El proceso inflacionario

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Revista Nº 148 (02/2022)

(nacional/economía)

Alberto Wiñazky*

Algunos enfoques teóricos sobre el tema inflacionario que ha llevado a
la pobreza a diversos sectores de la población trabajadora y a
diversos sectores medios.

CONSIDERACIONES GENERALES

Existen diversas teorías que tratan de explicar los procesos inflacionarios que toman como referencia las fluctuaciones económicas que están en línea con el enfoque del equilibrio. Este enfoque es predominante en los supuestos de los economistas que analizan el fenómeno desde los intereses más concentrados del poder económico.

Entre estos análisis se encuentra la Teoría Cuantitativa del Dinero. Sostiene, que la inflación se frena si el Banco Central es capaz de reducir la tasa de expansión de la oferta monetaria en una economía abierta, siempre que esta refleje la paridad de la tasa de cambio con relación a una moneda fuerte. También considera esta corriente que es indispensable analizar cuáles son las expectativas de los agentes económicos acerca del curso futuro de la tasa de inflación.

Otra teoría que ha tenido gran repercusión en América Latina, es la Teoría Estructural de la Inflación que nació en el seno de la CEPAL en la segunda mitad de los años cincuenta. El Dr. Julio Olivera[1] fue quien formalizó en la Argentina, en forma rigurosa, la teoría estructural de la inflación. La idea básica de la teoría es la siguiente: con la inflexibilidad de los precios hacia la baja y un régimen de dinero pasivo, cualquier cambio en los precios relativos de los bienes origina un aumento en el nivel general de los precios, que podría dar lugar a una inflación sostenida si existieran mecanismos de propagación como posibles devaluaciones, o un sistema de indexación de los salarios según la inflación pasada.

Olivera también conjeturó que el peligro de la inflación estructural es mínimo en sociedades preindustriales, por el predominio en la producción de productos primarios (agricultura, ganadería, minería) y en sistemas industriales plenamente desarrollados por la elevada demanda agregada y la alta movilidad factorial. La conclusión a la que arribó es que el riesgo de inflación estructural es máximo en la etapa intermedia del proceso de desarrollo, sobre todo en sociedades en la cual la inflexibilidad de los precios a la baja convive con una alta movilidad factorial[2]. El modelo enfatiza asimismo en los cambios estructurales por el lado de la oferta, que supone la existencia de dos sectores: el sector transable que es tomador de los precios internacionales, y el sector protegido que fija sus precios por el markup[3] sobre los costos variables. Además, la productividad del trabajo crece más rápidamente en estos países en el sector transable (productos primarios exportables), que en el sector protegido (industrias sustitutivas). El menor ritmo de crecimiento de la productividad en el sector no transable por la baja inversión y la uniformidad intersectorial de los salarios, implica que su costo laboral unitario crezca por encima del promedio, elevando el precio relativo de los bienes del sector protegido.

El desafío para la economía reside entonces en poder arribar a una teoría unificada que sea válida tanto en tiempos normales como anormales. En este sentido, el enfoque de la complejidad inflacionaria ofrece la ventaja de que el mismo modelo permitiría describir tanto un comportamiento estable como uno inestable y aun caótico.

LA INFLACIÓN EN LA ARGENTINA

Ninguna de las dos teorías mencionadas ha podido por si solas explicar el prolongado fenómeno inflacionario existente en la Argentina. Ademas el agudo proceso inflacionario ha llevado al incremento de la pobreza a diversos sectores de la población trabajadora y a diversos sectores medios. La Argentina, en la actualidad, no está lejos de diferenciarse de manera significativa de la situación económica imperante en otros países de América Latina. Esa diferencia fue durante largos años, una característica netamente favorable a este país dado que durante más de la mitad del Siglo XX se lo reconocía por su configuración y como una sociedad menos polarizada que el resto de América Latina, por ser pionera en materia de crecimiento industrial sustitutivo y por contar con niveles comparativamente altos de salarización y educación entre otros atributos.

