¿Y ahora…qué?

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Revista Tesis 11 (nº 117)

Ignacio Paz*

“Los Kirchner sin proponerse la “instauración del socialismo” en la Argentina y con el declarado propósito de establecer “un capitalismo más normal”, a través de las acciones de gobierno, mostraron que se pueden empujar los  límites alcanzados, ensanchando los derechos sociales, la memoria colectiva por los crímenes del pasado terrorismo de estado instaurado en el 76 y la distribución de la renta nacional de una manera más justa y favorable a los sectores populares.”

“Será necesario continuar lo logrado en los últimos doce años, superándolo y profundizándolo.”

La derrota electoral de Octubre 2015 y la increíble, aunque ajustadísima, victoria de Mauricio Macri y con él de los grupos más concentrados, abre un nuevo panorama político  en Argentina con fuertes implicancias políticas, económicas y sociales.

La perplejidad frente a lo absolutamente inesperado de la  victoria electoral de la derecha,  va cediendo paso a las  amarguras y a la indignación  por las medidas más reaccionarias de ajuste económico y de desprecio por las instituciones y las libertades democráticas.

Una maxi devaluación del peso (50%), quita de retenciones a las exportaciones de la oligarquía agroindustrial y minera, han generado una estampida inflacionaria de las más abruptas de la historia argentina.

Unido a esto,  un proceso revanchista que se expresa en despidos masivos en el Estado y en las empresas estatales, que son imitados por el sector privado  y que a su vez generan    una fuerte recesión económica.

La injuria acerca de los desaparecidos (Lopérfido), la humillante negociación con los buitres, el retorno a las relaciones carnales con EEUU.

Estas medidas  políticas económicas y sociales tienen como propósito central; desmantelar las conquistas sociales logradas y producir una fuerte transferencia de ingresos de los sectores populares hacia los grupos dominantes, así como una baja del salario real y del poder de consumo popular.

El propósito es generar una fuerte desocupación que junto a la baja del “costo argentino”, ejerza presión desalentando demandas salariales. El “ejército de desocupados” será una amenaza sobre la cabeza de los ocupados.

Finalmente, la recesión y la desocupación actuarán sobre la puja distributiva, frenando precios por un lado y demandas de recomposición salarial, por el  otro, conduciendo a la baja  los índices inflacionarios.

La baja inflación mantendría los ingresos  de  los sectores dominantes que necesitan balances consolidados en moneda constante.

Simultáneamente, el pago sumiso e incondicional a los fondos buitres permitiría la vuelta al masivo endeudamiento externo, y con ello la entrada de capitales.

Si esto se produce, serán del tipo “golondrina”, es decir entrarían  para lucrar con la tasa de interés en pesos, y luego se reconvertirían en dólares y “volarían”. Las reservas serían permanentemente transitorias y un estado de volatilidad caracterizaría a la economía argentina.

Al mismo tiempo, el ingreso de dólares vía endeudamiento, comprometería al país por generaciones, pero permitiría la conversión de las utilidades de los grupos concentrados en dólares y su fuga al exterior (como siempre ha ocurrido).

Ahora bien, frente a este panorama, discutimos cuál o cuáles serían los caminos conducentes a plasmar nuevos encuentros de las mayorías populares que permitan, en el marco de las instituciones democráticas, reconquistar el gobierno nacional.

Para ello  se hace muy importante el análisis de lo acontecido en los doce años de gobierno del  “ Kirchnerismo” ya que es la experiencia más importante de este tipo en los últimos 60 años.

Sería importante arribar a coincidencias respecto de las estrategias y tácticas para la reconstitución del Frente Popular de inclusión de las mayorías de trabajadores y empresarios pymes así como de intelectuales, científicos y artistas.

Existen voces que pregonan que en estos doce años no se habría modificado la estructura económica argentina, ya que los grupos concentrados mantuvieron o incluso aumentaron su control sobre los medios productivos y las riquezas del país. Estas aseveraciones conllevan el planteo  de  “quien no cambia todo, no cambia nada”

Es decir que la consigna de que un cambio de estructura socio económica sea condición sine qua non para el empoderamiento definitivo de las clases populares, nos conduce ineluctablemente a un callejón sin salida.

Si consideramos que la modificación estructural del capitalismo implica cambios en las relaciones de propiedad dominantes, sólo la abolición de la propiedad del capital monopolista sobre los principales medios de producción , distribución y de comunicación  en la Argentina podría ser el camino para lograr la felicidad del pueblo.

Es decir, ese planteo presupondría, lisa y llanamente, la liquidación del capitalismo en nuestro país.

