Nunca Más. Hacia una transformación sociocultural definitiva

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Revista Tesis 11 Nº 141

Edición dedicada a América Latina

(argentina)

Claudio Esteban Ponce*

El “Nunca más” fue un concepto acuñado en el juicio a las Juntas Militares responsables del genocidio que se utilizó como el límite infranqueable que ningún Estado debería atravesar, y a la vez, fue también la internalización social de la conciencia de los Derechos Humanos en Argentina. De alguna manera, la convicción que generó esta expresión fue muy importante en el devenir de los gobiernos democráticos desde 1983 hasta la fecha. Ahora bien, a casi medio siglo del inicio del Terrorismo de Estado, se puede concebir que este dicho significará ir más allá de su referencia a la violación sistemática del derecho a la vida, y de hecho, en el presente nos interroga sobre como concebir el tema de los Derechos como la garantía de mayor justicia, fundamental para cualquier sistema político que pretenda asegurar una vida donde la democratización del bienestar colectivo sea el objetivo a lograr.

La Historia de la Argentina nos enseñó que la consolidación del Estado a fines del siglo XIX fue obra de una clase social dominante que había triunfado en los conflictos que derivaron de la lucha por la independencia. Ese Estado, “inventado” a partir de la denominada “revolución del ochenta”, fue el resultado de un conjunto de intereses sectoriales que acordaron llevar a cabo un modelo político conservador y económicamente liberal, agro-exportador. Las ideas de este grupo social, influenciado por las corrientes positivistas en boga en el continente europeo, lo llevaron a la convicción de que ellos eran los más aptos y únicos preparados para gobernar el naciente Estado Rioplatense. Esta falacia se instaló desde el triunfo de Bartolomé Mitre y se reforzó en la primera presidencia de Julio A. Roca. “Argentina debía entrar al mundo”, un mundo regido por la fase imperialista del capitalismo y la ley de ventajas comparativas de la “División Internacional del Trabajo” que establecía una nueva forma de colonización de los países centrales sobre los países periféricos. Las hipotéticas ventajas de este modelo para la Argentina eran “subir el país al tren del progreso y de la historia”. En realidad, el modelo instalado solo beneficiaba a la oligarquía gobernante y promovía un desequilibrio regional que solo favorecía a la pampa húmeda. Argentina exportaba la materia prima generada en los latifundios de la oligarquía y recibía productos industrializados de Europa, haciendo factible un deterioro en los términos de intercambio que beneficiaba al capital extranjero y a una minoría propietaria de la tierra que se creía la dueña de los destinos de la nación. La “Democracia Restringida” del “Régimen Oligárquico”, gobernó el país desde 1880 hasta que el contexto internacional se modificó, y el primer partido político que luchó contra el modelo, la UCR, llegó al gobierno en 1916. Este gobierno fue un paso adelante en la democratización, al menos en el logro del voto que hizo posible una mayor participación política, aunque limitada por género y nacionalidad. El radicalismo fue el primer desafío a la oligarquía tradicional, si bien representó mayormente a los sectores medios urbanos, fue el primer partido político que luchó contra esa camarilla que ostentaba el poder. El segundo gran reto para las minorías fue el Peronismo. Un movimiento popular que nació en 1945 y que terminó aglutinando a amplios sectores de la sociedad, incluso y fundamentalmente al proletariado, corriendo al partido comunista de ese lugar de representatividad que decía tener. El golpe de Estado cívico-militar de 1930, y posteriormente el sangriento golpe de 1955, fueron las herramientas de la oligarquía y de sus aliados externos para poner fin a los intentos nacionales y populares del Radicalismo y del Peronismo. Las Fuerzas Armadas pasaron a ser un instrumento de la clase dominante para terminar con cualquier tipo de defensa de soberanía nacional y popular. La irrupción del Terrorismo de Estado en 1976 no fue un golpe cívico-militar más. El plan de exterminio sistemático y las vinculaciones de los sectores minoritarios que financiaron la brutal irrupción militar con los intereses de los EEUU, fueron la prueba evidente de la expresión del paroxismo en lo que se refería a la violencia anti-popular en Argentina en particular, y en América Latina en general. El genocidio provocado por estas dictaduras dejaría marcas imborrables para la posteridad.

