“El Mercosur en el marco del Bicentenario: Desafíos presentes y futuros”

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Eduardo Sigal*

En su Bicentenario, la Argentina tiene como tarea actual y destino estratégico la integración regional.

El Bicentenario es un gran momento para pensar el lugar de nuestro país en el mundo y es un desafío de alta complejidad. Vivimos en un mundo incierto, en un mundo que ya no puede pensarse en clave de un relato histórico cerrado y cierto. Vivimos en un mundo al que podríamos caracterizar, en muchos aspectos, por la incertidumbre y por la necesidad, y por la capacidad, más de percibirlo que de dar respuestas.

El problema del debate sobre la inserción de la Argentina en el mundo, es que suele estar plagado de falsas certidumbres. La más reciente es la que nos dominó en los años noventa. Es el relato ideológico neoliberal de los noventa, que constituyó la interpretación del mundo a la medida de los sectores poderosos de la Argentina, no de todos los argentinos. Una interpretación del mundo a la medida de los grandes ganadores de la revolución neoconservadora que se inició a fines de los años setenta y a comienzos de los ochenta. Los aspectos centrales son conocidos: el fin de la Guerra Fría con la desaparición del comunismo en Europa, lo que significó la caída de un último obstáculo que significaría la consolidación de un régimen mundial único. Un orden único centrado en un solo país. Un orden basado en el dominio ilimitado de la propiedad privada, un capitalismo sin límites políticos, ni sociales, ni culturales, manejado por las ramas más poderosas. Un orden para el que la política y el sindicato eran una influencia negativa. En fin, una ideología de un individualismo absoluto.

Es decir, en definitiva era un orden político-militar sustentado en un modelo de sociedad, apoyado a su vez en la centralidad incompartida del mercado. Los Estados Nación aparecían, en esta centralidad ideológica, como residuos del mundo tal cual se conformó en el siglo XVII, después de la paz de Westfalia. Ya no podían coordinar un orden político en sus territorios porque las fuerzas realmente dinámicas de la economía, de las finanzas, del trabajo, de la cultura y hasta del crimen organizado, no reconocían fronteras estatales. Era entonces, la idea de las desregulaciones, de la espontaneidad del mercado y la flexibilización laboral en nombre del progreso que retrotrajo las condiciones de trabajo a las épocas anteriores a la conquista del  Estado Social.

¿Dónde tenía que estar, entonces, la Argentina con respecto a los que sostenían esa certeza de época? Tenía que estar donde lo indicaba su destino periférico; tenía que formar parte de la retaguardia activa de la principal superpotencia con la que compartía, además, los valores del modo de vida occidental. Era, si se quiere, una línea de pensamiento extremadamente simple: había un mundo bueno, de consumo creciente, de libertad individual, de oferta sin obstáculos, con proyectos de vida personales, y otro de ideologías, de burocracias, de estancamiento, de ausencia de proyectos individuales. Y así nos convertimos -los argentinos- en abanderados en la región de ese modelo que debía ser indiscutido. Y así fuimos parte de un colosal fracaso.

El mundo feliz del neoliberalismo terminó asumiendo el rostro de las crisis regionales más destructivas de la historia. Terminó siendo el mundo de la guerra antiterrorista, sin causa, preventivas, consumada al margen de todas las instituciones que el mundo destruyó en las últimas seis décadas y terminó en  el mundo de la crisis de los centros financieros mundiales, la más catastrófica desde 1930.

Sin embargo, el esquema conceptual de aquella época, no se ha retirado de la escena. Con frecuencia, se escucha decir a la derecha de nuestro país que la Argentina está fuera del mundo, que nos asociamos al pasado y que nos negamos a reconocer el mundo global. Y es así porque hay gente a la que no le gusta que Argentina esté comprometida, por ejemplo, con la defensa de la democracia en Bolivia y que se oponga a los procesos de desestabilización democrática y secesionistas en la región; porque protagonizamos la lucha contra la usurpación anti democrática en Honduras; porque rechazamos el unilateralismo en el orden mundial y regional e impugnamos la presencia de las bases militares norteamericanas en la región, como es el caso de Colombia. A algunos no les gusta que el tema de la integración regional y el Mercosur sea eje de nuestra política y de nuestra forma de insertarnos y relacionarnos con el mundo. Algunos no ven con buenos ojos que avancemos en un proceso de articulación de América del Sur.

En este marco, es importante reconocer que con estos elementos se van  cerrando, en cierta medida, algunos de los ejes por los que va transitando la política exterior argentina desde  1983 a esta parte y, particularmente, desde el 2003 en adelante.

Por dichas razones, se trabaja para una integración que sea más que libre comercio, que se articule en torno de la producción, que apunte a armonizar la macroeconomía de los países de la región, que construya espacios productivos de alta competitividad global, y que avance en la dirección de construir una nueva comunidad política de naciones soberanas en la región.

Está claro que no se está pensando en la Argentina del Bicentenario como una nación aislada y autárquica, sería una locura en este siglo XXI. No apuntamos a un mundo recluido sobre pequeñas identidades nacionales, cerrado a la innovación y a la libertad.

