Editorial semanal de Tesis 11. La escuela del PRO

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El neoliberalismo, que todo lo mercantiliza, es cínico y violento. Su mejor expresión política en nuestro país, el PRO, ha demostrado muchas veces a lo largo de su gestión porteña esa doble condición de fascistas disfrazados de demócratas. Soledad Acuña no es la excepción, sino la confirmación de la regla. Su violenta descalificación de los maestros expresala continuidad de la política de desmantelamiento de la escuela pública, que ha sido vigorosamente enfrentada por los gremios docentes.

Que su interlocutor ocasional en la última embestida contra los docentes porteños haya sido el provocador Fernando Iglesias, es otra confirmación de que no existe división entre los que pretenden desestabilizar y sustituir al gobierno nacional provocando un golpe de mercado y los que supuestamente apuestan a una alternativa racional y dialoguista. Palomas y halcones son roles ocasionales, funcionales a una misma estrategia de fondo. Otra evidencia de la concordancia sustantiva entre los dos aparentes bandos, es que salió a respaldarla Patricia Bullrich.

Expresan sectores cada vez más radicalizados a medida que se ha concentrado la riqueza a nivel mundial y local, y que utilizan la descalificación de los que se les resisten para esconder su propia agresividad y a la vez justificarla, en nombre de una grieta que ellos promueven. Asumen la violencia como parte natural de la competencia darwinista que perciben que han ganado. Competencia que está en el núcleo de la lógica empresarial con la que conciben el mundo.

Por lo mismo, ha repetido Acuña y el Jefe de Gobierno Larreta ha hecho suyas esas palabras, que con los gremios no discute política educativa, sino sólo salarios. Como si el estado democrático fuese una empresa y ellos los encargados de gerenciarla. Así la política es entendida como una forma de imponer esa lógica autoritaria, reduciendo los conflictos a niveles administrables ante la opinión pública y movilizando sus propias bases en contra de un sindicalismo que pretenden desarticular. Por eso el lobo se disfraza de cordero y habla de “modernización”, mientras pretende reprimir.

La autojustificación de los que se perciben privilegiados en un mundo de desigualdad creciente, pasa por entender la vida también como competencia, de todos contra todos, como las empresas que siempre tienen que estar adaptándose a un entorno hostil y competitivo. Los pobres son los fracasados de esa competencia. No tienen las habilidades requeridas, incluso la voluntad de superarse. Carecen de suficiente “capital cultural”. No fueron adecuadamente “entrenados”. Merecen conmiseración, pero no son iguales.

En ese mundo “natural” que se imaginan, el que no está dispuesto a la lucha, perece. Pierde y por eso es despreciable. Ellos no lo son, porquehan ganado. Los ganadores son superiores y esa superioridad se evidencia a sus ojos en su mayor posesión de dinero. Así, finalmente la igualdad y los derechos comunes a todos los ciudadanos son, para esa lógica, corrosivos del buen funcionamiento del capitalismo. “Adoctrinamiento”, que es preciso erradicar.

Esa misma lógica los lleva fatalmente a ser antisindicales, en especial frente a aquellas organizaciones que no convalidan la mirada autoritaria y gerenciadora con la que pretenden disponer del estado democrático. En cambio, saben arreglar negocios con los flexibles y acomodaticios; que los hay, por supuesto. Acuña condensa la escuela del PRO. Lo hace con sonrisas, con supuestos datos “duros” que surgen de encuestas nacionales, con aparente eficiencia. Pero, más allá de toda seda, mona queda. Aunque sea una fuerza democrática, los republicanos del PRO son la continuidad de la dictadura genocida por otros medios.

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