Chile: Entre el pasado y el presente

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Revista Nº 143 (06/2021)

Edición dedicada a América Latina

(chile)

Claudio Ponce*

El pueblo de la hermana república chilena se debate entre la continuidad o la transformación. El presente de su contexto social y político está signado por un dilema que, o bien hace posible un proceso de mutación que conduzca a la nación por el sendero de una profunda emancipación, o se retrocede a un pasado ya conocido y sufrido por los sectores subalternos de la sociedad trasandina. La resolución de esta disputa en favor de los grupos más representativos del pueblo trabajador, de los estudiantes, del movimiento feminista y de los pueblos originarios, iniciaría el camino hacia una nueva y definitiva liberación del allegado país latioamericano.

El estallido social iniciado el 18 de octubre de 2019 en la República de Chile, cuyo detonante fue un aumento en el transporte público de “treinta pesos”, generó un proceso de lucha masiva, no por los “treinta pesos”, sino por la institucionalización de la iniquidad que perduró “treinta años” hasta el presente. Si bien el gobierno de Piñera al principio consideró la protesta como una confrontación de un supuesto “enemigo interno” contrario a la democracia, la continuidad de la rebelión social y la violenta represión gubernamental, pusieron en evidencia ante el mundo, el profundo grado de injusticia e inmoralidad que se vivía en Chile desde el inicio del Terrorismo de Estado Pinochetista.

Hoy, luego de casi dos años de lucha, de elevadas cifras que contabilizaron muertos y heridos, el pueblo chileno ganó un espacio político muy importante en la contienda contra el neoliberalismo dominante en la región. La posibilidad que le abrió a las mayorías el triunfo electoral en pos de la  reforma constitucional, le otorgó a los sectores populares una oportunidad para lograr de forma definitiva una Ley Fundamental que obligue a las Administraciones de turno, a garantizar derechos sociales básicos en temas tan centrales como la salud, la educación, el reconocimiento de derechos laborales y la representación de los pueblos originarios.

¿Será posible un Estado Pluricultural en Chile? La victoria electoral de los colectivos de izquierda y anti-neoliberales en la elección de los constituyentes, ¿garantiza por sí misma una profunda transformación política en el país trasandino? ¿Existe alguna posibilidad por medio de la cual los sectores tradicionales favorables a la continuidad neoliberal puedan sabotear este proceso?

El gobierno de Sebastián Piñera está a pocos meses de lograr su principal objetivo desde octubre de 2019, poder llegar a terminar su gestión. Luego de haber intentado mediante una violenta represión, al más puro estilo pinochetista, detener la masiva protesta social de un pueblo agotado por la naturalización de una súper-abundancia de medidas injustas contra su vida cotidiana, Piñera tuvo que convivir con una lucha popular que nunca se doblegó. Además, a esta lucha se sumaron los efectos de una pandemia que corrió el velo de la pantalla mentirosa que escondía el miserable estado en que se encontraba la salud pública.

La rebelión popular puso de manifiesto el fracaso de la “teoría del derrame” y le dobló el brazo a la derecha conservadora, obligando a replantear toda la historia política contemporánea del país a través de una reforma constitucional. La Constitución del Terrorismo de Estado pinochetista que había mantenido la conculcación de derechos iniciada en el sangriento golpe de Estado de 1973, estuvo en vigencia desde el supuesto retorno “democrático” y avalada por el mismo déspota que había conducido los destinos del Estado durante los diecisiete años anteriores. Parecía que otra vez, la tradición cultural “feudo-vasallática” impuesta por la “aristocracia” chilena desde el “Estado Portaliano” en adelante, conservaba el “poder” en aquellos que se creían superiores y más aptos para conducir el destino de la nación. Esta “falacia democrática” del experimento neoliberal de Chile, fue la verdadera causa de la lucha iniciada por la sublevación juvenil del 18 de octubre de 2019, con el objeto de lograr una mayor democratización de la sociedad. Revuelta ésta que prontamente se convirtió en una masiva lucha popular de todos los sectores de la sociedad chilena.

La derrota sufrida por la derecha en las elecciones de los candidatos a la Asamblea Constituyente, muy a pesar de los intentos del gobierno de Piñera para presentarse como un “defensor de la democracia” denunciando los peligros que significaría para la nación una Constitución con ideas de “izquierda”, fue contundente. Ahora bien, los colectivos triunfantes en la elección todavía tienen como asignatura pendiente alcanzar a fundar un movimiento popular que haga posible la “unidad en la acción”. Es decir que, tanto los representantes de los pueblos originarios, del colectivo feminista, de los estudiantes y los trabajadores, puedan lograr una clara unidad de concepción en la praxis política para terminar para siempre con una nefasta tradición cultural chilena que legitimó la necesidad de un “poder fuerte” para garantizar el “orden social”.

