Uruguay cambia su política exterior

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Revista Tesis 11 (nº 115)

(América Latina/Uruguay)

William Puente *

La República Bolivariana de Venezuela, que mantuvo vínculos fraternos con el gobierno uruguayo del presidente José Mujica (2010-2015), ha padecido varios disgustos con el país rioplatense desde que el 1º de marzo asumió la nueva administración frenteamplista encabezada por Tabaré Vázquez. No parece tratarse, sin embargo, de apenas una cuestión bilateral sino de los primeros síntomas de un cambio que se avizora en la política de la Cancillería oriental y que podría modificar alianzas y amistades en la región.

Un primer enojo del mandatario venezolano Nicolás Maduro se produjo luego que el 3 de marzo el vicepresidente uruguayo recién juramentado, Raúl Sendic Rodríguez, manifestara dudas sobre las afirmaciones de Caracas que denunció una injerencia de Estados Unidos para desestabilizar políticamente al país. “Ellos están hablando de injerencias externas. Nosotros no tenemos elementos para poder acompañar esa afirmación, pero sin duda que es un proceso que a todos nos tiene preocupados y lo vamos a seguir mirando con mucho cuidado”, dijo Sendic Rodríguez, consultado por periodistas antes de presidir por primera vez una sesión del Senado.

Dos días después, el vicepresidente modificó algo su enfoque y quiso aclarar que el gobierno uruguayo se ha “jugado a favor” del proceso iniciado por el fallecido comandante Hugo Chávez, porque Venezuela “venía de una situación tremendamente injusta, con desigualdades sociales enormes en un país tremendamente rico”. Y añadió: “No creo que haya abusos del gobierno de Maduro en Venezuela. Yo conozco al gobierno venezolano y sé que no sale a matar gente a la calle, esa es la realidad”.

Pero ya los acontecimientos se habían precipitado en el hemisferio norte y el 9 de marzo el presidente Barack Obama declaraba exageradamente una situación de “emergencia nacional” por el supuesto “riesgo extraordinario” que representaba Venezuela para la seguridad de Estados Unidos. Algunos memoriosos recordaron entonces con preocupación la invasión de la 82ª División Aerotransportada norteamericana a Panamá en diciembre de 1989 para llevarse al presidente Antonio Noriega. El barrio popular de El Chorrillo quedó devastado por los bombardeos y se habló de 3.000 muertos, pero las cifras reales nunca se conocieron. Antes del ataque, el presidente George Bush (padre) había hecho una advertencia sobre Panamá similar a la que ahora se formulaba contra Caracas.

En respuesta a Obama, en la misma noche Maduro habló al país por una cadena nacional de radio y televisión y aprovechó para decir que era “una vergüenza” lo manifestado por Sendic Rodríguez. “Allá, un amigo en el sur, un gran amigo, que tiene un buen cargo, un importante cargo en un gobierno, dijo que no le constaba la injerencia de Estados Unidos sobre Venezuela. ¡Qué vergüenza esas declaraciones! Estamos agredidos, intervenidos, amenazados y ¡todavía hay gente que dice eso en América Latina!”, manifestó el mandatario venezolano.  Y agregó: “A veces Chávez me decía, tranquilo Nicolás, que el mundo está lleno de cobardes”.

Al día siguiente la Cancillería uruguaya emitió un comunicado en el que informó que había convocado al embajador venezolano Julio Chirino, para hacerle saber que consideraba “inamistosas” las declaraciones de Maduro porque sus dichos “afectan no sólo a la persona a la que están dirigidas sino a la investidura que representa y a la institucionalidad que la respalda”. En esa misma notificación pública, el Ministerio de Relaciones Exteriores agregó unos párrafos para convocar a los cancilleres de los países de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) a una reunión extraordinaria en Montevideo, “a efectos de que todos los países de la región puedan contar con la mayor y mejor información disponible para efectuar evaluaciones con objetividad y con la prudencia que estas delicadas cuestiones requieren”, sobre la situación interna de Venezuela. Uruguay es presidente pro témpore de Unasur hasta fin de año.

