Bolivia de pie.

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Horacio Ramos*

La asunción de Evo Morales.

La cultura precolombina más antigua del país es la de Tíahuanaco, ubicada en el altiplano boliviano, al sur del lago Titicaca. En medio de esas ruinas sagradas y ante los “mallkus” (jefes) aymaras, el sábado 21 de enero Evo Morales juraba, igual que sus ancestros, fidelidad a su pueblo recordando una frase de honda raíz incaica: “No robar, no mentir, no ser flojo.”  Precepto que, seguramente, el héroe Túpac Katari, pronunció en 1780 cuando sitiaba La Paz, antes de ser ajusticiado por los conquistadores. Al día siguiente, en el parlamento y de manos del vicepresidente Álvaro García Linera, Evo recibía la banda presidencial consagrándolo como primer mandatario electo indígena, campesino y cocalero del país. Por la tarde, la Plaza de los Héroes se poblaba otra vez de ponchos y sandalias, y hasta la dinamita minera sonaba más optimista que en anteriores ocasiones.

Atrás quedaba una historia de masacres y rebeliones, con sólo breves “primaveras”, como la de los primeros años de revolución del `52, la Asamblea Popular de 1971 o el triunfo de la izquierda en 1982, liderado por Hernán Siles Zuazo. Hoy, con profunda alegría, recogemos las oportunas palabras de Eduardo Galeano al festejar este hecho histórico para todos los latinoamericanos: “¡ Que viva este parto, el alumbramiento de esta otra Bolivia, y que viva el nacimiento de otro mundo posible!”

*Horacio Ramos, periodista, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
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