Agustín Tosco.

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Horacio Ramos*

Esto es Coronel Moldes y estamos casi a 80 kilómetros de Río Cuarto, un territorio que se nutre de mieses y ganado y donde sus habitantes, de sol a sol, despiertan de su hondo letargo a este suelo tan pródigo. Hoy es 22 de mayo de 1930 y Dominga, campesina de estirpe, piamontesa nacida a orillas del Po, acaba de parir un hijo varón: Agustín, pero le dirán “Tino” en la chacra de los Tosco. Luego, en la batalla sin tregua contra la injusticia, madurará junto con él, un apodo que sabrá vestir con el mismo decoro que su modesta ropa de electrotécnico: : El Gringo.

 

El Cordobazo. Los trabajadores y estudiantes ocupan la ciudad y los pobladores de la Docta se van incorporando y ayudan materialmente en todas las formas. En el Barrio Clínicas, fuego y barricadas, solidaridad y combate. Y en medio de la lucha, un nombre que se agita igual que una bandera: Agustín Tosco. Tiempo arriba, en 1974, la Triple “A” de López Rega, decide su eliminación pero él no se intimida: viaja, interviene en actos, organiza. ¿Cuál habrá sido la matriz de este hombre? ¿Qué sino forjó esta estructura de tolerancia y acero? Una cruel enfermedad, agravada por la carencia de atención adecuada como producto de la clandestinidad, lo derrumba en noviembre de 1975. Sólo tenía 45 años.

 

Este notable ser humano, cuyo perfil sindical debe ser un ejemplo para sus iguales por su insobornable fidelidad hacia sus compañeros, tenía la estatura moral que le daba el tamaño de su esperanza. Y ésta le exigía la búsqueda de un mañana exento de barreras, un refugio común para que los hombres pudieran acceder a un horizonte sin brumas, vital y transparente. Patria, al fin, de coraje y sueños altos. Oliendo a Primavera.

*Horacio Ramos, periodista, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

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