Pero pocas horas después, la Cancillería uruguaya anunció la postergación de la reunión de Unasur para “una nueva fecha” y casi simultáneamente el presidente boliviano Evo Morales llamó a un encuentro urgente de los presidentes de los países de la Unasur y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) ante la gravedad de la amenaza que se visualizaba en el anuncio de Washington.

Aunque el tema que preocupaba a Montevideo y La Paz era el mismo, el gobierno uruguayo intentaba tener una posición equidistante entre las partes enfrentadas mientras que Bolivia pedía un respaldo firme a Venezuela. Finalmente, la gestión diplomática de Uruguay fracasó y la Unasur respondió al anuncio de Obama y a las movilizaciones de opositores en la nación caribeña subrayando que “los Estados miembros, sin excepción, rechazan cualquier intento de desestabilización democrática del orden externo o interno en el hermano país”.

La Cancillería uruguaya había cometido un grave error al redactar un comunicado en el que mezclaba un asunto bilateral –la respuesta a los dichos de Maduro sobre lo expresado por Sendic Rodríguez- con una  convocatoria a la reunión regional de la Unasur para considerar la situación interna de Venezuela.

Esa fue la primera movida diplomática de importancia realizada por Uruguay luego de que Tabaré Vázquez tomara el mando y pareció ser una demostración de que los aires habían cambiado en la Cancillería. Por lo pronto, su nuevo titular Rodolfo Nin Novoa proclamó en su acto de asunción que “un país como Uruguay no debe caer en la tentación de privilegiar la política sobre el derecho en su acción internacional”. Con esta afirmación pasó raya y se diferenció del anterior presidente Mujica quien en algún momento proclamó, en uno de sus pragmáticos discursos, que lo político debe prevalecer sobre lo jurídico. Quizás no le faltaba razón al ex mandatario, al menos en estos casos, porque la verdad es que las cancillerías son secretarías de gobierno eminentemente políticas. El Pepe Mujica fue un gran amigo de Chávez y lo sigue siendo de Maduro, pero el ministro Nin afirmó el pasado 6 de abril que “la represión en Venezuela es a todas luces un exceso” y que “la prisión de opositores es preocupante”.

EL NUEVO CANCILLER

Nin Novoa es un técnico agropecuario afiliado al Partido Blanco desde su juventud, que fue senador nacional e intendente del departamento de Cerro Largo, fronterizo con Brasil, antes que en 1994 abandonara a sus antiguos correligionarios y se pasara a filas del Frente Amplio. En 2005-2010 ocupó el cargo de vicepresidente de la república en la primera administración de Tabaré, quien ahora lo llamó para que se instale al frente del Palacio Santos, ubicado en la céntrica avenida 18 de Julio y a escasos metros de la Plaza Cagancha, donde funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores.

Este nombramiento despertó malestar en algunas tiendas frenteamplistas del ala de izquierda. Nin encabeza dentro del FA la Alianza Progresista que, junto con Asamblea Uruguay y otras agrupaciones, conforman el Frente Liber Seregni (FLS), el sector más “moderado” de la coalición gobernante y cuyo principal referente es el actual ministro de Economía y ex vicepresidente Danilo Astori.

Nin ha tenido algunos desencuentros con organizaciones de derechos humanos, como en 2007, cuando el primer gobierno de Vázquez impulsó un proyecto de resarcimiento económico a familiares de policías y militares junto al de los desaparecidos durante la dictadura (1973-1985). Crysol, agrupación de ex presos políticos, dijo entonces que no podía aceptar “un rango común de quienes fueron perseguidos y torturados hasta la muerte, la desaparición, el encarcelamiento o el exilio prolongado, con el caso de las familias de policías o militares muertos en acción, cuyo dolor respetamos, sin olvidar la función objetiva al servicio de un Estado policíaco y militar que aquéllos cumplían”.

