Es el fin de la expansión económica mundial? (Alberto Wiñazky)

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(internacional/economía)

Alberto Wiñazky*

El capitalismo atraviesa una crisis orgánica[1] de larga data. Su estructura se encuentra convulsionada por los enfrentamientos comerciales entre las potencias dominantes, por la incógnita que representa el brexit, la desaceleración económica de la Unión Europea (UE), la alarmante desigualdad social, los liderazgos neofascistas, las catástrofes ambientales, las guerras por la expansión del dominio territorial y por la monopolización de los recursos naturales.


INTRODUCCIÓN

De esta forma, se abrió un período de incertidumbre sin precedentes a nivel global, que complicó la acumulación de capital. Como parte de esta crisis, los capitales más concentrados luchan denodadamente entre sí por maximizar la tasa de ganancia, en un contexto mundial donde cada vez resulta más difícil, conflictiva e insegura, la realización de la rentabilidad. Estos enfrentamientos han contribuido sensiblemente a intensificar la crisis del sistema, luego de transcurridos diez años desde la convulsión de 2008. Además, la posibilidad cierta que se produzca una nueva burbuja financiera, demostrará la asimetría existente entre el valor obtenido en la producción real y el nivel de su representación monetaria. Por otro lado, el déficit de la cuenta corriente en EE.UU. crece más rápidamente que la masa de ganancia, y de esta forma la crisis se ve reflejada mundialmente, ya que la economía está encadenada en el tiempo y en el espacio abarcando cada vez más países y regiones.

En EE.UU. la Reserva Federal (FED), pese a las presiones de Donald Trump, ha subido en cuatro ocasiones los tipos de interés durante 2018, situándolos en una banda entre 2,25% y 2,5%. El organismo que preside Jerome Powell, estima que durante 2019 volvería a subir la tasa en dos ocasiones más, en los meses de junio y diciembre próximos. Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) ha puesto fin al programa de estímulos financieros –más de 2,6 billones de euros-, lo cual implica una retirada gradual de la liquidez en una economía acostumbrada a operar con muy bajas tasas de interés. Estas pautas sumadas a la solidez del dólar, que sigue siendo la moneda universal de reserva, ejercen fuertes presiones sobre aquellas economías, sobre todo periféricas, que necesitan financiarse en el mercado mundial agravando el nivel de su endeudamiento. La deuda total acumulada en el mundo es un 60% superior a la existente en 2007, antes del estallido de la crisis financiera, y equivale a USD 182 billones. Asimismo los giros bruscos que se suceden en la divisa de EE.UU. suelen desestabilizar la economía mundial y también los mercados financieros de los Estados-nación.

Se acentuaron en consecuencia las dificultades para consolidar la realización de la plusvalía obtenida en el proceso productivo, derivando la situación en un sistema mucho más frágil, volátil, violento y menos eficiente. Como un signo de los tiempos, se produjo una intensificación de los antagonismos sociales y un recrudecimiento de la competencia entre los capitales, que se expresó en una gran inestabilidad, reflejando la debilidad creciente del sistema.

Los costos de sustitución tecnológica, el último paradigma del capitalismo, aumentan con mayor rapidez que el ahorro en el costo del trabajo y por lo tanto los beneficios de las empresas líderes tienden a disminuir. El énfasis puesto en el desarrollo del microchip,[1]  ha sido tratado como si su aplicación fuese parte de una revolución industrial. Pero resulta ser en realidad, una de las múltiples revoluciones técnicas trascendentales que ocurren dentro de los cambios científico-técnicos del capitalismo. De esta manera, los cambios interactúan habitualmente con el ciclo reproductivo de la sociedad. En su lugar, las revoluciones industriales del pasado se centraron en la aparición de la máquina de vapor, el motor de combustión interna, la electricidad, la aviación comercial o la farmacología, produciendo transformaciones estructurales que permitieron consolidar la acumulación de capital durante largos períodos de tiempo. Además, las inversiones y el financiamiento que en los noventa permitieron cierta recuperación económica (período que eclosionó en 2008), partieron hacia el sector productivo, esencialmente mediante las fusiones o adquisiciones y recompra de acciones en las bolsas de valores, proceso conocido por su acrónimo en inglés “M&A” (Siglas de Mergers and Adquisions.). Estas operaciones que no ampliaron la capacidad de producción ni la demanda, reflejaron las contradicciones globales del sistema en situaciones críticas, en las que también se vio involucrada la resistencia de los sectores subalternos. [2] Por este motivo la crisis la soportan no solamente los trabajadores, sino que también, dialécticamente, refleja la debilidad del sistema de dominación, en un período saturado de incertidumbres sin precedentes.

