Algunos aspectos del movimiento de los chalecos amarillos. (Jean-Marie Harribey)

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(internacional/Francia)

Jean-Marie Harribey*

Traducido del francés por Susana E. Merino

Texto preparado por Jean-Marie Harribey como corolario de una discusión llevada a cabo en el Consejo Científico de Attac Francia.

“…el contexto en el que ha irrumpido este movimiento. Es el de una crisis del capitalismo mundial de carácter estructural, sistémico, esto es, que mezcla de manera indisociable los factores económicos, sociales, ecológicos y políticos tanto a nivel mundial como al de las diferentes escalas nacionales y continentales.”


En el otoño del 2018 surgió en Francia el movimiento social de los chalecos amarillos, inédito por su forma y su contenido. Tomó por sorpresa a un gobierno totalmente entregado a los dogmas neoliberales y comprometido con reformas exclusivamente beneficiosas para los ricos y la clase dominante. Sorprendió asimismo al conjunto de los medios de comunicación y de los observadores, como también a la mayor parte de los investigadores de las ciencias sociales y políticas. Y dejó también casi totalmente mudos a los responsables de las agrupaciones sindicales, algunas por hallarse desde hace varias décadas dedicadas al “acompañamiento” de los cambios neoliberales y otras o bien por desconfiar de los movimientos que trabajan al margen de ellos o porque son incapaces de revertir una relación de fuerzas desfavorable a los trabajadores.

SUMARIO

. 1 La sociología de los chalecos amarillos.

. 2 Las reivindicaciones de los chalecos amarillos

. 3 La relación de los chalecos amarillos con las instituciones y la democracia.

. 4 Conclusión parcial y provisional.

Por el momento es difícil establecer un marco para el análisis del movimiento de los chalecos amarillos que satisfaga teórica y estratégicamente, y que pueda servir para definir una actitud y una orientación hacia él. Se puede convenir, a priori, el contexto en el que ha irrumpido este movimiento. Es el de una crisis del capitalismo mundial de carácter estructural, sistémico, esto es, que mezcla de manera indisociable los factores económicos, sociales, ecológicos y políticos tanto a nivel mundial como al de las diferentes escalas nacionales y continentales. El balance de esta crisis se resume en unas pocas palabras que traducen otros tantos dramas y peligros: explosión de las desigualdades, de la precariedad, del paro, de las degradaciones ecológicas, y restricción de los derechos sociales y los servicios públicos para dejarle el campo libre a la mercantilización de los seres humanos y de la naturaleza. Debido a ello las políticas neoliberales (consistentes en regalos a los ricos y en austeridad para los trabajadores y los pobres, y en financiarización de la sociedad) precipitan a los pueblos al abismo.

Más allá de este contexto bien identificado hoy en día y bien conocido, ¿cómo se puede entender el movimiento de los chalecos amarillos? Se han propuesto en caliente varios los puntos de vista. Ninguno basta por sí mismo y todos dejan algunas cuestiones en suspenso. Antes de proponer una conclusión parcial y provisional trataremos aquí de agruparlas en tres categorías: la sociología de los chalecos amarillos, sus reivindicaciones y la relación de los individuos en lucha con las instituciones y la democracia (1).

  1. La sociología de los chalecos amarillos

Este primer punto no está aún bien documentado. Se puede, sin embargo, discernir un innegable carácter popular. Los chalecos amarillos se hallan conformados en parte de trabajadores asalariados empobrecidos, pero también de trabajadores independientes cuyos ingresos y condiciones de vida se hallan supeditados al dominio de empresas de las que son subcontratistas o porque se hallan directamente amenazados por la competencia. Todas las observaciones realizadas testimonian también la presencia de muchas mujeres y jubilados. La importante presencia de mujeres se relaciona también con su condición de empleadas. En cambio, es menor la presencia de asalariados estables y mejor pagados.

Dicho esto, son muchas todavía las preguntas sin respuesta. ¿Esta sociología popular pero variada explica el hecho de que la primera expresión de este movimiento se dirigiera contra los “impuestos”, las “cargas fiscales” a riesgo de adoptar un giro en contra de los impuestos, cuanto menos contradictoria sino “poujadista”*? La maduración de las reivindicaciones (ver más adelante) no respalda ciertamente esta tesis.

