Brasil en shock: ¿Privatización de Petrobras o triunfo popular?

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Es la tarde del domingo. Un bello atardecer se cierne sobre el cielo azul. Camino dos cuadras rumbo al parque y me sorprende una fila de más de 40 autos para cargar gasolina en un “posto” de Petrobras.  De las más de 10 despachadoras sólo 2 se encuentran abiertas, lo mismo hacen fila los automóviles que los que se mueven en motocicletas. Desde el lunes pasado una huelga de camioneros sacude Brasil exigiendo la reducción impositiva que les permita hacer frente al alto precio de la gasolina que ya llega a los 5 reales el litro (alrededor de 1.5 dólares estadounidenses por litro).

Con bloqueos en más de 625 puntos que no permiten el transito de los camiones de carga por todo Brasil. Los resultados saltan a la vista con 7 días de no circulación del capital-mercancía por las principales ciudades de este país continental. Catorce aeropuertos se declaran sin combustible para abastecer la flota aérea. Videos de supermercados que NO cuentan con hortalizas básicas como papa, cebolla, tomate y verduras llenan las redes sociales. Las pérdidas llegan a 300 millones de dólares según la Asociación de Supermercados. Escuelas y universidades declaran la suspensión de actividades por no existir mecanismos de transporte para sus usuarios. El transporte público colapsa en las principales ciudades brasileñas y muchas actividades cotidianas se enfrentan a dificultades. En Río de Janeiro, 40% de los autobuses del transporte público dejan de circular. En Sao Paulo la situación es similar.

El gobierno de Temer manda al ejercito a la calle para abrir las carreteras y que cada uno de los camiones pipa de combustible sea acompañado por la policía militar. El poder judicial federal -vía fast track– coloca 30 resoluciones judiciales prohibiendo la obstrucción de vías federales. El gobierno presiona fuerte y lanza advertencias de sanciones económicas fuertes a las empresas. Intenta dividir a los camioneros. Abre la posibilidad de un acuerdo en el estado de Sao Paulo que congelaría 60 días el aumento del diesel y el incremento de los pagos de cuota de las carreteras. Pero los camioneros se coordinan a nivel nacional y logran el apoyo de sectores populares, varias manifestaciones de apoyo se presentan por diferentes plazas de Brasil.

A este panorama se suma la convocatoria de la Federación Única de Petroleros a una huelga general de 72 horas a partir del miércoles 30 de Mayo por la reducción del precio de los combustibles.

Debido a que históricamente han estado ligados al movimiento de bienes del agro-negocio brasileño que brutalmente ha atacado la vida campesina e indígena y que muchos de sus acciones han respaldado los intereses empresariales de los dueños que impulsaron el golpe de Estado contra la presidenta Dilma Roussef, la izquierda mira en un inicio con desconfianza estas movilizaciones.

Y ello no esta de más,  el foco del enfrentamiento es Petrobras la empresa que hace unos años dominaba el 90% del mercado brasileño y que a raíz del golpe ha cedido ¼ parte del mercado a otras empresas. Su poder de mercado todavía le permite fijar el precio del diesel que es en lo que intentan incidir a los camioneros.

Y el debate se abre con fuerza en la sociedad brasileña. El fascismo social que actúa en las redes sociales de Brasil exige con movilizaciones el regreso de los militares al poder.  También propugnan ya abiertamente por la privatización de Petrobras a la que culpan del “caos” en el que se encuentra el país. Colocan en la opinión pública la falacia de que la apropiación privada de bienes petroleros permitirá la reducción del precio de la gasolina y con ello se mejorará la economía familiar. Los casos mexicanos, argentino o colombiano los desmienten categóricamente pero ellos continúan fuertemente el adoctrinamiento social que permite el “estado de shock”.

Lo interesante será observar hasta donde se mantiene la alianza con el presidente Temer,- sí se desquebraja aún más el bloque derechista- que intentan gobernar Brasil con una aprobación inferior al 5%.

Por el lado de la izquierda llama la atención como la situación se coloca en el debate estratégico sobre los recursos de Brasil. La presidenta del Partido de los Trabajadores, Gleisi Hoffmann, interviene en el Senado y claramente sitúa los puntos del debate: el precio de la gasolina aumento desde el golpe contra Dilma, se entregaron –y se entregan- los recursos petroleros de la Cuenca del Presal a empresas extranjeras y Temer prepara la venta  de las refinerías brasileñas con lo que se profundizará la dependencia, el alto precio de la gasolina y la pobreza siendo Brasil ya el principal productor de petróleo en América Latina.

Y los hechos le dan la razón, según ha denunciado la Federación Única de los Petroleros, el gobierno de Temer prepara la venta del 60% de cuatro refinerías estratégicas: REPAR (PR), Abreu e Lima (PE), RLAM(BA) y REFAP (RS). La venta de estas refinerías dejará a más de 3 mil 700 trabajadores sin empleo. A ello se suma la venta de 24 ductos, de 12 terminales de movimiento de hidrocarburos y la gran subasta a la exploración y explotación petrolera en el Presal donde ya hay interés de 16 grandes empresas extranjeras petroleras.

En los hechos un Brasil en shock discute entre dos proyectos: uno que profundice la dependencia, la subordinación al capital trasnacional y el aumento de la pobreza con la privatización-desestructuración de Petrobras y otro que apueste a romper el modelo económico capitalista neoliberal apostando a la producción de los derivados petroleros, fortaleciendo a Petrobras como forma real de beneficiar a todos los habitantes y no sólo a una elite económica. Esa es la disputa del otoño (cono sur)  antes de que inicie el mundial de futbol.

Temer de seguro cederá a las exigencias de los camioneros, faltará ver que tanto la sociedad brasileña respalda también a los petroleros y la exigencia popular de disminución del precio del combustible. La experiencia mexicana donde la entrega del petróleo a empresas extranjeras dejó sin empleo a más de 25 mil trabajadores de PEMEX debe servir de ejemplo para ver la importancia de la lucha que esta en curso.

Agustín Ávila Romero es economista de la UNAM y profesor visitante en Brasil.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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