Ecuador: Por quién doblan las campanas

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Xavier Garaicoa*

No tañen lúgubremente por nosotros, pese al extremo desamparo sanitario y asistencial en que nos encontramos sumidos a causa de la desoladora pandemia del COVID 19 que tantas vidas valiosas ha cobrado y a tan gran cantidad de familias mantiene sumidas en la desocupación y hundidas en la miseria. Tampoco marcan con su tono grave el tiempo que va transcurriendo preñado de obligaciones coloniales impuestas a los pueblos indígenas, ni acompasan sus repiques con las imploraciones angustiosas que provoca la marginalidad en que se debaten los excluidos a causa de cualquier tipo de diferencia justificativa de las desigualdades, con las cuales comúnmente se mide la disponibilidad laboral y social de las personas. Esta vez y de forma vibrante, a través del resultado electoral reciente resuenan festivas por todo el Ecuador -superando el desastroso intervalo marcado por la abjuración del gobierno de Moreno- asociándose a la alegría del pueblo ante la posibilidad cierta de recuperar el tiempo perdido con la reinstauración fugaz de la doctrina neo liberal durante el cuatrienio morenista. Están vivas aun en la memoria popular las angustiosas horas de la tragedia sanitaria y el recuerdo imborrable de las represiones sufridas para acallar su resistencia en las jornadas de rebeldía llevadas a cabo en octubre del 2019. Sin embargo, nuevos aires se respiran ante los magros resultados obtenidos por los noveles cultores del despiadado credo mercado céntrico, cobijados aún bajo las ruinas de Alianza País, y por los exponentes de agrupaciones satélites como SUMA, pero especialmente por las correspondientes a la coalición electoral de CREO y el Partido Social Cristiano, que presentaran como su candidato presidencial al banquero conservador Guillermo Lasso.

Curiosamente y contra toda lógica, obstinados en mantener a toda costa la credibilidad de su visión sobre el carácter inmanente y supra histórico de la economía capitalista de mercado, abundan en los medios de comunicación toda clase de “estudios” fraguados por analistas y articulistas en los cuales se proclama sin empacho, que el  perdedor de las elecciones es nada menos que al binomio de la UNES conformado por Andrés Arauz y Carlos Rabascall, recurriendo para sustentar tal aseveración descabellada al peregrino argumento de que, pese a sacar más de diez puntos de ventaja a sus inmediatos seguidores, no cumplieron con su consigna de triunfar en la primera vuelta.

Para emprender en un análisis integral sobre el resultado electoral y las perspectivas que se abren tras los comicios, resulta pertinente atenernos a un criterio hermenéutico que nos permita examinar las regularidades que se esconden tras las cifras, relacionándolas por una parte con los vínculos que derivan de los mecanismos que rigen un proceso de representación política destinado a consagrar una autoridad pública y, por la otra, con la orientación que pretende imprimir a su actividad en el ejercicio de su mandato, dentro del marco de las atribuciones que tiene asignada para ejercer su competencia.

Como señalara Antonio Gramsci[1], los números obtenidos en un proceso electoral miden la difusión y persuasión que se irradian desde un conglomerado social e ideológico más o menos homogéneo hacia un conjunto disperso, heterogéneo en su composición e inconexo en sus intereses conformando una población no constituida aun en pueblo. En las condiciones de una sociedad multinacional y de enorme diversidad como lo es la ecuatoriana, este fenómeno de la hegemonía en el ejercicio de poder social se ve fragmentado considerablemente a causa de la regionalización ecológica, psico social y cultural y a la estratificación que por variados motivos atraviesa a su estructura social. Esto hace que la representación política se fracture, pese a la vigencia de las respectivas reglas formales a la que se sujeta la representación, contenidas en normas, procedimientos y métodos correspondientes a una lógica para la formación de mandatos bajo examen y control revocatorio.

Es por eso que el primer elemento llamativo en un proceso electoral como el reciente, realizado en condiciones de crisis orgánica acentuada por el colapso económico y social en que se debate el país, es precisamente la disimilitud en la asignación del voto mayoritario en las diferentes regiones y subregiones del país. En las cinco provincias costeras identificadas en su estructura mercantil donde prima la producción agro industrial, las manufacturas fabril y artesanal acompañadas de la recolección de frutos del mar y la tierra, habitadas por la mayoría poblacional y electoral del Ecuador, así como en dos de las provincias que conforman un hinterland con el altiplano andino, triunfó de manera indiscutible el binomio Arauz-Rabascall, desplazando al segundo lugar a la coalición de derechas incluso en Guayaquil, urbe portuaria cuyo aparato municipal viene siendo manejado por el Partido Social Cristiano desde hace décadas. Una especie de frente popular se gesta bajo multiplicidad de formas como expresión de la conjunción de intereses subsumidos bajo relaciones monopolizantes.

