“La única verdad es la realidad”

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y la realidad no se discute… ¡Se la acepta, o se la transforma!

Rodrigo de Echeandía*

Claves para salir del bimonetarismo en Argentina

Desde principios de la década del 70’ la Argentina, viene implementando políticas económicas en torno a la administración y desarrollo de su política monetaria, que de manera cíclica, nos han llevado a crisis de índole financiero, con desagios y devaluaciones sistemáticas, con planes monetarios varios, todos con algún éxito coyuntural, pero imposibles de sostener en el tiempo.

Desde la implementación del peso ley 18188 que a principios de los 80s ya tenía billetes de un millón de pesos, pasando con la vuelta a la democracia por el peso Argentino, para más acá (1985) arrancar el Plan Austral, que desemboca en la hiperinflación de 1989 y nuevamente volver al peso, pero ya en los noventa con la “genial idea” de la convertibilidad que nos llevó, entrando en los 2000, a la crisis económica, social y política más grave de la que se tenga registro; superando la anarquía de 1820, con 5 presidentes en diciembre de 2001 y dando por finalizada esa paridad de un peso un dólar, insostenible en términos macroeconómicos, por nombrar solo algunos de los avatares económico-financieros de estos últimos periodos.

Luego del Interregno “Duhalde Lavagña” año 2002, la asunción de Nestor Kirchner y las dos presidencias de Cristina Fernandez de Kirchner, período que estuvo signado,  durante los primeros años, por la intención de ordenar la macroeconomía, buscando sostener los superávits gemelos logrados hasta el año 2008, tuvo una inflación sostenida y creciente. El Gral. Perón dijo hace unos años que “Los poderosos causarán tanta inflación que los confundirán y los dividirán”. Esta frase refleja a las claras, la idea de que las potencias económicas o los grupos concentrados del poder económico, manipulan la economía, generando inflación como un medio para desestabilizar los ánimos de la población y obviamente a los gobiernos, dificultando su desarrollo, unidad y control en los resortes económicos.

Una prueba de este tipo de injerencia en las economías de los países es la que tuvo EEUU sobre la economía japonesa a mediados de los años 80´s luego de la Firma del acuerdo “del Hotel Plaza” en Nueva York. Firmado por EE.UU., Japón, Alemania, Francia y el Reino Unido, este acuerdo tenía un objetivo claro: revaluar el yen y el marco alemán para abaratar las exportaciones estadounidenses.

 Durante fines de los años 70 y principios de los 80, Japón se había convertido en una potencia exportadora con un superávit comercial enorme en comparación a Estados Unidos.

Las industrias japonesas (automotriz, electrónica, acero, etc.) eran ultra competitivas. EEUU, en cambio, enfrentaba déficits gemelos: fiscal y comercial.

Washington acusaba a Tokio (y también a Alemania Occidental) de mantener sus monedas artificialmente subvaluadas para sostener sus exportaciones. En otras palabras, EE.UU. presionó a Japón a no intervenir en los mercados para frenar la apreciación del yen. En 1985, 1 U$D = 240 yenes y en 1988, tras el acuerdo, el yen llegó a 120 por dólar. Eso significó una apreciación del 100% en apenas tres años. Esa apreciación golpeó la competitividad de Japón: Las exportaciones cayeron y el crecimiento se detuvo.

Desde una perspectiva monetarista y geoestratégica, el caso japonés es paradigmático: EE.UU. utilizó la política cambiaria internacional para defender su posición hegemónica industrial y financiera; Japón cedió soberanía monetaria al aceptar que el valor del yen se fijara de facto según la conveniencia de Washington, y el Banco de Japón, al no poder devaluar, monetizó internamente su expansión: el crédito doméstico reemplazó la competitividad externa, generando distorsiones estructurales y funcionando como “ancla” para la economía. La prohibición de devaluar, post acuerdo del Plaza, generó la pérdida de competitividad exportadora de Japón, la política monetaria expansiva (emisión) provoca la creación de una burbuja de activos y una suba tardía de tasas de interés (1989) llevó a la economía japonesa al colapso financiero y a una crisis prolongada, obteniendo como resultado estructural “estanflación” (estancamiento con inflación) y aumento de la deuda pública. El beneficiario indirecto de éstas políticas fue EEUU, que logró luego de esta crisis provocada recuperar parte de su competitividad externa.

