El enemigo principal y la alternativa popular.

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Francisco Berdichevsky Linares*

La asunción presidencial por N. Kirchner, con sus aristas sorprendentes,  reactualiza la necesidad de caracterizar al  enemigo principal. Es la clave para orientar las luchas populares hacia su organización activa y protagónica en una coalición plural alternativa de   mayorías nacionales, condición necesaria para construir poder popular en escala local, sectorial, provincial y nacional.

Eso supone una amplitud de coincidencias entre quienes enfrentan  a dicho enemigo -de manera más profunda, parcial, temporal  y aún contradictoria-, indispensable para construir una correlación de fuerzas favorable al pueblo. Hoy, nuestro enemigo principal es el poder del modelo “neoliberal” dominante, rostro actual del sistema capitalista globalizado. Su superación concreta puede abrir rumbos para avanzar hacia la superación del sistema capitalista como tal. El Poder del enemigo está encarnado por el SuperEstado Mundial capitalista -imperial e imperialista-, con sus instituciones de gobierno (FMI, BM, BID, OMC, tentativa de imponer el ALCA, etc.). Lo integran los grandes grupos corporativos de los países capitalistas desarrollados, agrupados en el G7, y a veces en el G8. En su seno, es evidente la hegemonía del grupo Bush ante todo en el plano militar, aunque  existen en su interior contradicciones significativas. Este enemigo está enlazado con e integrado por grupos locales de poder económico y político, como satélites asociados e incondicionales.  
Los ejemplos de las nefastas consecuencias de la agresión del enemigo a nuestro pueblo son innumerables: negociados con las privatizadas; deuda externa usuraria con el FMI y con acreedores de bonos especulativos; fuga de capitales; complicidad con la gran banca financiera; convertibilidad irreal con destrucción de la industria nacional sustituida  por la “libre” importación; desocupación, pobreza, indigencia, precarización laboral, hambre, enfermedades por  desnutrición sobre todo infantil, exclusión del derecho popular a una calidad de vida digna, etc., todo ello en cifras millonarias. Tamaña agresión apela a un autoritarismo político-social e ideológico-cultural, como represión descarnada o  por manipulación desnacionalizante de la subjetividad social. La denuncia de esta “democracia condicionada” no significa subestimar -sino todo lo contrario-  cada logro democrático como espacio a ocupar y profundizar en favor de las luchas populares.
El enemigo corrompió  a las instituciones existentes y a sus grupos y personas, entre ellas  dirigentes  políticos y económicos de turno.  El abanico corruptor contaminó  las distintas esferas de  gobierno -Ejecutivo, Parlamento, Corte Suprema de Justicia y aparato judicial en general-, las Instituciones Estatales o Paraoficiales Represoras – Fuerzas Armadas, Policía y demás- y también las que deberían jugar una función social fundamental, como es el caso del PAMI. La macrocorrupción delictiva desde el enemigo, se extendió desde las cúpulas hacia todos los rincones de la sociedad, hasta llegar a los últimos eslabones de la cadena: los excluidos que se tornan víctimas-victimarios, como violencia incluso intrapueblo. Se ha producido una asociación siniestra entre represión, delito y corrupción desde los propios aparatos policiales,  parapoliciales, militares y represores en general. Pero desde la asunción de Kirchner, asistimos a una serie de medidas que indican la no subordinación incondicional al Poder del SuperEstado Mundial y a sus representantes locales.  En lo institucional, asistimos al  descabezamiento de  cúpulas militares ultraderechistas y  de las represivas, corruptas y delictivas de la Policía y de otras instituciones (Gendarmería, Prefectura, etc.). Lo mismo sucede  en todas las esferas de la Justicia y en instituciones estatales diversas. Son valorables las medidas tendientes  a conservar y preservar la memoria histórica frente a la violación genocida de los derechos humanos a la vida y la libertad por los jefes  del golpe fascista de 1976-83  y por su plena vigencia en la actualidad.
En el terreno económico-social, las propuestas y medidas muestran actitudes y actos positivos, que confrontan con la subordinación incondicional a los grupos de poder extorsivos, antipopulares y antinacionales. Hasta hoy,  aparecen más en la macroeconomía, como medidas parciales o categóricas. Incluyen aspectos contradictorios e incluso concesiones al Macropoder, que no sólo dependen de los límites ideológicos del gobierno y de sus objetivos, sino y sobre todo, de la demora en construir una correlación popular de fuerzas coincidentes que  pueda  respaldar aspectos gubernamentales  positivos, y criticar con alternativas superadoras los insuficientes o negativos. Se comprueban  medidas auspiciosas, aunque aún insuficientes,  como ciertos aumentos mínimos, estímulos a la producción nacional, control de las privatizadas, recuperación de la soberanía radioeléctrica, con reestatización incluso, aunque con nuevas licitaciones reprivatizadoras. Del grado de participación estatal como promoción, propiedad, empresas mixtas o modos de gestión pública  con coparticipación popular, dependerá la superación o  la persistencia en grado variable del modelo “neoliberal”. Igualmente valorable es la actitud firme en torno a la quita del 75% en la deuda especulativa de  los bonos, y el debate contra las presiones del FMI en cuanto a manipular el superávit para cobrar su deuda, en lugar de destinarla al bienestar popular.  