Piñera: “…Estamos en guerra…”

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Chile entre el fin de la opresión neoliberal y la continuidad del autoritarismo pinochetista.

La historia de Chile, desde el Estado portaliano hasta el presente, siempre reflejó la imposición personalista y autocrática de una élite que se creyó con el “derecho” de sostener un despotismo ilustrado con mayor grado de crueldad que el aplicado durante el siglo XVIII. Si bien hubo intentos progresistas en la primera mitad del siglo XX, el mayor grado de profundización de los derechos democráticos fue durante el gobierno de Salvador Allende. El salvaje golpe de Estado del general Pinochet que derrocó y asesinó a Salvador, irrumpió con el objeto de poner fin a la democracia e imponer un Terrorismo de Estado cuyo mandato era aplicar el modelo económico neoliberal como el único posible. La militarización de la represión social y el apoyo del imperialismo estadounidense coadyuvaron para internalizar el miedo y la persuasión de las subjetividades. Los gobiernos posteriores a la dictadura nunca pudieron desmantelar la naturalización de la represión y el carácter autoritario como legitimación del “orden social”.

A modo de información, la gestión actual del presidente Piñera volvió a mostrar su verdadero rostro fascista a partir de las huelgas docentes y la oposición a la ley sobre la reducción horaria de la jornada laboral. Pero al parecer, como miembro de la oligarquía chilena estaba mal acostumbrado a la paciencia y sumisión del pueblo. La juventud, las mujeres y los trabajadores del Chile actual se mostraron agotados del mal accionar de la clase dominante y salieron a expresar su repudio al destrato y la opresión neoliberal. El pueblo chileno, que parecía ser siempre una sociedad sometida, expresó en sus manifestaciones de protesta el grito desesperado de las mayorías oprimidas por los sectores minoritarios del país trasandino. A partir de los acuerdos de Piñera con Perú para condenar las acciones del pueblo ecuatoriano y expresar su apoyo a Lenin Moreno, la oposición se articuló de cara a la votación de la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales. El gobierno se opuso con el argumento neoliberal de siempre, la apelación al temor, en este caso a la potencial desocupación. El síndrome explosivo, o sea el conjunto de síntomas dados por las protestas estudiantiles, el movimiento de mujeres y los reproches de la clase trabajadora, detonó a partir de la suba de las tarifas del metro que el pueblo sintió como una bofetada a su dignidad, lo que motivó el “incendio” en contra de la clase dominante. La respuesta de la gestión Piñera fue la misma que la del pasado Terrorismo pinochetista, invocó la ley de seguridad del Estado y decretó el “Estado de Emergencia” llegando al extremo de reprimir disparando con balas de plomo. Esto ya provocó ocho muertos reconocidos por el gobierno, como siempre de los que manifestaron y no de los que reprimieron. La salvaje forma de golpear, humillar y hasta de abusar de las mujeres y los jóvenes manifestantes está demostrando la desesperación de una gestión que no encuentra argumentos válidos para justificar la cruel política económica, solo se busca mantener “el orden”. Pareciera que ya no será fácil para el gobierno, no son solo los estudiantes y los mapuches, son casi todos los sectores sociales. Según palabras de periodistas chilenos, la protesta subió de tono y calidad al observarse una multiplicidad de sujetos sociales en ella integrados realizando acciones de desobediencia civil, popular y ciudadana. Tanto el “estado de emergencia” como el “toque de queda” no redujeron la protesta. Por el contrario, se vino el paro nacional para el 21 de octubre y se preparan otras acciones de los colectivos populares. El presidente Piñera afirmó en un discurso que Chile estaba en guerra… O mejor dicho expresó… “estamos en guerra”… habló de organizaciones que no nombró, habló de delincuentes y criminales organizados que no dijo quienes eran… ¿Contra quién está en guerra Piñera y sus amigos de la plutocracia chilena? ¿A qué organización se refiere?

La única verdad es que no existen tales organizaciones de delincuentes. La única verdad es que no hay tal guerra ni país amenazado. El único enemigo de Piñera es el pueblo chileno, un pueblo cansado de opresión, mal trato y desprecio de parte de los sectores minoritarios y tradicionales de la sociedad trasandina. Al igual que en Ecuador, en Chile se hartaron del neoliberalismo que nunca derrama nada más que miseria. Argentina y Bolivia tienen la posibilidad de frenar al capitalismo neoliberal por las vías electorales, Ecuador y Chile ya no soportan más estas políticas y dijeron “basta”, y de allí en más salieron a ocupar el espacio público. Más allá que Piñera dio marcha atrás con la suba de la tarifa del metro, medida que fue el detonante del conflicto, se sabe que la protesta explota después de soportar mucho tiempo de autoritarismo, injusticia y desigualdad, y no basta con dar marcha atrás con la medida que colmó el vaso. Muchos hablaban del “modelo chileno”, de su hipotético éxito… Por desconocimiento o malicia, por la carencia de información o por intereses sectoriales, lo que sea, pero la verdad era otra. Ahora, la protesta popular ya no se puede tapar… Ecuador, Chile… ¿Será el “comienzo del fin” del neoliberalismo en América Latina?

En el continente de la esperanza todo está por hacer…  

Claudio Esteban Ponce.

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