Uno no nace mujer

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Revista Tesis 11 (nº 111)

(género)

Ana María Ramb Hughes*

Uno no nace mujer. Se hace. Querida y siempre recordada Simone de Beauvoir, tenías razón. Porque esto de hacerse mujer es construcción de todos los días. En medio de avances y retrocesos, de despojos y conquistas, de reclamos y rescates, las mujeres tuvimos que aprender a elaborar urgentes síntesis entre lo que ocurría en el mundo exterior y lo que estaba pasando en nuestra subjetividad.

Tuvimos que comprender, como dijo Bertolt Brecht, que fuera de nuestras cocinas se decide qué ponemos en las cacerolas. Hubo que contemplar el escenario histórico de nuestro tiempo, pero no desde una ventana, sino desde el mismo paisaje, en medio de equilibrios de poder a menudo inestables. Muchas veces, eludiendo codazos patriarcales, nos hemos ubicado en el centro mismo del paisaje, que es campo de lucha. Alguna vez el poeta chileno Luis Sepúlveda nos celebró así:

Ellas dicen pan, trabajo, libertad. / Y la prudencia se transforma en vergüenza. / Las mujeres de mi generación son como las barricadas: / Protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira.

Esto de ser como las barricadas no es exclusivo de las mujeres de los años 70, a quien el poema está dedicado,  y que fueron diezmadas por las dictaduras instaladas por el Plan Cóndor, en el que estaba incluida la dictadura argentina de 1976. En cuanto a las sobrevivientes y las camadas de mujeres que vinieron después, les tocó luchar contra la hegemonía del liberalismo de los 80 y los 90, cuando el individualismo se imponía globalmente, de la mano de las políticas económicas que empujaba a millones a la desocupación, lo que redundó en la pauperización de la clase trabajadora.  Entonces las mujeres le pusieron el cuerpo a la adversidad, y tomaron empresas, practicaron cooperativismo, reinventaron sobre la marcha nuevas formas de economía social. Y le sacaron la careta al capitalismo “con rostro humano”.

En ese contexto, las argentinas adquirimos conciencia de que nuestra región es el continente donde se concentra la mayor injusticia y desigualdad entre ricos y pobres, y donde se evidencia con absoluta nitidez que la pobreza es mujer. Un contraste que es todo un desafío, en un momento crucial donde se juega la conquista y consolidación de la Segunda Independencia de Nuestra América.  Hoy podemos decir que nuestra región se perfila como lugar de resistencia y lucha, generador de genuinas expectativas de cambio para nuestros países, y, por qué no, para el mundo. Es decir, de que crece entre nosotros la conciencia de que América Latina es hoy sujeto de su propia historia, como las mujeres queremos ser, al mismo tiempo, sujetas de la nuestra.  Cierto es que hemos recorrido un largo camino, jalonado de conquistas que responden a décadas, o a cientos de años de lucha. Veamos cuáles son las más relevantes.

En el ámbito legislativo, podemos mencionar la sanción de un conjunto de leyes que garantizan derechos a las mujeres y al amplio espectro que configuran “los géne­ros” como la población LGBT (lesbianas, gay, bisexuales y transexuales), con las Leyes de Identidad de Género y de Matrimonio Igualitario. Tenemos la Ley de Educación Sexual Integral; la Asignación Universal por Hijo; la Ley Integral para Prevenir, Sancionar, Erradicar todas formas de Violencia hacia las Mujeres; los Protocolos de Atención al Aborto No Punible; la Ley Nacional de Trata de Personas; Ley de Fertilización Asistida; Ley de Trabaja­doras de Servicio Doméstico. Todo esto, en el marco de un modelo de país con eje en los Derechos Humanos, en la búsqueda de inclusión y equidad social. Que no es poco. Pero hace falta más. Falta desactivar las argucias que pretenden poner palos en las ruedas del progreso.  Si hay políticas de género proactivas, su aplicación no está asegurada, porque siguen activos los enclaves de injusticia y retraso contra los que es preciso luchar. Se agazapan en remanentes provinciales de lo que podríamos llamar un “feudalismo criollo”, en algunas oficinas estatales, en algunos juzgados, hospitales y comisarías. En un “sentido común” instalado todavía en una sociedad que va registrando cambios promisorios.

