El Enemigo de la Naturaleza.

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Roberto Grana**

Sobre el libro de Joel Kovel* editado en Argentina por Tesis 11.

El autor del libro que aquí se analiza, destacado militante verde en EE.UU., acusa al capitalismo por su pulsión expansiva y ecodestructiva. Frente a la barbarie ecocapitalista hay una sola opción: La edificación de una sociedad digna para la humanidad y su naturaleza.

La lectura del libro “El enemigo de la Naturaleza ¿El fin del capitalismo o el fin del mundo?”, que ha sido escrito por el estadounidense Joel Kovel me sugirió una primera reflexión relacionada con el contexto histórico – geográfico del autor y sus fuertes convicciones y sentimientos contra el capitalismo y sus formas globalizadas de dominación, ya que Kovel vive y desarrolla su actividad en el centro geopolítico del bloque imperial más poderoso de este siglo XXl que recién comienza.

En este trabajo se desarrolla una visión integral sobre la naturaleza, la sociedad y la cultura, cuando en el mundo académico y político aún predominan los enfoques disciplinares sesgados para tratar fenómenos de alta complejidad como los que se tratan en el libro. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que en general, los que se ocupan de las ciencias naturales olvidan al encarar el estudio de estos fenómenos las relaciones crecientes de la naturaleza con el comportamiento político y social, y las personas que se encargan de las investigaciones sociales ignoran o subestiman el impacto sobre la naturaleza y su dinámica ecosistémica que ocasionan los proceso sociales y culturales.

Considero, que el autor, al tratar los ecosistemas y su dinámica incurre en algunas imprecisiones conceptuales, que se explican por el débil desarrollo de la ecología general como una disciplina de síntesis, que tiene como campo de estudio la interacción entre la construcción histórico social y cultural sobre la naturaleza del ambiente humano y la evolución de la dinámica ecosistémica que sostiene esta construcción histórica de la humanidad.

Apoyado en sólidas convicciones y sentimientos sobre el carácter expoliador del capitalismo, como señalaba al principio, imputa con energía, con fundamentos teóricos, con gran cantidad de indicadores estadísticos y ejemplos concretos la responsabilidad del capitalismo y de sus centros de poder políticos y económicos por las tragedias y desgracias que sufren los pueblos y por la creciente destrucción de las condiciones naturales de existencia para la salud y la vida humana. El capitalismo ha reemplazado el valor de uso de los bienes, sacrificando el uso sano y suficiente por el valor de cambio como un fin en sí mismo, por la ganancia máxima y por la acumulación ilimitada de capital dinero.

Asimismo, el autor, cuestiona el mito del crecimiento económico como generador de bien hacer, buen tener y bien estar. Entre los muchos datos que aporta el trabajo en esta necesaria tarea de desmitificación, señala que mientras en las tres últimas décadas el producto bruto mundial creció en un 250% duplicando la emisión de CO2 y haciendo desaparecer la mitad de la superficie forestal, la brecha entre las naciones ricas y pobres se incrementó en un 65%, 100 millones de niños duermen en las calles y existen en la actualidad 25 millones de refugiados ambientales, cantidad similar a los refugiados por causas de las guerras imperiales de agresión.

Este agudo y claro cuestionamiento del modo de producción capitalista y de las instituciones políticas, sociales y culturales que genera, se hace con una sólida formación teórica y con un extenso conocimiento del pensamiento de Marx, en particular del El Capital y los Manuscritos. Critica los errores y desvíos posteriores del marxismo, pero habla con evidente afecto de nuestro Marx.

Joel Kovel, con el espíritu critico que caracteriza a esta obra, subraya la gran  distancia que se observa entre la magnitud de la crisis ecológica, entendida como crisis aguda de nuestras condiciones naturales, sociales y culturales de existencia, con el bajo grado de entendimiento, organización y acción para comprenderla, enfrentarla y superarla. Señala que la mayoría del pueblo norteamericano alienado por la cultura consumista y el poder de los medios de comunicación vive indiferente a esta crisis planetaria. El autor corrobora esta situación, pero no desmaya en sus objetivos y propone el ecosocialismo y el desarrollo de una democracia avanzada y directa para reemplazar a la inepta y cómplice democracia parlamentaria.

Es muy interesante el relato, que se hace en el libro, sobre los Bruderhof que es un término que se origina en la rama pacifista de los Anabaptistas fundada por Jakob Hutter en Alemania en el siglo XVl y que significa comunidad de hermanos. Los Bruderhof son comunidades cristianas comunistas que disponen de alta tecnología, realizan intercambio en el mercado capitalista, pero en el interior de la comunidad sostienen una organización social y económica comunista: “a cada cual según su necesidad, de cada cual según su capacidad” fundamentado por el texto bíblico que dice “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.” Actualmente, dice el autor, existen  ocho comunidades, de 300 a 400 miembros cada una, relacionadas entre sí, seis en el este de Estados Unidos y dos en Inglaterra.

Posteriormente al relato de la experiencia de estas comunidades, desarrolla los fundamentos teóricos y organizativos del Ecosocialismo, entre los cuales destaco: la libre asociación de productores;  la propiedad comunal sobre los medios de producción y los bienes que puedan tener uso en común; la construcción de una democracia profunda y extensa; el desarrollo de un modo de producción ecológico que coopere con la naturaleza; el reemplazo del concepto de sustentabilidad por el de suficiencia.

La concepción del ecosocialismo, según la interpretación que hago del autor, debería superar las limitaciones, que tienen las personas con convicciones socialistas, sobre el significado integral de la naturaleza para nuestra vida que es parte de ella; mientras que los militantes verdes tendrían que avanzar hacia la comprensión socio – cultural de los problemas  de degradación natural inherentes al carácter del capitalismo y enfrentar con la misma pasión las injusticias sociales del capitalismo, como enfrentan las agresiones que se hacen contra otros seres vivos de nuestro planeta.

En el sentido de integrar y comprender la interacción entre la vida humana y la de los otros seres naturales, Joel Kobel cita en su libro a la revolucionaria socialista de origen alemán Rosa Luxemburgo militante a fines del siglo 19 y a comienzos del siglo veinte por la emancipación de la mujer, de los trabajadores y de los pueblos oprimidos. Encarcelada Rosa Luxemburgo por protestar contra la guerra, observa  desde su encierro como apalean a un búfalo y escribe en una carta:
“el animal estaba sangrando, mientras miraba por sobre su cabeza con una expresión de niño lloriqueante, que había sido castigado severamente, en su negro rostro y en sus suaves ojos negros. Y que no sabía por qué había sido castigado, que había hecho, lo que no le permitía  saber la forma de escapar del tormento y la brutalidad… Me detuve frente al animal y él me miró: corrieron lagrimas desde mis ojos, eran sus lágrimas. Nadie puede temblar  más penosamente frente al dolor de un hermano amado como yo temblé de impotencia frente a esta angustia silente… ¡Oh, mi pobre búfalo!. Ambos estamos aquí tan impotentes, tan despojados de espíritu, sólo unidos en la pena, en la impotencia y en la perduración”.

La lectura  de este libro ayuda, sin lugar a dudas, a reflexionar sobre la época tan difícil que nos toca vivir, sobre la necesidad de proyectar en la acción esta integración de los problemas de la sociedad humana y la naturaleza y a seguir soñando. 

*Joel Kovel, norteamericano, ecologista, escritor, profesor universitario.

**Roberto Grana, ecólogo, Dr. en Psicología Social, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

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