Y despues del coronavirus ¿que?

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Revista Tesis 11 Nº 133 (04/2020)

(situación nacional)

Isaac Grober*

El coronavirus y el efecto sociopolítico de la crisis. Carencia de legitimidad de los paradigmas de la economía y políticas ortodoxas. Viabilidad futura del neoliberalismo. Proyecto alternativo y tareas políticas para la nueva era.

Cuando comenzábamos a transitar los primeros pasos para frenar y revertir la pandemia que durante cuatro años nos infectó con neoliberalismo, otra pandemia, el coronavirus, no se compadeció con los argentinos.

Ante esta instancia y preocupados como sociedad por las consecuencias socio-económicas y políticas que sobrevendrán a una hecatombe que ya se percibe y proyectar el mejor rumbo a seguir, es necesario comenzar puntualizando, al menos someramente,  el contexto en el que se inscribe el punto de partida.

ARGENTINA Y EL MUNDO

El dislocamiento a nivel mundial de la producción, en particular la diseminación de partes y componentes y el consecuente comercio internacional que tal estructura productiva genera, es uno de los componentes esenciales del proceso de globalización del sistema capitalista mundial y por tanto del nuevo y más intenso modo de la  interrelación económica, de la interdependencia entre los países  El otro es que este modo de conformación y vinculación sistémica es dominado por las corporaciones trasnacionales, hoy hegemonizada por el capital financiero.

Argentina, como parte  subordinada de ese sistema, recepta y reproduce en su interior los padecimientos y contradicciones de ese mundo.

Lo que no es de obviar, precisamente por su relación causal, es el significativo peso  que en nuestro espacio tienen esas corporaciones en alianza económica, política, financiera y mediática con el capital concentrado local, éstos como socios subalternos. Es también el hilo que nos enlaza al modo en que Argentina queda insertada en el proceso globalizador

Pero además, independientemente de los conflictos y contradicciones a su interior y las  que tengan con el gobierno de turno, esta alianza es de hecho el poder real, poder que se valora en su verdadera potencialidad cuando se le incluye su capacidad de moldear la subjetividad social, ese  sentido común que necesita, manipula y usa  en respaldo de su poder, el que finalmente lo hace viable. Poder que habrá de computarse al diseñar y transitar el rumbo transformador posterior a la salida  de la nueva pandemia.

Para completar la revista al contexto de la crisis resta citar el predominio de los valores y parámetros del neoliberalismo en el conjunto de las relaciones sociales y en la ideología asociada a ellos. Baste citar la supuesta virtud que le atribuye al libre despliegue de las fuerzas del mercado como asignador de recursos y en la conducción del ciclo económico  en contraste con el desempeño del Estado y las políticas públicas, a las que obviamente descalifica. Encubren así sus exigencias de un Estado presente y activo cuando se trata de la promoción y defensa del capital privado, en particular el concentrado y ello tanto para las normas de dentro como las de fuera de la esfera económica. El ejemplo del reclamo a la fijación por el Estado de un tope a los salarios o el de la  “imposición” de orden y el de reprimir  al movimiento popular, son sólo ejemplos.

Es que para el neoliberalismo el único valor de las cosas y de las personas es el dinero, la ganancia, la acumulación de capital. Subjetividad que brota naturalmente de la competencia en tanto mecanismo de crecimiento y supervivencia dentro del capitalismo. De superación en la disputa contra el otro. Tanto tengo, tanto valgo. El desplazamiento del competidor real o potencial, el otro,  a como dé lugar, se conceptúa como regla de juego natural para tener más. Por eso el individualismo, la meritocracia, el consumismo o el sálvese quien pueda son  parte del ADN del capitalismo, del neoliberalismo como ideología que en esta era hoy predomina.

POLÍTICA NACIONAL FRENTE A LA NUEVA PANDEMIA

En este marco de intensa interdependencia económica mundial, el aluvión de infectados y muertos por el coronavirus más la necesidad de autodefensa por su veloz propagación,  terminó provocando  en casi todo el mundo, comenzando en el seno de los países centrales y luego en la relación entre ellos,  una abrupta caída de la circulación de personas y bienes, del consumo, de la demanda agregada, del comercio y la producción, todo lo cual muy probablemente desembocará en una crisis económica planetaria sin precedentes, al punto que todos los informes pronostican que superará en extensión y profundidad a la de los años ´30 del siglo pasado.