Nin Novoa, quien era entonces vicepresidente de la República, pidió a las organizaciones de derechos humanos tener “cierta dosis de generosidad” y “una actitud más abarcativa” porque el “dolor” es el “mismo para quien haya caído de un lado o de otro”. El actual canciller manifestó aquella vez que la iniciativa del gobierno pretendía “tener una mirada igualitaria, igualadora sobre los dolores que causaron esa guerra o ese enfrentamiento”.

Javier Miranda, integrante de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, le respondió entonces al vicepresidente que la iniciativa “resulta totalmente inaceptable” desde el punto de vista “moral”, porque “equipara a las víctimas del terrorismo de Estado con funcionarios públicos que sufrieron daños en el cumplimiento de sus funciones”. Y aclaró que el proyecto replanteaba “la teoría de los dos demonios” cuando, en realidad “no hubo dos bandos”, ni una guerra. La iniciativa oficial no prosperó.

Pero eran otros tiempos y la Cancillería era ocupada entonces por el socialista Reinaldo Gargano. Fue durante el primer gobierno frenteamplista, cuando Vázquez designó su gabinete ministerial mediante cuotas políticas y otorgó los cargos a los líderes de cada partido de la coalición triunfante. El Ministerio del Exterior recayó en el Partido Socialista y en Polo Gargano, el senador más votado de su sector

Durante sus tres años de gestión al frente del Palacio Santos, Gargano recibió las más feroces críticas de los partidos conservadores Blanco y Colorado, cuyos legisladores en más de una oportunidad pidieron interpelarlo, reclamaron su destitución, lo calificaron de “inútil” y aseguraron que la política exterior uruguaya era un fracaso. Fue el ministro más castigado por la derecha de entre todos quienes estuvieron en aquel gabinete. No le perdonaban sus posturas de izquierda que hacían recordar el programa de 1971 del Frente Amplio –aquél con reclamos de reforma agraria y nacionalización de la banca-, ni que defendiera al Mercosur, ni que se opusiera con dureza a la posibilidad de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Washington, aun enfrentándose con el ministro de Economía, Astori, y con el propio Tabaré.

Cuando Polo falleció en 2013, el diario El País –que fuera vocero de la pasada dictadura- quiso estigmatizarlo aún después de muerto y publicó cables filtrados por WikiLeaks según los cuales, cinco años antes, Washington había celebrado la partida de Gargano del gabinete porque lo consideraba un “intratable”. Pero al difundir esa información, y sin quererlo, El País le tributó un inesperado homenaje porque los cables afirmaban que en la embajada gringa consideraban a Polo como “antinorteamericano”, “ideológicamente terco”, un “fuerte defensor de estrechar lazos con Cuba” y “uno de los elementos más radicales de la coalición” de gobierno. Según esos comentarios de WikiLeaks, cuando Tabaré reestructuró su gabinete en 2008 y cambió al titular de la Cancillería, desde la representación diplomática norteamericana partió un cable secreto dirigido al Departamento de Estado con evidente alivio: “La Embajada está encantada de haberse liberado del intratable Gargano, quien consistentemente buscó minar las relaciones con EE.UU”.

Un episodio poco difundido da cuenta de lo que era la Cancillería oriental en aquellos buenos tiempos y ocurrió durante la corta visita del presidente George W. Bush al Uruguay en marzo de 2007. El mandatario estadounidense llegó el viernes 9 a Montevideo y el sábado 10 viajó con su comitiva a la estancia presidencial Anchorena, 200 kilómetros al oeste de Montevideo, en Colonia, invitado para dialogar y almorzar con su colega Vázquez y el gabinete de ministros en pleno. Todos los asistentes concurrieron vestidos de elegante sport, en camisa, distendidos, como si fueran a una reunión de amigos. Gargano fue el único que llegó luciendo traje y corbata. No fue una elección casual. Con ese gesto, en verdad diplomático, quiso subrayar claramente que él no estaba allí para participar de una comida campestre de camaradería sino en su condición de canciller en una reunión protocolar.