En cuanto a la situación de los trabajadores, según un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), elaborado por Damián Grimshaw, Director de Investigaciones, la situación es muy crítica: 2.000 millones de trabajadores, el 61% de la fuerza laboral mundial, tiene empleos informales, trabajos vulnerables, con bajos salarios y sin protección social.

LA UNIÓN EUROPEA

En estas circunstancias se ha destacado el brexit del Reino Unido, que ha venido a agravar los negocios financieros de la city de Londres, ya en decadencia luego de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, esta plaza financiera contiene mayores vínculos financieros internacionales con el mundo que la de Nueva York, a pesar de la posición dominante de EE.UU. en la economía mundial. El Reino Unido abarca en su accionar los componentes de inversión extranjera, (capitales de riesgo, derivados y operaciones con divisas), gran parte de las conexiones del comercio internacional, las relaciones económicas y políticas con los demás integrantes de la Unión Europea, más la calidad de socio clave para EE.UU. El riesgo de un retiro desordenado de la UE se ha incrementado por el voto negativo que el Parlamento del Reino Unido infligió a la primera ministra Theresa May, por una categórica mayoría de 432 votos y solo 202 a favor. El rechazó a su propuesta de brexit negociado con la UE, se constituyó en la peor derrota parlamentaria en la historia del país, sumergiendo al Reino Unido en una histórica crisis política e institucional.

Una consecuencia directa de esta situación, ha sido la fuga masiva de empresas británicas hacia Holanda[3] ya que miles de compañías pusieron en marcha planes de contingencia ante la posibilidad que Londres rompa sus lazos con Bruselas de manera no negociada.

Pero la UE, liderada por Alemania, se encuentra llena de nubarrones, considerando que el divorcio del Reino Unido parece no ser amigable. Existen también serias dudas sobre el funcionamiento adecuado por la presidencia semestral en manos de Rumania. Las elecciones europeas están intoxicadas además por los troles de San Petersburgo, un Parlamento Europeo (PE) donde un tercio de los escaños podría prestarse a ser el “caballo de Troya” del antieuropeísmo, un Consejo Europeo (CE) en el que casi la mitad de los países tienen un gobierno minoritario y una Comisión Europea sin un manejo claro de las situación ante las elecciones al PE del 26 de mayo próximo. Este será un parlamento más fragmentado, ya que después de sesenta años no será manejado solo por los miembros procedentes de los partidos tradicionales (socialistas, populares, liberales), sino también por los representantes de la extrema derecha, que se encuentran presentes en gobiernos como el italiano, el austríaco, el húngaro, el rumano, el eslovaco y el polaco. La maquinaria europea deberá prepararse, por lo tanto, para un período de incertidumbre sin antecedentes conocidos.

Incluso Alemania, “la locomotora de Europa”, por las dificultades en la producción del sector automotriz y una menor demanda externa, verá reprimido el crecimiento en 2019. Merkel en retirada y debilitada por la sangría de votos de su partido, más la emergencia de la extrema derecha, tiene también un futuro complicado. En Francia las rebeliones populares se encuentran asediando a Macrón, ya debilitado políticamente. Con las elecciones europeas muy cercanas, el Reino Unido aparentemente de salida y el avance de los populismos y los nacionalismos, París y Berlín parecen conscientes de que emitir señales de dureza y determinación europea se ha convertido en una necesidad acuciante. Con este panorama la maquinaria comunitaria europea ha entrado en un modo de prevención de crisis, con el objetivo de capear o al menos mitigar el impacto que provocan las fragilidades institucionales, económicas y políticas no conocidas anteriormente.