La realidad financiera mundial, no es exactamente la misma, ya que muchos fondos de inversión o “Fondos Buitres” hoy tienen mayor poder financiero que muchos países, pero la mecánica sigue siendo la misma y cuando las necesidades de países poderosos coinciden con los intereses de éstos fondos, los resultados pueden ser nefastos para las economías de los países que sean blanco de estos “depredadores” y si analizamos el reciente interés de EEUU en mantener sobrevaluado el peso argentino en relación al dólar, por lo menos resultaría sospechoso el interés o la motivación coyuntural.

Si tenemos en cuenta el contexto internacional y la necesidad de resguardar las economías nacionales de estos posibles ataques, la conformación de bloques como los BRICS o el Mercosur pueden ser espacios estratégicos para afrontar estas realidades. Lo cierto es que, si pensamos en nuestra economía, ya va siendo hora de plantear un plan económico que contemple una política monetaria diferente.

“La Economía” no debería ser enseñada en nuestras universidades como una carrera de ciencias económicas; muy probablemente correspondería que fuese una especialización de la sociología y estar asistida por el resto de las ciencias sociales. La economía debe poder interpretar en interpelar, los diferentes procesos sociales para implementar sus políticas con éxito.

Desde nuestra apreciación, la Argentina, en lo que se refiere a política monetaria, tiene desde hace ya muchos años la costumbre de estar “seudo-dolarizada”, tomando como referencia de precios, incluso para productos de consumo masivo, su correspondiente valoración en dólares (sin contemplar el componente impositivo). Tanto es así que dentro de estos períodos siempre aparecen los “grandes economistas” hablando sobre los beneficios o no, de asumir como moneda el dólar, el euro, o incluso ahora el yuan. La realidad es que la moneda no es un tema menor en términos de soberanía económica y para un país, adoptar el uso de una moneda extranjera, es una forma más de sometimiento y aceptación del colonialismo.

Confucio nos diría “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro” y nuestra historia nos muestra que la mayoría de las políticas monetarias fueron de aplicación coyuntural, conduciéndonos a distintas crisis de manera cíclica; y que ningún gobierno, sea del color que fuera, asumió el tema como una política de Estado.

En busca de la soberanía económica:

La política monetaria no puede ser una decisión de gobierno, debe ser una Política de Estado, y como tal contar con acuerdos de las “mayorías políticas” y legislación ad hoc. La conformación de una moneda nacional fuerte con respaldo y credibilidad por parte de nuestra sociedad, necesita de acuerdos especiales, que hoy requerirían hasta una reforma constitucional. Como diría Perón, “(…) la moneda es un servicio público que se valoriza o desvaloriza en razón directa de la riqueza que produce el trabajo de la Nación (…)”. El conjunto de los recursos económicos de nuestro país debe garantizar la fortaleza y estabilidad monetaria argentina. La necesidad de un nuevo pacto Federal es primordial, pero en este caso con fines económicos y monetarios.

Un porcentaje de lo producido y tributado por las industrias mineras, energía, agropecuarias, economía del conocimiento, alimenticias, etc. debe ser destinado exclusivamente al fortalecimiento del peso argentino. El Estado Nacional debe conformar una empresa nacional minera, con la finalidad de incrementar las reservas auríferas del Banco Central y cobrar un porcentaje de las regalías de extracción de metales preciosos, oro, plata, litio etc. directamente en lingotes de oro para ser utilizados como respaldo para la futura política monetaria, volviendo de esta manera al patrón oro y definir de manera soberana la cantidad de circulante. Pero ésta, que parece una idea que atrasa 60 años, no lo es. Es simplemente volver al concepto originario de la moneda circulante, otorgándole un respaldo que no dependa sólo de los avatares financieros de un determinado período, habitualmente dominado por los mercados. En los últimos años las dos grandes potencias económicas y monetarias, EEUU y China, han destinado parte de sus ingresos a la compra de oro para fortalecer sus monedas (oro que en algún porcentaje se extrajo de minas argentinas) erigiéndose los principales compradores mundiales, del metal precioso.