Gargano fue reemplazado en 2008 por Gonzalo Fernández, otro socialista, hasta entonces secretario de la Presidencia y hombre de confianza de Tabaré, que tuvo un desempeño anodino. En 2010 el presidente Mujica nombró canciller a Luis Almagro, hombre de arraigo campero que hasta hoy tiene una chacra en Santa Lucía, que estudió Derecho y se convirtió en diplomático de carrera, ex embajador en Alemania y en China, vinculado en su juventud al Partido Blanco, hoy “independiente” y cercano al Movimiento de Participación Popular (MPP), la agrupación del Pepe y de los tupamaros orgánicos en el MLN.

Ahora, el nombramiento de Nin Novoa en ese puesto ha dejado encantados a blancos y colorados y el diario El País celebró el “bienvenido aire de renovación que llegó a la Cancillería”. Uno de sus columnistas escribió que “la malhadada patria grande sesentista tupamara, que guió la política exterior de estos años, se empeñó en latinoamericanizar del peor modo nuestra inserción en el mundo. Bienvenido el cambio que nos devuelve al camino de nuestra identidad histórica de país”. El Uruguay, según el editorialista, se integrará ahora a sus “alianzas naturales” y explica que “ellas comulgan con los valores universalistas que son, desde siempre, los nuestros. Por poner ejemplos concretos: más Israel y menos Palestina; más Estados Unidos y menos Irán; más Europa y menos Cuba”.

La derecha elogió a Nin cuando ni bien asumió el cargo nombró asesor en la Cancillería a Carlos Pérez del Castillo, quien en gobiernos anteriores fue representante permanente ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), principal negociador en agricultura durante la Ronda Uruguay del GATT, Coordinador del Mercosur en las negociaciones del ALCA y subsecretario de Relaciones Exteriores en el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti.

Pérez del Castillo ha dicho que cómo la estrategia de privilegiar al Mercosur “ha fracasado”, Uruguay debe solicitar en el Consejo Mercado Común más flexibilidad a los socios del bloque para buscar nuevos acuerdos comerciales o, si se opta por no hacer ese planteo, asumir unilateralmente una estrategia de inserción externa sin requerir aprobación previa de los socios. En una charla en 2014 en la Cámara de Comercio Uruguay-Estados Unidos, afirmó que “el Mercosur le impone actualmente al Uruguay costos y obstáculos para el logro de sus legítimos objetivos de desarrollo, sin aportar a cambio los beneficios esperados”, y que “esta situación es inaceptable y políticamente insostenible”.

ERA EL TRÍO MÁS MENTADO

Por primera vez desde que el Frente Amplio comenzó a gobernar en 2005 en Uruguay, existe plena coincidencia en las posiciones de los máximos responsables que conducen la política exterior y el comercio y los acuerdos internacionales: el presidente Vázquez, el canciller Nin Novoa y el ministro de Economía, Astori.

En abril último, al hablar frente a un auditorio de empresarios, Astori reiteró su anhelo de transformar a Uruguay de observador en miembro pleno de la Alianza del Pacífico, un bloque mirado con buenos ojos por Estados Unidos y que integran Chile, Perú, Colombia y México. Ya el año pasado el ministro de Economía (entonces vicepresidente) había impulsado esa posibilidad, pero fue rechazada por el entonces canciller Almagro, quien tenía el respaldo de Mujica. Astori también planteó en la conferencia su voluntad de explorar el Transpacific Partnership (TPP), un acuerdo de libre comercio entre países que bordean el océano Pacífico, como Canadá, Estados Unidos, México, Chile, Perú, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Singapur y Japón, entre otros. Washington está interesado en la participación de Uruguay. Nin Novoa, quien aboga por un “regionalismo abierto”, coincide con esas posturas de Astori.

