De la resistencia a la ofensiva: Construir lo nuevo

Compartir:

Revista Nº 155 (01/2024)

(nacional/política/economía)

Gerardo Codina[1]

La brutal, e inédita por sus dimensiones, ofensiva de transformaciones reaccionarias que pretende imponer de cuajo el recientemente electo presidente Milei, ha generado por todos lados múltiples reacciones. Para muchos, es claro que se trata de un gobierno de los monopolios, por los monopolios y para los monopolios, subordinados al Imperio. Menos claro resulta pensar qué debe construirse para superar este trance y realizar las reformas populares que son necesarias.                                                              

Esta cuarta ofensiva neoliberal de nuestra historia[2], luego de las instrumentadas por Martínez de Hoz, Menem-Cavallo y Macri, tiene algunas singularidades que la distinguen. En principio, el libertario cree que sus reformas fueron plebiscitadas en la segunda vuelta presidencial y que, por lo tanto, no requiere de la construcción de acuerdos políticos que las hagan viables. El nivel de violencia política implícita en su reclamo de arrasar con las instituciones republicanas como condición para remodelar la sociedad según su plan, es sólo comparable, aunque de menor grado, con la que sostuvo la primera arremetida de Martínez de Hoz, sostenida en el terrorismo de estado de la dictadura genocida. Por eso demanda la delegación de facultades extraordinarias.

Así, pese a que en su mejor momento -cuando asumió-, exhibió un exiguo poder de convocatoria, se tienta con la idea de someter las instituciones con la presión de sus partidarios. Son otros sectores políticos, antes cobijados en Juntos por el Cambio, los que procuran que Milei no se hunda, tejiendo una coalición virtual que le de sustento parlamentario y arrincone en un papel meramente testimonial al peronismo y la izquierda trotskista. Asumen así el riesgo de ser también parte del seguro fracaso de las políticas instrumentadas por el equipo libertario, que sólo conducen a una fortísima depresión económica, con su inevitable consecuencia de desocupación creciente, brusco empeoramiento de las condiciones de vida de las mayorías y, finalmente, la reducción de los ingresos fiscales.

No aprendieron de la historia que estas reformas siempre terminaron por colapsar, debido a que son incapaces de dar respuesta a los problemas del pueblo argentino. Es una dificultad que a muchos de los aventureros que ahora rodean a Milei no les inquieta, en la medida que sólo intentan llevarse rápido su tajada. Pero a las fuerzas políticas que procuran persistir más allá de la coyuntura, debiera preocuparles.

Macri fracasó en su intento reeleccionista porque se le fue de las manos el endeudamiento en el que hundió al país, del mismo modo que la convertilidad produjo un híper desocupación que selló la suerte política de Menem. Martínez de Hoz tuvo que irse antes del elenco de la dictadura, por el fracaso de su política antiinflacionaria y la severa crisis financiera provocada por la desregulación del sector, que causó un quebranto generalizado de bancos y grupos empresarios nacionales. Aunque se le habiliten todas las reformas que pretende, Milei también habrá de fracasar y como las veces anteriores, la mayoría de los argentinos saldrá de esa nueva crisis, más empobrecida y con su futuro fuertemente hipotecado.

En segundo lugar, el fenómeno del panelista devenido primer magistrado en dos años de meteórica proyección política, es un fuerte indicador de los severos desequilibrios que afronta nuestra sociedad. No se trata de un desquiciado. El problema no es la supuesta locura de Milei, si no que su proyección evidencia el desquicio social de nuestro país. La política no ha sido capaz de dar respuesta suficiente y acorde a las necesidades populares ni de brindarle densidad nacional al desarrollo cultural, político, social y económico de nuestro pueblo.

Si bien el gobierno del Frente de Todos tuvo que afrontar condiciones extremadamente difíciles por el descomunal endeudamiento -inútil y dañino- provocado por el macrismo, empeoradas por el perjuicio causado al humor social y la economía por la pandemia, y luego por la extraordinaria sequía que pasamos, no pudo reconstituir los ingresos populares ni abatir la escalada inflacionaria que los carcomía. Eso le hizo perder las elecciones.

