Las cadenas globales de valor

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Revista Tesis 11 Nº 152 (11/2022)

(teoría económica/internacional/argentina)

Alberto Wiñazky*

El marco institucional en el que se desenvuelven las cadenas de valor resulta ser el resultado de décadas de internacionalización productiva a nivel global, en el que se fortalecen los sectores dominantes en oposición a la creciente heterogeneidad de las fracciones sociales subordinadas.

Los conglomerados multinacionales que constituyen una entidad económica y política consolidada realizan el intercambio comercial utilizando mecanismos productivos, financieros y monetarios, que, por los bajos salarios y la endémica situación tributaria en los países periféricos, logran aumentar significativamente su tasa de beneficios. De esta forma, la economía mundial continúa condicionada por el dominio directo e indirecto que mantienen las cadenas globales de valor, consolidadas por la presencia de las grandes empresas en el proceso productivo y en el intercambio comercial. Su configuración global, traspasa ampliamente las fronteras nacionales interconectando una secuencia de funciones operativas que añaden valor al proceso productivo de bienes y servicios sustentados en la remoción de los obstáculos a la inversión extranjera, la liberación de los mercados y la desregulación de las actividades del capital privado.

Esta operatoria es liderada por los sectores oligopólicos que orientan el núcleo de las decisiones económicas desde las casas matrices, acentuando durante las primeras dos décadas del siglo XXI la extranjerización de las estructuras productivas domésticas. Entre estas empresas se realiza el 80% del comercio internacional y tienen la capacidad de coordinar las operaciones en los distintos países. Para ello, desarrollan mecanismos cada vez más sofisticados en las relaciones interempresariales que configuran las características actuales del sistema económico mundial.

Asimismo, estas redes son altamente dinámicas y se encuentran en permanente estado de mutación. En cuanto a las exportaciones mundiales, estas se realizan mayoritariamente intra firma y las compañías transnacionales comparten la información y el capital intelectual, a través de rápidos cambios tecnológicos y administrativos dirigidos a la innovación.

A su vez, este proceso globalizador que aumenta la desigualdad en la posesión de las riquezas y los ingresos, configura la expansión libre del comercio y los flujos de capital a través de las fronteras. De esta forma, los grupos transnacionales comercian libremente deslocalizando sus inversiones a zonas con mano de obra más barata. Sin embargo, han encontrado límites geopolíticos a su accionar que se imponen como parte de este fenómeno, que expresan una serie de exigencias políticas, laborales y financieras y esos imperativos traspasan los límites del Estado-Nación. La crisis mundial del sistema capitalista profundiza en la periferia la presencia rentística del capital extranjero, ampliando su posición privilegiada.

Las tasas de interés

Como consecuencia de la crisis mundial, los bancos centrales de los países centrales están aplicando una terapia contractiva para la economía aumentando las tasas de interés que fortalecen al dólar estadounidense. Intentan controlar la inflación a pesar que esta terapia conducirá a una enorme recesión, considerando que la inflación actual no ha sido causada por un incremento de la demanda, sino por una oferta insuficiente en la alimentación y en la energía. Resulta evidente entonces que la forma en que los bancos centrales están actuando para combatir la inflación elevando la tasa de interés, ocasionará una gran presión sobre el sistema financiero global que afectará muy significativamente a los países periféricos. El retroceso del proceso globalizador implicará la ejecución de cambios económicos muy importantes en la actuación de las cadenas globales que se manifestará en un menor crecimiento económico mundial y contradictoriamente en una mayor tasa inflacionaria.

LAS CADENAS DE VALOR EN LA ARGENTINA

La Argentina participa en forma muy limitada de las cadenas de intercambio global porque la Inversión Extranjera Directa (IED) tiene en el país muy escaso alcance. Según la UNCTAD entre los años 1955 y 2016, el país sumó apenas el 0,7% del total invertido a nivel mundial contra el 3,4% de Brasil, el 2,1% de México y el 1% de Chile. A pesar de lo cual, la suba de la tasa de interés en los países centrales afectará severamente la economía local que se verá aún más deprimida en los próximos años.

