Hasta siempre compañero, por un lugar donde la mierda no pueda llegar….

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Revista Nº 126 (07/2018)

(homenajes)

El título de este homenaje al entrañable compañero Edgardo Rozycki* lo escribió su nieto Federico y el emotivo texto su nieta Mora, en el que se menciona un bello y humano texto escrito por Edgardo en septiembre del 2000 que su hija Vera introduce al final.


De todas las veces que hemos escuchado teorías acerca de la vida, la muerte, la resurrección, se ha pensado que hay un principio y un final.

Para la cultura maya, la vida y la muerte son dos elementos indispensables en los cuales no hay un tiempo determinado sino fases por las cuales todos tenemos que pasar. Para ellos, todos, cada persona, tiene un corazón sagrado que más allá de ser físicamente un órgano, está compuesto de valores, memoria, voluntad, emociones. Y llegada su hora, se desprendían del cuerpo y habitaban el lugar. Mi abuelo tenía un corazón sagrado, pero lejos de ser sagrado, primero fue combatiente. Para todos los que tuvieron la suerte de conocerlo y para todos los que están ahora acá, sabrán porque lo digo. Espero que no se confundan y que sea cierto, porque si hemos de tener valores alrededor, si son los de él, mejor.

Una vez me contó que en su vida a cierta edad se puso metas. Una de ellas un 21 de septiembre del 2000, fue vivir quince años más para bailar un vals, y lo cumplió.

Nunca supe cuál fue su próxima meta….. Pero estoy segura que de recordarlo, la cumpliría.

Muerto es aquel que nadie recuerda, y esto no es un adiós ni un hasta pronto, es un HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!!!

Ese era el viejo… Un corazón combatiente, un ser que ERA muchas más veces por el otro que por él mismo. Un generoso irremediable. Y se nota, en sus hijos y sus nietos se nota clarito clarito. Gracias por haber echo de nosotros lo que somos. Y lo que seguiremos siendo. Imposible no extrañarte hom!

El texto donde Edgardo se pone el objetivo de llegar a bailar el vals se titula “¿Quince años no es nada?” y se muestra a continuación:

¿QUINCE AÑOS NO ES NADA?

Vivo… ¡pucha que importante! ¡Vivo! Y estoy muy contento de ejercer esta palabrita de sólo cuatro letras que tanto implica, sentir lo que significa y poder expresarlo.

No era lo que pensaba escribir, pero esa palabra me provocó, y desde muy adentro brotó como un geiser, aunque nunca vi ninguno, lleno de vapor, explotando, saliéndose por la fuerza como esos alaridos que obligan a abrir la boca para que el mundo se entere de lo que interiormente nos quema.

Olvidate hermano, como dicen los pibes.

Retomo.

Vivo… en una casa grande y acogedora, con mi hijo mayor, mi nuera, mi nieto mayor y mi nieta, también la mayor de mis nietas.

Vivo con un perro y una perra y sus respectivos comederos, individuales ellos, y un bebedero común, son amiguitos viste?

Vivo con un gato y una gata, por supuesto con sus comederos y sí, un solo bebedero, tuvimos que castrar a la gata para que no se hagan demasiados amiguitos.

Vivo con un jamón, que hice, colgado en el patio y con una bondiola en salmuera, que colgaré a su debido tiempo.

Vivo pensando en los demás seres humanos y trabajo para que seamos cada vez más humanamente iguales.

Vivo bailando tango y aprendiendo a cantarlo.

Vivo con mis pipas, algún cigarro, mi guisqui y mis discos de música clásica, que me dicen de Porgy and Bess?

Vivo en este valle de lágrimas en donde derramo más alegría que lágrimas, sí  más alegrías, amor, compañerismo, solidaridad, más besos y abrazos, más miradas de frente, más palabras afectuosas, más muchas cosas, pero también lágrimas, como todo ser humano que piensa que la superficie cutánea que nos cubre,  con las mucosas incluidas, no es una excusa  para poner distancias con el otro. En realidad, aunque resulte difícil aceptarlo, somos muchísimas más veces “el otro” que uno mismo. Y si no, preguntale a cada uno de los miles de millones de habitantes del planeta quien sos.

Vivo deseando ver el primer brote de algún árbol para que la cercanía de la primavera me invada.

A veces también dejo de vivir, me deprimo, no encuentro incentivos, pregunto: ¿para qué?, no sé qué contestarme y no tengo ganas ni de bañarme. Los días fríos, nublados, lluviosos, me ponen así. Esto me ha costado más de una discusión con mis afectos.

Pero siempre sale el sol y, aunque haga frío, me surgen iniciativas, me pongo contento, me baño y restaño las heridas con las personas que quiero.

No creo ser un tipo bueno, siempre odié a la policía, a los referís y a las maestras de música, a la chica que me gustaba, al que salía con la chica que me gustaba y a mí también. Pero no soy un rebelde sin causa, respeto los semáforos, los lugares de estacionamiento, me pongo el cinturón de seguridad y no robo las naranjas del frutero de la esquina, aunque me tiren azahares.

