La Democracia cercada por el capital concentrado

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La Democracia implica adoptar una forma de vida que siempre estuvo absolutamente reñida con las propuestas del sistema capitalista. Uno de los pensadores de la primera generación de la Escuela de Fráncfort, Erich Fromm, sostuvo en uno de sus más notables trabajos, la imposibilidad de congeniar ambos sistemas.[1] La democracia, desde las mismas ideas sostenidas por Rousseau, nunca tuvo relación intrínseca con el capitalismo ya que el mismo pensador francés criticó duramente el fundamento de este régimen al atacar la existencia de la propiedad privada como una acción contraria a toda pretensión de igualdad. En realidad, la democracia nunca fue un sistema político acabado sino perfectible, refiere a un proceso de construcción permanente que tiene por objetivo estratégico el logro de una sociedad cada vez más participativa, justa e igualitaria.

El marco social y político de la Argentina actual, con una democracia recuperada hace poco más de tres décadas, enfrenta una crisis económica y política generada en el último período presidencial, en el que la gestión de la Alianza Cambiemos demolió todo lo construido en los doce años anteriores, y se aseguró un plan de negocios que solo favoreció a una minoría local ligada a los capitales extranjeros. El propósito de este plan fue doblegar nuevamente a la Nación mediante el endeudamiento externo y la dependencia, evitando así toda posibilidad de desarrollo integral del país.

Ahora bien, pasados los cuatro años de la presidencia de Macri, más allá de la persuasión subliminal que pudo lograr en un amplio sector de la sociedad con el apoyo de las corporaciones mediáticas, más allá del “lawfare” y el soporte del imperialismo de EEUU a través del FMI, la Alianza Cambiemos no pudo lograr la continuidad en la gestión. La constitución del Frente de Todos hizo posible la victoria en las elecciones presidenciales de 2019 de la fórmula Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en primera vuelta, con un 48,24% de los votos. A partir de allí, la crisis heredada en el ámbito nacional, sumada a una pandemia en el plano global, complicaron los proyectos para la  reconstrucción nacional. En medio de una situación tan compleja, las minorías más ricas del país conspiran contra la nueva gestión, incluso intentando legitimar el autoritarismo en el sentido común de la sociedad. Grupos como Techint con Paolo Rocca a la cabeza, el grupo Clarín con Magnetto como su Ceo, Pan American Energy de la familia Bulgheroni, la estirpe de los Blaquier tan ligados a la represión dictatorial,  la familia Macri con su tristemente célebre Mauricio, los grandes productores agropecuarios y su renta extraordinaria, son solo algunos de los que mediante todo tipo de maniobras desestabilizadoras no solo atacan al gobierno sino al sistema democrático en su totalidad. Estos grupos fueron los que financiaron el Terrorismo de Estado en el pasado reciente de la Argentina y  son los que hoy apuntan descaradamente a destituir al gobierno recientemente electo. Ellos no tienen límites ni los detiene moral alguna. Esta oligarquía, asociada a grupos económicos y políticos extranjeros ligados a la Embajada de los EEUU, no tiene patria ni bandera y solo ama al capital, esta casta capitalista de egoístas y mezquinos son los reales enemigos declarados de la Democracia. Su proyecto es el modelo neoliberal, un modelo que se presenta como republicano y que se oculta en una institucionalidad vacía, pero que en realidad conlleva un profundo autoritarismo, sin derechos para las mayoría de la clase trabajadora y los sectores populares en general, con claras políticas de exclusión. La Democracia argentina se ve jaqueada por el capital concentrado, no es el único país que padece este condicionamiento, pero eso no justifica la inacción política al respecto. La pandemia favorece a los sectores de la derecha tradicional en tanto a la imposibilidad de movilización, pero el movimiento popular debe estar atento para retornar  la ocupación del espacio público. Estamos obligados a profundizar la batalla cultural para promover un proceso de concientización popular y de este modo lograr la democratización del conocimiento particularmente en la militancia política de base. Estas acciones, tal vez menos ruidosos y a veces imperceptibles, sumadas a la capacidad de movilización popular, sean tal vez las renovadas formas de lucha y las nuevas armas que debamos blandir contra los reales enemigos de la Democracia.


[1] Fromm, Erich. El Miedo a la Libertad. Paidós, 1985.

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