Por otro lado en Italia, por los riesgos soberanos y financieros –y sus interconexiones- ha desaparecido el crecimiento.[4] La economía italiana ha entrado oficialmente en recesión por tercera vez desde 2008, según el Instituto Nacional de Estadísticas (ISTAT), cuando la actividad se contrajo en los últimos tres meses de 2018 un 0,2% del PBI. Se trata del segundo trimestre consecutivo de caída tras el retroceso del 0,1% en el trimestre precedente. Asimismo ante las elecciones cruciales a realizarse a fines de mayo en el Parlamento Europeo, se exacerbaron los enfrentamientos entre italianos y franceses. El ejemplo más claro es el de Matteo Salvini que quiere formar un movimiento soberanista ultraderechista en la UE, conjuntamente con Marine Le Pen. Mientras tanto no ha ahorrado ironías sobre el estilo personal de conducción de Macrón, principal enemigo de Le Pen. El racismo y la xenofobia han florecido en Italia como nunca desde los tiempos del fascismo de Mussolini.

En España, el crecimiento de la productividad ha sido muy bajo en el conjunto del período 1995-2017, el menor después de Italia. En efecto, el balance de la productividad para la economía española de los últimos veinte años, es “claramente negativo”, al ser una de las economías desarrolladas con peores registros en el avance de la productividad por hora trabajada. A su vez, el endeudamiento del Estado Español marcó su máximo histórico al cerrar 2018 en € 1,17 billones (97% del PBI). En cuanto a la evolución de la balanza de pagos (que mide las transacciones de bienes, servicios, rentas y transferencias con el exterior) se observa un descenso del superávit en el primer semestre de 2018 de un 30%. A pesar de esta situación, el riesgo país se encuentra en los 115 puntos básicos, la mitad que en el caso de Italia. La banca Merryll Lynch ve “preocupante” el horizonte económico y político de España. Las manifestaciones en Madrid a favor de la unidad de España, el juicio contra los separatistas catalanes y la imposibilidad de lograr la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado en el Parlamento[5], más el duro enfrentamiento de la derecha con Sánchez, causaron un clima agitado en la política local, según avisa el banco Merryll Lynch en una nota enviada a los inversores internacionales de la City de Londres. La suma de estos hechos refleja la fragilidad del régimen parlamentario y su incapacidad para lograr que una mayoría suficiente gobierne el país en forma estable.

LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA

La llegada al poder de Donald Trump, se vio respaldada por la supremacía blanca y los desempleados y trabajadores que veían amenazados sus empleos y sufrían el deterioro de sus ingresos, en el marco de la globalización y las políticas neoliberales. Suele pasar que segmentos sociales que pertenecen al mundo de los excluidos, voten por candidatos de la derecha y también algunos estratos sociales económicamente marginales, cuyo imaginario colectivo se ubica en el consumismo y que de algún modo aspiran poder ser incorporados a la supuesta modernización neoliberal. Pero el aumento de la competitividad de la industria manufacturera y de la construcción e infraestructura en general, ha perjudicado el empleo que ya se encontraba afectado por la introducción de nuevas tecnologías y la robotización. Este es un proceso irreversible en el capitalismo, por el cual la industria manufacturera tiende a reducir su peso como fuente de empleo.

La compleja situación en EE.UU., en principio sin visos de resolución, ha llevado a una formación inestable de su gabinete, en el que diversos funcionarios del tradicional establishment entran y salen sin fin en un proceso de sustitución y recomposición de figuras, que dificultan la relación con la cámara de representantes[6] y senadores. Además los reiterados fracasos en su intento de gobernar por decreto más su autoritaria y unilateral política exterior, han acentuado las crecientes contradicciones internas en el bloque en el poder estadounidense, reflejando los rasgos de la crisis institucional en la que se desenvuelve la administración de Trump.

