Donald Trump y Mike Pompeo contra la tradición institucionalista norteamericana

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Por Manuela Expósito – Lic. Ciencia Política (U.B.A.)

El actual presidente norteamericano-que busca revalidar su mandato hacia noviembre-, y el secretario de Estado, se encuentran sumergidos en una maniobra dirigida a posponer las elecciones a toda costa. 

Si es difícil concebir la figura de Don Quijote sin Sancho Panza a su lado, imposible es entonces separar la del presidente Donald Trump de Michael Pompeo. Claro que éste último es mucho más que un simple ladero para el primer mandatario estadounidense: sus pergaminos hablan por sí mismos. Pompeo, que cuenta con un título en Derecho de la Universidad de Harvard, velozmente pasó de ser jefe de la Agencia Central de Inteligencia (C.I.A., según sus sigas originales) a ser designado hace apenas dos años como Secretario de Estado de la presidencia. Es, también, un orgulloso militante del Tea Party, como se ha dado en llamar al ala de derecha más radicalizada dentro del Partido Republicano; y como tal, un convencido de que, quien golpea primero, golpea más fuerte. Pompeo es el prototipo de hombre duro que representa al “mundo libre occidental”, en oposición a toda una serie de líderes que hace un buen tiempo vienen disputándole a su nación el lugar de potencia indiscutible en el ámbito internacional.

Tanto Trump como Pompeo siguen atentamente las encuestas que castigan, semana a semana, con mayor dureza al ex empresario y actual presidente. Tanto las manifestaciones en defensa de los derechos civiles de la población afrodescendiente –que han ocasionado enfrentamientos con las fuerzas federales, las cuales han debido incluso retirarse de Portland, Oregon, por la reacción popular- como los resultados negativos de la gestión de salud durante la pandemia, han ocasionado un marcado descenso en el apoyo de ciertos sectores que en 2016 habían apostado por el “cambio” propuesto por el empresario hotelero y ex estrella de reality show. En tanto buenos estrategas, y hábiles manipuladores de la opinión pública, ambos saben que para unir fronteras adentro, siempre es útil encontrar un enemigo por fuera. Y China, en su papel de principal incubador del Co-Vid 19, se ha convertido en el blanco perfecto.

“Descreer y verificar” es el lema que Pompeo ha acuñado en una de sus recientes conferencias de prensa, haciendo una referencia directa al uso de información clasificada para perjudicar rivales que se hace desde tiempos de la Guerra Fría. “Asegurar nuestras libertades del Partido Comunista Chino es la misión de nuestro tiempo, y Estados Unidos está perfectamente posicionado para liderar esa batalla, por nuestros principios fundantes”, explicó el Secretario de Estado, en medio de la lucha personal que tiene con las aplicaciones de celulares desarrolladas en Oriente, entre ellas Tik Tok. “Tenemos que admitir una dura verdad, que deberá guiarnos en los años y décadas por venir, que si queremos un Siglo XXI libre, y no el Siglo chino con el que sueña Xi Jingping, con el viejo paradigma de compromiso ciego con China, simplemente no lo lograremos”, afirmaba Pompeo frente a una prensa ya acostumbrada a sus críticas, dirigidas a gobiernos como el ruso, el chino, el iraní e incluso el venezolano.

Con las intenciones de ensuciar la contienda electoral, de sembrar el miedo ante el avance demócrata –que podría restablecer las relaciones comerciales con Beijing- y sin siquiera lograr convencer al propio Partido Republicano de acompañarlos en la propuesta de mover las elecciones hasta que los números sean un poco más favorables, Pompeo arremetió con una propuesta casi insólita: ofreció una recompensa de U$S 10 millones para quienes puedan proporcionar información sobre la posibilidad de que haya interferencia extranjera en las elecciones estadounidenses, que conduzca a un arresto de los involucrados. La inteligencia del país del norte ha sembrado la semilla de la duda, sindicando a los rusos como los responsables de manipular información que se propagó a través de las redes sociales, y que pudo haber tenido influencia en el resultado de las elecciones del 2016 en Estados Unidos.Añadió Pompeo: “Pienso que el pueblo estadounidense debería estar tranquilo, sabiendo que si existe la amenaza de una interferencia china, iraní, rusa o norcoreana, o de cualquier país, e incluso de actores no estatales que ahora tienen la capacidad de tratar de intervenir en nuestras elecciones, esta administración tomará seriamente su responsabilidad al asegurarse de que cada voto estadounidense se cuenta, apropiadamente, y que la influencia extranjera será minimizada”. 

Apropiándose de lo denunciado por el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, en relación al robo de información que el gobierno chino habría efectuado de ciertas compañías de capital norteamericano, Pompeo usa el miedo y la desconfianza como armas políticas: los ciberataques podrían incluso hacer colapsar la infraestructura de conteo de votos. Curioso es que el discurso de Pompeo se instale luego de la agitación de Donald Trump vía Twitter, que desató críticas incluso dentro del bloque de representantes republicanos. Rechazando la posibilidad de votar por correo, Trump sugirió que debería atrasarse la fecha de las elecciones hasta que “sea más seguro” para de esta manera evitar “la elección más imprecisa y fraudulenta de la historia”. Su mano derecha, replicó: “Lo he visto en mi estado natal, Kansas. Cuando cambiás las reglas de votación estando tan cerca de las elecciones, se convierte en una tarea difícil”. Tanto Trump como Pompeo saben que, a pesar de que al momento de invadir otras naciones, voltear gobiernos democráticamente electos, y facilitar entrenamiento militar o armas para desestabilizar regímenes no afines, los partidos políticos que dominan el espectro estadounidense suelen estar de acuerdo, cuando la cuestión se traslada al ámbito doméstico, todo cambia. La institucionalidad –esa que establece que la fecha de las elecciones será el 3 de Noviembre, como ha acontecido desde 1845 hasta la fecha, suceda lo que suceda- es el último límite, aquel que ni siquiera los propios aliados del actual presidente están dispuestos a traspasar. Cierto es que a un halcón de la C.I.A. como Pompeo, la institucionalidad no es prioritaria cuando se trata de mantenerse en el poder. ¿Decidirá decirle nuevamente que sí el pueblo a esta manera de tomar decisiones por cuatro años más? ¿Habrá tenido suficiente de la actitud falsamente rebelde de su primer mandatario y determinará finalmente sacudírselo de sus espaldas, por respeto al menos hacia todos aquellos que perdieron sus vidas por la minimización de la crisis sanitaria, producto del Coronavirus?

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