Resistencia y Esperanza: Complejidades en el Presente Latinoamericano

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(América Latina)

Claudio Esteban Ponce*

La actualidad latinoamericana nos interpela y nos obliga a indagar en las razones que motivaron el giro social y político hacia la derecha más conservadora. Las transformaciones iniciadas en los comienzos del siglo XXI, fueron violentamente borradas con el argumento del desprecio hacia el populismo, tratando de tergiversar el verdadero significado y sentido de este concepto. Hoy, el fascismo establecido en Brasil, el neoliberalismo recuperando espacio en el continente, y la entrega de toda soberanía a los intereses extranjeros como política de Estado ejercida por la alianza “Cambiemos” en la Argentina, demanda lucha y reflexión para sostener ideológicamente la resistencia al capitalismo imperialista en el continente.


La historia de América Latina desde el “choque cultural” generado por la expansión europea, se caracterizó siempre por la resistencia a la dominación imperialista. A partir de la brutal colonización del siglo XVI llevada a cabo por España y Portugal, solo algunas culturas no urbanas soportaron los embates de la violencia capitalista hasta por lo menos la segunda mitad del siglo XIX. Conjuntamente al salvajismo de la conquista que promovió el sometimiento de los pueblos originarios, llegó el proceso de “aculturación” primero y el mestizaje después. Al cabo de trescientos años, y con la eliminación física de la mayoría de las comunidades indígenas, el continente latinoamericano se convirtió en un apéndice cultural de los absolutismos europeos hasta que los descendientes de dominadores y dominados tomaron la decisión política de emprender su propio camino.

Las luchas por la independencia lograron la liberación política de muchos Estados del continente, pero éstos no pudieron evitar volver a ser “presa” del “neocolonialismo económico” ejercido por una nueva centralidad imperialista. La complicidad de las oligarquías establecidas en las ex colonias de Iberoamérica, que sostuvieron una errónea “idea de progreso” solo ligada al beneficio de sus intereses de clase, hizo posible que las nuevas formas de dominación imperial lograran sus objetivos en los nacientes países americanos. De esta forma se produjo la transición del imperialismo español a la dominación inglesa. Inglaterra, primera potencia mundial del siglo XIX, se aseguró de hacer imposible la unión política del continente recientemente independizado, haciendo factible una mayor dependencia de su nueva centralidad. Como ejemplo de ello no tuvo ningún escrúpulo en fomentar la cruel guerra de la “triple alianza” a los efectos de garantizar sus intereses opresores en la región. Con posterioridad, el crack del ’29 y las guerras mundiales fueron los hechos del siglo XX que terminaron con la primacía de los “Anglos” en América Latina, haciendo viable que la hegemonía se fuera deslizando hacia los EEUU, consolidándose este país como la primera potencia del planeta a posteriori de la segunda guerra mundial.

El siglo XX comenzó a mostrar interesantes fenómenos sociales y políticos en diversos países del continente latinoamericano. La crisis de 1929 y la posterior reiteración de otra crisis interimperialista expresada en la segunda guerra mundial, puso en jaque al capitalismo mundial y obligó a que se produjeran algunos cambios económicos y políticos para que la cultura occidental pudiera sobrevivir. Estas crisis de los países centrales generó la posibilidad del desarrollo de movimientos nacionales y populares que desafiaron a las naciones imperialistas. El surgimiento de Lázaro Cárdenas en México como primer ejemplo, Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú como líder del Aprismo, el Movimiento Tenientista en Brasil y su posterior derivación en el Varguismo o el fenómeno del Peronismo en Argentina, fueron las expresiones que desafiaron la dominación colonial y empujaron a las oligarquías locales para ocupar los espacios públicos que anteriormente estaban vedados para las mayorías. El “populismo”, con el debido respeto y valoración del significado de este concepto, hizo posible que muchos Estados latinoamericanos iniciaran un nuevo camino de liberación económica, soberanía política y justicia social. El siglo XX se fue transformando en el tiempo de la confrontación entre las clases populares y las oligarquías dominantes aliadas al imperialismo, poniendo en contradicción dos conceptos irreconciliables, capitalismo y democracia, concentración de la riqueza en pocas manos, o construcción de una sociedad igualitaria.

