La guerra menos visible: La Comunicación no depende sólo de los Medios

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Revista Nº 126 (07/2018)

(política y medios de comunicación)

Néstor Piccone*

“El mundo está en guerra,” repite el Papa Francisco cada vez que puede.

Jorge Bergoglio se refiere a la guerra declarada por el poder económico (cada vez más concentrado) contra las ideas y fundamentalmente contra el pensamiento crítico. “Vienen por nuestras cabezas,” predijo.

“El capitalismo en su etapa neoliberal hizo y hace de la manipulación mediática un ejercicio que no por bizarro resulta inoperante.”

“Esa es la guerra en la que nadie puede dejar de estar involucrado. Las nuevas tecnologías y su convergencia pueden ser armas de destrucción masiva sino las ponemos en pausa.”


Si no fuera por el alerta de Francisco, pocos son los políticos e intelectuales argentinos que se incluyen como corresponsales de este conflicto que se despliega a escala planetaria.

Desde hace poco más de una década se hizo evidente que en el capítulo nacional de esta guerra el enemigo tiene en Héctor Magnetto y el Grupo Clarín su cabeza más visible.

Pero como lo esencial (a veces)  es invisible a los ojos; cuando lo que se identifica es sólo lo evidente, los análisis pueden llevar a cometer errores que luego resultan altamente costosos. En el pasado reciente el movimiento nacional y popular tiene que computar una serie de sucesivas derrotas electorales derivadas de  otras tantas batallas culturales perdidas como sucedió hasta el año 2015 producto de la inconclusa aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, más conocida como Ley de Medios.

El capitalismo en su etapa neoliberal hizo y hace de la manipulación mediática un ejercicio que no por bizarro resulta inoperante.

Existe en la Argentina una lectura simplificada de la realidad por la cual se culpa de todos los males que afectan a los sectores populares por la tapa de los diarios hegemónicos. En ese punto conviene computar que el diario en papel cada vez vende menos ejemplares; que la digitalización gana adeptos todos  los  días y que las redes sociales compiten con memes, videos e imágenes que inciden con fuerza en las discusiones y debates de la sociedad. Los temas de conversación cotidianos cada vez dependen menos de la tapa de los diarios.

Cuando hablamos de Comunicación debería quedar cada vez más claro que no estamos hablando solo de Medios.

La prensa nació con el capitalismo y nunca fue inocua. El periodismo considerado como independiente se impuso a partir de las democracias que surgieron para apagar las luchas por una sociedad más justa, más equilibrada. Formó parte del contrato social de las democracias liberales.

Siempre detrás de la prensa independiente se ocultó el manejo que las grandes empresas, a través de la publicidad de sus productos, construyeron  para no ser  identificadas como uno de los contendientes de la lucha capitalista por el poder. La prensa se hizo de la comunicación comercializada y a medida que las empresas se concentraron y desde esa posición limitaron el acceso a la información y cercaron la libertad de expresión de las mayorías.

Los Estados Nación y los partidos políticos fueron la cara visible sobre las que los pueblos descargaron las broncas, protestas y rebeliones para salir de sus pobrezas e injusticias.

Las luchas fueron contra quienes ostentaban el gobierno. Fue por el control del Estado. Pero en la etapa de la globalización y la concentración de poder económico se hace cada vez más ostensible que, por ejemplo: quienes manejan el petróleo son un puñado de empresas que se enriquecen con las tarifas de gas, electricidad  y petróleo que descargan sobre los pueblos. Son los grandes fabricantes de alimentos los que engordan sobre el hambre mundial. Los bancos y las financieras quienes  masacran países enteros, licuando salarios, arrojando a la indigencia y la pobreza a millones de personas.

A mediados del siglo XX y luego de  clausurada la segunda guerra mundial, EEUU encabezó la denominada guerra de las galaxias sino también la batalla de la información.

Internet, nacida estatal, fue la red que comenzó a desplegarse en el campo de batalla. Las tecnologías de la comunicación hicieron el resto: telefonía, celulares, Smart TV, y sus diferentes combinaciones de plataformas fueron cambiando la forma de distribuir y acceder a la información.  La convergencia tecnológica se impuso rompiendo todas las barreras por las que se distribuyen los contenidos que hacen pensar, entretener o manipular a la gente.

La big data, los algoritmos, la inteligencia artificial con su facilidad para reconocer ideas y reflexiones pero también detectar deseos e identidades de quienes pulsamos una computadora o un celular son armas que pueden matar, herir o discapacitar las formas de producción de las ideas y el conocimiento humano.

Esa es la guerra en la que nadie puede dejar de estar involucrado. Las nuevas tecnologías y su convergencia pueden ser armas de destrucción masiva sino las ponemos en pausa.

Las empresas más importantes, las que más poder tienen sobre las mentes se resumen bajo una sigla que resulta inquietante: GAFA. Google, Amazon, Facebook y Apple son las empresas que dominan la información del mundo digital.

Whatsapp es una empresa que Facebook compró por miles de millones de dólares y por lo menos en Argentina es una aplicación que muchos sectores sociales, sindicales, de pequeñas empresas sin olvidar las familias y los padres en las escuelas utilizan para la interacción cuando no como herramienta organizativa. ¿Quién no pertenece a un grupo de whatsapp?

Facebook ya tuvo que rendir cuentas, no en Argentina donde también estuvo involucrado, sino en EEUU por la cesión del manejo de sus cuentas a favor del triunfo de Donald Trump.

Quien primero encendió el fuego ganó la guerra de las cavernas; la ballesta fue más eficiente que el arco, la flecha y la espada; la pólvora  destronó el cuerpo a cuerpo; quien tuvo la mejor flota controló el comercio mundial y así hasta nuestros días. Hoy quien controla la tecnología tiene más posibilidades de dominar al mundo.

Pero ninguna tecnología pudo contra la inteligencia. Ningún poder es absoluto y para siempre; hay grietas, intersticios, pliegues. Ahora bien, lo que  resulta suicida  en cualquier confrontación es desconocer las armas del enemigo.

Si alguna vez fue así, ya no más se le puede echar la culpa a Héctor Magnetto y las tapas de Clarin por perder elecciones. Las nuevas tecnologías y quien tiene el poder de manejar su convergencia están más cerca del triunfo y el dominio.

En la disputa de poder, desde la esclavitud hasta nuestros días, las mayorías populares, cuando son conscientes que la debilidad del amo es algo más que su soledad, y recorriendo el camino de la unidad comprenden que la fuerza acumulada es suficiente pueden ver llegada la hora de su liberación.

Las guerras del Siglo XXI dependen de la capacidad que tengan las mayorías de identificar a su enemigo. Hay formas de ganarle al GAFA, es cuestión de reconocer sus invisibles lazos de dominación, para que aprovechando su propia fuerza los pongamos al servicio de las mejores causas de la humanidad.

*Néstor Piccone, licenciado en psicología, periodista.

nestorpiccone@yahoo.com.ar

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