LAS RELACIONES DE EE.UU. CON RUSIA Y CHINA

EE.UU. anunció a través de su canciller, Mike Pompeo, que se retirará del histórico tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF por sus siglas en inglés),  firmado por Ronald Reagan y Mijail Gorbachov el 8 de diciembre de 1987, que establecía limitaciones a la creación y al uso de armas de destrucción masiva. Hacía ya varios años que ambas naciones se acusaban mutuamente de no respetar lo firmado. Desde Moscú, Vladimir Putin respondió que también abandonará el pacto que había disminuido los riesgos de la guerra fría. El retiro de EE.UU. y Rusia del tratado llevará a una nueva carrera armamentista, que por un lado debilitará la seguridad hemisférica y por el otro, con la creación y el despliegue de nuevas armas nucleares, podría permitir a EE.UU. reactivar, si bien parcialmente, su debilitada economía.

Mientras en China los resultados económicos también resultan un tanto inciertos. La supuesta búsqueda de “normalidad” en la relación comercial con los países centrales (básicamente con EE.UU.) se da cuando el cambio permanente, la incertidumbre, la desaceleración del crecimiento y la irracionalidad se han constituido en los elementos esenciales que caracterizan hoy la política interna e internacional del sistema capitalista. Después de treinta años de crecimiento, la segunda mayor economía del mundo está desacelerando su ritmo de expansión. Un tema importante lo constituye los USD 34 billones de deuda pública y privada. Este gran importe puede ser una amenaza para la economía global, dado que China es uno de los motores del crecimiento mundial. China ha encarado importantes reformas económicas y entre sus pilares se encuentran la transición desde la producción intensiva en la utilización de mano de obra a la producción de mercancías más sofisticadas. Este cambio no resultará nada fácil de aplicar, ya que puede llegar a desencadenar cambios estructurales con fuertes efectos en la asignación interna de recursos. Al mismo tiempo ha puesto gran parte de su esfuerzo en aumentar la demanda interna, mejorando los ingresos de la población y permitiendo una mayor expansión de las empresas privadas. Otro pilar de las reformas y los planes de expansión para el mediano plazo, es su plan “Made in China 2025”, con el que China pretende acelerar el desarrollo tecnológico[7], especialmente en áreas como la inteligencia artificial, la aviación y la industria del transporte terrestre. Por último se encuentra la “Nueva Ruta de la Seda”, que tiene como objetivo conectar a dos tercios de la población mundial de setenta países a través de una red de enlaces territoriales y rutas marítimas mundiales. En definitiva, la desaceleración del crecimiento, la expansión del endeudamiento, la guerra comercial con EE.UU., más las reformas en marcha resultan ser un gran desafío para el futuro de China.

El enfrentamiento entre los sectores más concentrados del capital, son una prueba más de la debilidad económica y política del sistema en esta etapa. Contribuyen a intensificar este proceso, la alarmante desigualdad, los liderazgos neofascistas y las catástrofes medio ambientales. Según el informe Global Económic Prospects (Perspectivas Económicas Mundiales) del Banco Mundial, de enero de 2019, se anticipa que el crecimiento de las economías centrales caerá este año al 2%.

Cada Estado compite con los otros para atraer capitales a su territorio con el propósito de capturar una mayor tasa de ganancia, dado que la plusvalía es social mundial. Esto es el neoliberalismo. Es la expresión de un contexto mundial donde cada vez es más difícil e insegura la realización de la rentabilidad del capital. Todos los capitales se encuentran luchando intensamente por maximizar sus ganancias, lo que implica una competencia feroz a través de los precios, de los monopolios, de la baja de los salarios[8] y de las guerras. En definitiva a través de las políticas económicas y monetarias.

Por esta competencia y según la agencia calificadora de riesgo Standard & Poor’s (S&P) en 2018 hubo veintidós compañías, a nivel global, que ingresaron en la categoría de “ángeles caídos”. La última que se sumó a este grupo fue la estadounidense Xerox. Pero existe gran preocupación en Wall Street que otras empresas se conviertan asimismo en “ángeles caídos”. También entran en esta categoría: empresas de Turquía, España, Indonesia, Israel, Dinamarca y algunas de América Latina.[9]