Los movimientos populares en América Latina dejaron el legado de una mayor profundización de derechos, de una conciencia política que dificultó al poder concentrado retomar el poder sin apelar a la violencia de los golpes de Estado. Después del derrocamiento de Perón en Argentina, las intervenciones militares que violaban el Estado de Derecho se transformaron en la metodología recurrente y más propicia que minorías más ricas asociadas a la política exterior de los EEUU utilizaron en toda Latinoamérica, con la excusa de evitar la “penetración del comunismo” en el continente. Ahora bien, esta nueva “política del garrote” del imperialismo norteamericano fue desafiada imprevistamente por la Revolución Cubana. La influencia de esta revolución se expandió por toda la región mostrando que la liberación era posible. El éxito de “los barbudos” dio sustento a todas las agitaciones y luchas populares en América Latina. Este compromiso sumado al voluntarismo expresado por las generaciones de los años sesenta y setenta, fue combatido con toda la crueldad y el odio acumulado en unas Fuerzas Armadas que en cada Estado del continente estaba a las órdenes del imperialismo capitalista sustentando ese rencor en la “doctrina de la seguridad nacional”. EEUU ligado a las clases dominantes, promovió la instalación de dictaduras en toda Latinoamérica a los efectos de exterminar todo intento de transformación que afectara los intereses del sistema internacional. La instalación de los Terrorismos de Estado en la región conllevó la misión de internalizar la política del miedo para cambiar la cultura que proponía la primacía de lo colectivo por sobre lo individual, y de esta forma, establecer en su lugar los anti valores del egoísmo, el individualismo y la mezquindad. A esto se agregó la represión sangrienta usando como método la desaparición física de personas, la legitimación de la violencia institucional y la prédica del temor social. Todo esto fue justificado por los medios de prensa y las organizaciones de la sociedad que callaban el genocidio logrando dar fundamento a la formación de una estructura de carácter autoritario en el seno de las sociedades americanas.

El paulatino retorno al Estado de Derecho de los países sudamericanos no alcanzó para borrar las huellas de las dictaduras de la segunda mitad del siglo XX. La institucionalización política no significó un verdadero regreso a la democracia. Chile fue el mejor ejemplo de las pseudo-democracias latinoamericanas, la “constitución pinochetista” marcó el inicio de un proceso en el cual el sector conservador logró permanecer en el poder, e incluso dejar al dictador como senador vitalicio, más allá de los intentos de las alianzas progresistas que nunca pudieron concretar las acciones que prometían. Lo mismo sucedió con la social democracia de Brasil, y ni que hablar con la ola neoliberal de los años noventa en Argentina, Perú, Paraguay y demás naciones del continente. Recién en los albores del siglo XXI, luego de profundos sufrimientos provocados por las crisis generadas por el neoliberalismo, sobrevino en América Latina una oleada popular, una “primavera” política que lideraron Venezuela, Brasil y Argentina, pero que acompañaron Uruguay, Paraguay, Bolivia y Ecuador. Pareció la entrada a un cambio de época, semejó el comienzo de un camino irreversible que hizo creer nuevamente, al igual que las utopías de los años setenta, que la derecha estaba derrotada. Ni la derecha estaba vencida, ni el imperio detenido en sus pretensiones, solo fue una década donde retrocedieron para volver con más fuerza.

¿Por qué volvió la derecha en América Latina? ¿Por qué pasó desapercibido el golpe contra Zelaya en Honduras, o el derrocamiento pseudo-institucional de Lugo en Paraguay? ¿Por qué ganaron las elecciones las alianzas de la derecha conservadora en Argentina, Chile, Perú y Colombia? ¿Por qué muchos integrantes de los sectores progresistas defeccionaron y traicionaron sus propias convicciones como el expuesto caso de Ecuador? ¿Cuál fue la razón que motivó la atracción en Brasil de un discurso cargado de “odio al semejante” que hizo posible el triunfo electoral de Bolsonaro y que solo fue visto históricamente en el nacionalsocialismo? ¿Cómo se puede explicar que mayorías populares voten a sus propios explotadores?