Es indudable que la inflación es un fenómeno complejo y que en la Argentina es necesario tratar de explicarla porque existen enormes diferencias en la tasa de inflación con relación a otras economías de América Latina, que cuentan con estructuras económicas similares.

En esta etapa del capitalismo mundial, en la que prima la internacionalización, la concentración y la centralización de los grupos productivos, se constituyó en la Argentina un bloque en el poder que dio origen a una estructura de dominación complicada, que no llegó a expresarse categóricamente como dominación social sobre el aparato del Estado. Se produjo de esta forma, una importante diferenciación entre los sectores dominantes, que se reflejó en una asincronía entre el poder económico y la acción del Estado. Integran el bloque en el poder diversos sectores económicos muy contradictorios entre sí, pero, al mismo tiempo complementarios. Disputan intensamente por la hegemonía con todas las carencias, desigualdades y antagonismos que son inherentes a las clases dominantes en los países periféricos, sin que ninguno de esos sectores detente el poder suficiente para imponer un proyecto propio de modo perdurable.

Una primera aproximación a este tema, mostró la conflictividad que ha provocado históricamente la lucha por la apropiación del excedente (puja distributiva) entre las grandes empresas oligopólicas, entre estas y los sectores productivos menos concentrados, entre los capitalistas en su conjunto frente a la clase trabajadora y también frente a los sectores agroexportadores. La constitución de este bloque en el poder dio lugar a la conformación de un entramado difuso, dentro del cual no ha sido posible disminuir el conflicto distributivo debido a la ausencia de un sector plenamente hegemónico y donde los distintos actores muestran fuertes asimetrías entre sí. La disputa por el Excedente de Explotación (EEB), desplegó asimismo significativas contradicciones secundarias en el propio seno del poder económico doméstico. Estas contradicciones se relacionan con la conformación específica del bloque en el poder y reflejan a las fracciones que con sus acciones conducen a la reconfiguración del proceso de acumulación de capital en la economía argentina. Los distintos actores se mantienen sumamente activos en la disputa por el excedente, sin que la intervención de los gobiernos haya logrado conjurar o disminuir el nivel de este conflicto.

Se configuró, entonces, un bloque con integrantes antitéticos, en el cual la heterogeneidad de sus intereses en pugna dificultó la neta hegemonía de una de las fracciones sobre el conjunto del bloque. Esta situación se ha visto exacerbada hacia mediados de los noventa del siglo pasado, por la consolidación ocurrida en el sector dominante por el proceso de transferencia de capitales desde los grupos locales concentrados hacia el capital oligopólico extranjero.

EL PROCESO HEGEMÓNICO

El predominio del capital oligopólico se materializó a través de la producción de bienes industriales con una elevada composición tecnológica, por la prestación de los servicios públicos privatizados, por el accionar del capital financiero y por el sector exportador de productos primarios. Se puede hablar entonces de una crisis de hegemonía, que es la pérdida del consenso o del consentimiento de algunos de los integrantes del bloque el poder, en el sentido de aceptar que los intereses de clase reflejen los intereses del conjunto de los sectores dominantes, o también reflejen por el contrario el agotamiento del modelo económico cuando este ya no brinda los beneficios esperados para la suma de los integrantes del bloque en el poder. La función hegemónica se puede definir como la potencialidad que adquiere una clase o una alianza de clases dentro de un sistema de dominación para fijar los límites a los roles asignados al Estado en la estructura social, a través de elementos materiales y simbólicos. El Estado en el capitalismo oligopólico es la clave en el sostén de la estrategia de acumulación y valorización de los capitales concentrados, lo cual refleja la alta complejidad existente en las relaciones económicas y en la presencia de tendencias contrapuestas cuya resolución requiere de su capacidad para administrarlas dentro de la legalidad del sistema, de manera que la disputa por el excedente, la puja distributiva, no derive en un incremento elevado de los precios o en graves conflictos institucionales.