La violencia de género, una herida en el corazón de la sociedad

Lo personal, lo privado, es público, fue una vigorosa consigna del feminismo de los 80. Porque la división de público/privado es, sobre todo, una división de género entre los hombres y las mujeres. Hay que abrir las puertas de esa jaula y dejar los barrotes implantados por el capitalismo y las relaciones patriarcales, que se realimentan mutuamente. La violencia intramuros nos concierne a todas y a todos. Se calcula que cada 31 horas una mujer es asesinada en el país por el hecho de ser mujer. El femicidio(asesinato cometido por un hombre contra una mujer a quien considera de su propiedad) es la forma extrema de la violencia de género y otras de sus gradaciones, hoy por hoy, una endemia que deja a cientos de niños y niñas sin madre, con las dolorosas secuelas de haber sido testigos y a la vez víctimas de la violencia machista.

Se incorporó por fin la figura del femicidio al Código Penal. Contamos con un excelente punto de partida: la Ley Nº 26.485, de “Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres” (sancionada en 2009, y reglamentada en 2010). Resulta indispensable que todas las provincias adhieran a esta ley en forma efectiva, dado que en algunas administraciones se suelen hacer adaptaciones insuficientes y elusivas que no modifican nada en concreto. Y si bien esta ley involucra a distintos agentes del ámbito público y privado, no todos ellos operan con una visión de género, sino inspirados por el más rancio patriarcado. Tampoco la currícula de las carreras de Medicina y Derecho incluyen Estudios de Género, por lo que no se ve esta problemática social, ni esa norma y su aplicación.

La trata de personas, un resabio del vergonzante esclavismo

Por debajo del tráfico de armas, la trata de personas para su explotación sexual disputa al tráfico de drogas el segundo lugar a nivel mundial en el rubro de movimiento de capitales. El 23 de setiembre es el Día Internacional Contra la Explotación Sexual. El mismo día de 1913 se sancionó la Ley 9143 (“Ley Palacios”), primer intento en América para  penalizar la explotación de la prostitución de mujeres y niñas.  En 1936, se  dicta otra Ley (12331) que prohíbe la instalación de prostíbulos y los controles policiales y sanitarios sobre las mujeres, para terminar con toda forma de reglamentación de la prostitución, por reconocérsela violatoria de la dignidad de las personas.

En 1949, se consagran en la ONU los principios abolicionistas con la firma  de la Convención contra la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución  Ajena, ratificada por la Argentina. Pero a 97 años de la Ley Palacios, se impone más que nunca la lucha por el abolicionismo como parte de los Derechos Humanos, dado que, en la práctica, la legislación no se cumple en nuestro país. Incluso, la actual Ley contra la Trata de Personas modificó uno de sus artículos: el que exigía, en el caso de víctimas mayores de 18 años, la prueba de que no haber prestado consentimiento en ser explotadas; de lo contrario, no habría delito, y así proxenetas y  tratantes quedaban en libertad.  A partir del nefasto sistema de cambio monetario del menemismo, “un peso, igual a un dólar”, la Argentina pasó a estar en la mira de redes internacionales de tráfico de personas para la explotación sexual.  La  demanda de los “clientes” es organizada por mafias de rufianes y proxenetas,  con complicidades dentro del aparato jurídico estatal, policial, de los propios “clientes”, más el silencio de buena parte de la sociedad que hace la “vista gorda” ante las fingidas whiskerías que enmascaran prostíbulos, incluso en los alrededores del Congreso Nacional y el Departamento Central de la Policía Federal. No quedan al margen del negocio los medios de comunicación; aún  hoy grandes diarios contribuyen al reclutamiento de clientela con sus “avisos clasificados”.

La prostitución no es un trabajo, es un salto desesperado hacia el abismo. Tampoco es, ni mucho menos, un mal necesario. Tanto la  prostitución como la  trata son otra extrema forma de violencia contra las mujeres. El hombre que paga para usar a su antojo un cuerpo femenino disponible, trata a la mujer como a mercancía. Para él, mujeres y dinero son intercambiables. El dinero las cosifica.  Sin clientes prostituyentes, no habrá prostitución ni trata. El desmantelamiento de la redes de prostitución no debe ser espasmódico, sino persistente. Porque, al fin y al cabo, la prostitución es una imposición en la que subyace la desocupación, la necesidad, la falta de preparación para un trabajo digno.

El cuerpo de la mujer, “territorio todavía colonizado”

Según registro de las Naciones Unidas, en la Argentina se producen 447.000 abortos por año, con una mortalidad de 400 mujeres que apelan a las vías clandestinas en situación precaria, como consecuencia de la combinación de estos factores: pobreza, falta de acceso a la salud integral, a la educación y a la información. Son mujeres que llegan al hospital público al borde de la muerte, porque no pudieron costearse la atención en un medio aséptico, con profesionales capacitados e instrumental moderno y esterilizado. Según CEDES, el 62% de los argentinos está de acuerdo con que no haya penas para interrumpir un embarazo.

