Una estrategia diferente para Grecia y Europa

Compartir:
Euclides Tsakalotos · · · · ·
0

Grecia se enfrenta quizás a las elecciones más dramáticas de su historia. Los resultados podrían tener un impacto muy significativo no sólo para Grecia sino para el conjunto de la eurozona. Por el momento, los dos principales partidos del centro-izquierda y el centro-derecha aparecen en las encuestas muy por debajo del 40%, cuando en la mayoría de las elecciones anteriores han logrado habitualmente alrededor del 80%. Grecia podría ser el primer país que rechaza las políticas de austeridad, asociados con el eje Merkozy, desde el estallido de la crisis de la eurozona. Para los dos grandes partidos que han apoyado estas políticas, el electorado griego se enfrenta a una dura elección: más austeridad o la bancarrota, poniendo fin a la pertenencia de Grecia a la zona euro, con todo el coste que eso conlleva. Una parte de la izquierda acepta en lo fundamental los términos de este dilema. Sus posiciones han sido defendidas por economistas como Costas Lapavitsas, argumentando que sólo la retirada de la zona del euro puede crear el marco para un enfoque económico diferente basado en la nacionalización de los bancos, la introducción de controles de capital, la promoción de una política industrial y la redistribución del ingreso y la riqueza. No se puede afirmar que esta estrategia este firmemente sustentada en una lectura detallada de los antecedentes históricos.

En los 70 y 80 hubo una serie de experimentos con un enfoque muy similar de estrategias económicas de izquierda: la Estrategia Económica Alternativa en Gran Bretaña, el Programa Común de la izquierda en Francia y el enfoque del PASOK en los años ochenta. Todos ellos proponían políticas e instituciones económicas como los que hoy defiende un sector de la izquierda en Grecia. Las tres fueron esencialmente estrategias nacionales, que prestaban poca o ninguna atención a los condicionantes internacionales o al tipo de alianzas internacionales necesarias para superarlos. Y las tres se derrumbaron con crisis financieras internacionales, en 1976, 1983 y 1985, respectivamente, que marcaron un cambio de dirección a favor de políticas económicas mucho más ortodoxas. Y todavía hoy sufrimos las consecuencias de estos fracasos. En primer lugar, la percepción del fracaso de los enfoque de izquierda auparon la hegemonía del neoliberalismo y dieron pábulo a sensación generalizada de que no había otra alternativa. Un aspecto de esa hegemonía fue la convergencia de los programas económicos de los partidos de centro-izquierda y centro-derecha. En segundo lugar, con la izquierda en retirada, el proceso de integración europea tuvo lugar con muy escasa participación de la izquierda. La propuesta de Delors de una “Europa más social” no se concretó en nada, mientras el Tratado de Maastricht barrió todo a su paso, convirtiéndose en la piedra angular para la ejecución de toda la panoplia de políticas económicas neo-liberales.

Así que la izquierda tiene, cuanto menos, que pensar muy cuidadosamente como revisar su antiguo enfoque para evitar este tipo de crisis financieras que ha provocado tantos estragos. Los controles de capital, establecidos en los tres experimentos mencionados, no pueden hacer gran cosa por sí solos. Para enfrentarse a los mercados de capital es necesaria una estrategia supranacional para un problema supranacional: una economía nacional por si sola no puede enfrentarse a los mercados financieros o las multinacionales. Protegerse de los mercados financieros es la única manera de empezar a corregir el “vaciamiento” de la democracia que ha caracterizado el proceso de integración europea. Sin embargo, el problema de la deuda de la zona euro tiene componentes internacionales muy fuertes. Mitigar el problema de la deuda de los PI(I)Gs exige el establecimiento de los eurobonos, un presupuesto para la zona euro suficientemente grande que estabilice y proteja redistribuyendo a las economías más débiles y una expansión fiscal coordinada. Por último, para abordar el problema social de la zona euro, para iniciar un proceso de redistribución del ingreso y poner en práctica políticas fiscales diferentes que impliquen ganadores y perdedores distintos, es necesaria una estrecha coordinación entre los estados miembros.

En este contexto, otro sector de la izquierda griega se ha negado a aceptar el atroz dilema que la ortodoxia dominante sitúa ante el electorado griego. Nuestra izquierda entiende que una salida griega de la zona del euro provocaría tantos problemas para la zona euro como para Grecia. Al transformar una unión monetaria en el equivalente de un sistema de cambios fijos mucho más inestable, como fue el caso del ERM en la década de los ochenta, las presiones sobre la siguiente economía a punto de abandonar el euro serían incontenibles. Pero es eso lo que da a cualquier gobierno alternativo poder de negociar. Un gobierno de la izquierda adoptaría prioridades económicas y sociales distintas, situando a los acreedores al final de la lista, al menos durante el período inicial. Exigiría a la UE una respuesta común al problema de la deuda de la eurozona que incluya tanto una reducción de su nivel global y como su pago condicionado al ritmo de recuperación de la economía.

Además, esa estrategia será diseñada para que resulte atractiva a las fuerzas que representan al movimiento obrero en el resto de los estados miembros que padecen la austeridad. Un gobierno de izquierda defenderá que esta vía no solo es buena para Grecia, sino que debe ser el primer paso para un cambio de dirección de toda la zona euro, rompiendo el círculo vicioso de austeridad- recesión- más austeridad. Volvería a conectar con la idea de Europa como un espacio democrático que propicie la redistribución del ingreso, una desmercantilización de los servicios sociales y la experimentación con modelos de consumo y producción distintos. Y defendería que los sindicatos, los movimientos sociales y la acción colectiva son parte de la solución y no del problema.

Es muy posible, que los grupos dominantes dentro de la zona euro tengan poder para bloquear este cambio de dirección. Dependerá finalmente del nivel de apoyo y solidaridad generada por un gobierno que desafíe las prioridades y las configuraciones de poder establecidas. Pero un gobierno que busca el bien de su propio pueblo, y de los que en otros países sufren el paro, la reducción de los salarios y el recorte de las prestaciones sociales, tienen una enorme ventaja. No será visto como un gobierno que solo busca la consecución del interés nacional, a través de la devaluación competitiva, sino que persigue el bien común y una estrategia en beneficio de las fuerzas populares en toda la UE.

E incluso si Grecia es expulsada finalmente del euro, la solidaridad generada y los estragos que sufrirá la zona euro en su conjunto todavía darían a un gobierno alternativo una capacidad de negociación considerable para fijar las condiciones de su separación del euro. La estrategia de salida debe ser el último paso de la izquierda griega, no el primero.

Euclides Tsakalotos es profesor de economía en la Universidad de Atenas. Es miembro del comité central de Synaspismos y de la Coalición de la Izquierda Radical (SYRIZA).

Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster

Deja una respuesta