¿Por qué luchamos? Los desafíos actuales del movimiento de mujeres en Latinoamérica

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Revista Tesis 11 Nº 133 (04/2020)

(sociedad/movimiento de mujeres)

Manuela Expósito*

En tiempos de emergencia internacional, olvidamos que en Latinoamérica la peor epidemia son los femicidios…”Los colectivos feministas continúan hoy las movilizaciones por la negativa al pago de la deuda externa, por la erradicación de la violencia machista (‘Ni una menos’), y esencialmente por la ley de interrupción voluntaria del embarazo.”

En tiempos de emergencia internacional, olvidamos que en Latinoamérica la peor epidemia son los femicidios. Y, paradójicamente, el “contagio” suele darse en el propio hogar de las víctimas. La calle, entonces, se transforma en el punto de encuentro de todas. Allí está el grito unificado en contra de la discriminación por género, de la feminización y travestización de la pobreza, de la explotación sexual, de la vinculación de la(s) Iglesia(s) con el Estado, de una cultura que promueve la cosificación de la mujer, y de la falta de educación sexual en las escuelas.

En Argentina, el Encuentro Nacional de Mujeres se han convertido en un lugar de debate federal, pero también de interpelación al poder político. Los colectivos feministas continúan hoy las movilizaciones por la negativa al pago de la deuda externa, por la erradicación de la violencia machista (“Ni una menos”), y esencialmente por la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Algo que Uruguay consiguió durante la gestión de José Mujica –precedido por Guyana en 1995-, y que condujo a una reducción drástica del número de muertes por abortos clandestinos. Colectivos como la Intersocial Feminista y la Coordinadora de Feminismos lideran el reclamo por un debate serio sobre la inequidad de género, denunciando a su vez la persistencia de un alto índice de desaparición de adultas, niñas y adolescentes.  

La masiva movilización en Chile se encuentra imbricada con las revueltas que han protagonizados diversos sectores contra el régimen de Sebastián Piñera. Las chilenas han dejado que la música y el baile lleven su mensaje: las integrantes de “Las Tesis” delinearon las estrofas de “Un violador en tu camino”, para denunciar la responsabilidad del Estado ante la tortura sexual aplicada de forma sistemática. En el Brasil de Jair Bolsonaro, la manifestación bajo el lema “Él no”, en respuesta al discurso misógino del primer mandatario, ha reclamado por el esclarecimiento del crimen de la concejala Marielle Franco, así como por el cierre de la brecha salarial entre hombres y mujeres, y la no discriminación. En la frontera con Guayana Francesa, las redes de trata cooptan miles de niñas y jóvenes para tráfico con fines sexuales teniendo a Europa como destino.

El contexto de Bolivia tras el golpe a Evo Morales, ha puesto al movimiento plurinacional de mujeres a la vanguardia de la resistencia contra las detenciones de un régimen que desde el primer momento ha mostrado su verdadero rostro: racista, patriarcal y autoritario. Este feminismo comunitario ha logrado hermanar la lucha por los derechos humanos a la defensa del territorio. En Venezuela, la ampliación en la participación de las mujeres en la vida política lograda durante el chavismo (cristalizada incluso en una reforma constitucional redactada en lenguaje inclusivo), se ve cercada hoy por el bloqueo económico y los actos de sabotaje, que restringen el acceso a alimentos, medicinas, y golpean a las comunidades de menos recursos. 

En Paraguay, Mario Abdo Benitez, hijo del ex secretario del dictador Stroessner, se declara como un defensor del modelo tradicional de familia y enemigo del aborto incluso en casos de violación. Ante su discurso machista, se ponen de pie el partido socialista feminista Kuña Pyrenda y el Movimiento Indígena Plurinacional, en una nación en que la violencia contra las mujeres y disidencias sexuales es endémica. En el caso de Perú, las cifras hablan por sí solas: solamente en enero de 2020, 464 niñas fueron violadas, siendo el aborto penado en todas las circunstancias.  Así lo denuncian la Coordinadora Popular 8 de Marzo y la Asociación de Mujeres Migrantes Maltratadas, que señalan incluso que, al separarse, las víctimas de violencia de género pierden el derecho al contacto con sus hijos menores.

En Ecuador, tras un hecho de violencia de género cometido por un ciudadano venezolano, Lenin Moreno inició una campaña xenófoba contra la población migrante. Las marchas de organizaciones sociales fueron la respuesta inmediata, al señalar que “si cierran las fronteras, igual nos matan. No te confundas, el machismo está en tu casa”. La lucha por los derechos sexuales y reproductivos, y la denuncia de la criminalización de las mujeres luchadoras, son claves. Colombia, que intenta rearmar su mapa político-social tras un proceso de paz aún no consolidado, pone sobre la mesa la realidad de un país en que las mujeres ocupan solo el 30% de los escaños en el Congreso, y tan solo el 17,9% tiene estudios universitarios.