En la Cumbre del Mercosur de julio último, Uruguay planteó la necesidad de que hubiera un “sinceramiento” en el bloque y –según informó el propio Nin Novoa- obtuvo el compromiso de los socios de que en una próxima reunión, en Asunción, se realizaría un análisis profundo de las barreras arancelarias y no arancelarias que impiden hoy el libre comercio dentro del colectivo. Países como Uruguay y Paraguay se sienten en situación desfavorable frente a los socios mayores, como Brasil y Argentina”.

Vázquez ha dicho que Uruguay necesita diversificar las posibilidades de inserción internacional y que concibe al Mercosur por identidad y convicción,

“pero no como una jaula, sino como una plataforma de lanzamiento”.

Principalmente el actual gobierno uruguayo considera al Mercosur una alianza puramente comercial que no debe tener injerencia en asuntos políticos de los socios que la integran, ni aún en casos de intentos de desestabilización de los gobiernos. En cambio, para la actual administración argentina de Cristina Fernández de Kirchner, por ejemplo, el Mercosur  –al igual que Celac y Unasur- deben servir para fortalecer la unión de la región en sus negociaciones con países más poderosos y también ser solidarios en la región ante posibles ataques o intentos de desestabilización política. También Maduro, Evo Morales o el presidente de Ecuador, Rafael Correa, sostienen estos principios.

Vázquez no ha tenido las mejores relaciones con el ex presidente Néstor Kirchner ni con la actual mandataria Cristina. En cambio, Mujica siempre intentó mejorar el vínculo con los vecinos rioplatenses, aún con algunos resbalones olvidables, como cuando un micrófono indiscreto captó su charla con un intendente departamental compatriota al que le decía que en la Argentina “la vieja es más terca que el tuerto”. Pero el pragmatismo del Pepe estableció que hay que llevarse bien con los Estados lindantes porque “los países no pueden mudarse de lugar”.

En las difíciles relaciones de Tabaré con “los Kirchner” ha jugado un cierto papel el  periodista, publicista y operador político uruguayo Esteban Valenti, un antiguo militante destacado del Partido Comunista –del que se alejó-, director de  la agencia de noticias Uypress, que tiene una mirada muy crítica sobre los gobiernos argentino y venezolano y que exhibe en el sitio web una buena publicidad de Cablevisión. Valenti hizo la campaña publicitaria del Frente Amplio que llevó a Vázquez a su primera Presidencia y ha sido mano derecha de Danilo Astori. Está casado con Selva Andreoli, directora del Grupo Publicitario Perfil, que tiene algunas cuentas importantes como Petrobras, Buquebus o Banco do Brasil. Andreoli ganó licitaciones de varias campañas de organismos públicos uruguayos. En la Argentina, Valenti ha sido asesor publicitario del ex gobernador santafesino Hermes Binner y ha concertado varios encuentros de este dirigente socialista con Tabaré Vázquez.

Fue después de una de esas entrevistas con Binner en 2011 que Vázquez reveló en Montevideo ante ex alumnos de un colegio del Opus Dei que cinco años antes había temido un ataque bélico argentino ante la escalada de la controversia por la pastera de Fray Bentos, al punto de pedir el respaldo de Estados Unidos.

Vázquez ha tejido buenas ligazones con Washington.

En abril último, cuando habló ante la Séptima Cumbre de las Américas que se desarrolló en Panamá, el mandatario uruguayo sumó su voz a la de sus colegas del continente que pidieron a Estados Unidos que retirara el calificativo de “peligrosa” que pocas semanas antes le había colgado a Venezuela pero, al mismo tiempo, fue el único orador que convocó al gobierno de Caracas a entablar un diálogo con la oposición, como si las partes enfrentadas por aquellos días tormentosos fueran iguales y en momentos en que Maduro denunciaba la intentona golpista de sus adversarios con el respaldo del Imperio.