¿Creemos realmente que esto es posible hoy? ¿Existe esa conciencia dominante en la sociedad?  ¿Representaría esta consigna el sentimiento mayoritario en Argentina?

Dada  la respuesta  negativa, ¿quedaríamos entonces atrapados en la conclusión de que “nada es posible en nuestro país, porque todo sería igual”?

La visión de doce años de gobierno kirchnerista nos lleva a la conclusión de que mucho se ha podido hacer a favor de los sectores populares y de los más vulnerables.

Que la secuencia progresista de sostenimiento del poder de compra del salario y del crecimiento del mercado interno, se termina frenando por el llamado “estrangulamiento externo” o carencia de dólares.

Esto a su vez, está básicamente determinado por la insuficiencia de nuestra industria para reemplazar importaciones, por la falta de diversificación de nuestras exportaciones,  por el dominio oligopólico sobre las exportaciones de granos, por el giro de utilidades en dólares al exterior, etc.

Es decir que, consideradas las trabas históricas existentes, de lo que se trata es de partir de lo que el kirchnerismo dejó y producir las profundizaciones necesarias para avanzar.

El furibundo ataque del macrismo sobre las conquistas logradas (empleo, salario, mercado interno, libertades democráticas, derechos humanos, relaciones internacionales soberanas y equivalentes)  nos muestran  por contraposición, que la lista de logros alcanzados durante el kirchnerismo es muy extensa. También lo es la de las deficiencias y los faltantes.

Pero el nuevo escalón logrado por los sectores populares argentinos no debería ser desechado y debiera ser el punto de partida de cualquier nuevo programa de reconstitución del frente popular.

Cuando pensamos en los sectores populares y sus aliados, aparece la discusión acerca de la  “burguesía nacional”  cuya conducta política, en los albores del peronismo,  se entrelazaba con los intereses de los trabajadores.  Hoy eso ya no existe. La dominación del capital extranjero en los sectores claves de nuestra producción es un hecho irrefutable. Lo es también, la subordinación de los sectores de capital nacional a las reglas e intereses del capital oligopólico dominante.

La principal fuente de ingresos de divisas del  país, la exportación de granos, carnes y automotrices se encuentra en manos de capital concentrado extranjero o supeditado a él por vinculación en la gestión financiera de los excedentes.

Por ello es que hoy, en un programa de coincidencia del movimiento nacional y popular, el papel del Estado vuelve a ser factor clave para una estrategia de desarrollo económico.

La superación del decenio kirchnerista debería pasar seguramente por un nuevo carácter en la intervención del Estado en la economía.

Un Estado que debiera tomar el control de las inversiones en sectores claves, que el capital privado hoy no asume (por su tendencia a la financierización de sus operaciones y fuga del excedente en dólares).

Un Estado que asumiría la responsabilidad de generar ahorro interno a través de una política cuidadosa de valorización de la moneda nacional controlando con nuevos y mejores programas la expansión de precios monopolistas y con ello la fuente básica de la inflación.

Pero también un Estado que podría endeudarse internacionalmente para destinar esos fondos a las obras de ingeniería que generen expansión de trabajo y mejoras en la vida social, como asimismo en el desarrollo y promoción de industrias de sustitución de importaciones actuales y de futuro (como bien decía Aldo Ferrer)

Y seguramente subrayaríamos la necesidad y el compromiso de generar un Estado eficiente en el uso de los recursos y de máxima y controlada honestidad y entrega por parte de sus funcionarios.

Los Kirchner sin proponerse la “instauración del socialismo” en la Argentina y con el declarado propósito de establecer “un capitalismo más normal”, a través de las acciones de gobierno, mostraron que se pueden empujar los  límites alcanzados, ensanchando los derechos sociales, la memoria colectiva por los crímenes del pasado terrorismo de estado instaurado en el 76 y la distribución de la renta nacional de una manera más justa y favorable a los sectores populares.

La imprescindible defensa del mercado interno, a través de salarios más vigorosos y aumento del poder de compra popular, complementados por una política de desarrollo industrial con  vistas a la sustitución de importaciones y afianzamiento del polo científico técnico, permitiría encauzar nuevamente procesos de contenido nacional y popular con estrategias de modernización de nuestra industria.

El estrangulamiento externo, fuente histórica y recurrente de crisis cíclicas en Argentina, podría ser enfrentado a través de un Estado eficiente, y honesto que además avance en la gestión de control  del comercio exterior, hoy en manos de los grupos más concentrados.

