Ser Lector. Capítulo XI: El descubrimiento de la página en blanco. En torno a la obra “Filosofía del Ajedrez” de Ezequiel Martínez Estrada.

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Revista Tesis 11 (nº 111)

(Cultura/Cine/Libros/Sociedad)

León Masac*

En esta columna intentaremos reconstruir las sensaciones que generan aquellas obras que parecen quedar perdidas, como hojas en blanco de un pasado tan lejano como anticuado, en el cajón de un escritorio. No propongo pensar en lo extraordinario de un libro, por más que lo fuera, sino en el sentido que tiene la existencia de ese cúmulo de palabras como obra literaria. Ojalá esta breve columna sea placentera y motive a saber que las palabras son colectivas y que si no se comparten… no son más que una hoja en blanco.

Recuerdo que en una discusión con amigos de la universidad, comenzamos a cuestionarnos sobre el significado de la hoja en blanco; incluso, en los rincones de mi memora conservo la imagen de haber leído un bellísimo artículo sobre el significado de la hoja en blanco, que alguno de ellos escribió. Lamentablemente aquel tema quedó por allá, perdido en el tiempo y en los recuerdos, junto con aquellas amistades que parecen eternas y el tiempo se encarga de enterrar, como las hojas en blanco.

El tema, o lo que aquí me importa contar, se encuentra referido a la hoja en blanco, o mejor dicho a las hojas en blanco; quizás porque hace días que miro la hoja sin poder pasar siquiera del renglón. Lo cierto es, o parece ser, que la hoja blanca trasmite una sensación de vacío y desánimo increíble, es como un tablero de ajedrez con el rey derrotado y sin jugadores a la vista. ¿Pero acaso el olvido de las palabras no es también una hoja en blanco? ¿Será que las grandes obras escritas por hombres y mujeres del mundo entero, que quedaron abroqueladas con las hojas borrador, son las verdaderas hojas en blanco?

Si lo pensamos seriamente, sabemos que una hoja sin palabras representa la falta de inspiración de un escritor, pero una hoja escrita guardada en un cajón es quizás el verdadero silencio de un escritor, es la derrota, es lo inconcluso, es irremediablemente una hoja en blanco, porque solo el lector hace de la hoja y su escritura su verdadera existencia.

El libro que hoy nos ocupa tiene mucho que ver con esta forma de pensar las páginas en blanco, y la Licenciada Teresa Alfieri[1] así parece entenderlo cuando en el prólogo de “Filosofía del Ajedrez” de Ezequiel Martínez Estrada dice: “Como tú, lector, deseaba leer este libro”… marcando, como ella afirma, la calidad fantasmagórica de un libro que existía y nadie había leído…

“Filosofía del Ajedrez” es un libro inconcluso del eximio ensayista Martínez Estrada que luego de más de ocho décadasy con apoyo de la Biblioteca Nacional, salió a la luz en 2008. Con obras brillantes como “Radiografía de la Pampa” y “La cabeza de Goliat”, Martínez Estrada se había consagrado como uno de los grandes escritores argentinos, y a pesar de haber dado a conocer dos capítulos de su libro en el diario La Nación allá en la década del 20, nunca pudo terminarlo.

Las hojas escritas a mano se escondieron durante décadas en el escritorio de Martínez Estrada. Alferi las encontró, años más tarde, en el museo del autor en Bahía Blanca; como ella dice, no era más que un manuscrito, un trabajo inconcluso…. En fin, lo que sería para mípara mí una hoja en blanco.

Pero, claro, cuando una obra sale a la luz, sus palabras tiñen el blanco del papel; y cuando el lector siente escuchar al autor decir cada una de sus frases, cuando los ojos se transforman en oídos, las palabras escapan de la telaraña concluyendo finalmente la obra.

Ahora sería el momento en que cuento los pormenores del libro y los aportes y debates que genera, sin embargo… no será así, porque “Filosofía del Ajedrez” no se puede contar, se tiene que leer, porque en él se descubre la pasión de un hombre por el Ajedrez y el trabajo excélsior de una mujer por reconstruir una obra maestra.

Es en la propia lectura de la obra donde uno reconoce la pasión de Martínez Estrada y de Alfieri, es en cada párrafo donde el lector reconoce el significado de sacar del polvo las palabras guardadas cual hojas en blanco.

Es hoja por hoja donde se comprende la reconstrucción de un “rompecabezas” desordenado, avejentado y olvidado; es el rozar del papel donde se comprende la perfección del ajedrez y la perfección de una obra.

Me pregunto qué sintió Alferi al tener frente a sus ojos esos papeles amarillentos, me pregunto que sentiría Martínez Estrada si supiera que sus pasiones (la literatura y el ajedrez) lograron conjugarse; me pregunto que sentirán ustedes al leer este libro.

[1]Licenciada en Letras (UBA), Investigadora del CONICET

*León Masac. Escritor Aficionado (leonmasac@gmail.com)

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