Y en eso llegó Cristina

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GERARDO CODINA*

Tiempo latino Y en eso llegó Cristina

Mientras todos los medios trasmitían la jura presidencial de Barack Obama en Estados Unidos, Cristina Fernández llegaba a La Habana y se entrevistaba con Fidel Castro. La pertinencia de ese viaje fue negada por los mismos que quieren encarrilar a nuestro país otra vez en la ruta de la< dependencia.

1. Estrategia regional El viaje de la Presidenta argentina no fue un gesto aislado, como pretendieron los medios en Argentina. Los países integrantes del Grupo de Río habían acordado antes incorporar a Cuba a ese espacio de articulación regional, lo que tuvo lugar en diciembre del año pasado. Días después de que Cristina partiera de regreso a nuestro país, la Presidenta de Chile Michelle Bachelet también arribaba a La Habana y tenía su propia entrevista con Fidel.

En este caso, era la primera visita de un mandatario chileno después que, hace 37 años, Salvador Allende llegó a Cuba. Con todo el significado que para cada país tiene cada uno de esos tres hechos, importan sobre todo porque expresan una estrategia regional en desarrollo, que tiene sus razones históricas, sus manifestaciones en las últimas décadas de la historia latinoamericana y que marca un nuevo equilibrio de fuerzas mundial. Conocido como Grupo de Río, el Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política fue creado en diciembre de 1986 a raíz de la exitosa labor política y diplomática de los Grupos de Contadora (México, Colombia, Venezuela y Panamá) y de Apoyo (Argentina, Brasil, Perú y Uruguay), a favor de la paz en Centroamérica.

Su antecedente inmediato, el Grupo de Contadora, había surgido en 1983 con el objeto de mediar en los conflictos armados de El Salvador, Guatemala y Nicaragua y limitar la presencia militar norteamericana en la región. Producto de esas gestiones, en septiembre de 1984 se conoció el Acta de Paz y Cooperación de Centroamérica en la isla panameña de Contadora, acta que contenía un detallado esquema de compromisos para la paz, la democratización, la seguridad regional y la cooperación económica. El 29 de julio de 1985 en Lima, Argentina, Brasil, Perú y Uruguay anunciaron juntos la creación del Grupo de Apoyo a Contadora o Grupo de Lima, para reforzar políticamente esos esfuerzos.

El Acta de Contadora tuvo el respaldo generalizado de los países democráticos de América Latina, pero no contó con el apoyo crucial de los Estados Unidos de Reagan, debido a su oposición a reconocer al gobierno de Nicaragua y a renunciar a las intervenciones militares unilaterales en el área. Si bien el Grupo Contadora no logró establecer una fórmula de paz aceptable para todas las partes involucradas, sentó los fundamentos para que emergiera dicho plan en los años siguientes. El llamado Acuerdo de Paz de Esquípulas, surgió de los esfuerzos de Contadora y permitió reformular completamente la política centroamericana. Mucha agua corrió bajo el puente, pero el actual triunfo electoral del Frente Farabundo Martí en El Salvador, entre otras cuestiones, también es expresión de aquellos acuerdos de paz.

Con el correr de los años, el número de integrantes del Grupo de Río se fue ampliando, incluyendo paulatinamente a toda América Latina. Con la reciente inclusión de Cuba, la región expresó su voluntad de que se ponga fin al bloqueo estadounidense y de avanzar en la consolidación de un sistema de expresión de los intereses latinoamericanos ante el mundo. Estamos lejos aún de que esta coordinación de esfuerzos adquiera la densidad con que la soñara Bolívar, pero claramente se inscribe en la lógica geopolítica que trazó el Libertador doscientos años atrás. Este proceso adquiere en los últimos años mayor densidad sobre todo en Sudamérica, en parte por la emergencia de un liderazgo con estatura internacional como el de Brasil.

Pero no sólo por eso, sino por la convergencia de los procesos políticos nacionales, en los que, con matices, las luchas populares pusieron coto a la lógica neoliberal del Consenso de Washington y, por otro lado, debido al carácter estructural del conflicto regional con Estados Unidos, que se entromete desde siempre en la vida interna de nuestros países en beneficio de sus intereses imperiales; conflicto que tenderá a acentuarse con la profundización de la crisis mundial. La salvaguarda del proceso democrático boliviano a fines del 2008, a iniciativa de Chile y en el marco del UNASUR, que incluye, lo mismo que el Grupo de Río, a Colombia, es indicativa de esa línea de fuerza que recorre toda nuestra historia independiente.