Basta de judicializar la salud de las mujeres. Qué razón tiene otra feminista mexicana, Lourdes Arizpe, cuando afirma: “En América Latina, el cuerpo de la mujer es todavía territorio colonizado”.

Educación sexual para elegir, anticonceptivos para no abortar, y aborto legal, seguro y gratuito para no morir.

Mujer y Trabajo

Se reconoce en la letra de la ley el derecho de la mujer al empleo remunerado, y a constituir su subjetividad en el mundo del trabajo. En los sectores populares, sin el aporte económico de la mujer, la familia  no está a salvo de caer en la pobreza. Esto, sin hablar de los hogares donde la madre es el único jefe y sostén.  Sin embargo, en el mercado formal las mujeres argentinas percibimos el 28% menos del salario que los varones reciben por igual tarea (en América Latina promedia el 20% menos). En el mercado informal la diferencia asciende al 48%; se calcula que las mujeres ocupan el 60% de los empleos informales. En cuanto al trabajo doméstico, equivale en nuestro país al 33% del PBI, pero no se toma en cuenta para su cálculo global.

Hace más de un siglo, nuestra legislación consagró la igualdad de trato y oportunidades entre hombres y mujeres, encuadrada en la Constitución Nacional. Su Reforma de 1994 otorgó, además, rango constitucional a una serie de tratados y convenciones internacionales que determinan la eliminación de todas las formas de discriminación, el reconocimiento de la igualdad y el compromiso de los Estados sobre este tema. Hoy por hoy, es cierto que la retrógrada “Ley de Flexibilización Laboral” del menemato quedó derogada, y que en cambio nos rige la Ley Nº 20.744 de Contrato de Trabajo, pero muchas de sus disposiciones no se cumplen en la práctica.

El trabajo de las mujeres está todavía desprotegido y subvalorado. Persiste la segmentación horizontal mediante la asignación de tareas distintas según el género. En forma vertical, las mujeres no sólo perciben menores salarios, sino que encuentran escollos en acceder a categorías mejor pagas, de mayor prestigio y con perspectivas de ascenso. Resurgieron ritmos de producción y jornadas extenuantes propios del primer fordismo (como en Tiempos modernos de Charles Chaplin), y un descarado aumento de la explotación, que contamina incluso a la medicina laboral, donde las ART deben ser reformuladas, porque son un negocio controlado por los bancos y financieras que tienen al contratante como cliente.

Las mujeres jóvenes y las migrantes de toda edad, provenientes de países limítrofes, son quienes más padecen las desigualdades y la sobrexplotación. Su desconocimiento de sus derechos laborales está muy extendido. Y si algo se llega a saber, las paraliza el temor a perder el empleo si se acercan al sindicato. Ni hablar de la “alta rotación” de días y turnos de trabajo (ejemplos: McDonald’s, Carrefour, Farmacity) que impiden los vínculos y organización entre compañeros de trabajo.

Son también las jóvenes y las migrantes las víctimas elegidas por la precarización laboral y el mercado informal de trabajo. El llamado “trabajo en negro” se caracteriza por la extrema inestabilidad, por la persistencia de la “terciarización” y los “contratos basura” remanentes de la Segunda Década Infame (la de los 90). No poseen protección alguna, ni representación gremial que luche por sus derechos, ni contra los asedios de todo tipo. Es inexplicable la inercia de algunos dirigentes gremiales en cuanto a detectar problemas, buscar soluciones e implementar campañas de esclarecimiento entre las trabajadoras del mercado formal, y las del mercado informal, quienes están en condición de gran vulnerabilidad.

Algunas conclusiones: Se observa la persistencia de hábitos y prácticas culturales discriminatorias según género-sexo, edad, nacionalidad, etnia y clase social. Hay que exigir: el cumplimento de “a igual trabajo, igual salario”. La creación de trabajo genuino con aportes jubilatorios y obra social, con igualdad de oportunidades y trato. Asegurar el acceso a la formación, a la promoción y a mejores condiciones laborales. Inclusión en la negociación colectiva de cláusulas con perspectiva de género, en la que se debe contar con la presencia de mujeres negociadoras. Leyes específicas para combatir el acoso laboral. Queremos un mundo donde la igualdad entre el hombre y la mujer, y entre mujer y mujer, sea una realidad que podamos ver y tocar, y no sólo un documento para poner en un marco. Sobre todo, que se cumpla el principio de: Igual salario por igual trabajo. Blanquear empleos en negro. Combatir el trabajo precario.

