“EL GRITO DE MARIELLE”

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* Por Ignacio Ramonet,
Director de Le Monde Diplomatique,
para La Garganta Poderosa.

Siempre tuve una certeza, que ahora considero evidencia: si se hace un esfuerzo para conquistar el poder, mediante un programa sensible, político y económico, los conglomerados mediáticos son capaces de tumbarlo, porque tienen un peso superior, incluso a sus propios imperios empresariales. Y entonces sí, pueden poner a tu propia gente de frente a ti, sin siquiera pagar el precio de reconocer que han intervenido en la política. No por nada, hemos insistido durante décadas en la democratización de la información. Pero lamentablemente nos llevó mucho tiempo comprenderlo, porque ni los propios Jefes de Estado podían asumir semejante asimetría de fuerzas. No se preocupaban por las garras comunicacionales, hasta que comenzaron a caer presidentes tumbados por golpes mediáticos.

Recién entonces, se despertaron para descubrir que su rol dirigencial no sólo tenía una pata política, otra económica u otra social. También tenía una indispensable pata comunicacional. Hace unos 10 años, ya se veía que la irrupción de las redes podía conformar nuevos polos de movilización, de reflexión, de conciencia y de formación, por fuera de los cánones tradicionales, donde han aparecido periodistas que no informan, sino que deforman. Debíamos y debemos desarrollar un sistema público de información, porque todo Estado tiene la responsabilidad social de garantizarlo.

Y atención, “público” no quiere decir gubernamental.

Lo público, sencillamente, alude a todo aquello que le pertenece al conjunto de la sociedad, que no depende de la publicidad y, por consiguiente, tiene una voz autorizada. Pues un periodismo que no responde, que apenas obedece, no merece ser periodismo. No merece ser. No sólo es inverosímil, es ineficaz, porque nadie lo cree. Y por eso nosotros, tomando las redes, estamos en condiciones de volvernos enjambre, porque no existe avispa capaz de matar un caballo. No puede. Ahora, ¿qué pasa si las avispas son 30 mil? Ahí sí, pueden frenar al caballo, o derribar a un toro…

Tan sólo hay que unirse.

Muchas veces, los periodistas constituyen su propia corporación, la más perezosa que yo conozco, donde se hace sencillo evitar los esfuerzos evitables y entregarse a la banalidad. ¡Una profesión donde la gente firma! Las artesanas, los obreros, no firman. Y un redactor, aun cuando realiza un pequeño trabajito, estampa su nombre como si fuera Cervantes o Miguel Ángel. ¿Para qué? Para que rápidamente se le suban los humos a la cabeza. Ya tiene su nombre, su imagen, ¡es el primer violín de la mejor orquesta del mundo! Y entonces, ¿a quién se le ocurre que semejante celebridad pueda derrochar su tiempo pisando una villa o una favela para narrar lo que pasa adentro?

Quienes viven adentro, por lo general, no ponen la firma, ni el texto. De no ser así, sería menos complejo dimensionar todo lo que representa el fusilamiento de Marielle, un verdadero crimen de Estado. Hay que investigar, sí, pero no se trata de un simple caso policial. No, acá hubo una emboscada oficial contra su militancia, para matar su compromiso, para silenciar su voz y para que otros no se animen tomar su camino. Dolorosísimo y gravísimo, además, por la manera descarada, por la ostentación de la impunidad.

Bajo la órbita de Lula, Brasil alcanzó increíbles niveles de gestión, estableciendo relaciones invaluables con África o el mundo árabe, jugando primeras ligas. Y ahora, el gobierno golpista lo retrotrae a la época de los pistoleros, de las guardias blancas, porque sí, ahí están aún los grandes latifundistas con sus propios ejércitos, sus propias Policías, imponiendo un inframundo colonial, en plena modernidad. ¿Pero qué tiene de moderno dividir para reinar? Todo lo que fragmenta, todo lo que distrae, todo lo que confunde, va contra los pueblos. Y por eso celebro que La Poderosa esté anunciando su próximo foro latinoamericano en Brasil, para reafirmar desde abajo sus lineamientos. Serán 100 asambleas esta vez y, seguramente pronto, llegarán a las 1000. Pero un día serán enjambre, las avispas de ayer y las gargantas del porvenir, eternizando el ejemplo de Marielle.

“La Revolución es unir”,
como decía Fidel.

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