¿Ilustra este movimiento la división que teorizó Christophe Guilly entre metrópolis y periferias, incluso entre ciudades y zonas rurales? El hecho de que la ocupación de las rotondas y las manifestaciones más grandes (los sábados del I al X) se hayan producido más en las ciudades medianas y pequeñas o en sus alrededores podría apoyar esta idea, que pondría en evidencia que la Francia de las metrópolis sería el lugar por excelencia de las categorías sociales más altas que se aprovechan de la globalización, mientras que las categorías populares quedarían relegadas a las periferias o, mejor aún, a las zonas urbanizadas. Sin embargo, el análisis en términos de división metrópolis/periferias ha sido muy criticado. En primer lugar, la mayoría de los obreros y de los empleados viven en ciudades (fuente INSEE) y dos terceras partes de las personas bajo el umbral de pobreza vive en ciudades (É. Charmes, S. Genevois, Enzo et X. Molénat, D. Béhar, H. Dang-Vu y A. Delpirou).

Siempre en relación a la sociología del movimiento de los chalecos amarillos ¿será necesario observar en ellos el síntoma de desclasamiento de las “clases medias”? Esta es la tesis más aceptada tanto por los defensores de la división metrópolis/periferias como por la sociología estándar: la crisis, la desindustrialización, la globalización empobrecen a la mayor parte de las “clases medias” y acaban con el “ascenso social”. Se puede matizar esta tesis, si no refutar. Existe una contradicción en definir el comienzo de las “clases medias” en 1265 Euros por mes (Observatorio de las desigualdades), es decir, apenas algo más que el umbral de pobreza, ya que entonces las clases populares desaparecerían casi totalmente para estar solo constituidas por personas muy pobres. Dicho de otro modo, es de temer que el concepto de clase(s) media(s) sirva para hacer desaparecer del paisaje social a las clases sociales definidas por la lucha que las opone; en particular se elimina del mapa teórico y político el hecho de vender la fuerza de trabajo por un salario. A fin de cuentas, la paradoja es que unas clases medias, cuyo ascenso se consideraba inexorable hace unos años, se encuentran “rebajadas” a clases populares cuya desaparición se había anunciado simultáneamente.

Y se plantea una nueva pregunta: ¿acaso la disolución de los colectivos de trabajo debido a la reorganización neoliberal del trabajo y a la fragmentación nacional e internacional de los lugares de producción de valor económico es lo que lleva, según algunos observadores, a una disminución de la conflictividad en las empresas? Según ellos, esta reconfiguración del trabajo obligaría a abandonar un análisis en términos de clase y, en consecuencia, de la lucha de clases. Este período no es ya aquel en el que el imaginario social portador de “futuros risueños”, el comunismo o el socialismo, vinculado orgánicamente al proletariado, determinaba la identidad de clase de las personas” (P.Khalfa) Frente a esto no se ha probado que las luchas en las empresas, por más defensivas que sean, con frecuencia no existen o están en clara regresión. Por el contrario, son muchas en las empresas, pero están dispersas y muy poco mediatizadas. Aunque las formas de explotación y de dominación no se reducen a las del capital sobre el trabajo (cf. dominaciones de género, de cultura…), todas las investigaciones sobre el trabajo muestran que sigue siendo el lugar de explotación y de sufrimiento, y por ende de conflicto, al mismo tiempo un lugar de reconocimiento social muy importante. Sin embargo, la conciencia de las desigualdades y de la dominación no se arraigan solo en la relación social de trabajo, sino mucho más difusamente en todos los aspectos de la vida colectiva, mientras que la experiencia de las desigualdades sociales se individualiza (F. Dubet).

En cualquier caso, es cierto que el movimiento de los chalecos amarillos ha centrado sus ataques en el poder del Estado y el presidente de la República mientras que la patronal y los accionistas quedaban al margen, salvo raras excepciones, sin hacer una distinción entre grandes empresas multinacionales y pequeñas y medianas empresas. Igualmente, tampoco se han mencionado el control y la dominación de la Comisión Europea sobre las políticas y presupuestos públicos, y sobre los servicios públicos.  