LA CONCENTRACIÓN ECONÓMICA

El empinado grado de concentración que se verifica en la economía argentina no necesariamente debería traducirse en un incremento sostenido de los precios, sino que para ello es indispensable, además, que las fracciones altamente concentradas disputen intensamente entre sí y con las demás ramas que conforman los distintos estratos de concentración por la apropiación del excedente, en una economía con muy bajos índices de inversión y por lo tanto de productividad. En este sentido, las diferencias en la productividad del trabajo en las distintas ramas productivas, señalan los márgenes dentro de los cuales se aceleran las disputas entre los sectores que integran la clase dominante.

Otro elemento fundamental a considerar tiene que ver con la vigencia de las paritarias laborales. Los aumentos periódicos de salarios, si bien no llegan a cubrir la tasa inflacionaria, han puesto en peligro el motor mismo del sistema capitalista en una estructura dependiente y desequilibrada como es la existente en la Argentina. Se refuerza de este modo el enfrentamiento permanente entre clases y fracciones de clase en la disputa por el excedente.

Un factor determinante en el proceso inflacionario tiene que ver asimismo con las modificaciones que suelen ocurrir en el tipo de cambio, es decir cuando se producen saltos en la cotización del dólar por la tendencia recurrente de la economía al desequilibrio externo que se materializa en las periódicas crisis en la balanza de pagos. Las devaluaciones encarecen los costos de los productos importados liberando al mismo tiempo los saldos exportables, repitiendo la puja entre los sectores del capital que tratan de trasladar rápidamente estos cambios en la paridad a sus precios de venta. De manera que, al incrementarse el precio de los commodities, (por las subas en los precios internacionales o por las devaluaciones) esta situación lleva al alza de los precios internos de la carne y de los granos (trigo, maíz, girasol) que tienen un fuerte impacto en la canasta alimentaria. Asimismo, las retenciones aplicadas a las exportaciones de estos productos parecen haber perdido gran parte de su eficacia, ya que a pesar de su alto nivel porcentual no logran conjurar el alza de los precios internos. También los incrementos de los costos de los combustibles tienen un alto impacto en el nivel de la inflación, ya que la logística en la argentina opera básicamente en base al transporte de los alimentos por automotores.

Finalmente, el control sobre los precios, la contención del tipo de cambio, que no ha podido evitar que se amplíe sideralmente la brecha entre el dólar paralelo y el dólar oficial parecen no poder contener el proceso inflacionario, donde la heterogeneidad de la burguesía que reproduce los enfrentamientos antes señalados, más la resistencia de los asalariados a que el empresariado incremente aún más su explotación, producen este proceso inflacionario con características particulares, totalmente diferenciado de lo que ocurre en otros países con condiciones económicas similares a las de Argentina.

ALGUNAS PARTICULARIDADES HISTÓRICAS EN LAS ECONOMÍAS DE BRASIL Y DE MÉXICO QUE TRATAN DE EXPLICAR LAS DIFERENCIAS INFLACIONARIAS CON LA ARGENTINA

BRASIL

El sistema exportador en Brasil estaba organizado, alrededor de 1929, en sectores productivos equidistantes y como consecuencia el predominio de las clases dominantes era mucho más débil que el existente en la Argentina, ya que ninguno de ellos lograba imponer su predominio a nivel nacional. De esta forma, como consecuencia de la crisis se dislocaron los grupos exportadores que disputaban entre sí por el control hegemónico. En consecuencia, la renta generada por la agricultura perdió su posición dominante, siendo superada por la renta de la burguesía industrial que a comienzos del siglo XX había surgido como un complemento del sector exportador tradicional. Con la crisis de 1929, las oligarquías: cafetalera, cacao, azúcar, caucho, etc. sufrieron un golpe definitivo.  La crisis produjo una caída drástica en el comercio mundial del café y en los demás productos exportados, que ya venían en caída desde la década del veinte.