En la línea de los artículos anteriores de Tesis 11, la respuesta a todo esto hay que indagarla en el plano cultural, terreno abonado por todos los medios que posee el capitalismo, ejerciendo, en términos de Pierre Bourdieu, una violencia simbólica nunca vista. La “colonización de las subjetividades” ataca por todos los flancos sin que los agredidos tomen conciencia de su padecimiento. Poco a poco la prédica del poder dominante se va naturalizando y tornándose en el sentido común de las personas que, creyéndose libres, confían y realizan su vida acorde a lo pretendido por la clase dominante. Para que esta violencia sea puesta en acción son utilizados todos los recursos con los que cuenta el sistema, dispuestos ellos por el imperialismo estadounidense y sus aliados, para mantener un orden global que de otra forma nunca sería aceptado por ser esencialmente injusto. La mentira que se presenta como media verdad es lo que cotidianamente utiliza el sistema capitalista para imponer su modelo de vida. Ésta apela a los instintos básicos, nunca a la racionalidad y la creatividad de los seres humanos, por el contrario, hace que afloren el egoísmo y el individualismo extremo haciendo entender que el “Otro”, “el Semejante”, es el verdadero enemigo. Instituciones intermedias, o sea sindicatos o instituciones eclesiásticas de diversas religiones y la prensa en general, han hecho posible la dominación de los pueblos por su tibieza y su falta de compromiso al nunca denunciar las injusticias contra las mayorías. Además se puede agregar que hasta ha habido periodistas que sostuvieron algo tan inverosímil como el advenimiento de una “derecha democrática”. Desde un análisis político, solo un imbécil o un mal intencionado con siniestros intereses pueden sostener semejante contradicción. Se ha permitido, por acción u omisión, que se expandiera una prédica radicalizada alimentando el odio entre los latinoamericanos e incluso intentar la provocación de conflictos absurdos entre los países del propio continente. Una prédica en la que los nuevos métodos de penetración de los servicios de inteligencia de EEUU se manifiestan por ejemplo en las iglesias universales llamadas electrónicas, que invaden todos los medios y difunden calumnias para destruir la imagen de los líderes populares.

El presente de América Latina es complejo. El “imperio ataca de nuevo” pero de otra forma y desde otro lugar. Como lo fue históricamente, cuenta con la alianza de las oligarquías extranjerizantes de siempre, pero con métodos más sofisticados y menos visibles para imponer su dominación. El peligro para la región estaría en la aceptación sumisa de un discurso impuesto desde fuera que impulsa un falaz y extremo nacionalismo que solo será útil para nuestra propia destrucción. El “continente de la esperanza” como fue llamada América Latina en los años setenta, se encuentra actualmente en un serio riesgo de desintegración política. Ahora bien, toda coyuntura desfavorable puede siempre ser modificada, todo pueblo está capacitado para “torcer” el destino. Si algo ha demostrado las revoluciones en la Historia es que la voluntad colectiva de los pueblos puede transformar toda realidad planificada por el poder concentrado que sostiene el sistema. Hoy, ante el peor de los escenarios por-venir, más que nunca debemos resistir y dar la batalla cultural para lograr persuadir a los sectores subalternos de la sociedad. Más allá de las manifestaciones, más allá de las masas ocupando el espacio público, la lucha está en lograr que esa resistencia de la clase trabajadora esté fundada en una clara convicción ideológica que haga posible la conciencia social y política, y la construcción de una moral militante que pueda enfrentar al capitalismo.

En un contexto desfavorable, en una cotidianidad que pareciera desarrollarse más que nunca en la avaricia y la egolatría, aunque sea como un grito en el desierto, volvemos a expresar que la liberación es posible, para los colectivos, para la Argentina y para América Latina.

*Claudio Esteban Ponce, Licenciado en Historia, miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11

Los artículos son responsabilidad de sus autores y no comprometen la opinión de Tesis 11

2 respuestas a “Resistencia y Esperanza: Complejidades en el Presente Latinoamericano”

  1. CLAUDIO QUERIDO! Mejor descripción del porque volvimos a l as derechas en América sería imposible. Muy valioso la idea de la colonización de las subjetividades. Realmente creo q la superestructura del sistema capitalista ha funcionado de forma contundente y eficiente para que las clases populares hayan votado a la derecha, increiblemente aun por dentro de los populismos. Me encanto tu sintesis Claudio!!!

  2. Susana Navarro dice:

    Como siempre excelente análisis-sintesis-reflexión!
    En este momento de gran desesperanza , en el que la sensación de estar gritando en el desierto nos invade, tu artículo refresca las neuronas y sacude el alma.

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