Ser Lector. Capítulo XII: sobre viajes, miradas, lecturas y despedidas.

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León Masac*

Revista Tesis 11 (nº 113)

(Cultura/Cine/Libros/Sociedad)

Luego de haber escrito XI columnas en la revista durante más de dos años, pienso que es el momento de cerrar una etapa, por eso hoy me despido para volver a soñar despierto en mis lecturas y poder volver a trasmitir mis subjetivas interpretaciones desde un nuevo lugar. Como buen lector entiendo de los cierres y los finales, por eso esta columna la dedicamos a la despedida, o al comienzo.

Hoy me levanté pensando qué buscamos cuando leemos, me subí al colectivo tratando de dilucidar esas razones que nos motivan a leer por leer, para pasar el rato, para relajarnos de la cotidianidad. Miraba las caras dormidas de esas personas que día tras días se enfrentan a sufrimientos, felicidades, frustraciones, pero que a pesar de eso, de ese cansancio diario, suben al colectivo y abren un libro, y leen. Como escapando, como si se perdieran en un mundo que les es ajeno pero se quieren apropiar.

Cada tanto, un sonido brusco hace que levanten su vista mientras el libro queda detenido sobre la falda, pero pronto vuelven y las letras, como si fueran calles, recorren un geografía inmensa.

No solemos saber bien qué leen estos lectores viajeros, pero inclinamos nuestras cabezas para conocer, mas no sea, el autor que los tiene desvelados, atrapados, contraídos.

Durante el viaje al trabajo de un viernes bien otoñal, me pregunto los motivos que llevan a leer a los lectores; me inquieta entender qué es lo que los apasiona tanto para poner en relieve esas letras que tapan el propio recorrido del ómnibus.

Creo que el lector ve un mundo que es del otro, el lector es un gran chusma que desde su ventana quiere ver otras historias que permitan construir la suya propia, capaz por eso me gustó tanto el libro “Diez cuentos de un tirón” de Gustavo Moscona.

En este libro uno no lee su propia historia, lee la historia de Moscona, sus recuerdos, sus sentidos, sus miradas; pero ese construir de su pasado, ese unir un mundo de recuerdos y reconstruir historias vividas hacen que uno atraviese la barrera de su propia historia porque es cuando el mundo de los otros tiene para nosotros mismos una representación, cuando entendemos por qué leemos.

Cuando decidí escribir esta breve columna, creí que era necesario darle otra lectura a la obra de Moscona y fue ahí, en el colectivo línea 6, cuando un viajero con cara de dormido, ojitos achinados, y con la boca reseca me mira, mira el libro y con cara de pregunta dirige su mirada, pero no logra emitir palabra y se mantiene en silencio, como espiando.

Es que la pasión de la lectura involucra el saber del otro, del que lee, del que escribe, del que sueña con esa lectura.

En las reiteradas columnas que escribí para Tesis 11 intenté mostrar eso, lo que sentimos cuando leemos, lo que pensamos, soñamos y esperamos de nuestras lecturas, involucrando en muchos casos nuestras propias vidas. Quizás en lo sucesivo sea necesario comenzar a escribir nuestras propias historias, para eso la introspección sobre nosotros mismos constituye el factor fundamental de ser lector, pero también de ser escritor. Como escribí una vez, son estas etapas las que constituyen un salto, un paso hacia delante, un espacio de una gran secuencia y hay que saber leerlas.

Por eso he decidido poner una pausa a esta columna, observar desde lejos lo que hemos encontrado en nuestras lecturas y lo que ha constituido escribir esta columna, y quizás retomar con nuevas miradas y renovadas formas de ver lo que día a día leemos.

¡Hasta Siempre!

*León Masac, escritor aficionado.


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