A LA DIESTRA DE OBAMA

Quizás fue por ese guiño que, en el banquete del 11 de abril que despidió a los presidentes que ya estaban con un pie en el avión tras la finalización de la Cumbre, Barak Obama pidió que Vázquez se sentara a su diestra en la mesa. El jefe de la Casa Blanca manejó esa noche los cubiertos flanqueado por el uruguayo y por el anfitrión panameño Juan Carlos Varela.

La moderación y las amistosas relaciones mantenidas con Washington por Tabaré y antes por Mujica –quien aceptó recibir como refugiados en su territorio a seis reclusos del campo de concentración norteamericano de Guantánamo, que recibieron la solidaridad de la central obrera PIT-CNT- fueron algunas de las razones por las que el ex canciller Luis Almagro fue designado secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) en reemplazo del chileno José Miguel Insulza. Al Departamento de Estado, que puede influir, por ejemplo, sobre los países caribeños que reúnen un buen número de votos a la hora de elegir al candidato, no le disgustó la postulación del uruguayo.

Almagro es también un moderado que cuando se produjo el asesinato de Osama Bin Laden, supuestamente el 2 de mayo de 2011 en Abbottabad, Pakistán, entendió que ese hecho había constituido “un golpe al terrorismo internacional”. Al precisar la posición del gobierno uruguayo, el entonces ministro de Relaciones Exteriores explicó que el líder de Al Qaida “tenía cuentas pendientes con la justicia y con el mundo”. Y le pareció adecuado el procedimiento utilizado.

El Pepe comenzó a enramar las hebras para que Almagro se instalara en la oficina de Washington después de una visita a la sede de la OEA en mayo de 2014 junto con su canciller. Éste parecía haber quedado sin demasiado espacio político dentro del país para cuando terminara su mandato en pocos meses más, tras quedar relegado a un quinto lugar en las listas del MPP para el Senado. Igualmente le alcanzó, pero Mujica le dijo a su colaborador que él lo ayudaría a alcanzar el despacho principal en el edificio de 1889 F Street, NW, Washington DC, donde funciona la sede de la organización.

Dilma Rousseff estuvo de acuerdo con respaldar esa candidatura e Insulza manifestó que no tenía reparos, lo mismo que otros dirigentes de la región. Mujica aprovechó su popularidad que en aquellos momentos lo había colocado internacionalmente en la cresta de la ola para hacer lobby y Almagro comenzó a viajar para iniciar su campaña. La amistad con la embajadora de Estados Unidos en Montevideo, Julissa Reynoso, también fue muy útil para que ella enviara buenas señales, en especial a legisladores demócratas vinculados a temas latinoamericanos.

Julissa, una morocha nacida en República Dominicana, prontamente enamorada del candombe, pura simpatía y con buena habilidad para sociabilizar, fue una habitual invitada a los asados en el “Quincho de Varela”, perteneciente a un vecino agricultor de la chacra de Mujica en Ríncón de la Bolsa, en las afueras de la capital, donde el presidente era el anfitrión. Allí se realizaron encuentros variopintos y no era extraño ver la foto de la embajadora de los Estados Unidos comiendo asado junto a algunos referentes de la izquierda algún 1º de Mayo, jornada en que el Uruguay se paraliza y la central obrera realiza su gran concentración en el Centro de Montevideo. En esa fecha el Pepe se las ingeniaba para arrimarse a la tribuna del PIT-CNT.

Si Almagro creyó que conducir la OEA no le acarrearía mayores dificultades, la realidad le demostró lo contrario. Su tarea es intentar devolverle el brillo a una organización desprestigiada y cuando Unasur y Celac cobran cada vez más protagonismo. Pero no solo esto. A poco de asumir, el nuevo secretario general se encontró con que ya era blanco de los enojos de varios gobiernos, entre ellos el de Venezuela.

