El FMI, sus tres obsesiones y la explosión social

Compartir:

(situación nacional)

*Ignacio Paz

“…el FMI sigue propiciando sus recetas en todo el mundo periférico para cumplir su función de gestor de negocios de los grupos dominantes. Soporte de la maximización de ganancias para estos grupos concentrados y la reprimarización de las  exportaciones y las economías de los países periféricos como el nuestro, en aras de la doctrina de las “ventajas comparativas”, condenándonos a ser proveedores de alimentos y compradores de productos industriales.”

Los países de la periferia del capitalismo, (América Latina, Africa y la periferia de Europa, como Portugal, Grecia, y la ex Europa Oriental) acuden recurrentemente al “salvataje” financiero del Fondo Monetario Internacional, cuando su margen de endeudamiento está cubierto o no existe, para afrontar desniveles en sus balanzas comerciales o fiscales.

Las diferencias en cuanto a estructura económico-social entre estos diversos países son importantes. Sea que tengan un banco central con intervención en la base monetaria (mayoría de países de A. Latina y Africa), o dependan del Banco Central Europeo para la monetización de sus transacciones  en Euro (moneda común); sea que los desniveles se produzcan por evasión o fuga delictual de divisas prohijadas por los gobiernos de derecha, o porque esos déficits sean producto de faltantes de divisas ante un desarrollo del mercado interno dependiente de insumos importados, a todos ellos, sin distinción, el FMI  impone  exigencias similares que condicionan sus créditos.

¿Cómo es posible que la máxima autoridad monetaria del mundo capitalista desconozca estas particularidades? ¿Cómo es posible, que habiendo fracasado sistemáticamente como palanca de desarrollo económico y social, el FMI mantenga incólume su cantinela en cuanto al tipo de exigencias?

Asistió y operó sin pronóstico ni resguardos a las crisis provocadas por burbujas bursátiles (sitios PuntoCom en los 90, hipotecas subprime en los inicios del siglo XXI, explosión financiera con el derrumbe de Lemman Brothers en 2008 / 2009, para nombrar las más importantes a nivel mundial). En nuestro país, sostuvo los planes de endeudamiento de la dictadura cívico militar de 1976/82 que hipotecó al país con un crecimiento piramidal de la deuda externa, “blindó” con créditos al gobierno de De la Rua para mantener la paridad ficticia de 1 a 1 entre peso y dólar, que culminó con la crisis más profunda del país hasta ese momento en 2001 /2002 y actualmente operó con Mauricio Macri otorgándole más de 57 mil millones de dólares (el mayor crédito de la historia del FMI), cuando los grupos financieros le “cerraron el grifo”, consintiendo en la fuga del 80% de esa suma en forma de evasión de divisas, como respaldo a un gobierno neoliberal y que condujo a una encrucijada como la actual con una deuda equivalente al total del Producto Bruto Interno de Argentina, y con un nivel de miseria y hambre nunca vistos en sectores vulnerables por marginación, desocupación y carestía brutal de los alimentos.

Sin embargo, las exigencias del FMI, para otorgar el crédito, primero y para reprogramar su pago, ahora, son las mismas: Déficit Fiscal Cero; Reforma Previsional y Reforma Laboral.

¿Por qué?

En realidad, el FMI es el gestor de negocios de los más grandes grupos económico financieros del mundo capitalista. Su función es crear las condiciones más favorables para el establecimiento de dichos grupos en distintos países periféricos. Actúa en función de estos grupos y en consonancia con la tendencia ínsita en el modo capitalista de producción de maximizar ganancias en todo momento, situación y lugar.

Las exigencias del FMI a los países dependientes se proponen en realidad, generar las condiciones para el “desembarco” de estos grupos a través de distintas formas y el disciplinamiento de las reacciones sociales.

Si bien la financierización del capital es el modo dominante de acumulación actual, los grupos dominantes en el capitalismo necesitan permanentemente diversificar sus inversiones. Y esto es así  porque, incluso en el campo financiero, la abundancia de capitales provoca una tendencia decreciente en la tasa de interés, y además porque la creación original de ganancias (plusvalía social), se realiza en el campo de la producción y se efectiviza en el de la circulación. La participación de estos grupos en estos campos, les asegura además, el control de las nuevas tecnologías en materia de robotización, la cibernética para acelerar la circulación y el control del mercado mundial a través del comercio exterior de distintos países.

