Spivak o el mundo subalterno

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Dossier sobre Spivak y la subalternidad (artículo 2 de 3)

Manuel Asensi*

Gayatri Chakravorty Spivak figura entre los pensadores más radicales de la actualidad, cuya obra parece ir siempre un poco más lejos cuando parece haber llegado a su destino. Mujer, india, marxista, feminista… todo eso pero no sólo eso para disponerse a repensar el mundo de los explotados, de qienes no pueden hablar ni ser representados (los subalternos).

Marxismo, feminismo y deconstrucción son las bases de su pensamiento, aunque ella va siempre más allá, con un estilo propio que la lleva a reformular conceptos como la explotación e introducir otros nuevos: la subalternidad.

Para Gayatri Chakravorty Spivak (Calcuta, 1942), romper las reglas es una obligación ética. Cuando era todavía una niña en su país natal se sintió fascinada por la forma en que un grupo de teatro conocido como Indian People´s Theatre Association empleaba la escena como lucha política contra el imperialismo británico. Y se sintió fascinada porque allí aprendió que la estetización del arte, defendida por los británicos, es cómplice del fascismo. Walter Benjamin lo sabía, y Spivak también lo supo a través de su experiencia infantil. Si, además, se pasa una hambruna, si ves cómo unas jóvenes hindúes se arrojan, siguiendo un antiguo rito, a la pira funeraria en la que está ardiendo el cadáver del marido, si contemplas a esas personas que pasan en silencio fantasmagórico por el mundo y mueren no dejando tras de sí más que la falta de oportunidades, un rostro demacrado y deprimido, entonces se comprende que Spivak estaba lista para revisar el concepto de explotación. Desde entonces, desde la época de sus estudios preuniversitarios y universitarios en la India, los escritos de Marx se convirtieron en sus compañeros de viaje. Spivak piensa la explotación a través y más allá de Marx. De la tesis leninista según la cual el imperialismo fue el último estadio del capitalismo se llega sin demasiada dificultad a la conclusión de que el grupo de los explotados reviste tal heterogeneidad que es necesario volver a pensarlo. Porque ¿cómo poner en la misma balanza a un proletario francés, blanco, hombre, perteneciente a un sindicato, y a una colonizada hindú, de piel oscura, mujer o equis, analfabeta y sirviente del sirviente? El primero es un explotado, la segunda es una subalterna. La palabra la aprendió de Antonio Gramsci.

Spivak era una estudiante de literatura comparada, y cuando a principios de los años sesenta llegó a la universidad norteamericana se encontró en Cornell con Paul de Man. Ambos estaban empezando, el uno como profesor, la otra como estudiante que perseguía un doctorado en esa extraña materia. Gayatri no cesa de poner de manifiesto la admiración por quien fue su maestro. Cuenta que en aquellos años era una joven hindú bellísima y que muchos profesores deseaban de ella algo más que una conversación sobre la teoría marxista del valor. Paul de Man, me dice, fue el único que la respetó y la admiró por su inteligencia. Pero el teórico belga hizo mucho más, le dio un fundamento radical para el análisis ideológico y para saber leer: la deconstrucción. Su interés por la deconstrucción tomó un viso definitivo cuando, a mediados de los años setenta, tradujo al inglés y prologó el libro de Jacques Derrida De la gramatología. Dicho prólogo fue toda una declaración de principios respecto a las bases de su pensamiento: marxismo, feminismo y deconstrucción. Un texto que levantó consciente de que en ciertos contextos, bajo determinadas condiciones, el ser mujer agrava la subalternidad, convierte a quien la padece en el subalterno del subalterno. Ser mujer o ser homosexual, claro. El interés de Spivak por el feminismo surge, pues, de la conciencia de que la mujer ha ocupado históricamente el lugar más bajo, si algo así cabe, en la cadena de la explotación. De ahí que se la considere uno de los impulsores de los estudios culturales y de la crítica poscolonial. Pero ella no es una pensadora más, su manera de habitar y utilizar el feminismo, la deconstrucción y el marxismo me ha llevado hace poco a hablar de spivakismo. Valdría la pena quedarse con esta idea de estilo propio del pensar.

Romper reglas
Con la voluntad firme de romper las reglas, Spivak no sólo no ha renunciado a su pasaporte hindú sino que, además, ha rechazado adquirir la nacionalidad norteamericana a pesar de que lleva viviendo en los Estados Unidos más de cuarenta años y a pesar de haber estado casada con un norteamericano. Sigue manteniendo la tarjeta verde, justo el paso previo antes de jurar la bandera de ese país, pero sin ir más allá. Y esto tiene a más de uno estupefacto. ¡Pero si ya puedes, Gayatri, ya puedes! Y ella responde “sí, pero no”. Un acto de resistencia biográfico que le ha acarreado más de un problema, pero en el que ella piensa mantenerse. Éste es un ejemplo perfecto de lo que ella denomina esencialismo estratégico.En el mundo posmoderno yano se estilan las esencias y las identidades, sino las diseminaciones y las diferencias, pero hay ocasiones en las que vale la pena poner todo el empeño en reivindicarse hindú, iraquí o bretón: cuando se pelea contra el imperio, digámoslo así. Y en estos años en que el extranjero es malmirado en los EE. UU. y, si se descuida, aislado cual terrorista, ella exhibe su pasaporte hindú y sigue vistiendo preciosos saris. Estos días con ella en Barcelona a raíz de la invitación que le cursó el Macba para impartir una conferencia y un seminario, los que la acompañamos la vemos aparecer con un bello sari de colores dorados y violetas.

Como estamos preparando una edición crítica de algunos de sus textos más significativos, le digo a Gayatri que para explicarles a mis alumnos qué es un subalterno les cuento la historia de mi padre, y ella se ríe y dice que ella alude mucho a la figura de su madre cuando habla de esa misma cuestión en sus clases. Repite una y otra vez que el subalterno o la subalterna no puede hablar en la medida en que no hay institución que escuche y legitime sus palabras. No puede llevar a cabo eso que se denomina un acto de habla, entre otras cosas porque carece de autoridad para hacerlo. Añade: el subalterno no puede ser representado, ni habla él ni podemos hablar por él. Esun silencio irrecuperable, una voz cuyos sonidos y marcas trituraron el tiempo y la nada. Y por eso Gayatri anda por medio mundo enseñando a niños subalternos, enseñando a los enseñantes cómo hay que enseñar, por India, China, Sudamérica o África, aprendiendo árabe, chino mandarín, swahili o lo que haga falta con tal de poder hablar con los que la mayor parte del tiempo sólo abren la boca para gritarle a nadie que tienen ganas de comer. Al despedirse de mí diciendo que tiene que ir al gimnasio parece un poco fría, pero me da una mano suave y noto que la emoción le corre por dentro.

*Manuel Asensi, Profesor de Historia y Teoría en la Universidad de Valencia.

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