Por el contrario, desde nuestra estratégica unidad con Brasil, queremos ser actores en la construcción de un mundo reequilibrado. Un mundo con regiones articuladas que constituyan una geografía política plural, pacífica, altamente institucionalizada y previsible. Un mundo pacificado, no sobre la base de operativos militares unilaterales de rotundo fracaso, ni tampoco sobre la base de la lucha anti terrorista centrada en lo militar, con una visión etnocéntrica y negadora de la pluralidad.

El mundo debe ser pacificado si se alcanzan nuevos niveles de equidad en la distribución de los bienes materiales y simbólicos. Necesitamos otra apertura por parte de los grandes países, otros enfoques que nos permitan pensar en un mundo nuevo en este siglo XXI. Necesitaríamos a un Estados Unidos capaz de renunciar a un rol de hegemonía mundial, para poner su potencia al servicio de una institucionalidad internacional sólida y viable. Una Europa dispuesta a potenciar sus vínculos históricos con América Latina y generar acuerdos duraderos de interés y beneficio mutuo y recíproco. Eso es lo que se está buscando, y lo cierto es que existe plena expectativa de que durante el 2010 se abrirá un período de negociación entre el Mercosur y la Unión Europea, que nos permita avanzar decididamente en este proyecto de asociatividad, que hace muchos años se viene trabajando y aún no se ha logrado.

No caben dudas que existen condiciones para aproximarnos nuevamente a esta maduración que debemos lograr. Sin embargo, resulta necesario que esa decisión política sea acompañada con decisiones de beneficio mutuo, también desde el punto de vista económico y productivo.

En tal sentido, creemos que para ocupar ese lugar, no hay otra estrategia que la de la integración regional, y Europa nos ha enseñado mucho también en eso. La experiencia de más de cincuenta años en la construcción de la Unión Europea la tenemos muy presente -si bien adaptada a nuestras realidades- pero muy presente.

Entonces, no hay otra perspectiva que la de una nación de volumen. Necesitamos tener una Argentina insertada en la región, que potencie todas sus capacidades económicas, sociales, culturales, y también lo que una parte del mundo va a necesitar en esta nueva época que nos toca vivir: alimentos, agua, energía, recursos humanos. Debemos ponerlos al servicio de las demandas que van surgiendo en este mundo global; una región que lleva más de 20 años en el ciclo democrático más prolongado en su historia (En la región no hemos tenido experiencias, y en la Argentina tampoco, de períodos tan continuos de democracias) y es un valor que tenemos que aprender a apreciar y a transformarlo en un capital de todos nosotros.

Es una región que vive casi sin conflictos internacionales y cuyo nivel de pacificación, es realmente muy alto. Cada uno de esos países tiene que plantear esta visión regional superadora. La Argentina es un gran proyecto cultural y social en el seno de la región. Su siglo XX tiene la tradición de la justicia social en su código genético y fue la tierra de promisión en el sur del mundo, para millones de inmigrantes de los más diversos orígenes. Fue desde mediados de siglo XX hasta el golpe militar del año 76, un modelo de pleno empleo, de alta movilización, movilidad e integración social y de plena alfabetización, en el contexto de los desafíos del mundo en esa época.

Finalmente, es importante destacar que no tenemos por qué perder esa autoestima, que no es la soberbia de la gran potencia, ni el chovinismo de ciertos añoradores del granero del mundo. Se configura en la seguridad de poder aportar a un proceso de construcción política regional y de ahí dar un aporte en la dirección de un mundo más justo y más pacífico y, en consecuencia, también más seguro.

Estos son los ejes de nuestra política y desde allí creemos que podemos dar una contribución a este mundo el siglo XXI y conmemorar nuestro Bicentenario, no sólo mirando al pasado, sino mirando los desafíos del presente y del futuro.

*Eduardo Sigal, presidente del partido Frente Grande Nacional, subsecretario de Integración Americana y Mercosur (Cancillería Argentina)

Una respuesta a ““El Mercosur en el marco del Bicentenario: Desafíos presentes y futuros””

  1. Guillermo Glejzer dice:

    Muy inteligente y asociativa, la nota del subsecretario de integraciòn americana y mercosur Eduardo Sigal haciendo hincapiè en la articulaciòn que està teniendo la regiòn , con una baterìa de medidas tendientes a afianzar una independencia que lejos de ser de ser de alguna manera circunstancial està adquiriendo consistencia en el tiempo y pasando còmo siempre se la presentò por las potencias principales al nombrarla , “El patio trasero del continente americano” transformàndose en un bloque sòlido con poder de desiciòn creando con ello autonomìa de pensamiento y en consecuencia siendo espejo para ser mirado de otra manera por distintos bloques regionales de poder , màxime si tenemos en cuenta, el perfecto equilibrio logrado en la reciente resoluciòn del conflicto suscitado entre dos naciones hermanas còmo lo son Venezuela y Colombia anque limìtrofes sin dejar de mencionar el valioso aporte del Secretario de la uniòn de naciones sudamericanas ,Nèstor Kirchner primero recomponiendo el dialogo para la reanudaciòn de las relaciones entre àmbos paìses y luego en la posterior resoluciòn del mismo dàndo ejemplo al mundo de llegar a la paz sin necesidad de llegar a un conflicto armado , un saludo Guillermo

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