  1. Las reivindicaciones de los chalecos amarillos

Se ha constatado unánimemente la evolución y maduración muy rápidas de las reivindicaciones expresadas por los chalecos amarillos. Partiendo del rechazo del aumento de los impuestos sobre los carburantes, las reivindicaciones se centraron después en cuatro temas reiterados permanentemente en las rotondas y en las calles: la crítica de las desigualdades insultantes, la exigencia de una fiscalidad justa, la necesidad de servicios públicos de proximidad y una renovación democrática.

Lejos de ser puramente teóricas, estas reivindicaciones se expresaron concretamente, sobre todo a partir de dos puntos básicos: el restablecimiento del impuesto de solidaridad sobre la riqueza (ISF, por sus siglas en francés) y el referéndum de la iniciativa ciudadana (RIC, por sus siglas en francés).

Comparadas con los aproximadamente 60.000 millones de euros de dividendos distribuidos por las grandes empresas a sus accionistas en 2018, los alrededor de 3.000 millones de euros del ISF perdidos para el presupuesto público podrían parecer irrisorios. En realidad, la determinación con la que se ha criticado la supresión del ISF muestra el carácter simbólico que supondría su restablecimiento frente a la acumulación de regalos que el poder macroniano ha otorgado a los ricos y a las empresas ya sea en dinero o reduciendo los derechos laborales.

La propuesta del RIC se ha hecho carne en todas las rotondas y manifestaciones. Expresa la distancia cada vez más crítica con las formas de la llamada democracia representativa y podría permitir a los ciudadanos “no manipulados sino informados” reinvertir en lo público, la res publica. “Ampliamente aplicado, el RIC contribuirá a un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” (J.Testard) y “el ascenso del RIC al primer plano de las exigencias del movimiento demuestra una notable madurez política, una toma de conciencia a una escala inédita de la necesidad de un control popular directo sobre las decisiones políticas más importantes” (T.Coutrot e Y.Sintomer). Entonces, ¿un RIC sin reservas? Se precisa el matiz: “La democracia participativa es preferible porque, a nivel nacional, el funcionamiento por medio de referéndum tiene todas las posibilidades de reforzar lo que ya ha puesto en evidencia el estudio de los sondeos de opinión: el peso de los argumentos ideológicos, la formación de opiniones binarias, incluso maniqueas, que impiden pensar la diversidad y la complejidad de las cosas, la exacerbación de los imaginarios, de los miedos y las emociones, la falta de informaciones (incluso la sensibilidad ante la desinformación), todo ello aplastaría probablemente todo lo verdadero a su paso” (L. Mucchielli).

Con relación a las reivindicaciones de tipo social (salarios, mínimos beneficios sociales, protección social, servicios públicos, impuestos) es muy grande su cercanía a ciertas consignas tradicionales del mundo laboral y de los sindicatos, además de los temas del empleo y del desempleo, muy ausente de los problemas planteados por los chalecos amarillos, lo que no es un tema menor y que quizá tenga que ver con la sociología del movimiento. Pero esta relativa proximidad no se ha traducido en un paso hacia las organizaciones sindicales, mientras que estas han adoptado durante varias semanas una actitud tímida cuando no han dejado transparentar una fuerte desconfianza frente a un OVNI social. Sin embargo, las cosas aún pueden evolucionar positivamente. Así, la CGT ha comenzado a mirar al movimiento con ojos más comprensivos, mientras que parecieran comenzar a manifestarse algunos intentos de coordinación por parte de los chalecos amarillos: una “primera asamblea de asambleas de los chalecos amarillos ” ha lanzado un llamado destinado a otorgar la palabra a la “Comuna de las comunas” después de la de Commercy.