El error del diagnóstico

Confundir la causa del fenómeno inflacionario, ubicando al exceso de gasto estatal como su origen, en una economía fuertemente bi monetaria como la que nos impusieron desde el poder económico concentrado, es obviar el rol en la generación de inflación de la puja por los dólares escasos para satisfacer todas las demandas de la sociedad. Se trata de un error intencional, que encubre el objetivo de jibarizar el Estado para que los grandes grupos económicos puedan almorzarse todas las nuevas riquezas del país, como ya lo hicieron con la producción agropecuaria.

Siendo el precio del dólar una referencia para todos los demás, su incremento en el tiempo, causado por su escasez estructural, es inevitable y promueve la suba de los otros precios[3]. Como señala el economista Alfredo Zaiat en Página/12, al reseñar las expectativas negativas que evidencian los operadores de los mercados financieros sobre las posibilidades de buenos resultados de las medidas implementadas desde el 10 de diciembre por el tándem Caputo – Milei, “Puede ser que de este modo economistas de la corriente dominante descubran que el problema central de la economía argentina es la falta de dólares en el Banco Central y no tanto la cuestión fiscal.”[4]

A su vez, su obtención está fuertemente concentrada en un sector de la economía argentina y es controlada por un cartel de empresas extranjeras que maneja el comercio exterior de nuestra producción agropecuaria. Unos y otros ejercen su poder para condicionar todas las políticas internas, al tiempo que eluden todos los tributos que pueden y desfinancian al país.

Lo dicho respecto del déficit no implica habilitar conceptualmente la consolidación de un gasto por encima de la capacidad de solventarlo, si no pensar de qué forma se incrementan y administran adecuadamente los recursos disponibles, que es la otra forma de reducir el déficit y de generar superávit. Ante todo, se trata de las divisas necesarias para el normal funcionamiento de nuestra sociedad. Por caso, ya no es posible sostener en el tiempo un desarrollo industrial que no genere un saldo a favor de divisas creciente, como sucedió con Corea del Sur y otras naciones de industrialización tardía.

Por eso ya no puede pensarse en el viejo modelo de sustitución de importaciones, sino en generar las condiciones para exportar nuestra tecnología y nuestra producción industrial. Para lograrlo, es un paso indispensable con el horizonte productivo actual acometer la automatización de todos los procesos productivos posibles y alcanzar una escala de producción suficiente como para abastecer el mercado regional. La posibilidad de una industria competitiva a nivel regional requiere en forma ineludible de la adopción de tecnologías avanzadas. No será en todos los rubros en el corto plazo, claro. Definir aquellos en los que sí es posible y luego desarrollarlos, es una tarea que requiere de una concertación productiva que el Estado debe liderar y para la que tiene en el INTI, las universidades tecnológicas y otras entidades públicas, las herramientas requeridas para lograrlo. Es un camino posible, como lo demostró la reconversión finlandesa, luego del colapso soviético.

El cuento de la desregulación

Del mismo modo, ubicar a la desregulación de la economía como el único remedio para superar los desequilibrios existentes en nuestra sociedad, no sólo es una vieja receta reciclada de anteriores experimentos neoliberales, sino también una garantía de nuevos fracasos. La encendida defensa de los monopolios que realizó Milei en el foro de Davos, dejó a las claras que no es el bien común lo que promueve, sino que quiere abrirle la puerta del gallinero a los zorros. Ellos se harán un festín, pero a costa de masacrar a las gallinas. Por eso lo felicita Elon Musk, que anda detrás del litio, como en Bolivia, y quiere apropiarse de ARSAT.   

Las sociedades complejas como la argentina no funcionan sin un conjunto de regulaciones. En todo caso, hay que ver a favor de qué intereses se regula y habrá que verificar la pertinencia de las regulaciones existentes y promover su cambio por otras más adecuadas a las necesidades del presente y del futuro que pretendemos alcanzar.

No es casual que en el corazón de las reformas pretendidas en esta nueva ofensiva neoliberal se encuentren las relaciones laborales. Es en ellas donde se condensan las relaciones políticas de las clases articuladas en la reproducción económica de la sociedad. Retroceder en su relativa democratización, alcanzada con los derechos sociales y laborales, implica abrir las puertas al dominio autocrático de las oligarquías en el conjunto de las relaciones sociales, como ya se anticipa en la justicia servil del poder económico o en el dominio monopólico de los medios de comunicación.