Disfruto cosas como charlar entre amigos, saludarme con los vecinos, mirar la luna llena, mear en la tierra…y tantas otras.

Cuando se es joven no se necesitan muchas metas temporales, en la juventud nos sentimos indestructibles, porque tenemos tanto tiempo para alcanzar los logros planeados y los por planear, que no nos fijamos en el almanaque, vamos consiguiendo, vamos sumando, descartando, incorporando nuevos objetivos, dejando y agregando…viviendo nuestro tiempo sin pensar en él, sin tomarlo mucho en cuenta porque es interminable.

Cuando maduramos se acaba el tiempo interminable, es cuando intangiblemente comenzamos a planear en base a un determinado tiempo.

En dos años debería… en cinco años tendríamos, en tantos años…

Cuando termina ese tiempo interminable, comienza el tiempo parcelado, segmentado, acotado. En definitiva cuando comenzamos a asumir la muerte pensamos cuanto nos falta y qué cosas aún podríamos hacer, si planeamos cómo.

Mi viejo se murió a los 60 años, en plena actividad. Una gran injusticia para él, para nosotros y para todos los que lo querían y respetaban, que eran muchos.

En esa época, y no sé porque mecanismos inextricables, comencé a pensar que esa era una edad para morirse y, a pesar que las estadísticas afirmaban lo contrario, en algún recóndito lugar de mi bocho esa idea se instalaba firmemente.

Fue entonces que comencé a pensar que tenía que llegar al nuevo siglo, era toda una meta.

Seguramente por aquella razón, cuando me acercaba a los 60, comencé con los mismos síntomas que había padecido el viejo. Por suerte encaré el tema: fui al clínico, que me pidió una batería de estudios, que dieron bien, y al psicólogo para que me barriera alguna de la basura que yo había acumulado bajo mi alfombra.

Consecuencia: llegué a vivir el comienzo del siglo XXI, como era mi meta en aquellos tiempos, pensando que de aquí para adelante aceptaba con gusto todo lo que se me otorgara a posteriori, sin ninguna presunción temporal.

Pero:

Mora, mi nieta mayor, nació el 21 de Septiembre del 2000. ¡qué angustia¡, tenía menos de siete meses de gestación, mi nuera con reposo absoluto desde los cuatro meses, la piba nació con un kilo seiscientos, estuvo dos meses internada, y cuando, por fin, le dieron el alta…¿qué hicimos? Un asado en casa. La colita de cuadril, que estaba en la parrilla, era más grande que ella, el padre la sostenía en la palma de una mano, mientras le sacábamos la foto.

No recuerdo si fue cuando nació, cuando le dieron el alta, no recuerdo cuando, pero sí claramente lo que pensé: tengo que vivir quince años más para bailar con ella el vals.

Y nunca tuve dudas en cuanto a cumplir mi objetivo.

Ya está alquilado el salón, ya le hicieron el vestido, ya eligieron la comida y la bebida, ya tiene los zapatos, por lo tanto tenemos que practicar el vals. Y va a salir muy lindo.

Estaremos contentos y felices, sin comer perdices, yo, quizá, el más contento de todos, por la reunión, por los 15, por el vals y por haber logrado mi objetivo.

Pero cuando termine la fiesta voy a tener un problema: ¿para cuándo me fijo la próxima meta?

Quince años son muchos, tendré que ser algo más cauto…bueno ya se me va a ocurrir.

*Edgardo Rozycki: Médico, escritor. Militó en varios espacios políticos progresistas. Integró el Consejo Editorial de Tesis 11 en las dos últimas décadas y publicó varios artículos en nuestra revista “Tesis 11”. Integró también la Comisión Interna de Pueblo Tango en los últimos años.

 

 

 

 

 

 

3 respuestas a “Hasta siempre compañero, por un lugar donde la mierda no pueda llegar….”

  1. Augusto Areu dice:

    Querido Edgardo donde estés te mando un abrazo y nos volveremos a ver…

  2. Ana Maria Murano dice:

    Querido Edgardo .ya te extrañamos .pero estas siempre el 9 de Julio te esperamos como siempre en la puerta del TORTONI HASTA siempre Ana Maria

  3. Alonso Alfredo Alberto dice:

    Sin dudas un buen tipo, tuve la oportunidad de leer sus artículos, compartir con él algunas reuniones de Tesis 11, debates de Pueblo Tango y por supuesto varias milongas. Lo conoci a través de mi hermano Carlos (fueron buenos amigos y camaradas). Pegue buena onda con él de entrada, tipo cordial, amable, sincero y de irrenunciables convicciones progrecistas. Como los que valen, se fue con el cariño y el respeto de todos sus compañeros y amigos. Hasta el próximo tango, querido Edgardo.-
    Alfredo A. Alonso

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