Es de destacar una paradoja impactante. Mientras las organizaciones sindicales comienzan apenas a tomar conciencia de la cuestión ecológica, el movimiento de los chalecos amarillos nació rechazando el aumento de los impuestos ecológicos al tiempo que era el primer movimiento que había logrado imponer en el debate público la idea de que la transición ecológica no podía lograrse sin lo social. Los chalecos amarillos ignoran la crisis del sistema productivo capitalista, pero son ellos quienes de manera simple han hecho comprender que la necesidad de movilidad nacida de la distancia entre los lugares de vida y de trabajo solose puede mantener con el desarrollo de los transportes colectivos.

¿Cuál puede ser la hipótesis que explique por qué las numerosas reivindicaciones (al principio, varias decenas) se han agrupado en algunas temáticas sintéticas? Los lugares de reunión de los chalecos amarillos, rotondas y estacionamientos de supermercados, se han ido convirtiendo con el correr de los días en lugares de resocialización frente a la “desafiliación” (R.Castel), de reconstrucción de un tejido social destruido por el mundo del consumo individual de mercancías fetiche. Si las redes sociales permiten hacer las convocatorias de manifestación, son las rotondas las que han llenado el vacío contra el que el individualismo de las mal llamadas redes sociales no puede hacer nada. En pocas semanas esas rotondas han dejado de ver a unos individuos dar vueltas al volante de sus autos para transformarse en lugares de diálogo.

  1. La relación de los chalecos amarillos con las instituciones y la democracia

La relación que los chalecos amarillos se han expresado con mayor vehemencia, si no de violencia, respecto a las instituciones y a la democracia representativa sin duda tiene algo que ver con la muy variada sociología del movimiento anteriormente mencionada y las grandes reivindicaciones que ha planteado. Se pueden mencionar varios hechos o problemas.

¿Es el rechazo a primera vista de toda organización estructurada el signo de un llamado a una renovación de la democracia o la marca de una creencia difusa según la cual la sociedad puede construir un proyecto colectivo sumando expresiones individuales? O dicho de otro modo ¿pueden estas últimas prescindir de toda intermediación?

La falta de coordinación, cuando no el rechazo mismo de su principio, es el corolario de la desconfianza extrema hacia los cuerpos constituidos: partidos políticos, sindicatos, instituciones parlamentarias representativas, prensa, criticados en bloque por su supuesta (aunque a menudo verificada) connivencia con los poderes económicos y políticos. La ventaja de esta postura es circunscribir el peligro de ver cómo se apoderan del movimiento las fuerzas políticas de extrema derecha que no han logrado imponer sus temas identitarios y xenófobos. En la alternativa identidad versus igualdad como representación social y política dominante no ha podido prevalecer el mito de la “gran sustitución”. El riesgo es el de no llegar nunca a una mediación cualquiera que, sin embargo, es indispensable en un momento dado para todo movimiento social, a riesgo de ver al poder del Estado retomar poco a poco su poder. Se han planteado muchas discusiones para saber si existe algún vínculo entre el movimiento de los chalecos amarillos y el ascenso del “populismo”. El error reside sin duda en ver en el movimiento de los chalecos amarillos una reconstrucción del pueblo como sujeto universal único al modo de Laclau y Mouffe. Pero es cierto que en muchos otros lugares del mundo y de Europa se producen insurrecciones contra los poderes establecidos y más allá de las movilizaciones propias de cada país, el movimiento de los chalecos amarillos ha tenido un notable eco.

Al no tener ya un interlocutor ni dócil ni contestatario, el poder del Estado se desestabiliza hasta el punto de haber tenido que inventar un “gran debate nacional” cuyos términos son preconcebidos y sus resultados ya se han anunciado, al tiempo que hay una represión policial inédita. Armando a su policía con armas potencialmente letales el gobierno acentúa su política de represión de los movimientos sociales que ya se había comprobado en anteriores movilizaciones sociales. Por consiguiente, hay que interpretar que la política neoliberal es bastante coherente cuando se alían represión policial e instrumentalización de la pobreza para disciplinar a los pobres.