Por otro lado, tenemos a las provincias de la zona centro sur de la serranía, así como a las de la región amazónica donde, además de la economía parcelaria y manufacturera que prima en las primeras, se asientan las actividades mineras e hidrocarburíferas concesionadas a monopolios extranjeros, cuya población es más escasa y de composición multi étnica, entre la que se cuenta a fuertes contingentes indígenas tanto en el altiplano como en la floresta amazónica. Este numeroso conjunto de distritos electorales dio el triunfo al candidato de la coalición indigenista y de la izquierda anticorreísta formada por el Pachakutik y la Unidad Popular. Es allí donde se sustenta el grueso del electorado del dirigente indígena Yaku Pérez que hasta la fecha pugna por que se le reconozca la opción de disputar la segunda vuelta electoral por parte del Consejo Nacional Electoral conformado de manera excepcional para dar cabida a representantes promovidos por las agrupaciones de derecha y del propio Pachakutik. En esa constelación electoral se expresa la diversidad de la resistencia anticolonial afianzada en una tradición histórica de los pueblos ancestrales que luchan por sus espacios vitales y por sus identidades sustanciales.

El candidato de las derechas por su parte, obtiene la primera votación en la capital de la República y en la provincia que la contiene, así como en la provincia de las islas Galápagos, cuya numerosa población en el caso de la primera, sufre el control e influencia que sobre ellas ejerce el aparato estatal por intermedio de la burocracia y de las dependencias gubernativas. En el entorno de la sierra centro norte donde su ubica Quito, la votación de Arauz se ve afectada por el resurgimiento de un electorado con lealtad socialdemócrata, gracias a la reactivación de la Izquierda  Democrática como organización que se moviliza en torno a causas con atractivo para millenials, feministas y toda clase de situacionistas. Su candidato, un joven empresario no afiliado, ha expresado de antemano su repudio a cualquier compromiso con lo que denomina como izquierda extremista y corrupta, refiriéndose a la UNES de Arauz-Rabascall.

En tales circunstancias, es posible proyectar la posibilidad de un triunfo del binomio de la UNES en el balotaje de Abril, a condición de resistir sin ceder ante la campaña hostil de desprestigio desatada en su contra por los medios, y de saber afianzar su imagen en tanto opción progresista, dispuesta no solo a recuperar los lineamientos fundamentales de la política económica y social del gobierno de Correa, altamente valorada por amplios sectores del pueblo, sino además a demostrar que tiene la capacidad suficiente para conducir hacia una salida de la crisis que sea consecuente con las necesidades y anhelos del pueblo ecuatoriano para alcanzar la emancipación, promoviendo la unidad entre las expresiones diversas del pueblo trabajador en su variedad y diversidad, promoviendo una amplia y significativa participación directa de esos sectores en las tareas de la gestión pública, orientándose claramente para ello por el principio y por la práctica efectiva de la plurinacionalidad e interculturalidad.

Esa definición pasa ante todo, por una decidida actuación de la UNES y de sus candidatos junto al pueblo para impedir que en sus últimos estertores hasta el 24 de mayo en que se posesiona oficialmente el nuevo gobierno, el régimen traidor de Moreno consume apresuradamente y a marchas forzadas el programa comprometido con el FMI para llevar a cabo la privatización del Banco Central y las concesiones de las empresas públicas que manejan la Refinería Petrolera de Esmeraldas y la Corporación Nacional de Telecomunicaciones. El cumplimiento de estas tareas patrióticas en defensa de la autonomía financiera y del patrimonio energético y comunicacional del país, proveerá de una sólida base moral a las candidaturas que se puede traducir en un fuerte respaldo con movilización popular para construir un gobierno auténticamente progresista.

Guayaquil, 10 de febrero del 2021,

*Doctor sobresaliente cum laude en Derechos, Libertades y Garantidas Constitucionales. Universidad de Castilla-La Mancha. Miembro de número de la Academia de Historia.                                        

[1] Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado. Ediciones Nueva Visiona, Buenos Aires, p. 91-92.,

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