Además, sin regulaciones no se hubiese desarrollado el potencial de Vaca Muerta y, a la vez, ese desarrollo sólo fue posible por la capacidad de reinversión de nuestra petrolera con mayoría estatal. Acrecentar la musculatura de YPF para convertirla en una petrolera de clase mundial, en condiciones de procesar e industrializar los derivados del petróleo y el gas, al tiempo que se forja una fuerte capacidad exportadora, es uno de los caminos a recorrer para generar los recursos que el país necesita para su desarrollo integral con justicia social. Por eso privatizarla en la actual coyuntura no sólo sería un pésimo negocio para el país, sino que resulta criminal para las posibilidades de nuestro desarrollo nacional.

YPF es sólo un buen ejemplo de lo que podemos hacer. Pero hay muchos más. Los de más rápido desarrollo potencial en este momento histórico son los del sector de la economía del conocimiento, ya hoy uno de los más potentes exportadores del país; la producción minera, que no se reduce a la extracción e industrialización del litio o el turismo receptivo.

Detrás de ellos hay otros, como los vinculados a la economía de la salud humana y animal, que tienen un enorme potencial en la medida que se alineen las capacidades públicas y privadas existentes, potenciando el vínculo virtuoso de la investigación y el desarrollo tecnológico aplicado, como se empezó a hacer en tiempos de la pandemia. Lo mismo que la generación de energías alternativas, desde la nuclear a la producción de hidrógeno verde, pasando los biocombustibles y la energía eólica. En todos esos campos tenemos capacidades nacionales para desarrollar, algunas de vanguardia mundial.

Junto a estos, la recuperación integral del sistema ferroviario, incluyendo la fabricación de equipos y de la flota mercante nacional, optimizaría la eficacia sistémica de la economía, bajando los costos logísticos y favoreciendo la integración nacional y evitaría la sangría actual de divisas por fletes y seguros, totalmente eludible.

No se trata sólo de hacer más grande la torta, objetivo que es necesario pero sin olvidar que ya es suficiente, sino también distribuirla mejor. Los trabajadores no tienen que esperar que mejoren los balances de las empresas para tener buenos salarios. Hoy por hoy son lo único barato que hay y su declive empezó con Macri y no se detuvo con Alberto.

Construir lo nuevo

Esta rápida reseña pone en evidencia que existe un camino nacional, democrático y popular para resolver los problemas argentinos. Lo que sucedió hasta aquí, y es una deuda de las fuerzas políticas del campo nacional, es que no se desarmaron muchas de la reformas neoliberales que se fueron acumulando desde la dictadura hasta ahora y tampoco se emprendió con decisión la construcción de un modelo alternativo de desarrollo, como si se dudara del rol rector que debe asumir el Estado democrático para superar las brechas de desarrollo que padecemos.

Ese protagonismo del Estado en el la planificación y ejecución de un programa de desarrollo social y económico, resultó evidente en todo el mundo, incluyendo una China socialista, ejemplo de sociedad capaz de dar el gran salto adelante en apenas medio siglo, hasta colocarse a la vanguardia mundial, como la mayor economía del mundo, a pesar de los prejuicios ideológicos que padece nuestro actual Presidente.

Argentina tiene todas las condiciones para alcanzar un nivel avanzado de progreso, a condición de no someterse a la voluntad de los poderes económicos trasnacionales y de asociarse con otras naciones en igualdad de condiciones para promover el desarrollo conjunto. En ese sentido, además de profundamente ignorante del extenso proceso de transformación de los equilibrios de fuerzas internacionales, la torpe decisión de resignar la integración a los BRICS es una fuerte señal de la falta de voluntad nacional que anida en la cúpula económica que expresa el “empleado del año”, Javier Milei.

El desafecto nacional de nuestros oligarcas también se evidencia en la política que llevan adelante en torno de la ocupación y el usufructo pleno de la zona marítima bi continental del Atlántico Sur y el alineamiento entreguista con los intereses norteamericanos. Sólo de la entraña más profunda de nuestro pueblo puede resurgir la pasión nacional como bandera emancipatoria y redentora de la justicia social.