El retorno a la “democracia” supuso que el “Nunca Más” expresado para la defensa de los Derechos Humanos iba a ser una locución más extensiva a toda la transformación política, social y cultural para encaminar al pueblo argentino por el sendero de una liberación definitiva. “Nunca más violación a los Derechos Humanos”. “Nunca más al endeudamiento y entrega de nuestra soberanía nacional”. “Nunca más la injusticia social institucionalizada que destruyó la dignidad de los trabajadores”. “Nunca más al autoritarismo y la discriminación de género, identidad sexual u opción ideológica”. “Nunca más a la mentira institucionalizada”. “Nunca más” a tantas aberraciones vividas desde la organización de nuestro Estado Nación que la “democracia” lograda en 1983 quedó en deuda permanente hasta que durante los primeros años del siglo XXI surgió nuevamente el “movimiento popular” que recuperó algunos de estos objetivos. Ahora bien, el enemigo de la derecha local dejó de administrar los gobiernos más nunca se fue del poder. El terror y el Terrorismo de Estado nunca se fueron del todo, sus huellas culturales se percibieron  siempre durante la posterior “etapa democrática”. De hecho, luego de tres gobiernos que lograron la mayor recuperación económica y social de la Argentina desde el primer peronismo, la derecha más “vulgar”, más “brutal”, ganó las elecciones con el apoyo de los monopolios multimediáticos y los centros de poder económicos extranjeros. Una muestra de que el capitalismo imperialista y sus “siervos” locales jamás dejaron de actuar contra el desarrollo nacional. Luego del fracaso estrepitoso en un solo período de gestión de esa “derecha vulgar”, un frente político de características “progresistas” recuperó el gobierno con el soporte de la fuerza política que había administrado exitosamente el país durante doce años.

El contexto social y político de la argentina hoy, no difiere demasiado de la mayoría de los países del mundo. Los problemas económicos agudizados por una pandemia que reflejó las mezquindades de una forma de vida agotada, en un sistema que solo se dirige a la autodestrucción, son las características comunes tanto en las regiones más favorecidas como en las no favorecidas por una estabilidad y desarrollo económico concreto. El capitalismo, en su fase neoliberal, se reveló una vez más como un régimen esencialmente egoísta y anti-democrático donde la igualdad de derechos solo es una cuestión de propaganda. La crisis mundial sumada al problema sanitario evidenció otra vez el conflicto permanente entre las minorías enriquecidas y las mayorías desvalidas como el lógico resultado de una injusticia institucionalizada. La Argentina nunca estuvo al margen de todo esto, por el contrario, luego de quitarse de encima un gobierno de derecha que en cuatro años  destruyó todas las mejoras logradas en doce años de gestión Kirchnerista, intentó encontrar un rumbo que conduzca a una recuperación no lograda. ¿Se podría intentar un proceso de transformación y reactivación en la actual coyuntura política? ¿Sería posible aplicar políticas no tradicionales a pesar de los condicionamientos internacionales posibilitados por la deuda contraída en la nefasta gestión anterior? ¿Se le puede exigir a la actual administración del Frente de Todos que haga factible un gobierno nacional y popular? Si bien nunca sería acertado afirmar que un proyecto político se pueda concretar de manera inexorable, siempre fueron posibles al menos los intentos para lograr esos objetivos.

El actual gobierno de la Argentina se caracteriza por ser el fruto de una alianza electoral muy diversa que, si bien la mayoría del caudal de votantes es patrimonio de un solo sector del Frente, muchos de los cargos de gestión fueron ocupados por el grupo más “cauteloso” de la Alianza gobernante. El camino elegido por el presidente Alberto Fernández para la reconstrucción de la economía y el enfrentamiento de la epidemia mundial, fue el de un permanente diálogo aún con la oposición más acérrima. En una actitud que pretendía diferenciarse del estilo Kirchnerista por su mala prensa, el presidente esperó un gesto de humildad y buena disposición de parte de una oposición facciosa que por supuesto, nunca llegó. Por el contrario, lo único que recibió esta gestión fue agresión de parte de los monopolios multimediáticos, campañas difamatorias y denuncias a través de un poder judicial cooptado por la derecha neoliberal y los intereses externos alineados en el “lawfare”. En un gesto al mayor estilo de lo que había intentado Alfonsín con los militares, Alberto Fernández esperó que el poder judicial se “auto depurara” a sí mismo. La verdad es que esto no solo no sucedió, sino que el mismo poder judicial en su mayoría evidenció una total falta de independencia y se convirtió en un instrumento de la derecha local e internacional. Algo similar sucedió con los representantes del capital concentrado, el gobierno esperó consensuar pero la mezquindad y el interés egoísta fueron mayores. Ahora bien, ¿Se podía esperar otra actitud de una oligarquía que históricamente siempre miró su ombligo aún a costa de los intereses de la nación? ¿Puede convertirse un capitalista como Paolo Roca en un ser con “alma caritativa”? Difícil que el chancho vuele…