Medidas más  profundas serían la investigación de la deuda con el FMI y una moratoria, pero eso requiere no sólo una voluntad gubernamental hoy no explicitada, sino la fuerza de un  poder popular que cuente con  sus propios expertos. Los recientes aumentos en el gas, la electricidad y otras zonas, indican continuidades y concesiones al modelo. Aparecen contradicciones  en torno a los aspectos positivos y negativos – como continuidad del modelo- de la nueva Ley laboral, y a tantos otros terrenos. En estos casos, la valoración de los aspectos que confrontan con el enemigo principal y la superación crítica de los contradictorios o negativos, dependen no sólo y no tanto de la gestión gubernamental, sino de la construcción de un poder popular como coalición plural activa y organizada. Las medidas que más requieren de esta coalición, se refieren a la persistencia de cifras millonarias de desocupación y subocupación, de pobreza e indigencia. 
Es una prueba de ceguera tan errónea como perjudicial para los intereses de nuestro pueblo, confundir globalmente al gobierno actual con el enemigo principal o creer que tiende a romper por sí solo totalmente con él. .  La superación esencial global del modelo neoliberal y de su poder como enemigo principal,  corresponde al campo popular, a condición de que se logre concretar la amplia coincidencia ya citada. La construcción del espacio de lucha popular alternativa, tropieza hasta la fecha con varios factores. Existen luchas pero aún sectoriales, y se observa un estado de expectativa más que de lucha popular coordinada, con predominio actual del optimismo pero con grados de  escepticismo pasivo también comprobable. Subsisten rasgos  de la antipolítica como resistencia a la coordinación sociopolítica organizada, en cuanto riesgo de autoritarismo y de corrupción en todo dirigente, como fatalismo del poder, junto con tendencias delegatarias, trabas psicológico-culturales para una democracia participativa, etc. En las asambleas barriales que persisten, a veces se conjugan reclamos justos pero que sólo pueden ser fruto de una correlación popular de fuerzas aún no concretada, e imposiciones sectarias desde grupos de izquierda estereotipada, con propuestas “radicales”  verbales que alejan al resto, y con  prácticas valiosas de solidaridad, siempre que al no proyectarse sociopolíticamente, no se deslicen a la solidaridad sólo mínima y asistencial.
 Los movimientos piqueteros son una respuesta justa frente a la desocupación. Toda valoración positiva  o crítica de los mismos debe partir de ese hecho como algo que si no se supera, exigirá luchas desde los excluidos. Pero está afectando a la unidad entre los movimientos piqueteros y de ellos con el resto del pueblo -incluyendo al conjunto  de  desocupados-  la estrechez sectaria de determinados dirigentes de ciertos  grupos piqueteros. Precisamente, para lograr la zona justa de sus reclamos, desde sus reivindicaciones asistenciales hoy tan mínimas hasta propuestas más profundas frente al enemigo -como el no pago de la deuda externa-, se requiere que  los métodos de lucha  contribuyan a la más vasta coincidencia popular. Las actitudes  de algunos líderes de grupos que no representan sino a una parte de los piqueteros y menos aún al conjunto popular, llevan objetivamente a lo contrario: al enfrentamiento, a la división y al aislamiento en relación con el resto del pueblo, y  no sólo con sectores intermedios policlasistas que incluyen a trabajadores. Favorecen la exigencia de represión que impulsan los sectores de derecha y el renacimiento de prejuicios racistas, con autoasunción de un pretendido papel de “vanguardia”. Su atribución absolutizada al Gobierno actual como el enemigo principal, implica un error grueso de apreciación, lo que sucede también con grupos de la izquierda tradicional estereotipada.  Traduce  una  cristalización sectaria, por apetitos hegemónicos a priori y por carencia grave de un nivel de análisis que reconozca al enemigo principal como fundamento de las coincidencias en el seno del pueblo,  para una alternativa superadora como programas y formas de lucha.
En coincidencia con la CTA, con los compañeros de Tesis 11 y con otras organizaciones   populares, pienso que la única manera de ir arrancando trozos de poder al enemigo principal, con vistas a su superación estructural, es la construcción de poder popular desde un gran movimiento sociopolítico que cambie en   favor del pueblo la correlación de fuerzas,  con  democracia participativa y protagonismo popular en los niveles locales, provinciales, nacionales e incluso regionales -ante todo con Brasil y el resto del Mercosur- y mundiales.           

* Francisco Berdichevsky Linares, médico psicoanalista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

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