Veamos en cada caso adonde se apunta.

Déficit fiscal: En principio, tener un presupuesto equilibrado es un objetivo que cualquier administración se propone. Pero para accionar como regulador y equilibrante entre las fuerzas dispares del mercado, el Estado necesita utilizar los recursos fiscales.  Como ejemplo de ello, está el apoyo con créditos blandos a las pymes y trabajadores; los  subsidios a determinados servicios públicos como formas de salarios indirectos para los sectores más necesitados; la promoción de planes de obras públicas que estimulen la ocupación laboral y el desarrollo e integración del país, etc.

Así entonces, el presupuesto fiscal se debiera utilizar en forma anticíclica. Es decir para inyectar fondos en el mercado que generen ocupación, subsidios y obras públicas en períodos de crisis o retracción cíclica de la economía y aumentando la presión fiscal y tributaria en momentos de auge o expansión.

Pero la consigna “urbi et orbis” de déficit fiscal cero que plantea el FMI, tiene como objetivo achicar el aparato estatal, provocando despidos de empleados públicos, obligación de bajas en el presupuesto para asignaciones sociales y subsidios. Es decir, por un lado aumentar el “ejército de desocupados” que presione a la baja a los salarios, reducir e inutilizar el poder de policía del Estado para su intervención en el mercado a favor de los sectores más débiles, lo que implica aumentar la discrecionalidad en favor de los grupos más concentrados establecidos y/o a establecerse en el país. Al mismo tiempo asfixiar a la educación y la salud pública favoreciendo la privatización de los servicios sociales que el Estado presta, lo que en la práctica significa aumentar las desigualdades sociales y el control de los grupos económicos dominantes sobre toda actividad económica y social.  De esta forma el supuesto “superávit fiscal” obtenido, permite el pago de los servicios de la deuda externa la que de esta forma actúa como condicionante permanente de la gestión pública.

Las reformas previsionales exigidas, tienen por objeto desalojar al Estado de su rol de administrador de los fondos recaudados por retenciones y aportes patronales sobre los sueldos y salarios de todos los trabajadores empleados en el país.  Esta función, hoy representada en la Anses implica para los trabajadores la seguridad en el futuro cobro de sus pensiones y jubilaciones y por otra parte, permite al Gobierno la utilización de estos fondos como propulsor y multiplicador de impulsos financieros hacia proyectos nacionales que representen crecimiento de las riquezas sociales y generen más recursos fiscales, actuando como círculo virtuoso de desarrollo económico, que aseguren la sustentabilidad de los fondos para pensiones y los multipliquen. Actuando contra este sistema público de reparto, el FMI propugna los Fondos de Pensión en manos de los grupos bancarios y financieros que, bajo la ilusión de acrecentar el ahorro individual de cada trabajador, sirven como palanca para la acumulación financiera y los negocios de estos grupos  que invierten dichos fondos en sus negocios particulares y operan, muchas veces, para cargar pérdidas, por baja de cotizaciones en papeles, sobre las espaldas de los Fondos de pensión y retirando para sí, los resultados de operaciones fructíferas.

Las reformas laborales, tienen como objetivo bajar los salarios en términos de poder adquisitivo y/o de dólares (en este caso a través de devaluaciones de la moneda, sin aumento proporcional de sueldos y salarios). Las mentadas “reformas” consisten en flexibilizar horarios de tal forma que los trabajadores deban aceptar modificaciones permanentes en sus horarios de trabajo con lo cual desaparece el concepto de “horas extras” y su dependencia del empleador sea total. Al mismo tiempo se anulan las mejoras salariales por capacitación ya que se pasa al concepto de “trabajador de calificación múltiple”, es decir apto para todo tipo de trabajo. Se incluyen en estas reformas una serie de medidas que reducen los derechos por accidentes de trabajo, invalidez, etc. En suma, atentar contra los derechos adquiridos por los trabajadores en muchos años de lucha.

