El Che. A 40 años de su asesinato

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Horacio Ramos*

 “Su lección de grandeza se hace aún más imprescindible en  estos tiempos de intelectuales desencantados ,insertos en  el sistema y que alertan contra el peligro que personifican  los soñadores.”
                                                                                      -Volodia Teitelboim-

            
                                               
                                               
                                                                                                                                   
Había nacido en Rosario en el otoño de 1928 y de pibe lo llevaron a Alta Gracia, porque suponían que el clima en Córdoba era lo mejor para su asma incipiente. Sus primeros estudios fueron desordenados, aunque apoyados por una vasta biblioteca que su padre  había sabido cultivar. Apasionado por los deportes, a los 15 años realizó la hazaña de recorrer el país en bicicleta, así como luego, ya adulto, descubrió las tempestades que sacudían al continente latinoamericano, viajando en motocicleta junto a su amigo Alberto Granado. Pero cuando en 1947 bajó a Buenos Aires para seguir estudios en la Facultad de Medicina, pudo encontrarse con una pléyade de jóvenes combatientes por la justicia y los derechos de los trabajadores, entre quienes se contaban también nuestros queridos hermanos Mauricio Lebedinsky  y Juan Gervasio Paz.
Tiempo arriba, ya en la isla de tabaco y ron que él sintió como propia, luchó junto a Fidel, Camilo y Raúl, hasta tocar las estrellas refulgentes que siempre alumbran el cielo de La Habana. Pero un día sintió que centurias de padecimiento, aventura y desesperación, continuaban hirviendo en su sangre ante el drama que seguía envolviendo a la Patria Grande. Volvió a recorrer el mundo con sus manos solidarias y el corazón al viento, y al final del camino, cayó en un pedazo de selva oscura, en Bolivia, dejando en su mochila el porqué de una vida y la señal del mayor desprendimiento que un ser humano puede brindar: morir desnudo de toda desnudez, con la vista puesta en el porvenir de los pueblos que supo amar hasta el último latido. Ese fue Ernesto Guevara de la Serna, el Che, un tipo de esos a los que uno, permanentemente, siente la necesidad de seguir llamando compañero.
                                                                      
                                                                                             H. R.              
             

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“Más de un siglo para comenzar
a comprender lo que nos pasaba,
elaborar nuestras propuestas y luego
de tantas experiencias hermosas,
comenzar a alumbrar un nuevo tiempo.”

Víctor De Gennaro
(“Historia del Movimiento Obrero Argentino”)
                                                                                                                  

La C.T.A.

La historia comenzó en Burzaco, en el sur del Gran Buenos Aires, el 1 de diciembre de 1991. Fue allí que, frente al ajuste de Carlos Menem y su triunfo electoral, un puñado de dirigentes se comprometió a construir un sindicalismo autónomo de los partidos políticos, los gobiernos y los empresarios. Posteriormente, en 1992, nace el Congreso de los Trabajadores Argentinos y cuatro años más tarde, en el Luna Park de Buenos Aires, se funda la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA).
Ya había comenzado la serie de hitos fundamentales de la organización con la campaña del millón de firmas contra la jubilación privada de 1993, y la Marcha Federal de 1994 que agitó conciencias a lo largo de todo el país para finalizar en la Plaza de Mayo, constituyéndose en la primera gran movilización nacional contra el gobierno neoliberal de Menem. Con el paso del tiempo, y en la lucha sin tregua contra los enemigos de nuestro pueblo y la defensa insobornable de los intereses de los trabajadores, la CTA fue generando hechos que alimentaron la búsqueda de una nueva cultura nacional, popular y democrática, tales como: el Primer Encuentro Nacional por un Nuevo Pensamiento, las marchas contra la Reforma Laboral de De la Rúa y el Fondo Monetario Internacional, la Campaña Nacional por el Empleo que devino en la Marcha Grande, el Frenapo y la participación activa, a partir de 2001, en el Forum Social Mundial, con la convicción de que otro mundo es posible.

Hoy, la CTA asumió el combate definitivo por su Personería Gremial,  hecho que sería el colofón para la institucionalización de una verdadera libertad y democracia sindical. La actual Ley 23551 de Asociaciones Profesionales, es incompatible con el Convenio Internacional nº 87 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y fue el eje de la discusión que se desarrolló este año en el seno de la mencionada organización, donde se intimó al gobierno de nuestro país a finalizar con esta grosera anomalía. Ante una CGT sumergida en estos meses (como es su característica) en una lucha sin principios de burócratas y sindicalistas convertidos en empresarios, crece la CTA como una central que ha sabido poner el acento de su actividad, en el rescate de las mejores tradiciones de la clase obrera y el pueblo, desde la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde, el 17 de octubre y el Cordobaza. En el marco de los vientos tumultuosos y vivificadores que soplan en la Argentina y América del Sur, se hace necesario la adopción de una fuerte decisión política que ponga fin, de una vez por todas, a este anacronismo sindical que perjudica a millones de trabajadores y le hace el juego a la reacción patronal y sus cómplices de siempre.

*Horacio Ramos, periodista, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

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