CARTA ABIERTA: Otro modo de la intervención política

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CARLOS GIROTTI * CARTA ABIERTA: Otro modo de la intervención política.

El surgimiento de un espacio de reflexión colectiva, crítico y comprometido con el proceso de cambios que transita el país, fue el aporte original de un núcleo de intelectuales en las horas más desapacibles del conflicto por la redistribución de las rentas agrarias extraordinarias. Sirve ahora, además, de puente entre las diferentes parcelas de un movimiento popular democrático que todavía debe reconstruirse.

Es sabido que, sin canales dinámicos de participación y protagonismo colectivos; con estructuras partidarias que sólo despiertan de sus letargos burocráticos en vísperas electorales; sometida a una cultura política que trastoca el interés público de los ciudadanos hasta degradarlo en el afán egoísta del consumidor; la mayoría de la sociedad argentina aún no ha conseguido contar con un instrumento eficaz y confiable para la intervención política. Las preguntas formuladas en 2001 y parcialmente respondidas a partir de 2003, parecieran adquirir ahora tonalidades más dramáticas. Tal es el contexto, potenciado por la crisis de las retenciones, que posibilitó la confluencia práctica que diera pie a Carta Abierta.

Resulta poco menos que paradójico que la inexistencia de una fuerza social diera lugar al nacimiento de esta nueva modalidad de intervención política en la realidad. Las turbulencias de 2001, aquéllas que prohijaron el fenómeno de los piquetes y las cacerolas unidos en un único e informe estrépito, no tuvieron su continuidad en la constitución de un sistema orgánico de alianzas de intereses sociales que adoptara la fisonomía y el temperamento de un nuevo actor político. De hecho, la propia emergencia del kirchnerismo pareciera poder explicarse por esa extraña ausencia. Sea como fuere, a partir del período que se inicia en 2003, queda en evidencia que la sociedad argentina –y de modo particular las mayorías populares- carecen de cualquier mecanismo de avance que no sea la mayor o menor iniciativa de Kirchner.

La política queda así confinada al marco de lo superestructural y la participación ciudadana, verdadera clave para reasegurar un rumbo de sistemáticas transformaciones, sólo será echada en falta cuando la crisis por las retenciones móviles cale hondo en la institucionalidad democrática y en sus modos de reproducción y representación. Volvamos ahora a la paradoja. Si nos atenemos a las intervenciones públicas de Carta Abierta, es ineludible lo paradojal de las mismas: defender la institucionalidad democrática desde la intuición que ésta –y la cultura política en la que se asientajerarquiza la representación en desmedro de la participación.

Claro que, en términos constitucionales, el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus legítimos representantes. ¿Pero qué pasa cuando los mandatarios requieren del apoyo explícito y protagónico de los mandantes? ¿Cuánto de la representación sucumbe, en tiempos de crisis, si la participación ha venido siendo confinada a los laberintos de la retórica, ahogada en el cálculo preelectoral, sometida a una opción bianual en un cuarto oscuro y oscurecida a su vez cuando se apagan las luces de las cámaras televisivas?
Es probable que esos y otros interrogantes similares estuvieran en los orígenes impensados de Carta Abierta. Sin embargo, su novedoso modo de intervenir no se detuvo en esas preguntas ni en sus eventuales respuestas.

Al contrario, partió de caracterizar que un clima destituyente se había instalado y que, a caballo de éste, arremetía una nueva derecha en la escena política nacional. Es decir, Carta Abierta no se ensimismó; salió a plantear, en medio de la escena turbulenta de los cortes de ruta y el desabastecimiento, que lo que estaba en juego no sólo era parar a la reacción en marcha sino que también había que discutir el cómo y con quiénes. Esta disposición, diríamos, esta vocación militante de intervenir en forma directa en la situación, le valió a Carta Abierta la consideración y el respeto de los más diversos actores políticos y sociales. Y no podía ser de otra manera.

Sin partidos a los que subordinarse, aparatos que lo apoyaran, ni favores oficiales que lo alentasen, aquel reducido pero significativo grupo de intelectuales supo concitar la atención de casi dos mil adherentes y, desde allí, dialogar con el gobierno, con la CTA y la CGT, con múltiples organizaciones vinculadas a los reclamos a la gestión de Mauricio Macri y, sobre todo, imponerle una distancia de salvaguarda a los grandes y agresivos medios de comunicación. Aún hoy, a más de cinco meses de su aparición pública, el matutino La Nación no puede menos que ser cuidadoso con sus opiniones respecto de Carta Abierta. Pero la novedad que comporta su inusitado crecimiento –expresado en la multiplicación espontánea de espacios similares en varias capitales de provincia- no se agota en su persistente continuidad.