Un nuevo programa de gobierno requiere la conjunción de millones de personas que coincidan en objetivos básicos para retomar el gobierno nacional.

Ese programa no será el de una revolución socialista, liquidando el capitalismo en Argentina.

Será necesario continuar lo logrado en los últimos doce años, superándolo y profundizándolo.

Será necesario lograr conciencia colectiva acerca de lo que significó el 24 de marzo de 1976 como dictadura cívico militar de ejecución de un programa político y económico que representó el desmoronamiento de lo alcanzado en materia de derechos humanos, sociales y económicos.

Será necesario vincular el programa económico, político y social del macrismo con la continuidad de la hegemonía neoliberal y sus consecuencias sobre la población.

Será necesario construir hegemonía a partir de coincidencias básicas, para lograr acceder al gobierno con un programa nacional y popular y desde allí, disputar el poder con acciones concretas a favor de las clases sociales populares, superando lo que el kirchnerismo hizo.

*Ignacio Paz, economista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11

2 respuestas a “¿Y ahora…qué?”

  1. Alberto "Cacho" Rodríguez dice:

    Con todo respeto, la opinión de Paz nos deja en un callejón sin salida. Hay dos regimenes sociales en vigencia. No hay capitalismo bueno y capitalismo malo. La globalización del capitalismo neoliberal con plena hegemonía del capital financiero no admite otra alternativa que su remplazo por una sociedad distinta. Valorando lo hecho por los gobiernos kirchneristas la experiencia demuestra que si no se profundizan esos procesos con una estrategia de socialismo, con el debate abierto acerca de las caracteristicas de este en nuestro escenario latinoamericano, el tremendo poder de los monopolios y el capital concentrado termina en un violento retroceso. Basta mirar no solo nuestra experiencia sino la de otros países hermanos de America Latina. La verdadera y unica alternativa es “Socialismo o barbarie”

  2. Ignacio Paz dice:

    Primero agradecer a Alberto “Cacho” Rodríguez por sus comentarios que aportan al debate y permite su enriquecimiento.

    Quizás no haya sido clara mi exposición pero justamente apunta a evitar “ el callejón sin salida”.

    Cuando decimos que “ la verdadera y única alternativa es Socialismo o barbarie” estamos “encallejando” la cuestión a una situación en la que si no es socialista no hay mejoras para el pueblo y esto representaría la barbarie.

    Los fundadores del socialismo científico ( Marx, Engels, Lenin, Gramsci y otros) siempre han subrayado la importancia de la acumulación de fuerzas en el campo popular. Este proceso de transformación de la correlación de potencia a favor del campo popular, se produce en forma dialéctica, histórica y siempre en un contexto socio económico. Así como el concepto de “vanguardia” en Lenin siempre implicó “ un paso al frente de las masas y no un kilómetro”, así los postulados básicos del marxismo han planteado la necesidad de generar condiciones subjetivas en el pueblo que permitan liderar las explosiones sociales generadas por las condiciones objetivas de la sociedad.

    Esto no se ha logrado históricamente por imposición de “vanguardias iluminadas” , sino que es un proceso a veces lento, otras veloz, pero siempre errático y sometido a contradicciones.

    El verdadero carácter revolucionario de un programa político, económico y social está en la correcta interpretación de las condiciones objetivas que presenta el escenario socio político y económico en conjunción con el nivel de desarrollo de las necesidades populares y con su grado de exigencia y madurez para los cambios de estructura o relaciones de propiedad.

    Por eso, en mi opinión, el kirchnerismo representó la “salida político institucional” a la crisis de 2001 y 2002 en Argentina y su política económica, social y de derechos significó un avance muy importante para la mayoría de la población en las condiciones objetivas del desarrollo histórico argentino.

    La acumulación de fuerzas populares, frente a la barbarie del neoliberalismo representado por Macri y sus ceo´s, implica hoy el trabajo para la conjunción más amplia de sectores sociales que estuvieron representados por la política de la década ganada y lograr una nueva victoria electoral que permita el acceso al gobierno de un gobierno de nuevo tipo.

    Este nuevo régimen, que seguramente no será socialista, todavía, implicará continuar y profundizar las políticas del kirchnerismo, superarlas dialécticamente y encaminar al país hacia una dirección que en su profundidad, buscará mejorar las condiciones de vida y la dignidad del pueblo argentino, para lo cual debérá tocar intereses oligopólicos y del capital concentrado.

    Eso no será socialismo todavía, pero seguramente debilitará al capitalismo salvaje y de ferocidad financiera hoy imperante, en favor de las mayorías populares.

    Gracias Cacho por tu comentario

    ip

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