Los triunfos y las derrotas perduran en el tiempo

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Rodolfo Casals*

Marzo y abril son meses donde todos los años se conmemoran dos acontecimientos trascendentales de la historia reciente: el golpe genocida de marzo del 76 y el aniversario en abril de la primera marcha de las Madres de  Plaza de Mayo.

Son fechas dolorosas y a la vez cargadas de simbología popular. Y encierran paradojas de una magnitud histórica. Esos días en que se conmemora la derrota más importante y sangrienta del movimiento popular argentino en el siglo XX es a la vez un momento de valoración de uno de los triunfos culturales más significativos de nuestra vida, que nos acompaña con el símbolo imperecedero de los pañuelos blancos y con una sensación de victoria que no puede borrar el dolor lacerante por los caídos, los desaparecidos y los hijos robados. En esos sentimientos contradictorios estriba la paradoja del Nunca Más.

El Nunca Más, con todo lo que conlleva, es una batalla ganada de una magnitud difícil de dimensionar. Cabe preguntarse: ¿hubiéramos tenido los doce años y la nueva oportunidad del actual gobierno sin esa gesta y ese resultado? Nadie tiene respuestas a las preguntas contra fácticas, pero lo más probable es que no.

El Nunca Más mirado en su conjunto le dio un piso a la democracia argentina difícil de perforar, no solo por algún militar trasnochado que pueda haber, sino por los Macri, Bullrich, y tanto fascista que hoy mira con esperanza el crecimiento de Vox en España y se ilusiono con Bolsonaro acá, cerquita, en la vecindad.

¡Que acierto el de Néstor de haber tomado el Nunca Más que venía golpeado por las leyes del perdón, el indulto y la teoría de los dos demonios y haberlo llevado a las más altas cumbres de la moral combativa y democrática del pueblo argentino! Y esas victorias marcan más allá de su cuarto de hora y hoy son un arma popular poderosa, son parte muy importante de la correlación de fuerzas.

En estos días se está discutiendo si aumentar o no las retenciones a la exportación de alimentos para asistir a la angustiosa situación de la mesa popular. Y leyendo análisis y opiniones, uno se encuentra con un hallazgo notable: un periodista dice que el gobierno no lo haría por dos razones: una económica: las retenciones desalientan la exportación y hacen falta dólares. Y la otra política, que consiste en los efectos en la conciencia y el sentido común de la derrota de la 125 y sus retenciones móviles en el 2008. ¡El Nunca Más derroto a la impunidad y la teoría de los dos demonios! ¡Y el triunfo de las patronales exportadoras consolidó la idea de que son el trabajo y la producción frente a la política parasitaria que se lo quiere arrebatar con impuestos!

 ¿Que tienen de común las dos cosas? : ¡Que el triunfo o la derrota de las grandes batallas políticas tienen consecuencias a futuro! ¡No se van aunque hayan pasado y forman parte de la correlación de fuerzas!

Esto por supuesto no es una novedad para nadie iniciado en los temas políticos o históricos, y lo vemos todas las veces que hablan nuestras Madres y Abuelas queridas (sobre todo, tengo que decirlo, cuando habla Hebe, que con sus discursos urgentes no vacila en poner en valor el gran triunfo del Nunca Más en los acontecimientos actuales).

En estos días se abrió una brecha enorme en lo que todos consideran el arma más exitosa de nuestros enemigos en este tiempo: El Lawfare, la combinación siniestra de la “justicia”, los medios de comunicación dominantes y el poder político.

La brecha se abrió en Brasil con los fallos últimos acerca de las causas fraguadas contra Lula. Y han puesto de espaldas contra la lona al “Juez” Moro, aquel que era el niño mimado de la derecha latinoamericana (y norteamericana también).

Y en la Argentina también hay muchas novedades, desde las causas de Dolores y Lomas de Zamora, hasta el deschave (en realidad “El Destape”) de las visitas deportivas y gastronómicas a Olivos, y su contenido real propio de la Inquisición de nuestros tiempos.

La verdad aflora por todos lados y señala a los culpables, los beneficiarios y encubridores. La verdad se abre paso en la maraña de operaciones políticas y de tremendos problemas urgentes como la Pandemia y la crisis económica.

Pero la batalla no se está ganando: Nuestros valientes presas y presos políticos siguen presos, los procesados siguen procesados y a Cristina la siguen atacando y persiguiendo política y judicialmente. La Corte sigue allí, golpeada, exhibiendo su ruina en el cuarto piso del edificio que esconde sus miserias. Comodoro Py entró en disputa pero continúa actuando y sentenciando como si nada pasara. Las leyes, mínimas y modestas, duermen el sueño de los justos en los cajones enmohecidos de la Cámara de diputados, y los socios peronistas (?) del oprobio dicen: ”esos temas no los tratamos…No crean consenso” (dicen lo mismo que los menemistas cuando aparecía algún proyecto de derogar las leyes de Punto Final y Obediencia Debida).

Se dice, con razón, que si se consolida este poder judicial no se va a poder gobernar la Argentina ni cambiar nada a favor del pueblo. Es lícito agregar que si esta batalla no se da con más energía desde el gobierno y sobre todo desde el movimiento popular, la derecha habrá clavado un grueso pilar en el rio en su soñado tránsito a un estado policial, y que la mayor pesadilla es que algún dia un periodista escriba que en la Argentina no hay libertad porque nosotros no supimos derrotar el Lawfare y sus consecuencias.

*Rodolfo Casals, Integrante de la corriente popular K (en la 13 de Abril)

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