Frente a este escenario y producto del nefasto legado macrista, la economía argentina ingresó muy debilitada a esta crisis global: recesión plurianual, tejido industrial severamente dañado, elevada desocupación, alto índice de pobreza, desigualdad social y niveles de indigencia potenciados, expresados cabalmente en la significativa magnitud de personas con hambre. Sumémosle también un fisco desfinanciado, una descomunal deuda externa  y virtualmente en default y la desarticulación del aparato estatal, en particular el destinado a finalidades sociales como la educación y la salud. Lo mismo ocurre con las áreas de la cultura, la tecnología y  la ciencia.

Enfrentado a este cuadro, el gobierno nacional, asumido tan sólo días antes de la aparición de la pandemia en China, centró prestamente su acción en dos frentes: el sanitario y el de respaldo y protección material a los sectores sociales más vulnerables, tanto personas como empresas. En palabras del Presidente, al tener que optar entre la salud y la economía, se eligió la salud. La prioridad es la vida. La articulación de políticas para enfrentar el desafío económico quedó para después.

De allí la declaración de una cuarentena extrema y el aislamiento social preventivo y obligatorio, el reforzamiento presupuestario y financiero a la salud pública, diligente recomposición del stock de insumos e infraestructura sanitarios y repatriación de médicos y en lo referido a la problemática de una economía virtualmente paralizada, dinero al bolsillo de los más pobres y para las empresas,  en especial micro y pequeñas y medianas, subsidios, créditos a tasas subsidiadas y plazos extendidos, rebajas y diferimientos de obligaciones impositivas, etc.

A un lado quedó la subordinación de la acción del Estado al resultado fiscal y a los límites que la ortodoxia también le imponía a la expansión de la base monetaria,  o sea, a la emisión para el financiamiento del gasto público, orientación que hasta cierto punto se venía manteniendo, habida cuenta del proceso de renegociación de la deuda externa.

Además, como lo ejemplifica el caso de la salud, esta crisis puso de relieve la insustituible importancia del Estado en la asignación de los recursos y en la regulación del ciclo económico, relegando a un plano de jerarquía menor la acción del llamado libre mercado, de verdad el libre albedrío del capital concentrado.

RESPUESTAS ANTE EL COLAPSO GLOBAL.

La violenta caída de la demanda agregada y el riesgo cierto de quiebras en cadena tanto de empresas como de personas, parece que reverdeció en el mundo aquello de que la realidad es la única verdad. Por eso gobiernos, organizaciones y expertos, de los tradicionales e irreductibles sostenedores de los paradigmas económicos del neoliberalismo y de las políticas ortodoxas, comenzaron a doblegarse ante la evidencia.

Así la OCDE  recomendó aplicar todo tipo de medidas de fuerte intervencionismo estatal. Al cabo de una videoconferencia de la que participaron ministros de finanzas y jefes de bancos centrales en el Foro Económico Mundial de Davos, se instó a “usar la artillería pesada” y hasta se aconsejó la emisión de billetes y su transferencia a la población.  Nuestros conocidos, el FMI y el Banco Mundial, acaban de pedir a los países centrales “congelar el reembolso de deudas” de los países más pobres y a la vez sugirieron que los Estados olviden por el momento aquellas viejas definiciones sobre ineficiencia de la política pública y la libertad de mercado, reconociendo además la necesidad de “respuestas audaces y sin precedentes “dirigidas a proteger a la población y la economía mundial

En cuanto a definiciones gubernamentales, las posiciones no son uniformes. Hay discrepancias y por tanto falta de una respuesta global compartida  y coordinada entre los países centrales y las organizaciones que los aglutinan, como sí lo hubo por ejemplo en el caso de la crisis de 2008/09, crisis que el sistema capitalista mundial aún no ha superado. Así, ante el actual escenario, Alemania, Rusia y China comparten, aunque en distinta medida, una línea compatible con la concepción del gobierno argentino relativo a la necesidad de priorizar la contención de la propagación virósica (cuarentena, aislamiento, restricción a la libre circulación), junto a la conveniencia de implantar en esta instancia políticas fiscales y monetarias expansivas. Otros países de la Unión Europea y esta misma organización con sede en Bruselas, con retraso, fueron flexibilizando sus resistencias ideológicas y finalmente terminaron adhiriendo hasta cierto punto a esta postura

Al contrario, EE.UU., al tenor de Donald Trump, el suyo es un país cuya economía “no se ha creado para parar”. La comparación entre el mayor número de muertos entre una y otra política, no es para él  equiparable a las pérdidas económicas, las ganancias empresarias. Las ganancias son más valiosas que la vida. Es la misma postura de  Boris Johnson  en el Reino Unido, Jair Bolsonaro en Brasil y Piñera de Chile, todos ellos enfrentando fuertes resistencias y probables conflictos de gobernabilidad y por ello obligados al cambio de discurso y en algunos casos a flexibilizar su extremismo.