La vuelta al patrón oro o al respaldo en oro no solo le dará fortaleza y credibilidad a nuestra moneda, también aportará estabilidad a la economía permitiendo romper con el casi inconsciente comportamiento argentino, de buscar respaldarse en el dólar o alguna otra moneda extranjera. La necesidad de modernizar la “teoría sinalagmática de la moneda” utilizando recursos clásicos que puedan dar credibilidad, generando aceptación social, es imprescindible en la medida que se vaya logrando un cambio de comportamiento social, en torno a la utilización del dinero; implementando políticas cambiarias que desalienten la compra de divisas extranjeras, dejándolas casi exclusivamente para las actividades de comercio exterior.

Como complemento a la implementación de esta política, es el momento de que nuestro país cree una criptomoneda digital, emulando a algunos países asiáticos como China o Japón, buscando de esta manera, por un lado dar respaldo a través de la producción y el trabajo de los argentinos a la moneda tradicional e implementar una política de dinero digital que permita, en una primera etapa, afrontar los compromisos y las necesidades sociales, AUH, subsidios e incentivos a la producción e incluso la implementación de un Ingreso, o Renta Básica Universal para todos los argentinos, que posibilite un sueldo mínimo para cada uno de nuestros compatriotas, que garantice la subsistencia y desarrollo de cada uno de nosotros posibilitando un mecanismo de transferencia de ingresos hacia los trabajadores, ágil e inmediato.

La implementación de la criptomoneda digital, le permitiría al Estado, hacerse de información sumamente útil para la elaboración de políticas públicas. Las monedas digitales, cuentan con trazabilidad de uso, que permitiría analizar las costumbres de consumo, las necesidades primarias por sector, definir I.V.A.s diferenciados que posibiliten abaratar alimentos y productos de primera necesidad y optimizar los recursos fiscales; siempre garantizando el anonimato y libertad de los ciudadanos. Este tipo de políticas, va a permitirle al Estado elaborar y desarrollar políticas públicas “on demand” o con la eficacia necesaria para cada sector; agilizando su implementación, sistematizando a un colectivo que se encuentra al margen de la economía formal, abaratar costos en la implementación de servicios financieros, generar un ahorro importante en los costos de producción y logística necesarios en el uso del dinero físico, controlar minuciosamente la cantidad de circulante, minimizar los riesgos de robo y maximizar los controles impositivos, optimizando la recaudación y descomprimiendo la presión impositiva, generando una política de recaudación universal que posibilite modificar la existente, eliminando impuestos distorsivos, etc.

Como sostuvo hace un tiempo CFKla Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías económicas. Por eso, el problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, en materia económica, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, productivos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla.

*Rodrigo de Echeandía, abogado especializado en Negociación Colectiva y Empleo Público. Psicólogo social. Dirigente sindical. Gestor Cultural y de Políticas Públicas, Editor, Emprendedor Editorial. Fue Coordinador General de Juventud de la Cruz Roja Argentina; Secretario General de UPCN en la Delegación Ministerio de Cultura de la Nación; Secretario de Comunicación y Prensa de UPCN Secc. Capital. Fue Asesor de la Secretaría de Trabajo de la Nación; Gerente de Medios, Exhibición y Audiencias en el INCAA; posee publicaciones en medios especializados sobre el Futuro del Trabajo; Colaborador del I.M.T. de la Untref (Julio Godio); Docente – Capacitador. Miembro del Concejo editorial de la Asoc. Civil, Cultural y Biblioteca Popular Tesis11

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