2. El valor de la iniciativa Colocar en este contexto la valoración de la política externa argentina de los últimos años, muestra como el kirchnerismo ha sabido hacer una lectura inteligente y oportuna del proceso de reconfiguración de fuerzas a escala regional y que además contribuye activamente a ese proceso, con una propia estrategia de reafirmación de losintereses nacionales, como se visualiza en la interacción con Brasil frente a la grave crisis que atraviesa el capitalismo. Además, se ha sabido actuar sin prejuicios frente a otros procesos políticos nacionales que implican transformaciones sociales más profundas que las que están a la orden del día en nuestro país.

El respaldo sin fisuras al carácter democrático de los gobiernos populares de Ecuador, Bolivia y Venezuela, ha significado un costo frente a los sectores reaccionarios de la región aliados de diversas formas con los intereses imperiales. Así Argentina, Chile y Brasil entre otros, colaboran en la generación de un entorno internacional favorable al desarrollo de esos procesos de reformas profundas que, acumuladas y profundizadas en el tiempo, pueden significar un salto revolucionario en esas sociedades. La recuperación de la perspectiva socialista, ajustada a los tiempos y las cadencias de cada nación, más actual que nunca en tiempos en los que el capitalismo desnuda todas sus contradicciones, resulta así protegida por la emergencia de esta renovada conciencia nacional de nuestros países.

La significación estratégica para nuestros pueblos y los de todo el mundo, de esas experiencias no escapa a la reacción continental, que multiplica los esfuerzos desestabilizadores en nuestro país, entendiéndolo el eslabón más débil de esta muralla anti intervencionista que se ha levantado en Sudamérica. Estas son las razones adicionales para el renovado ímpetu destituyente que alientan las agencias de intervención del imperio, más allá de los cambios en la administración en Estados Unidos.

3. El nuevo equilibrio Lo que sucede en nuestra región del mundo y lo que va haciendo entre tanto nuestro Gobierno, se inscriben en un escenario internacional en intenso proceso de reconfiguración. La centralidad norteamericana no está en cuestión aun, pero la hegemonía sin límites quedó en el pasado. Nuevos centros de poder tienden a instalarse en una escena que, por lo mismo, es cada vez más fluida e inestable. Nuestra región está definiendo en este marco un nuevo equilibrio con el gigante del norte.

Afirmada en su propio desarrollo relativo, en el contexto de una interacción regional cada vez más profunda, esta nueva crisis global encuentra a América Latina con recursos para intentar intervenir activamente en la nueva configuración del sistema de relaciones internacionales.Pero las fuerzas motrices de la globalización neoliberal son muy poderosas aun en la crisis y procuran limitar en todos lados los intentos de conformar marcos regulatorios que atemperen los riesgos de futuras crisis, a la vez que circunscriban los peores efectos de la que todavía está en curso. La lógica propia del capitalismo hace imposible pensar un mundo sin crisis. Toda su historia es una sucesión de crisis de creciente amplitud que se suceden periódicamente y afectan cada vez más profundamente, hasta las posibilidades mismas de la existencia de la humanidad en el planeta, como se puede visualizar con mayor claridad cada vez.

Esto, que anticipó Marx un siglo y medio atrás, no fue una premonición ni el resultado de adivinar el futuro, sino la consecuencia de comprender la legalidad propia del sistema. Las ilusiones keynesianas de una regulación que haga converger en un equilibrio inestable pero siempre perfectible, las tendencias contradictorias del desarrollo de la acumulación de capital, hasta ahora han resultado válidas sólo por un tiempo y en algunos lugares, mientras el capital se disciplinó a una lógica de moderación y reconocimiento de derechos, que choca con su tendencia permanente a la maximización de la tasa de ganancia.

Esa disciplina fue impuesta por efecto de una correlación de fuerzas global y nacional que hoy no se visualizan. Los agrupamientos regionales, el peso de la contradicción nación – imperio, alientan la perspectiva de un mejor horizonte. Pero deberán verificarse concretamente. En nuestro país, por caso, los intentos de regular la economía suceden al desplome nacional de 2001, producto último de la misma lógica neoliberal y chocan inmediatamente con los enérgicos esfuerzos del capital por desembarazarse de toda limitación y de recuperar la iniciativa e imponer otra vez su programa.

Sólo en una sociedad en la que la hegemonía sea ejercida por un nuevo actor social, los trabajadores organizados como estado, la regulación de los mercados será posible, aunque en permanente fricción con los intereses particulares. Lo mismo sucede en la región que en Argentina. La acumulación democrática de los distintos procesos políticos nacionales y su capacidad de movilizar a la propia base son cruciales a la hora de aventurar el resultado inmediato de las tensiones que se han sumado. Tensiones que podrían absorberse en la medida que la magnitud del impacto de la crisis de los países centrales en la región se mantenga en los límites actuales, dolorosos pero transitables pacíficamente.

* Psicólogo, escritor, coordinador del Grupo Muñón, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11

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