Estamos ante la urgencia de explorar nuevos caminos de integración de las fuerzas populares, más allá de todo partidismo, en gran medida porque los partidos tradicionales han sido vaciados de su potencial de movilización y organización, cooptados por cúpulas que gozan de las prebendas de la representación en beneficio propio exclusivo. Un Morales en Jujuy puede avanzar contra las organizaciones populares demonizándolas, entre otros factores, por la complicidad del peronismo provincial, que se mece cómodamente en la espera de que el péndulo de la historia lo devuelva al ejercicio del poder político. También los dieciséis años de macrismo explícito en la Ciudad de Buenos Aires fueron posibles por esa complicidad tácita de los que hacen negocios desde las estructuras partidarias, amparados en su supuesta condición de oposición.   

Volver a construir desde los barrios, las escuelas, las empresas, en cada lucha reivindicativa, los lazos solidarios que brinden sostén a todas las organizaciones populares, al tiempo que se debaten los caminos a seguir para recuperar la justicia social y establecer un sendero de desarrollo nacional inclusivo e integral, es el desafío de la hora. Los viejos o actuales liderazgos deberán probarse en ese proceso de movilización y organización que habremos de recorrer hasta recuperar el rumbo nacional. La jornada del 24 de enero puede resultar en ese sentido una bisagra definitoria de la nueva etapa.

Un camino que ahora se ensaya, son las asambleas multisectoriales realizadas en cada municipio bonaerense. Otro ya iniciado es el de la Multisectorial por la Defensa de la Soberanía Nacional[5], o la inédita conjunción de todas las expresiones artístico culturales en el colectivo Unidxs por la Cultura[6] que ha dado un paso significativo al articular con el movimiento obrero organizado su presencia en la concentración prevista para el miércoles 24 de enero, además de la revitalización de las asambleas populares en muchos puntos del país. No son los únicos reagrupamientos posibles, pero siempre se trata de articular la reflexión y el accionar colectivo, la resistencia frente a las reformas regresivas con la proyección de la senda a recorrer para dar solución estructural a una crisis social, económica y política causada por la transformación inconclusa que realizó el primer peronismo y no supo completar después. 

[1] Gerardo Codina es Lic. en Psicología (UBA 1982). Especialista en Políticas Sociales (FLACSO 2001). Director de Sistemas de Salud del Instituto del Mundo del Trabajo Julio Godio de la UNTREF. Miembro del Consejo Editorial de la Asociación Civil, Cultural y Biblioteca Popular Tesis 11. Fue Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (2017-2019), Ex Director Provincial de Coordinación de Consejos Departamentales del Consejo del Menor PBA (2000-2001), Ex Coordinador del Presupuesto Participativo de la Ciudad de Buenos Aires (2004-2006). Ex integrante del Gabinete de Asesores del Ministro de Trabajo de la Nación, Dr. Carlos Tomada (2007-2015). Actualmente forma parte de la agrupación Iniciativa Buenos Aires.

[2] Sin contar la inicial, realizada por la mal llamada “Revolución Libertadora” (de indudable parentesco con el actual “libertario”), centrada en intentar desmontar el marco jurídico del sistema de derechos sociales forjado por el primer peronismo y en erradicar del sistema político sus expresiones partidarias, cuyo accionar revanchista se había anticipado en el bombardeo del pueblo en Plaza de Mayo y se condensó en la derogación por decreto del gobierno militar de facto de la Constitución de 1949 y en los fusilamientos de José León Suárez.

[3] Es claro que el autor de estas líneas no es economista, pero hasta aquí la mayoría de los economistas del poder no han mostrado más que variaciones de una misma idea que sólo implicó mayor empobrecimiento para las mayorías. Siendo la economía algo que nos afecta a todos, nos autoriza a tomar la palabra sobre ese tema, no la formación académica, sino la experiencia recorrida sobreviviendo en nuestro país.

[4] Zaiat, Alfredo. https://www.pagina12.com.ar/705791-domingo-cavallo-asesor-economico-en-las-sombras-de-javier-mi , nota publicada en la edición del día 21 de enero de 2024.

[5]Ver https://www.telam.com.ar/notas/202401/652952-organizaciones-civiles-lanzamiento-multisectorial-por-la-defensa-de-la-soberania-nacional.html

[6] Ver https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/unidxs-por-la-cultura-convoco-un-cacerolazo-nacional

Una respuesta a “De la resistencia a la ofensiva: Construir lo nuevo”

  1. Totalmente d3 acuerdo

Deja una respuesta