En la Argentina, la burguesía no tiene la iniciativa política que le permitiría “modernizar” el proceso industrial. No tiene tampoco la posibilidad de contener los conflictos de intereses que transcurren en su seno, ni la proyección necesaria para liderar los cambios estructurales que podrían atenuar el atraso tecnológico del sector industrial. Se hace depositaria de los valores universales del sistema sin visualizar que detrás de esos valores se encuentran invariablemente las actividades particulares de los países imperialistas, cuyo interés esencial se centra en la explotación intensiva de los productos primarios en los países periféricos. Los gobiernos “progresistas” tratan de ampararse con la aplicación de cierto grado de proteccionismo y con el estímulo sectorial a través de la acción del Estado, sin llegar a comprender que el Estado, vinculado específicamente con la reproducción del capital, se convirtió desde la oligopolización de la economía global, en un agente directo de las fracciones hegemónicas. De este modo, se polarizan los intereses de clase, convirtiendo el interés económico de los sectores concentrados en el interés general del resto de las fracciones, demostrando la debilidad y la inconsistencia de las hipótesis neorreformistas.

“Una vez que nos hemos dado cuenta de que el problema parte de la naturaleza misma del afán de lucro del capital mismo, podemos ir más allá de la defensa automática de las recetas y políticas  keynesianas liberales, más allá de apoyarnos en la mitología de un Estado todopoderoso que nos puede salvar de alguna forma de la devastación de una crisis, y más allá del concepto de luchas defensivas individuales o locales”[1]

En síntesis, las cadenas globales lideradas por los capitales multinacionales controlan sistemáticamente los procesos de creación de valor a nivel mundial, a través de la internacionalización productiva. Además, desde el momento que el capitalismo se internacionalizó, dejó de existir, si alguna vez fue así, la posible relación entre independencia nacional y la burguesía no concentrada.

Tampoco ha podido resolver la burguesía local la elaboración de medios de producción: de máquinas que se destinan a ingresar nuevamente en la producción para ampliarla. Esta característica  que tiene la industria de máquinas herramienta (sección 1) de poder ingresar nuevamente en el proceso productivo para ampliarlo, la distingue de todo el resto de la industria pesada. El petróleo, la petroquímica el carbón, el acero, el gas natural, si bien constituyen industrias pesadas, no se reproducen a sí mismas, sino que se transforman, se consumen y desaparecen en el proceso productivo y no reproducen en forma ampliada e indefinida la producción. Es decir, no se manifiestan como un elemento originario que llegue a repetir el ciclo productivo. En consecuencia, la industria de máquinas herramientas que incluye la producción de componentes electrónicos, resulta ser el corazón de la industria pesada y la matriz del desarrollo tecnológico. La contradicción entre la expansión de los medios de consumo y su dependencia de la producción de bienes de capital, genera habitualmente déficit de la balanza comercial y en la cuenta corriente, que derivan en la reiteración de las crisis comerciales, cambiarias y financieras.

Con este marco económico y político, no se podrá lograr la reindustrialización del sector industrial que ha sido demolido hace tiempo por el incremento del coeficiente de apertura comercial, en una etapa como la actual en que el patrón de especialización sectorial se asienta en unas pocas actividades con limitados efectos propulsores internos.

Esta situación llevará a que las empresas reduzcan sus inversiones, ya de por sí muy bajas. Las empresas que no han pasado a manos extranjeras, más otras de capital nacional ensambladas con el capital concentrado, fueron absorbidas por la dinámica del comercio internacional, o en otros casos fueron simplemente aniquiladas. Además, las presiones inflacionarias y los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que obliga a reducir el déficit fiscal y a suprimir los congelamientos en materia de tarifas, llevan a desequilibrios fiscales irresueltos entre las distintas jurisdicciones (nación, provincias, municipios), con efectos negativos en materia de competitividad y con crecientes demandas sociales donde la gobernabilidad se torna muy dificultosa.

Finalmente, es posible que la lucha de clases tienda en el país a polarizarse, conforme se profundice la crisis ya de difícil resolución. Sin embargo, la crisis todavía  se expresa más en el plano social y económico que en el político. Pero este proceso histórico se revelará en definitiva como una crisis económica, social, política, humanitaria y ambiental, es decir civilizatoria, que se agudizará por las condiciones que impone el declinante patrón de acumulación capitalista. Es muy importante en consecuencia, que los trabajadores y los demás sectores subalternos continúen con la lucha indeclinable para revertir el creciente deterioro de las condiciones del mercado laboral, planteando su propia salida política que les permitirá superar, con las transformaciones estructurales de la sociedad, la crítica situación en la que se encuentran inmersos.

*Alberto Wiñazky, economista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

[1] Anwar Shalkh – Valor, Acumulación y Crisis – Pág. 462

Nota de la redacción: Las opiniones de los autores de los artículos no necesariamente expresan la opinión del Consejo de Redacción de la revista.

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