LA SITUACIÓN EN ALGUNAS ECONOMÍAS PERIFÉRICAS

En 2019 vencen USD 2,1 billones de deuda externa de las economías “emergentes”. Chile, China, Líbano, Israel, México, Malasia, Arabia Saudita, Turquía y Argentina son los países más complicados por sus estructuras de vencimientos de deuda. El Instituto Internacional de Finanzas (IIF), en su Monitor de Deuda Global, informó que la deuda mundial ascendió en el tercer trimestre de 2018 a 318% del PBI global (USD 244 billones). Los especialistas del IIF consideran que sería posible refinanciar los vencimientos, pero a un mayor costo, ya que se han incrementado exponencialmente las vulnerabilidades, tanto políticas como económicas de estos países. Se vio recientemente con lo sucedido con los bonos en euros que emitió Turquía a una tasa muy superior a la tasa de interés en dólares de EE.UU.[10]

Pero también existen situaciones que ya se consideran insostenibles. En países donde la guerra lleva ya más de veinte años como en Sudán del Sur o Somalia y en otros Estados donde existe la pobreza extrema como Afganistán, República Centroafricana, República Democrática del Congo y Yemen. En estos países 46,8 millones de personas necesitan alimentos y medios de vida en forma muy urgente según informó la FAO.

ES EL FIN DE LA EXPANSIÓN ECONÓMICA MUNDIAL?

Se han constituido en el capitalismo diversos gobiernos que contienen características de extrema derecha o neofascistas. El neofascismo, como parte de la crisis del sistema, tiene como fin lograr la disgregación y la desorganización de la clase trabajadora, para permitir su superexplotación. Esta crisis estructural y de hegemonía se ubica en el marco de la política tradicional utilizada históricamente por estas fracciones de la burguesía. El neofascismo ha encontrado su base social en la burguesía más concentrada y en algunos sectores de la pequeña burguesía urbana. De esta forma, ha logrado constituir una unidad ideológica y organizativa que le ha permitido concebir y poner en práctica un plan de conquista del Estado, en contraposición con las políticas de derecha aplicadas anteriormente. Así fue posible subordinar a los dirigentes del pasado y lograr una construcción ideológica que transformó aún más negativamente la situación de los trabajadores. En esencia el neofascismo ha modificado el programa conservador y reaccionario que fue predominante en distintas etapas de la historia política del capitalismo y le ha permitido ganar la adhesión de la parte más resueltamente reaccionaria de la burguesía industrial, de los terratenientes, de las finanzas y de sectores de la pequeña burguesía. En el campo económico, el neofascismo actúa como un instrumento del sector más concentrado de la economía que trata de reunir en sus manos la mayor parte de las riquezas de un país. Sin embargo subsisten fuera del neofascismo, núcleos de oposición burguesa a este régimen, ligados a un sector de la burguesía industrial[11]  que contiene programas reformistas y ejerce cierta influencia sobre estratos pequeño burgueses, intelectuales y clases subalternas. Este sector y los partidos que lo representan, habían apoyado inicialmente la llegada del neofascismo y con su advenimiento creyeron arribada la hora de su dominación. Pero estos partidos son anacrónicos y se encuentran muy separados de las masas y ya no son reconocidos como una expresión propia de su clase o de una fracción de ella. Por eso ante esta crisis orgánica, los mecanismos habituales de la burguesía utilizados para resolverla, ya no resultan eficaces.                                                                                                                                                                                                                      Finalmente, regresando a los conceptos de Gramsci sobre la hegemonía y la crisis orgánica del capitalismo, se puede afirmar que una crisis orgánica puede desembocar en un nuevo sistema hegemónico de extrema derecha, excepto que las clases subalternas consigan resistir y organizarse y construir su propia dirección política e ideológica. Enfrentar esta situación global, resulta el tema fundamental que deben considerar estos sectores. Llenar espacios, y construir políticas y culturas alternativas que integren propiedades emancipadoras como la democracia, la igualdad, la solidaridad y la autodeterminación, son las acciones que se deben plasmar objetivamente como medidas anticapitalistas. Desarrollar la conciencia de clase implica conocer de qué lado del cerco se encuentran los luchadores. El análisis de clase permite discernir al mismo tiempo, quienes pueden ser los aliados potenciales, ya que con ellos se pueden tener contradicciones y algunas coincidencias, que muchas veces suelen ser difíciles o imposibles de conciliar. La formación de frentes políticos que defiendan los intereses de los sectores subalternos, no puede convertirse en una síntesis de elementos heterogéneos, ya que él mismo es una parte decisiva de la clase trabajadora, y los trabajadores deben imprimirle las características de su propia organización, teniendo asegurada en el frente la función directiva.