Aun cuando las cosas no estén todavía definidas, se percibe una participación en las movilizaciones de “debate” sin que las formas y los contenidos deseados por el gobierno se respeten necesariamente. Sin embargo, es posible dudar acerca de la posibilidad o no de que surja algo positivo dado que las respuestas se hallan marcadas por las formas de pensamiento que acompañaron al aumento de la crisis sistémica: reino de la propiedad, prioridad de las finanzas, individualismo, productivismo, consumismo, agotamiento de la naturaleza, clima… (B.Latour) El equilibro entre los particularismos y los nacionalismos por un lado y lo universal por el otro continúa siendo un problema.

  1. Conclusión parcial y provisional

En términos teóricos y heurísticos estos diferentes puntos de vista son a menudo complementarios. Ponen de manifiesto unas paradojas, cuando no contradicciones, que todavía no se han superado, si es que es posible:

  • La transición social y la transición ecológica se hallan íntimamente ligadas; una no puede funcionar sin la otra, y recíprocamente; en este caso, para la situación actual esto significa que la transición social no puede estar subordinada a la transición ecológica;
  • La respuesta a las urgencias solo es compatible con las transformaciones a mediano y largo plazo en ciertas condiciones; en ese sentido la reducción drástica de las desigualdades, tanto aquí como en todo el mundo, es decisiva para poder articular los cortos y largos plazos;
  • Los temas técnicos son siempre sociales y políticos; el movimiento de los chalecos amarillos nos recuerda, por si fuera necesario, que las soluciones puramente económicas (del tipo contentarse con aumentar los precios para luchar contra el uso de energías fósiles) son ilusorias.

En el plano estratégico aún falta construir respuestas porque:

  • Ni la idealización ni la condena del movimiento de los chalecos amarillos son convincentes; la participación de las fueras sindicales, políticas y de asociaciones en las manifestaciones locales y en las asambleas es más prometedora;
  • Además de la participación que se considera necesaria de todos los niveles, desde el local hasta el nacional, hay que seguir con el debate estratégico en el seno de todas las estructuras sociales e institucionales tradicionales; en especial porque la solidaridad con la población más precaria (suburbios, inmigrantes…) y mal representada por los chalecos amarillos constituye un desafío crucial;
  • No es desdeñable el riesgo de que las estructuras y las instituciones que se sitúan en el terreno de la confrontación social para la emancipación y la salida del capitalismo y del productivismo se queden en gran medida, si no definitivamente, fuera del juego, debilitadas por el neoliberalismo y suplantadas por formas de acción invertebradas; el precio que se pagaría por una desaparición de las estructuras de intermediación socio-política sería muy grande en términos de resurgimiento de los temas identitarios o de desarrollo de un movimiento tipo “Cinco estrellas”.
  • En este contexto las nuevas resistencias en forma de desobediencia civil desempeñarán sin duda un papel importante tanto en términos de movilización como de instituciones de intermediación.

*Jean-Marie Harribey, francés, economista, maestro honorario de conferencias. Presidió la Asociación ATTAC entre 2006 y 2009 y co-preside su consejo científico desde 2014. Es fundador y animador de la revista Les Possibles.

Fuente : portal Rebelión

28 de enero de 2019

Algunas referencias bibliográficas sobre el movimiento de los chalecos amarillos y sus consecuencias (2):

Stefano Palombarini, « Les gilets jaunes, le néolibéralisme et la gauche » , 21 de diciembre de 2018.

Syllepse Éditions, « Des clés pour comprendre » , 20 de noviembre de 2018.

Notas:

(1) Este texto se ha visto enriquecido con los aportes de Esther Jeffers, de Évelyne Perrin y de Catherine Samary.

* El término “poujadismo” adquirió un matiz peyorativo para referirse a un movimiento político corporativista con tendencias reaccionarias, propio de las clases medias también definido como conservadurismo de la pequeña burguesía (N. de la t.).

(2) Véase una bibliografía más completa actualizada regularmente: http://harribey.u-bordeaux4.fr/ledire/biblio-gilets-jaunes.pdf

Fuente: https://france.attac.org/nos-publications/les-possibles/numero-19-hiver-2019/dossier-des-migrations-et-discriminations-aux-gilets-jaunes/article/elements-sur-le-mouvement-social-des-gilets-jaunes

 

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