La crisis de la economía mundial en 1929 produjo, en definitiva, la caída de la oligarquía en Brasil que no logró retornar al poder, a diferencia de lo ocurrido en la Argentina que con Uriburu en el gobierno, luego del golpe de estado de 1930, le tocó a este sector enfrentar la nueva coyuntura económica. La burguesía industrial en Brasil se hizo hegemónica y no abandonó esa posición a lo largo de los años, ya que por el contrario afirmó cada vez más su dominio sobre el conjunto del sector productivo, evitando que la puja por el excedente se traslade al incremento descontrolado de los precios.

MÉXICO

En México, las reformas cardenistas (1934-1940) centradas en la reforma agraria y en el petróleo. Fueron repartidas a las comunidades dieciocho millones de hectáreas más la nacionalización de los combustibles que sentaron las bases del crecimiento y el desarrollo del país. El proceso revolucionario de 1910 y la participación protagónica del campesinado, tanto en el movimiento armado como en la consolidación del proceso, marcaron los límites dentro de los que se movieron los cambios hasta en la actualidad. Estuvieron basados en el reforzamiento de la nueva burguesía agraria a través del apoyo a las empresas agrícolas capitalistas. A lo largo de los años, la agricultura mexicana se consolidó como la base del desarrollo económico, aunque paradójicamente se encontró cada vez más subordinada al proceso industrial hegemónico, cuya burguesía se autoerigió desde el período cardenista en la única fuerza viable para llevar a cabo la transformación y modernización del país. Asimismo, en 1937 el gobierno expropió el negocio petrolero que explotaban 17 compañías extranjeras, entre ellas Shell, Mexican Sinclair Petroleum y la Penn Mex Fuel Company entre otras, comprando sus maquinarias, instalaciones, refinerías, embarcaciones, estaciones de distribución y oleoductos.

ALGUNAS MEDIDAS QUE PODRÍAN ENCAUZAR LA SITUACIÓN INFLACIONARIA, RESPONDER A LOS DESAFÍOS ECOLÓGICOS Y DEMOSTRAR QUE OTRO MUNDO ES POSIBLE

Para encarar la posibilidad de desacoplar los precios internacionales de los internos se deberían introducir entre otras medidas las siguientes: expropiar por parte del Estado el negocio de combustibles, realizar la redistribución de las tierras productivas, recuperar el dominio sobre los servicios públicos y avanzar en la monopolización estatal del comercio exterior. Una herramienta que además permitiría discutir aspectos de la soberanía nacional en cuanto a que exportar, que importar y quien se apropia de la renta agraria. De esta forma, no quedaría en las manos de un conjunto reducido de empresas extranjeras y nacionales, quienes, con su actividad especulativa, dirigida a incrementar su tasa de ganancia, no invierten las utilidades en la reproducción ampliada del capital, pero en cambio las fugan hacia las “guaridas fiscales”. Conjuntamente con la nacionalización del comercio exterior, se debería operar en el mismo sentido con los puertos, ya que todos se encuentran en manos extranjeras, y con el sistema bancario que debería unificar su operatoria concentrando en un ente al servicio de las finanzas nacionales.

Por lo tanto, se requiere de un programa económico integral donde los comités populares dirigidos por los trabajadores, puedan controlar el sistema productivo, el avance de los precios, la operatoria administrativa del comercio internacional y portuario, el sistema bancario, la sobre y la subfacturación de importaciones y exportaciones, como la única forma posible de evitar el alza descontrolada de los precios que han desembocado en una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores y de los demás sectores subalternos y al mismo tiempo iniciar el desacople con el histórico proceso de dominación imperialista sobre el país.

*Alberto Wiñazky, economista, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11


[1] El Dr. Julio Olivera fue profesor en la UBA en la materia Dinero, Crédito y Bancos, fue director del Instituto de Investigaciones Económicas y Rector de la UBA.

[2] Factorial: Producto obtenido al multiplicar los términos de la serie natural hasta llegar al número considerado. Ej.: 6! 1x2x3x4x5x6= 720

[3] Margen de ganancia que fijan las empresas.

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