La razón y el odio

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Revista Nº 136 (10/2020)

(argentina)

Carlos Mendoza*

Los grupos dominantes de la economía generan campañas de mentiras y difamaciones, para producir irracionalidad y odio contra los gobiernos, organizaciones y dirigentes que osan impulsar acciones que afecten sus intereses. Los sectores populares deben responder con su organización, para generar proyectos, luchar por ellos y responder a quienes los atacan, pero recurriendo a la razón, que a su vez se vincula con el amor humanista a la sociedad.

En estos tiempos de pandemia, que agudiza profundamente la crisis en la que está sumergido en su esencia el capitalismo desde hace décadas, asistimos a un recrudecimiento de las expresiones, propuestas y acciones irracionales y su vinculación con la incentivación al odio, con que se expresa en lo fenoménico la fase actual neoliberal de la larga etapa histórica monopolista del capitalismo.

En lo referente a la actual estructura económica del sistema capitalista, y en particular en nuestro país, caracterizada por la oligopolización globalizada y generalizada, los personeros de los grupos económicos más concentrados preconizan irracionalmente políticas neoliberales, consistentes en desregular completamente la economía, eliminando la intervención del Estado. Lógicamente y como muestra la experiencia, esto les permite a esos sectores, entre otras cosas, aumentar la explotación de los trabajadores, subir sistemáticamente los precios sin relación a sus costos lo cual es la causa fundamental de la inflación, ahondar la especulación financiera como principal medio de redistribución en su beneficio de la renta (expresión de valor creado por el trabajo humano), eliminar competencia con desaparición masiva de empresas no monopólicas, particularmente pymes, generando desempleo, y acelerar la concentración económica en su favor.

En nuestro país, la historia muestra que desde que se inició el primer proceso democrático en 1916, las etapas de crecimiento económico y mejoría de la situación de los sectores populares estuvieron vinculadas a un rol importante del Estado en la economía, como regulador de la misma y por su intervención en sectores estratégicos; mientras que las crisis más profundas fueron producto de la aplicación de políticas de liberación económica (Martínez de Hoz, Cavallo, gobierno de Macri). En un país con alto grado de concentración de la economía, empezando por la propiedad de la tierra, con profundo dominio de empresas multinacionales, lo racional es impulsar el rol central del Estado si se quiere tener posibilidades de crecimiento económico con inclusión social. Pero esto supone limitar el libre albedrío de los grupos oligopólicos, lo cual produce su furibunda reacción.

La metodología utilizada por los sectores económicos concentrados para atacar a los espacios políticos, gobiernos y dirigentes, que osan siquiera rozar sus intereses, en lo esencial no ha cambiado a lo largo de la historia, ya que siempre ha consistido en utilizar el control de los principales medios de comunicación y la influencia determinante en el poder judicial para montar difamaciones y causas judiciales cargadas de falsedades contra organizaciones y dirigentes a quienes esos sectores necesitan destruir. Esto se hizo, por ejemplo, contra Yrigoyen, Perón, Nestor y Cristina Kirchner y actualmente Alberto Fernández. Eso mismo se ha hecho en América Latina y el resto del mundo. Lo que ha cambiado es la sofisticación actual de los medios de comunicación y de las metodologías de manipulación del “sentido común” de las personas.

Un aspecto muy importante de este tipo de accionar, basado en la sinrazón, es la de incentivar el odio hacia los destinatarios de los ataques de los grupos oligopólicos e inclusive hacia las clases populares que les dan apoyo. Si tomamos, por ejemplo, el caso de los sistemáticos e incesantes ataques a Cristina Kirchner, podemos observar que aunque los jueces y fiscales adeptos al gobierno de Macri en cuatro años no pudieron encontrar nada que probara alguna de las acusaciones montadas contra ella por presuntos delitos, a pesar de eso el profundo odio que lograron instalar contra ella prevalece sobre la razón en importantes sectores sociales.

El sector social sobre el que principalmente actúan estas metodologías de manipulación del “sentido común” es la denominada “clase media”, debido a que por su inserción en la economía realizando en general actividades individuales, están propensos a desarrollar una ideología individualista, lo que facilita la posibilidad de inculcar en ellos el egoísmo social, e incluso el odio hacia quienes los grupos económicos dominantes necesitan destruir.

Este tipo de manipulación de conciencias llega a una eficacia tal que las víctimas, cargadas ya de odio, llegan no solo a creer cualquier mentira difundida por los personeros de los grupos dominantes, sino incluso a desear que les mientan. Vendría a ser como expresa aquel irónico dicho de la sabiduría popular: “mentime que me hace bien…”. Reflexionemos hasta donde pueden llevar estos métodos, si recordamos que el nazismo los aplicó con las terribles consecuencias que conocemos, donde se destacaba su cínico e inhumano ministro de propaganda, Joseph Goebbels, a quien se le adjudica la frase “miente, miente, que algo quedará”.

Pero este tipo de actividad manipuladora, si bien está claro que es profundamente irracional desde el interés de la inmensa mayoría de la población, tiene sin embargo racionalidad según el interés de los grupos oligopólicos, ya que, siendo cada vez más evidente que su hegemonía en la sociedad, en nuestro país y en todo el mundo capitalista, produce crisis económica, social, cultural, ecológica y política, necesitan oscurecer esto manipulando las conciencias para que se vea la realidad “a través de un vidrio oscuro”, como decía el título y el contenido de aquella inmortal película de Igmar Bergmar.

La irracionalidad y el odio están frecuentemente vinculados como método de acción ideológica y política. Para enfrentar ese flagelo las organizaciones populares deben evitar ese camino y, por el contrario, apelar a la razón, que la historia muestra estar vinculada al amor por la sociedad, es decir al humanismo. Tanto en la legítima disputa de ideas y proyectos de país y de sociedad, como para responder a los ilegítimos ataques basados en la mentira y la difamación, las denominadas “posverdad” y “fake news”, las organizaciones y militantes del campo popular deben basarse en el análisis objetivo de las consecuencias concretas de los dichos y acciones de los sectores contrarios al interés popular, independientemente de cuales fueran las intenciones de esos sectores.

Es fundamental la unidad en la diversidad de las organizaciones del campo popular y su coordinación, tanto para responder racionalmente a la irracionalidad y el odio, como para elaborar propuestas de medidas de gobierno, movilizarse para impulsarlas y defender la democracia, como auspiciosamente vienen haciendo muchas organizaciones ante el gobierno popular actual en nuestro país.

Es bueno que en estos críticos tiempos todos recordemos el título y el contenido de un famoso aguafuerte del gran pintor español Francisco de Goya: “El sueño de la razón produce monstruos”.

*Carlos Mendoza, ingeniero, escritor, especializado en temas políticos y de economía política, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

Una respuesta a “La razón y el odio”

  1. Adriana Gaviorno dice:

    Muy esperanzadora nota. El odio y el individualismo en el que anida, ha calado hondo en los sentimientos y en la mentalidad. Ojalá retornemos pronto al ideal humanitario de la existencia sin el que la “humanidad” carece de sentido.

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