La situación no es fácil, el contexto internacional no ayuda a la política interna ni a la economía de ningún país, pero las consecuencias de la devastación que dejó el macrismo sumaron negativamente para la Argentina. Si bien la gestión del Frente de Todos tuvo aciertos destacados en materia de política sanitaria, en algunas decisiones de política exterior y en una ayuda social organizada frente a la crisis agudizada por la epidemia, la derecha local nunca dejó de atacar al gobierno y sus medidas con el objeto de intentar sabotear toda política que tuviera como finalidad la protección popular. Lo cierto es que no podemos comparar la gestión macrista que hizo de la nación una hecatombe, con la administración actual. Esas prácticas están lejos de esta mirada, pero sí sería importante tener en cuenta que las acciones de este gobierno aún no son suficientes y ponen en riesgo todo el proceso iniciado luego de la derrota electoral de “juntos por el cambio” en 2019.

La Historia nos interpela de nuevo. El “Nunca Más” de los Derechos Humanos nos demanda profundizar ese “grito” en el desarrollo de una nación que garantice una vida digna para su pueblo. Hoy se enfrentan situaciones que pueden demostrar el inicio de un proceso de liberación si la gestión decide afirmar soberanía más allá de los intereses y las presiones internas y externas. “Nunca Más” a la enajenación de la soberanía que el gobierno puede dar con la no entrega de la “hidrovía” a una nueva concesión extranjera y que de esta forma el control de las exportaciones quede en manos del gobierno nacional junto a las provincias de la región. Esta opción, que fue estudiada y avalada por respetables intelectuales y dirigentes políticos, sería un paso más en la recuperación de lo nacional al servicio de lo popular. “Nunca Más” a la expoliación de las mineras sin ningún control de nuestro medio ambiente. “Nunca Más” a la concentración de la información en los monopolios multimediáticos, e intentar hacer posible una nueva ley de medios que respete a la población evitando la institucionalización de la mentira. “Nunca Más” a las actuaciones contrarias “a derecho” de un poder judicial al servicio de los intereses de las minorías. “Nunca Más” a…  Así se podría continuar mencionando muchas necesidades insatisfechas de nuestro pueblo, pero para comenzar a transitar el sendero de una mayor libertad, con las cuatro que fueron mencionadas alcanzaría para que la gestión demostrara sus verdaderas intenciones. Se entiende que una determinación política de estas características no es sencilla, pero la firmeza que se requiere para lograr quitarse el yugo del imperialismo neoliberal requiere de estas decisiones. No se puede seguir soportando el desamor y la injusticia social por siempre, algún día podrá suceder que los pueblos pierdan la capacidad de perdonar a quienes los oprimen. Señor presidente, no se puede seguir esperando que los “egoístas y mezquinos” cambien su actitud por arte de magia, ellos no creen en la democracia, ellos creen absurdamente que son superiores al resto de los mortales. Ellos creen irracionalmente, como los nazis, que son la “raza superior”, que por “derecho natural” ocupan el lugar privilegiado en un sistema perverso. En esas personas radicalizadas en el mal, señor presidente, no se puede confiar. O estamos en contra de ellos o favorecemos su reinado.

*Claudio Esteban Ponce, licenciado en historia, miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11

Una respuesta a “Nunca Más. Hacia una transformación sociocultural definitiva”

  1. Susana Navarro dice:

    Excelente! Claridad en la exposición y muy precisa la enumeración de los “Nunca más ” con los que el gobierno debería arrancar.

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