Estas son las obsesivas recetas que el FMI ordena aplicar a los países que acuden en busca de ayuda financiera. El resultado de su aplicación es siempre negativo para los intereses nacionales de cualquier país periférico en términos de justicia social y distribución progresista de los ingresos.

Si bien las recetas son siempre las mismas, la concreción de su aplicación varía en función de la contundencia de la respuesta social a estas políticas. Ejemplos que van en Europa, desde Grecia con una decena de años de continuado ajuste y sufrimiento popular en donde se sigue adelante con el ajuste hasta Portugal en donde se comenzó a aplicar pero el pueblo eligió otro gobierno, en este caso socialista, que cambió el rumbo, abandonó los dictados del FMI y consigue resultados positivos actualmente.

Hoy en América del Sur, ha explotado el cuadro “paradisíaco” que presentaban los cultores del neoliberalismo fondomonetarista.

El pueblo dijo BASTA en Chile,  el “mejor alumno” de las recetas  del FMI. Exhibido como ejemplo exitoso de política neoliberal para América Latina y el mundo, la desigualdad creciente en la distribución del ingreso, el sometimiento mantenido en silencio para beneplácito de las corporaciones y sus ganancias, está llegando a su fin. Luego de más de 30 años de opresión y desigualdad, el pueblo chileno salió a las calles a luchar contra estas políticas.  Hay sangre de pueblo en las alamedas chilenas y los postulados de un catequismo  inoculado “a sangre y fuego” por la  dictadura genocida de Pinochet en 1973 con las políticas socioeconómicas de la escuela de Chicago de Milton Friedman, se está cayendo a pedazos.

Hoy se lucha en las calles de Ecuador como resistencia a las medidas económicas del presidente Lenin Moreno, quien siguiendo los dictados del FMI, aumentó brutalmente las tarifas y redujo los salarios. Estado de sitio y conmoción social frente al ajuste neoliberal del FMI y sus secuaces.

También el pueblo de Colombia, salió a enfrentar  las políticas neoliberales y antipopulares de Ivan Duque con la misma impetuosidad que el chileno y el ecuatoriano.

Y el dramatismo en la región lo completa el golpe de estado en Bolivia contra el gobierno proindígena y nacional de Evo Morales. Bolivia, con los indicadores económicos, sociales y sanitarios más altos de América del Sur, ha expuesto con evidencia palmaria, la posibilidad y el éxito de una política nacional y popular contraria a los dictados del FMI y a los manuales de neoliberalismo. Cochabamba, El Alto y La Paz muestran en sus calles las luchas populares contra el golpe y la protesta por la regresión en las políticas de explotación y segregación racial y neocolonial.

En nuestro país, bastaron cuatro años de gobierno de derecha, neoliberal y pro-FMI de Mauricio Macri (2015/2019) para destruir una gran parte de lo construido en doce años anteriores de gobierno nacional y popular. Endeudamiento brutal, hambre en vastos sectores populares,  desocupación masiva,  cierre masivo de pequeñas y medianas industrias y comercios y hasta el deterioro  de grandes empresas no incluidas en el círculo de las privilegiadas por el gobierno y sus negocios, muestran a las claras como terminan siempre estas políticas.

No obstante, el FMI sigue propiciando sus recetas en todo el mundo periférico para cumplir su función de gestor de negocios de los grupos dominantes. Soporte de la maximización de ganancias para estos grupos concentrados y la reprimarización de las  exportaciones y las economías de los países periféricos como el nuestro, en aras de la doctrina de las “ventajas comparativas”, condenándonos a ser proveedores de alimentos y compradores de productos industriales.

Pero la historia nos demuestra que los objetivos de estas políticas  se alcanzan  o no en función de las luchas populares que se opongan a ellas.

Los movimientos sociales populares se constituyen en plataforma sustancial para lograr nuevas políticas que resistan los embates del FMI y sus recetas y propongan caminos diferentes para el desarrollo económico y distribución más justa del producto social.

*Ignacio Paz, economista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

Deja una respuesta