Es que el pasado 27 de julio el ex canciller oriental recibió en su oficina de Washington a Henrique Capriles, un claro referente de la oposición venezolana más intransigente. Dos horas duró el encuentro. Unas semanas antes, Almagro ya había causado malestar en el gobierno de Venezuela cuando a través de su cuenta de twitter avisó que la OEA “ofrece servicios de observación electoral” para las parlamentarias del 6 de diciembre. Pero la Comisión Electoral del país caribeño sólo pidió el acompañamiento electoral de expertos de la Unasur, mientras que la oposición ha dicho que confía más en “observadores” de la Union Europea, del Vaticano o de la OEA. Maduro expresó entonces que “es importante aclarar si Almagro va a impulsar la democracia, el respeto a los pueblos y a condenar las conspiraciones o va a seguir el mismo jueguito, la misma línea intervencionista de la derecha de su predecesor, el chileno José Miguel Insulza”. El vicepresidente de Desarrollo del Socialismo Territorial de Venezuela, Elias Jaua, calificó directamente a Almagro de “traidor”.

Aunque Almagro actúa ahora en representación del colectivo de las Américas, no es posible olvidar su condición de uruguayo, de ex canciller de su país, ni sus ataduras a los principales dirigentes orientales, en especial a su mentor Mujica. Tampoco se olvida aquella frase pronunciada por Osvaldo Dorticós, jefe de la delegación cubana a la reunión del 25 de enero de 1962 en Punta del Este, donde la OEA expulsó de su seno a la Isla caribeña. Dorticós calificó a la organización continental como “un verdadero ministerio de colonias de los Estados Unidos”.

Quizás Almagro sea consciente de la ascendencia que siempre ha tenido Estados Unidos sobre la OEA, y no sólo porque es el país que más aporta a sus finanzas, porque ni bien obtuvo su nombramiento designó como asesores a Luis Porto, quien fue su vicecanciller en el Palacio Santos, y a Daniel Restrepo, un ex consultor de la Casa Blanca sobre asuntos latinoamericanos y hombre de confianza de Obama.

Dan Restrepo es hijo de padre colombiano. Su progenitor, José Luis, ocupaba el cargo de director del Presupuesto Nacional en su país hace medio siglo, cuando recibió el ofrecimiento de trasladarse a Washington para trabajar en la Alianza para el  Progreso a raíz de las tareas que realizó durante una visita de John F. Kennedy a Bogotá. Dan –ahora asesor de Almagro- nació en Estados Unidos y opina que Cuba aplica la “represión sistemática” contra su pueblo, al que durante 50 años “le ha negado sus derechos humanos”. Restrepo espera que ahora que Obama restableció las relacione con la Isla, los Castro ya no tendrán excusas para no otorgar “libertades”.

Como dato aleatorio, el 17 de agosto de 1961 había concluido la llamada Conferencia de Punta del Este, en la que los países de la OEA dieron nacimiento a la Alianza para el Progreso –en la que trabajó Restrepo padre-, y que según Estados Unidos, que la propuso, daría un gran impulso a las economías de los países de América latina a través de la entrega a la región de hasta 2.000 millones de dólares anuales. La iniciativa fue respaldada por 20 votos con la única abstención de Cuba, cuyo jefe de delegación, Ernesto Che Guevara, pronunció un memorable discurso en el que explicó que el instrumento aprobado no era más que una “farsa” para someter a la región y detener a los movimientos de liberación del continente. Los objetivos proclamados por la Alianza nunca se hicieron realidad, como seguramente bien lo supo Restrepo padre. Los fondos aportados por Estados Unidos sólo beneficiaron a gobiernos corruptos, sirvieron para equipar a fuerzas de seguridad y preparar los golpes de Estado de la segunda mitad del siglo XX y pasaron a engrosar la deuda externa de esos países. El Che tenía razón.

