La crisis del sindicalismo.

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Victorio Paulón*

Revista Tesis 11 (nº 113)

(Política Nacional

Muy pocas veces, como ahora, la fragmentación en la cúpula del sindicalismo argentino, expuso su debilidad, pese a la recuperación económica de los trabajadores y de las estructuras sindicales.

Las mal llamadas “cinco centrales” muestran su escaza voluntad de construir estrategias unitarias o al menos de balbucear pautas programáticas  que transformen el conglomerado de sindicatos en un movimiento obrero con programa. Es apenas la mirada coyuntural la que determina posicionamientos políticos que se asemejan a acertijos electorales para preparar la próxima etapa y su apoyo o no a lo que viene. Este limitado papel que resigna roles gloriosos que tuvo el movimiento obrero argentino resistiendo dictaduras y gobiernos civiles hostiles, ignora el nuevo fenómeno surgido en la etapa kirchnerista. Los millones de trabajadores incorporados al sistema en este periodo dan cuenta de una nueva clase obrera que va construyendo una nueva conciencia colectiva que ya no refleja la vieja dirigencia.

Pese a las doce negociaciones colectivas consecutivas (periodo más largo de la historia) y de la convocatoria al consejo del salario mínimo vital y móvil el discurso sindical en general no refleja un marco político superador del clásico economicismo. El conformismo reinante que permite exhibir como triunfos la consolidación propia atenta claramente contra la acumulación de fuerza necesaria para enfrentar la etapa que viene que será, en el mejor de los casos, de amesetamiento de las reconquistas obtenidas desde 2003 en adelante. Aún con el triunfo del frente para la victoria, teniendo en cuenta el marco de la crisis mundial, no da para el optimismo económico, ni mucho menos para continuar con el ritual de conquistas salariales sentados un par de horas en la silla de las paritarias.

Por el contrario el desafío es cada vez mayor a construir la unidad del movimiento obrero con un claro programa movilizador que permita al conjunto recuperar el protagonismo perdido. Huerta Grande, La Falda, el pronunciamiento del 1º de mayo de la CGT de los Argentinos demuestran en nuestra propia historia de trabajadores que cuando estaba claro para qué, la lucha se tornaba irresistible.

Mal pudiera nuestra CTA, detenerse en considerar los aciertos de su mirada política coyuntural en esta etapa, y autoconformarse con mantener la porción de representatividad lograda. EL DESAFÍO QUE NOS ESPERA ES EL CONJUNTO DE LA CLASE TRABAJADORA.

También en la historia encontramos los caminos de la unidad. Nunca se pudo con acuerdos superestructurales pactados en la cúpula; Por el contrario, fueron trabajosos esfuerzos construidos de abajo hacia arriba, desde lo regional a lo nacional, desde la lucha y la solidaridad hacia el programa.

La realidad es que en el actual estado de cosas muy difícilmente se producirán migraciones que permitan superar la actual balcanización sindical, vale resaltar algunas iniciativas de dirigentes locales de la nueva generación que vienen trabajando en ese sentido. El acto del primero de mayo en Campana es un claro ejemplo a tener en cuenta,  un millar de delegados acompañaron la iniciativa con una clara definición política que reclama profundizar lo logrado desde 2003 hasta ahora.

Mirar el mundo para comprender el pago. La crisis del capitalismo global  y la del sindicalismo en los diversos países nos obligan a reflexionar sobre las reivindicaciones y los programas de los trabajadores. Es necesario romper la trampa de la competencia porcentual de los aumentos obtenidos para mirar de conjunto ese enorme 32% de trabajadores que no tienen amparo convencional. Se impone medir el salario por los pisos y no por los máximos. Es fácil declarar exitosa la gestión sindical que convoca a la huelga general por el impuesto a las ganancias y lleva a luchar a los que no están alcanzados en la cuarta categoría para privilegiar al 10% que está alcanzado por el gravamen. Hace una década los desocupados que cobraban planes de $150 eran llevados a las marchas de las paritarias para apoyar a los trabajadores formales.

Claramente, la solidaridad de la clase funciona en el sentido inverso. La aristocratización  de una minoría de asalariados es una contrafuerza que debilita la organización del conjunto. Son tiempos de grandes desafíos y de compromisos generosos. Hoy reclamamos por un miembro de la corte que pese a sus noventa largos años no se retira, vemos normal que los obispos se jubilen a los 75 años y no tenemos opinión sobre los sindicalistas vitalicios que se mueren de tantos años de secretarios generales con reelecciones que ofenden a cualquier parámetro de democracia sindical.

No alcanza con lamentarnos, se trata de construir el desafío de volver a recuperar nuestras mejores tradiciones. Si ver dirigentes sindicales autoproclamados referentes sindicales de la derecha no nos alarma y moviliza, serán otros los que tomarán esta bandera para llevarla adelante.

*Victorio Paulon, dirigente sindical, secretario internacional de la CTA liderada por Hugo Yasky

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