Las cuatro epístolas emitidas, la declaración conjunta con las centrales sindicales por la reestatización de Aerolíneas, las solicitadas y marchas con diversos actores políticos y sociales, así como las renovadas opiniones públicas vertidas por sus principales referentes, están evidenciando un abordaje original al principal interrogante de la coyuntura. Se trata de la pregunta en torno a cómo construir una fuerza popular capaz de defender los logros obtenidos hasta aquí y, sobre todo, cómo y con quiénes avanzar para garantizar una profundización de la experiencia iniciada en 2003.

Es evidente que la abrupta caída del paraíso financiero de Wall Street viene a introducir un elemento más de preocupación al escenario nacional. No obstante, y a fuerza de ser sinceros, este escenario ya estaba delineado –en sus trazos más dramáticos con la derrota de la iniciativa por las retenciones móviles.
A partir de allí, todo pareciera indicar que el gobierno de Cristina Kirchner queda plantado frente a una disyuntiva: debe optar entre una salida del laberinto por el lado del orden, o por una salida popular.
En este contexto –agudizado por la inminencia de un nuevo año electoral y la pérdida de consenso entre
vastas franjas de las capas medias- el problema de la construcción política no empieza ni termina con el armado de una lista de candidatos más o menos presentables. La derecha, en sus distintas vertientes y con sus más diversos anclajes políticos, sociales y económicos, presiona en un sentido inequívoco.

Se trata de marcarle al gobierno de que no hay retorno posible al período presidido por Néstor Kirchner. Este país debe enveredarse hacia un orden sin sobresaltos, dirigido por una nueva troupe de gestores prolijos que no dejen resquicios por los que se cuele ninguna forma de intervención popular. Y los gestores hasta podrían salir del dispositivo kirchnerista, por qué no, como una continuidad legitimada de origen, pero absolutamente disruptiva del período histórico abierto en 2003. Frente a este panorama, para nada antojadizo (ver las decisiones oficiales en materia de jubilaciones móviles, apertura de negociaciones con los fondos buitres, etc.), las preguntas formuladas por Carta Abierta comienzan a resonar en otros espacios con una autoridad inusitada.

Resulta muy llamativo que cuando ningún actor político cuenta con la confianza o al menos la aquiescencia de los demás para convocar al conjunto, la escritura y la voz de Carta Abierta posibilita encuentros y diálogos hasta aquí insospechados. Así ocurrió con la CTA y la CGT a propósito de Aerolíneas: un texto preparado como borrador por Carta Abierta finalmente fue utilizado sin modificaciones para la declaración tripartita. Así ocurrió con los principales movimientos sociales vinculados desde un inicio al universo kirchnerista que, invitados por la Carta, se dispusieron una vez más a intercambiar pareceres cuando hacía tiempo que habían abandonado dicha práctica. Así ocurrió con integrantes del gabinete nacional e, incluso, con el propio Néstor Kirchner, a quienes Carta Abierta pudo manifestarles sin reservas sus puntos de vista.

Vale decir, Carta Abierta irrumpe en la realidad política porque elige un modo de intervención que, por prescindir del cálculo electoral y de la búsqueda de prestigios o favores, se yergue como una referencia
autorizada y reconocida a la hora de la construcción colectiva. Sin embargo, con ser esta característica
muy importante no lo es tanto si comparada con la principal: quienes componen Carta Abierta no se ven a sí mismos ni al espacio como un protopartido o algo que se le parezca. Desde luego que el nacimiento y actual desarrollo de Carta Abierta supone una definición poco menos que explícita respecto del papel que usualmente se les otorgara a los intelectuales en vinculación con la política. Pero en ningún caso ello comporta la adopción de un sesgo corporativo.

Al contrario, Carta Abierta es en lo esencial sus asambleas democráticas y sus escritos, no la figuración
personal, ni el beneplácito de las academias. Como bien suele decirse en las plenarias que ocurren cada dos sábados en la Biblioteca Nacional, puede ocurrir que esta experiencia finalice mañana mismo pero, aun así, habrá aportado con su surgimiento un nuevo modo para entender la intervención política y, sobre todo, para hacer del interés público y de su defensa incondicional una clave insustituible para profundizar la democracia y la distribución de la riqueza.

Bs.As., 30 sept 2008

* Sociólogo. Dirigente de ATE Capital. Integrante del Espacio Carta Abierta.

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