Son visiones y valores que también campean por nuestras pampas, como lo prueban el provocativo despido de personal de poderosas empresas (Techint, etc), o la resolución de no respetar acuerdos salariales en vigencia  (Benito Roggio), el respaldo mediático y “teórico” de sesudos neoliberales  y la campaña “antipolíticos”, caceroleos incluido, organizada y promovida  por sectores de la derecha vernácula, aspirantes a provocar y liderar la polarización política y recuperar el control del aparato gubernamental.

Tampoco le faltó al Presidente el consejo de Mauricio Macri de no relegar las exigencias para un normal funcionamiento de la economía, advertencia de quien, además,  autoinvestido de experimentado estadista,  advirtió desde Guatemala que peor que el coronavirus es lo que la derecha designa despectivamente “populismo”.

UN RUMBO ALTERNATIVO

Desde la problemática económica, el punto medular de la presente crisis, aquí y en el resto del mundo, es la profunda y extendida depresión de la demanda agregada y la falta de certeza respecto de cual es el piso de la recesión y la de su extensión en el tiempo. Es una crisis que al decir de Claudio Scaletta va a dejar más pobres que muertos.

De lo que no hay dudas es que frente a este escenario la única vía para relanzar el circuito del consumo y la producción es impulsar el gasto y la inversión públicas, es decir desechar la proclamada virtuosidad del mercado, desconociendo los tradicionales paradigmas económicos y políticos encarnados por el neoliberalismo y apelar sin más a políticas fiscales y monetarias expansivas.

Adicionalmente hay un extendido reclamo social en favor de un Estado activo en promover, controlar y hasta gestionar directamente la prestación de servicios básicos como los de la salud, la vivienda, la educación, los servicios públicos esenciales, la comercialización de alimentos y medicamentos y en general,  los precios. En esencia, el clamor es por más regulación, más Estado y menos mercado.

Así es cómo se ha generado un clima político en el marco de una realidad que ha obligado a poner en marcha transformaciones que hacen imposible sospechar una vuelta atrás. Carecerían de toda legitimidad dogmas como el del Estado mínimo, el reservar para el mercado la asignación de recursos, la estigmatización permanente del déficit fiscal y de la emisión “espuria” de moneda y el respaldo “teórico” de las  políticas de austeridad y  del ajuste para el pago de la deuda externa. Dogmas que transformados en política han potenciado abismales desequilibrios en la distribución del ingreso y naturalizar como resultado el descarte de seres humanos.

Se abre así una era de un  neoliberalismo en extinción, pero de ninguna manera la de la desaparición de los graves conflictos de clase, la de la apropiación y usufructo del esfuerzo ajeno. Seguramente será distinto el capitalismo del futuro, pero subsistirá y con él su base y estructura de sustentación.

Más aún. Esta crisis no tiene una única salida. La Historia ya ha probado que ante situaciones de profunda conmoción, la correlación de fuerzas existentes no impidió poner un dique a la barbarie y a sistemas de intensificación del sometimiento de pueblos enteros. El nazismo, por sólo citar un ejemplo, nació y se expandió después de la Gran Guerra del 14 al 18 y de la crisis del ´29.

Se trata pues de continuar construyendo un proyecto alternativo, popular, que amplíe y profundice la democracia, tornándola participativa y por ello con un Estado de nuevo tipo. Proyecto cuyos valores supremos sean el de la conformación de un país y una sociedad inclusiva y solidaria, en el que la preocupación por el otro sea una característica natural de sus integrantes, preocupados además por forjar un país soberano y promotor de la integración con los países hermanos de la Patria Grande. Un país de más intenso y equilibrado desarrollo industrial así como el de las economías regionales, poseedor de  una ciencia y tecnologías de punta y de elevado nivel  cultural. Un país en el que todos se sientan ciudadanos y con la perspectiva cierta de progreso material y espiritual.

Es un objetivo que concretarlo exigirá doblegar, tras múltiples luchas, la oposición de intereses antagónicos a los del pueblo. Acceso a la meta que sólo es posible cuando los conflictos por reivindicaciones legítimas y sentidas son encarados por las organizaciones populares en las que sus integrantes se involucran convencidos de la legitimidad de la lucha por la conquista y defensa de sus derechos y prima en ellos la convicción de la unidad. La natural exigencia es la del permanente impulso al cambio de la correlación de fuerzas en favor del campo popular.

Es como se advierte una tarea colectiva y solidaria que en el proceso va consolidando la conciencia y su perspectiva política y es además escuela práctica de lo que será la sociedad futura.

*Isaac Grober, contador público y magister e economía, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11

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