Otro tema: la insuficiente cantidad de jardines maternales

¿Quién cuida de los hijos de la familia trabajadora? Comprobamos que éste es otro de los grandes problemas en común. Hay escasez de jardines maternales públicos. Y de escuelas infantiles que integren el jardín maternal desde los 45 días con el jardín de infantes hasta el ingreso a la escuela primaria. En Buenos Aires, capital de la República, el Estado porteño no provee dispositivos públicos generalizados que den a los niños, no sólo protección durante la jornada laboral sino, en primer lugar, igualdad de oportunidades en su formación y estimulación temprana.

Panorama desde el puente

Pelear contra las injusticias, luchar y enseñar a luchar fueron empresas que  abordaron aquellas, las pioneras, las mujeres originarias y las criollas de Nuestra América, lu­chadoras por la Primera Independencia, codo a codo con los hombres de los ejércitos patrios.  Ellas nos interpelan desde la gran Historia, precisamente cuando vivimos una época excepcional. Defender, resistir y profundizar es honrar las vidas de las que abonaron a la evolución de nuestra sociedad con los frutos de sus acciones. Reclamar  nuestro a acceso a los espacios de toma de decisiones, tanto en los ám­bitos políticos como sociales, culturales y laborales, enfrentando descalificaciones misó­ginas por mostrarnos firmes para salir de la trama subordinante que nos niega autono­mía, y de los estereotipos que nos asigna una sociedad sexista: esa es nuestra tarea.

Porque en la hora actual, las mujeres comenzamos a comprender que en nuestro presente se juega la conquista y consolidación de la Segunda Independencia de Nuestra América. En el panorama global, nuestra región se perfila como lugar de resistencia, de lucha social y política, generadora de genuinas expectativas de cambio para nuestros países, y, por qué no, para el mundo. En este contexto, las mujeres latinoamericanas nos declaramos sujetas de derecho, dispuestas a asumir un papel protagónico en los procesos de cambio social y político, y a defender Nuestra América como región de paz.

En la constante lucha por nuestros derechos, es necesario sostener las con­quistas que hemos logrado, especialmente en la esfera pública. Rescatar y perfeccionar las decisiones políticas que pretendan generar o promover cambios económicos, sociales y cultura­les.  El panorama actual nos permite ser optimistas y nos impulsa a ir por más.  En respuesta a la enorme concentración de la riqueza que caracteriza todavía a nuestra región, aparecen construcciones que,  como la Unasur y el ALBA –a ésta última, nuestro país, la República Argentina, también tendría que integrarse–,  conformadas por  naciones que aspiran a otros modelos, diversos entre sí, y que con distintos matices e intensidades, aspiran a lograr y consolidar políticas y economías al servicio del ser humano.

Por otra parte, somos conscientes también de que, entre tanto, la “Nueva Derecha” no permanece impasible en nuestros países. Está en recomposición, y pone en juego nuevas tácticas, donde la apelación a las viejas formas del golpismo permanece larvada y al acecho, mientras, en paralelo, los llamados medios de comunicación fungen en realidad como instrumentos para la modelización de la opinión pública para asegurar  la continuidad de una sistema cultural androcéntrico, patriarcal, capitalista, dependiente y colonizado. Es por todo eso que las mujeres nuestroamericanas queremos y estamos dispuestas a ir por más.

Qué razón tienen las feministas mexicanas cuando dicen: “En América Latina, el cuerpo de la mujer es todavía territorio colonizado”.

La pobreza tiene género. La pobreza es mujer. El patriarcado, herramienta de oro del capitalismo.

  • Que el Congreso de la Nación debata y sancione el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del embarazo, elaborado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito para despenalizar y legalizar el aborto en Argentina, presentado con la firma de 60 diputadxs de un amplio arco político; porque esta es una deuda que la democracia tiene con las mujeres en Argentina.
  • La aplicación efectiva, no judicializada, del Artículo 86, del Código Penal, en consonancia con el fallo de la corte suprema de justicia.
  • La efectivización de una Resolución Ministerial que garantice la realización de abortos acorde  a la Guía de Atención de Abortos No Punibles en los servicios de salud.
  • La plena vigencia y aplicación de la Ley Nacional de Educación Sexual Integral (Ley 26.150) y de la Ley de salud sexual y procreación responsable (Ley 25.673), con presupuestos adecuados.