A Almagro tampoco le ha ido muy bien en su participación en el litigio que enfrenta a República Dominicana y Haití por la crisis migratoria de ciudadanos de este país al vecino y el temor de haitianos a ser deportados. En declaraciones a la cadena CNN a mediados de julio, el secretario de la OEA explicó confusamente que generalmente en una isla, como la Española, no hay dos países sino uno solo, “aunque sea una isla grande como Australia”. Dijo que en cambio “esta es una isla pequeña con dos países, con realidades sociales muy diferentes, con realidades económicas muy diferentes, con realidades políticas muy diferentes”. En Santo Domingo se interpretó su declaración como una toma de partido por los haitianos y estalló la polémica.

El jefe de la OEA optó por guardar silencio y no responder a venezolanos ni dominicanos, para que los ecos se apaguen solos.

Como contrapartida a estas dificultades de Almagro, otro uruguayo logró una unanimidad de todos los jurados de un tribunal de la OEA. Después de un muy exigente concurso, el abogado y periodista Edison Lanza fue designado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como nuevo relator especial para la libertad de expresión en el continente entre 49 postulantes. Numerosas organizaciones de la sociedad civil de varios países de América latina y el Caribe dieron su respaldo al elegido. Lanza dijo que una buena noticia había sido que Almagro manifestara que respetará en todos sus términos la autonomía de la CIDH y la Relatoría.

Lanza se inició periodísticamente trabajando en Búsqueda, de Montevideo, un semanario de la derecha, donde se ocupaba de la información judicial. Abandonó esta publicación por problemas con su dirección, se dedicó a sus estudios y se recibió de abogado. Luego trabajó con la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), fue su abogado, y creó el Centro de Archivos y Acceso a la Información Pública (Cainfo), una ONG que lucha y asesora a periodistas en el acceso a la información pública que –aunque es un derecho garantizado constitucionalmente- en muchas áreas está restringida por el gobierno. Ha publicado libros sobre el tema y es colaborador habitual de Brecha, semanario de izquierda, y se especializa en temas referidos a la comunicación. Ha desnudado, por ejemplo, como se manejan los grandes grupos que monopolizan la televisión en el Uruguay y se ha granjeado la antipatía de estos grupos.

Edison Lanza fue profesor de la cátedra de Comunicación de la Universidad de la República, que funciona como una base sólida de defensa del Periodismo y en la formación de profesionales honestos. Realizaba también foros en el interior del país para asesorar a periodistas de tierra adentro en temas de la comunicación y el derecho a la información. Estaba trabajando activamente para transformar la página web de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación de la Universidad (Liccom) en un periódico cuando surgió su nombramiento en la Relatoría. En este sentido, su cargo en la CIDH, que lo aleja del Uruguay por varios años, fue percibido como una “pérdida” por sus compañeros de la Liccom, pero todo indica que será una “ganancia” para el verdadero periodismo del continente.

Tabaré Vázquez, por su parte, tendrá que aferrar muy fuerte el timón si la política exterior a la que dirige su nave es la que se avizora, más próxima a Washington y más alejada de un compromiso con los gobiernos de la región que ideológicamente están hermanados con las posiciones históricas del Frente Amplio uruguayo. Puede enfrentar turbulencias en la propia fuerza política que lo llevó a la Presidencia.

Cuando Tabaré se reunió con aquellos ex alumnos del colegio católico a los que reveló que había pedido apoyo a Estados Unidos en su litigio con Argentina, también relató algunas anécdotas divertidas referidas a su gestión de gobierno. Contó que cuando era intendente municipal de Montevideo en 1990 se vio en el dilema de entregarle las llaves de la ciudad al presidente George Bush (padre), quien visitaba Uruguay. “En mi propia fuerza política decían que no tenía que entregarle las llaves al presidente del Imperio. Yo no encontré elementos para no hacerlo y lo hice”, explicó, y recordó que la ceremonia se cumplió en el Palacio Legislativo por razones de seguridad.

“Al otro día –terminó su historia Vázquez-, cuando fui a la Intendencia miré hacia afuera por la ventana de mi despacho, hacia la calle San José y Ejido, y había un cartel que decía: ‘Bush go home y llévate a Tabaré’”.

* William Puente, periodista, colaborador de Tesis 11.

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