*Alberto Wiñazk, Economista. Miembro del Consejo Editorial de Tesis 11. Autor del libro “La Crisis Mundial Capitalista y el Capital Ficticio”. Ediciones Herramienta, Diciembre 2017.

albertow68@gmail.com

[1] Con aplicaciones en el tema aeroespacial, la electrónica, informática, comunicaciones, internet, el automóvil, el sistema bancario, etc.

[2] Por ejemplo la resistencia y la lucha de “los chalecos amarillos”, que con las acciones independientes de las masas, rechazaron en forma contundente las políticas reaccionarias de Macrón, dejando a su gobierno sumido en la crisis.

[3] Holanda captó 42 empresas del Reino Unido, desde el brexit e intenta atraer a otras 250, según el gobierno holandés (Ámbito Financiero 19 de febrero, 2019) y Honda acaba de anunciar su retiro del Reino Unido.

[4] En Italia los créditos morosos se situaron, en 2018, en el 10%, frente a la media europea que fue del 3,5%, según datos proporcionados por la Autoridad Bancaria Europea.

[5] La negociación, desde el inicio fue muy compleja. Terminó como estaba previsto y llevó a que la “troyca nacional-católica” formada por la derecha (PP) y la extrema derecha (Cs y Vox) más los independentistas, torpedearan la aprobación del presupuesto, impidiendo que Pedro Sánchez logre cumplir su mandato teniendo que convocar a elecciones anticipadas para el 28 de abril próximo.

Son los mismos diputados que hace ocho meses apoyaron la moción de censura con la que el líder del PSOE lograra desalojar de la Moncloa a Mariano Rajoy y que hoy rechazaron su presupuesto. Es evidente que la política suele tener resultados muchas veces sorprendentes. El independentismo que votó en contra de los presupuestos de Pedro Sánchez, lo hizo en sintonía con el PP y Ciudadanos, dos partidos que proclaman retener a Cataluña dentro de España.

[6] Proceso acentuado luego de las últimas elecciones.

[7] Para lograrlo ha adquirido varias empresas alemanas como la fábrica de robots Kuka y la fábrica de maquinarias Krauss Maffei, EEW Energy from waste y firma especializada en el tratamiento de residuos y generación de energía. (Slipak, 2018)                                                                                                                                                                                                                                             [8] Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), elaborado por Damián Grimshaw, Director de Investigaciones, 2.000 millones de trabajadores, el 61% de la fuerza laboral mundial, tiene empleos informales, trabajos vulnerables, con bajos salarios y sin protección social.

[9] Para S&P hay 35 empresas en riesgo de caer en esta categoría.

[10] A principios de 2018 era fácil señalar a Argentina y Turquía como los países en situación de riesgo. Pero este año resulta importante la tensión en África y Medio Oriente por la fuerte exposición de la deuda en moneda fuerte, según señalaron en el IIF.

[11] Con mayor producción territorial.

REFERENCIAS

Antonio Gramsci, El Materialismo Histórico y la Filosofía de Benedetto Croce, Editorial Lautaro Argentina, 1958

Antonio Gramsci, El “Risorgimento”, Granica Editor, 1974

Antonio Gramsci, Antología, Siglo XXI, 2004

Giuseppe Cospito, El Ritmo del Pensamiento de Gramsci, Peña Lillo, 2016

CLACSO, Estados Unidos Contra el Mundo: Trump y la Nueva Geopolítica, 2018

Ariel Slipak, Las relaciones entre China y Alemania en el tablero de la política económica internacional, Realidad Económica Nº 319, noviembre 2018.

 

Una respuesta a “Es el fin de la expansión económica mundial? (Alberto Wiñazky)”

  1. Victoria Lucía dice:

    Muy buen artículo, llamativo el dato deuda mundial en relación al PBI mundial. En sus propias contradicciones se hunde el sistema, pero aún no surge una alternativa internacional fuerte para una nueva organización económica

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