Guatemala guarda con horror el recuerdo de cómo el dictador Efraín Rios Montt masacró a los pueblos mayas. Recuperando esa memoria, la Red de Sanadoras Ancestrales del Feminismo Comunitario (Tzk´at) se erige como defensora de la tierra, del cuerpo, y los recursos naturales. En Panamá, el Abrazo Feminista se ha encargado de difundir las alarmantes cifras de incestos, acoso laboral, femicidios y embarazos infantiles, además del asedio del fundamentalismo religioso. La figura de Daniel Ortega como presidente de Nicaragua ha despertado una ola de repudio, tras conocerse la denuncia de abuso formulada por su propia hijastra, Zoilamérica. Al desmantelamiento de los logros de la revolución sandinista –la penalización del aborto terapéutico sancionada en los noventa, es un ejemplo-, se acopla la continua persecución, represión y exilio de campesinos, misquitas y mayangnas.

Desde el golpe en Honduras en 2009, las Feministas en Resistencia han revitalizado la defensa de los derechos humanos, en un país donde se mata una mujer cada 18 horas. El principal escollo a vencer es la falta de denuncias ante las situaciones de violencia, originadas en el descrédito hacia la institucionalidad. Las mujeres de El Salvador combaten en el frente interno con las maras: pandillas organizadas tras el fin de la guerra civil en 1992, responsables de reclutar a miles de niños y niñas para esclavitud sexual, así como de asesinatos y desapariciones. Allí, el movimiento feminista lucha asimismo por liberar a las mujeres que son encarceladas incluso por sufrir abortos espontáneos. En el mismo sendero se halla Suriname, que se encuentra entre los primeros diez países en tasa de femicidios (un 46%), junto con Granada (un 36%).Trinidad y Tobago tiene el más elevado índice de mortalidad materna, al mismo tiempo que cuenta con cifras alarmantes respecto a la violencia ejercida contra niñas y niños. La situación desastrosa a la que el F.M.I. ha llevado a Puerto Rico le sirve a la Colectiva Feminista en Construcción para denunciar que el carácter opresor del sistema se intensifica en las mujeres pobres y descendientes del mestizaje colonial. El afro-feminismo encuentra eco en Jamaica, en que la agresión sexual prolifera teniendo como principales víctimas a las mujeres y niñas de raíces afroamericanas, a las que se les niega el derecho de acceder a la interrupción del embarazo.   

Costa Rica encuentra como protagonistas a diversas asociaciones de mujeres que se respaldan en las intervenciones hechas en el país por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en relación a propuestas como la fertilización in vitro, el matrimonio igualitario y el aborto terapéutico. En República Dominicana, la Escuela de Formación Feminista Antirracista Decolonial parte de la denuncia de la violación fundante del amo blanco en el pasado esclavista, para apostar por una educación político-popular. La “Marcha de las Mariposas”, en memoria de las hermanas Mirabal continúa denunciando las múltiples violencias ejercidas contra las mujeres. Más allá de la frontera, se encuentran las voces de Haití, cuya población sigue sufriendo las consecuencias del terremoto de 2010. A la miseria extrema, la catástrofe desnudó la realidad de la vida en los campamentos, donde el abuso sexual se ha vuelto pan de cada día, así como del abandono de los hijos producto de las violaciones.

La situación en México, un país marcado por los crímenes relacionados con el narcotráfico, habla de un aumento de un 137% en los casos de femicidio en los últimos cuatro años. Cada 24 horas son asesinadas 10 mujeres, por lo que al paro del 8M se han sumado feministas desde la comunidad zapatista, los sectores estudiantiles, colectivos artísticos y trabajadoras migrantes precarizadas (muchas de ellas, de Bélice). Otro de los desafíos que enfrenta el gobierno de López Obrador es el elevado índice de desapariciones de menores de edad, con 4 casos diarios.  Finalmente, encontramos a una Cuba que –desde la revolución en 1959- ha dado un ejemplo al resto del continente en materia de avances en los derechos de la mujer. En el poder político, ellas representan el 53,22% de la Asamblea Nacional y el 48,4% del Consejo de Estado. La Federación de Mujeres Cubanas sigue siendo la responsable de logros como la igualdad de salarios, la creación de guarderías infantiles, la entrega gratuita de métodos anticonceptivos y la inclusión de educación sexual, la legalización del aborto, que siguen siendo el norte en la brújula del resto de los americanos.

En síntesis, el movimiento de mujeres –y las múltiples cosmovisiones que convergen en esos feminismos contestatarios, rebeldes, tan particulares como las realidades nacionales que enfrentan- ha decidido arremangarse, y enfrentar una tarea que no es nada fácil. La batalla se da en todos los ámbitos: en el hogar, en las escuelas, en el trabajo, en los partidos políticos… Y tiene como adversarios al Estado, en tanto garante de la subsistencia del modo de producción capitalista y consecuentemente de las relaciones de explotación, a las Iglesias de distintos credos, con sus batallones anti-derechos y el lobby que ejercen sobre el poder político, y aún más, contra todo un andamiaje cultural que avanza pretendiendo mantener el status quo, sin importar cuántas vidas sigan siendo diariamente arrebatadas. Pero es una batalla por la conquista de un futuro de igualdad y emancipación en la que toda la joven Latinoamérica debe involucrarse.       

* Manuela Expósito, Licenciada en Ciencia Política (UBA), integrante de la Comisión de América Latina de Tesis 11.

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