Uruguay: La hora del análisis y las proyecciones políticas

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AL FINALIZAR UN LARGO CICLO ELECTORAL

Se analizan en este artículo algunas de las novedades que trajo el periplo electoral que acaba de terminar y se reflexiona acerca de los nuevos desafíos que debe enfrentar la democracia uruguaya.

Por Fernando Rama

El pasado 10 de mayo culminó un largo ciclo electoral. El resultado final ya es conocido por todos: el Frente Amplio mantuvo por tercera vez el Poder Ejecutivo, triunfó en seis departamentos que en conjunto representan al 68% de la población del país y ganó numerosas alcaldías. Posee, además, una clara mayoría parlamentaria. El Partido Nacional aparece como la principal fuerza opositora, manteniendo el predominio en doce de las circunscripciones departamentales del país. El Partido Colorado realizó la peor elección en su larga historia y todos los analistas coinciden en que su recuperación será muy dificultosa. Es difícil pronosticar qué sucederá con el agrupamiento que en el contexto de la Concertación montevideana lideró el empresario Edgardo Novick.

No pretendemos realizar un análisis minucioso de esta larga sucesión de campañas electorales y de las causas de los resultados alcanzados por cada componente del espectro político uruguayo. Sí pretendemos señalar algunos aspectos que significan un cambio respecto a otras secuencias electorales y reflexionar sobre si es o no conveniente para la profundización de la democracia mantener este extenso calendario y algunas de las reglas establecidas.

Entre las novedades podemos señalar el rol desempeñado por las encuestas, donde los resultados finales pusieron en cuestión la calidad técnica de las metodologías utilizadas por las empresas. La primera incongruencia se registró en las elecciones internas del Partido Nacional: una semana antes del acto electoral las encuestadoras pronosticaban el triunfo del senador Jorge Larrañaga. Cuando se abrieron las urnas resultó triunfador Luis Lacalle Pou. Las internas de los otros partidos no necesitaban pronósticos ya que no significaros un real proceso competitivo.

La segunda compulsa en la que fallaron las proyecciones de intención de voto fue en el referendo sobre la propuesta del líder de Vamos Uruguay, Pedro Bordaberry, que pretendía bajar la edad de imputabilidad de los menores de 18 a 16 años. Es cierto que las encuestas reflejaron correctamente el resultado probable durante varios meses. Hay que recordar que esta propuesta estuvo en la agenda en forma permanente durante varios meses. Pero cuando en la arremetida final el voto contrario a la baja comenzó a cobrar fuerza, las empresas encuestadoras reflejaron la realidad con cierto retardo, lo que también puede tomarse como un fracaso.

La tercera disonancia entre la realidad y los números obtenidos a partir de muestras poblacionales fue la más dramática y la que quizá se recuerde más en el futuro. Hasta último momento las compulsas de intención de voto señalaban con énfasis una paridad entre el Frente Amplio y los partidos tradicionales, con leve supremacía de estos últimos. Se afirmó con igual certidumbre que el Frente Amplio no alcanzaría la mayoría parlamentaria en ninguna de las cámaras legislativas. Los resultados de octubre del 2014 desmintieron en forma contundente todos los pronósticos, en especial por la impresionante cosecha de votos frenteamplistas obtenida en el interior el país.

Vale la pena señalar que no todas las empresas encuestadoras se equivocaron en igual medida y alguna que otra se acercó bastante al resultado final. Pero de todos modos lo que podemos llamar “el problema de las encuestas” fue algo más que un detalle anecdótico. Todos los políticos declaran no darle importancia a las encuestas, lo que es parte del folklore electoral, pero lo cierto es que las proyecciones de voto influyen en la decisión de buena parte de la ciudadanía. Influyen en sentidos diversos: para reafirmar la intención de voto de algunos y para modificar esa intención en otros. Lo cierto es que las empresas encuestadoras quedaron malheridas y tendrán que rever sus metodologías para el futuro.

Otra característica novedosa en este ciclo electoral fue la recordada “campaña por la positiva” llevada a cabo por Lacalle Pou. Como toda novedad logró cautivar a una parte del electorado, pero con el andar del tiempo terminó cansando a muchos ciudadanos y mostrando la ausencia de contenido programático que la campaña pretendía soslayar. Por otra parte, en este “bendito país”, al decir de Julio Sánchez Padilla, todos nos conocemos y sabemos de dónde viene cada quién y qué intereses representa.

Los resultados de octubre le proporcionaron al Uruguay un sano respiro. La segunda vuelta, ya definidas las mayorías parlamentarias, fue un simple trámite y suscitó alguna que otra sugerencia en torno a la necesidad de cambiar las reglas del balotaje, uno de los temas a pensar hacia el futuro.

Las recientes elecciones municipales trajeron también algunas novedades, la principal de las cuales fue la mayor visibilidad que tuvieron los municipios. A ello contribuyó la ley que aumentó a ciento doce el número de cargos en disputa y también la gran cantidad de candidatos que se postularon en la mayoría de las localidades. De todos modos el incremento de participación ciudadana en la elección de este tercer nivel de gobierno estuvo por debajo de lo esperable, lo que indica la necesidad de seguir impulsando este aspecto de las reglas electorales que sin duda está llamado a ser cada vez más importante. La explicación tiene que ver, se nos ocurre, con dos cuestiones. Una es la prohibición del voto cruzado en esta doble instancia electoral –intendentes y alcaldes–, lo que posiblemente inhibió a parte de los electores a expresar sus auténticas preferencias. La otra explicación posible es la falta de militancia en general. Me refiero a la militancia sostenida en el tiempo y no a la movilización de último momento, donde los panfletos y las consignas sustituyen el cara a cara de escucha e intercambio de opiniones.

Sin embargo la gran novedad de este ciclo electoral, anunciada con mucha anticipación, fue la aparición del Partido de la Concertación en Montevideo. Se dio en este sentido una curiosa paradoja. Mientras que el institucionalizado Partido de la Concertación, concebido como una especie de experimento, fracasó en toda la línea, la concertación en los hechos triunfó en muchos departamentos del interior. La ida de Jorge Batlle a San José y Florida para promover que los colorados votasen al candidato nacionalista es todo un síntoma. Quiere decir que el experimento podría dar como resultado la formación de una concertación nacional, o sea dar lugar a un nuevo bipartidismo en el Uruguay.

Viene ahora el tiempo de la reflexión que cada colectividad política deberá procesar analizando circuito por circuito. En lo que respecta al Frente Amplio, la principal lección es, como lo fue siempre, el refuerzo de la unidad. En aquellos departamentos donde se procedió exhibiendo la unidad como un valor real, y no una fachada donde se notaban demasiado las grietas, los resultados fueron exitosos o una votación que permite proyectarse hacia el futuro. Allí donde predominaron los apetitos personalistas se fracasó. Esta lección debiera servir para las futuras instancias electorales y, en especial, para procesar adecuadamente la inevitable renovación generacional de los liderazgos.

Y ha llegado la hora, también, de repensar si todo el ciclo electoral debe mantenerse como hasta el momento, con pequeños cambios, o si las elecciones departamentales deben ocupar otro lugar en el calendario. Hay quienes sostienen que sería preferible dirimir los cargos a Intendente y Alcalde (y a las juntas departamentales y los municipios) en simultáneo con las elecciones nacionales. Otros prefieren diferir las elecciones municipales y convertirlas en elecciones de medio término, es decir trasladarlas para la mitad del mandato presidencial. Personalmente me inclino por esta última solución, pero no parece haber demasiado ambiente para ello.

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