En la Argentina se calcula que abortan clandestinamente entre 460.000 y 500.000 mujeres al año, lo que demuestra que la penalización resulta inútil. Es por eso que sostenemos que el debate sobre la despenalización y legalización del aborto resulta fundamental y urgente, por ser el aborto clandestino un problema de salud pública, de justicia social y de derechos humanos de las mujeres.

En el 2013 y tras ocho años de activismo en torno a la legalización y despenalización del aborto, hemos logrado romper el silencio en la opinión pública y darle mayor visibilidad a la problemática del aborto clandestino. Hoy contamos con la participación de organismos de DDHH, universidades, sindicatos, organizaciones de mujeres de distintas experiencias políticas y activistas, grupos de artistas, entre otros, en una campaña con más de 300 organizaciones.

  • Nichos de desigualdad y brechas salariales en materia de empleo femenino; persistencia del empleo en negro o informal. Incumplimiento de la legislación laboral.

Desde este lugar denunciamos la explotación de clase que sufre la mujer por parte del sistema capitalista, a la que se suma la opresión de género operada por el patriarcado, que si bien es anterior al capitalismo, de inmediato se convirtió en su aliado indispensable para potenciar la explotación y perpetuar un statu quo injusto y miserable.

la causa de la igualdad de derechos para la mujer no puede ser postergada hasta que estén resueltos del todo los problemas más urgentes, como la pobreza o la situación de los trabajadores en general, sino que un programa cabalmente revolucionario incluirá el enfoque de género, entendiendo…

Que la conciencia de género es parte de la conciencia de clase, y que la lucha por la equidad de género es parte de la lucha de clases. Que la lucha por la conciencia de género unida a la conciencia de clase es parte de la lucha por la transformación de la sociedad.

Todavía hay marcas del coloniaje ten nuestra cultura, pero  América Latina está hoy en posición política fuerte

Primero. “La pobreza tiene género; la pobreza es mujer. La mitad de la población en el mundo, que somos las mujeres, percibimos apenas la décima parte de los ingresos mundiales, y poseemos el uno por ciento de las propiedades universales. Mujer trabajadora. Recibe, por la misma labor, entre el 30% y el 40% menos de remuneración que los hombres. Millones de mujeres están privadas del acceso a la educación y a la asistencia técnica para el desarrollo de habilidades. Millones están haciendo trabajos despreciados por otros. Trabajo invisible: más del 95% de las labores domésticas es realizado por ellas, en condiciones de no reciprocidad, aislamiento, gratuidad, desvalorización y hasta obligatoriedad.

Según un estudio realizado en el marco de la CGT (4-7-09), las más flagrantes formas de exclusión en las relaciones de trabajo que afectan en mayor medida a la mujer son: a) el desempleo; b) las formas precarias de inserción laboral; c) las formas de trabajo no remuneradas; d) la exclusión de las oportunidades para desarrollar sus potencialidades en puestos de autoridad.

Desafíos. Aplicación del principio de igual salario por igual valor del trabajo. Formalizar empleos “en negro”. Creación de empleos de mejor calidad. No a la discriminación en la contratación laboral. Acabar con la alta rotación de las jornadas. No al maltrato laboral y de precarias condiciones de trabajo.  Respeto de la Ley de Cupos Sindicales y participación de delegadas en la negociación de los convenios colectivos de trabajo. Formación e integración social y sindical. Capacitación y jerarquización para el acceso a los distintos puestos. En la legislación laboral, la inclusión de cláusulas que contemplen la licencia por paternidad y las  responsabilidades familiares compartidas. Multiplicar las guarderías: creación de infraestructura social y educativa para los niños: multiplicar los jardines para bebés.

Desafíos: la mexicana Lourdes Arizpe afirmó que el cuerpo de las mujeres latinoamericanas y caribeñas es territorio todavía colonizado. En este sentido, damos apoyo al proyecto elaborado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, un colectivo de más de 250 organizaciones de todo el país, que ingresó en 2011 en la Cámara de Diputados con la firma de alrededor de medio centenar de legisladores de un amplio arco político.

El movimiento de mujeres mantiene sin pausa ni desmayo un eje de lucha vinculado a la prevención, la educación y la asistencia, y que se sintetiza en las consignas: • Educación sexual para decidir. • Anticonceptivos para no abortar. • Aborto legal para no morir.

En la República Argentina, la Ley 26485[3] de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, identifica a la violencia mediática en mensajes que, en cualquier soporte comunicativo, humillen y discriminen a las mujeres. Es una de las manifestaciones de la violencia de género.

* Ana María Ramb Hughes. Escritora, Autora de varias publicaciones, periodista.

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