Para conseguir este objetivo, los sectores más ligados a los intereses populares deben alejarse de los errores habituales de la partidocracia tradicional. De esta forma, deben dar un paso importante en la constitución de un “Movimiento Nacional y Popular” que pueda conducir este proceso hacia una nueva organización social y política que posibilite una clara emancipación de los poderes económicos concentrados de la oligarquía chilena.

Más allá de la “diversidad” de miradas que se observan en los grupos contrarios a la continuidad del neoliberalismo, el proyecto político surgido de la nueva Constitución debe ser el fruto de un compromiso de los sectores de izquierda para hacer factible un gran acuerdo de unidad en pos de un proyecto de nación alternativo al que se concibió y perduró con un alto costo de sangre y muerte en el pueblo chileno. Para que ello sea posible, los congresales elegidos no deben temer, como lo expresa Manuel Cabieses Donoso, afrontar el problema para modificar “el corazón de la vieja Carta Magna” heredada de la continuidad “pseudo-democrática” posterior a la dictadura pinochetista.[1] Este autor advierte sobre el peligro de que la nueva convención constituyente sea guiada por los representantes conservadores y la vieja partidocracia hacia un derrotero gatopardista en donde “…todo cambie para que no cambie nada…” Siguiendo el artículo del citado autor, esta posibilidad existe a pesar de la contundente victoria de la diversidad progresista. El problema radica en que para poder transformar el núcleo podrido del antiguo régimen autoritario, se requieren acuerdos profundos y tácticos en el seno de una izquierda que haga posible una visión estratégica, necesaria y superadora de sectarismo absurdos, para lograr la construcción de una nueva nación. Mientras el gobierno de Piñera, un dirigente casi “jubilado” de la política, escandaliza a sus propios con proyectos tales como el “matrimonio igualitario” al solo efecto de concluir lo mejor posible su gestión y distraer con una suerte de campaña para las elecciones de noviembre, los congresales constituyentes no deben caer en la trampa de la vieja política de dar mayor importancia a las elecciones de fin de año que a la redacción de una nueva Constitución que haga factible la profunda transformación que Chile demanda.

El pueblo chileno tiene una oportunidad única para refundar una nación que haga posible un proyecto de vida en común verdaderamente democrático y popular. Esa responsabilidad hoy reside en los congresales elegidos, en aquellos denominados “independientes” que no son todos de izquierda, en los del Partido Comunista y el Frente Amplio, en representantes del feminismo, de los estudiantes, de los trabajadores y también de los Pueblos Originarios. La vieja guardia conservadora cuenta también con sus propios constituyentes, si bien no representan un número considerable, sus treinta y siete integrantes de los cuales diecisiete son de extrema derecha, pueden contaminar todos los posibles acuerdos para sabotear el verdadero objeto de la reforma constitucional.

El peligro está latente, no desapareció con el triunfo electoral, la derecha derrotada es una bestia herida que puede hacer mucho daño aún. La gran batalla ideológica está planteada, la contienda no será fácil pero no es imposible la conquista, el objetivo es un Estado Pluricultural Chileno que garantice una clara democracia popular con mayor justicia social y equidad económica. De esta forma se irá clausurando para siempre la lógica política del “amo y el esclavo” junto al aparato de un Estado fundado solo en la estructura autoritaria legitimada en la normativa del “mando-obediencia”.

La República de Chile vive un proceso con final abierto, su pueblo no puede ser decepcionado nuevamente. Una nueva nación, una sana y digna forma de vida es merecida por el pueblo de Chile, esos derechos se lo han ganado con su lucha.

*Claudio Esteban Ponce, Licenciado en Historia, integrante de la Comisión de América Latina de Tesis 11.    


[1] Cabieses Donoso, Manuel. Los payasos se van pero llegan otros. América Latina en Movimiento. 2 de Junio de 2021.

Una respuesta a “Chile: Entre el pasado y el presente”

  1. YOLANDA MONTES dice:

    Las expresiones vertidas en este articulo no deben ser tomadas como un simple deseo de la refundación de este pueblo sufriente, pero acostumbrado una gran parte, sino de todo el pueblo latinoamericano, cada palabra debe ir por debajo tierra como la raíces de los arboles y renacer en las mentes de los jóvenes y de los oprimidos que se consideren como tales y que entiendan que la opresión que están padeciendo no es más que la continuidad de la esclavitud . es necesario que estas palabras resuenen en sus mentes como campanas y tambores que los mantengan despiertos y atentos al menos para no ser encadenados. La lucha continua…..

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