mundo mejor.

Las luchas que se siguen produciendo, hacen que Juana Azurduy quiera participar y su figura fue fortalecida entre los lugareños identificándola con la Pachamama ya que doña Juana era adorada por los naturales, como la imagen de la Virgen.

Rápidamente Juana Azurduy queda embarazada y tienen una hija en medio de luchas y huidas, a quien bautizan Luisa y debido a las adversidades, deciden dejarla al cuidado de una india Anastasia Mamani. Seguramente debido a esta separación temprana se supone que la relación entre Juana y su hija no fue todo lo buena que ambas hubiesen deseado.

Siguió la lucha, con bajas y triunfos. Hualparrimachi es ultimado en una de ellas, en la que tuvo que proteger y defender a Juana. Esto produjo una sensación de mayor fragilidad en Juana, que ya venía desmejorando desde la muerte de sus hijos. Sin embargo, lo más importante que le sucedió en El Villar, es que Juana fue premiada por Belgrano con el grado de Teniente Coronela del Ejército Argentino por su valor y por haber conquistado la bandera azul y blanca.

El 13 de septiembre de 1816 Padilla entró al Villar y allí fue ultimado por Aguilera pudiendo Juana huir con poca fuerza y mucho desánimo. A partir de ese momento la lucha siguió y Juana fue designada como Presidenta para elegir el sucesor de Padilla. Fue difícil esa elección ya que todos pedían que fuera Juana Azurduy la que quedara a cargo de esta misión. Finalmente ella nombra a Cueto y Fernández como Comandantes y así se lo informaron a Belgrano.

Juana se empeña en rescatar la cabeza de su amado Padilla y en una procesión la llevaron a la Iglesia oficiando un último responso con los honores correspondientes al rango de jefe de la guerra de recursos altoperuana y de Coronel del Ejército Argentino.

A partir de ahí, Juana fue despeñándose en una curva descendente. Y pese a esta situación, se dirige hacia el sur y entabla estrecha relación con Martín de Güemes, caudillo de Salta y Jujuy. Recibió a la Teniente Coronela con demostraciones de afecto y admiración, sabiendo que sería la mejor forma de ayudarla. Doña Juana pasó varios años junto a Güemes durante los cuales no es imposible que hayan sostenido alguna relación amorosa.

Otra circunstancia que la unía a Güemes era su enemistad contra el gral.Rondeau, que ambos compartían, por la corrupción del ejército porteño y los rumores de que Rondeau y sus subalternos cabalgaban con sus alforjas llenas de oro. No hay registros de la intervención de Juana Azurduy en estas luchas intestinas argentinas.

Para los realistas es una necesidad de primer nivel, eliminar a Güemes. Se organizan de tal manera que producen una emboscada en la misma plaza frente a su casa. Güemes quiere salir corriendo y es herido. Logra fugarse pero en El Chamical fallece después de diez días, pese a los cuidados que recibe, el 17 de junio de 1821.

La muerte de su amigo y protector deja a Juana en la miseria. Regresa a su ciudad natal, y nadie salió a recibir a la gran heroína, que llevaba consigo a su hija Luisa de 11 años, descubriendo además, que sus propiedades habían sido confiscadas. Uno de los pocos momentos de felicidad fue aquel en que sorpresivamente Simón Bolívar se presentó en su humilde vivienda para expresarle su reconocimiento y homenaje a tan gran luchadora.

Sin parientes ni amigos a los 82 años en medio de la más absoluta pobreza y soledad, Juana Azurduy pasó sus últimos instantes. Murió como no podía ser de otra manera, un 25 de Mayo. Los restos fueron depositados en una fosa común. Y muchos años más tarde cuando se le quiso rendir su merecido homenaje, Indalecio Sandi, único testigo de su último suspiro señaló como probable la sepultura donde se encontraron algunos huesos que fueron rescatados y considerados como pertenecientes a la gran guerrera.

Este recorrido por la historia nos muestra a esta Mujer latinoamericana y guerrera, JUANA AZURDUY, con la fuerza, energía y valentía con la que recorrió esos poblados conocidos como lo que constituyó el Virreinato del Río de la Plata. Cómo se fue produciendo la emancipación de esos pueblos del yugo español que nos sometió tan cruelmente, durante tanto tiempo.

En la actualidad vemos la necesidad de fortalecer los lazos entre los hermanos latinoamericanos y conformar una fuerza unísona como la del Unasur, para que nos encuentre nuevamente unidos y hermanados en esta lucha por la emancipación frente a la dominación neoliberal.

Esos pueblos originarios pudieron unirse para conseguir y lograr esa liberación. Ellos nos enseñaron, que actualmente, la unión de estos pueblos guiados por nuestros presidentes, hombres y mujeres latinoamericanos, como Chávez, Kirchner, Mugica, Correa, Cristina, Maduro, nos conducen  en esta lucha para conseguir y disfrutar esta nueva independencia.

* Monserrat Olivera. Lic. en Psicología, miembra de la Comisión de América Latina de Tesis 11.

Bibliografía:

Pacho O´Donnel, “ Juana Azurduy, la Teniente Coronela”

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