Reflexiones a propósito del debate abierto sobre el artículo “La situación económica, social y política desde 2003” de Alberto Wiñazky.

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Carlos Mendoza*

Para entender  lo sucedido desde el 2003 es necesario identificar cual fue el carácter de los problemas que objetivamente existían, tener en cuenta la relación de fuerzas y su evolución y, en ese contexto, evaluar la acción gubernamental y las tareas a encarar desde el interés popular.

El estimulante debate suscitado en nuestra Comisión de Economía, sobre el artículo de Alberto Wiñazky, me suscita algunas reflexiones sobre temas que forman parte del debate, que considero importantes y que intentaré sintetizar:

El problema principal en el 2003.

Se entiende como problema principal aquel que, entre los importantes a enfrentar, requiere de su solución más inmediata. En tal sentido, cuando asume Néstor Kirchner en el 2003, el problema principal era aplicar una política gubernamental que cambiara el paradigma neoliberal por otro que reposicionara el rol del Estado en el centro de la actividad pública, reestructurara la deuda externa en default en términos factibles para el país, estimulara un crecimiento económico rápido y a altas tasas para dar empleo, retomara la industrialización, instrumentara medidas de inclusión social, incluyera el tan importante asunto de los derechos humanos como política de estado e impulsara una vinculación con el mundo con integración regional y con independencia respecto de los organismos financieros internacionales y de los gobiernos de los países desarrollados. Eso fue lo que prometió Kirchner en el 2003 y creo que básicamente lo cumplieron su gobierno y los de Cristina hasta hoy.

Incluso, Néstor Kirchner aclaró, cuando asumió, que su gobierno no sería estatista. Sin embargo, cuando las circunstancias lo requirieron, según el interés nacional y de los sectores populares, pragmáticamente estatizó empresas.

Por otro lado, es importante recordar que en el 2003 no existía un movimiento sociopolítico organizado y movilizado (integrado por organizaciones sindicales, sociales, culturales y políticas), que estuviera exigiendo una política más radical que la encarada por el gobierno. Por el contrario, fue el gobierno quien con sus políticas logró generar el apoyo popular necesario para la relación de fuerzas que necesitaba.

El problema fundamental de la estructura socioeconómica subdesarrollada y dependiente  de nuestro país.

El problema fundamental de nuestra economía, dentro de los marcos del sistema capitalista al que pertenecemos,  tiene básicamente dos aspectos:

– Por un lado, la hegemonía de un sector oligopólico dominado a su vez por el capital extranjero, que produce bienes y servicios que entran como insumos en el resto de la actividad económica. Esto provoca que ante una política de impulso a la demanda y de protección del mercado interno, este sector pueda aumentar sistemáticamente sus precios por encima del aumento de sus costos, utilizando su ventaja de no tener competencia, lo cual incide en el resto de la economía, produciendo el proceso inflacionario y su correlato de atraso cambiario, que hemos visto sobre todo desde el 2007.

– Por otro lado, una industria de armado, que importa insumos y bienes de capital para funcionar y vende mayoritariamente en el mercado interno, por lo cual cuanto más se desarrolla, más genera déficit en su balanza de comercio exterior.

Ambos cuestiones combinadas han ido sumando problemas a nuestra economía, hasta provocar tendencia a estancamiento y recesión, que afecta crecientemente a los sectores populares.

Llegados a esta situación, resulta objetivamente que sin atacar el problema fundamental se torna cada vez más difícil progresar con políticas de desarrollo económico, industrialización e inclusión social. Es lo que muchos, desde el campo popular y progresista, hemos caracterizado como necesidad objetiva de profundizar las políticas iniciadas en el 2003.

El problema esencial de nuestras relaciones económico-sociales capitalistas.

Nuestro país comparte, con el resto del sistema capitalista, los problemas de esencia del mismo, entendidos como tendencias inmanentes del sistema hacia la concentración, centralización y globalización del capital y a la caída de tasa de ganancia en los sectores de producción y circulación de bienes de servicios, que afecta crecientemente al mismo capital oligopólico, que responde mediante aumento de precios por encima del aumento de sus costos y sobre todo mediante la especulación financiera, como forma de redistribuir en su favor la renta mundial producida por el trabajo humano.

Por eso es que debemos siempre recordar que si bien hay un campo importante de acción posible para aplicar políticas reformistas, dentro del capitalismo, y aun dentro de nuestro capitalismo dependiente y subdesarrollado, y que esto es indispensable porque le va en ello la vida concreta a los sectores populares, no debemos cejar de plantear, en la lucha ideológica,  que el capitalismo como sistema está en una etapa de tendencia creciente a la crisis permanente y que la solución de sus problemas de esencia no podrá producirse sin un cambio también esencial en las relaciones económico-sociales, que produzca el advenimiento de un sistema de carácter social y democrático de un nivel cualitativamente superior, que se ha dado en llamar socialismo. Proceso en el que la sociedad humana está inserta desde hace ya al menos un siglo, con avances y retrocesos, con vías a veces violentas y otras pacíficas y que requieren en la presente época de un extraordinario desarrollo de la democracia, hacia una participación creciente de los sectores populares en la gestión de lo público, sobre todo en la gestión de los propios movimientos socio-políticos que expresen sus intereses.

La acción política desde el campo popular y progresista.

Los tres problemas mencionados están entrelazados y relacionados en unidad contradictoria, dialéctica, y sería tan erróneo, desde el campo progresista,  suponer que sin cambiar la esencia no se pueden producir avances importantes, para la vida concreta de los sectores populares, en la solución de los otros dos problemas, como imaginar que se puede actuar con éxito duradero sobre el problema principal, sin tener en cuenta el problema fundamental y el problema esencial. Es algo que siempre debemos tener presente en la lucha ideológica y por la hegemonía en el campo popular.

La política iniciada en el 2003 ha chocado contra los problemas estructurales del país, pero al hacerlo va poniendo en evidencia la existencia de esos problemas, al menos para los cuadros militantes de las organizaciones del campo popular, quienes crecientemente incorporan en su discurso público la idea de que o se profundiza la política iniciada en el 2003 o se producirá la derrota y el retroceso para el interés popular. El mismo gobierno dice esto en su discurso.

En cuanto a las limitaciones ideológicas y de clase social que pudiera tener este gobierno, creo que la experiencia demuestra que en algunos asuntos ha ido más allá de lo que había prometido, como por ejemplo las estatizaciones, empujado por necesidades objetivas que tuvo el mérito de saber interpretar en favor del interés popular, por más parciales y limitadas que se pudieran considerar. Por otro lado, las propias organizaciones socio-políticas que lo apoyan, lo empujan a avanzar, lo cual no garantiza que lo haga, pero abre la perspectiva.

El movimiento socio-político y sus organizaciones.

Uno de los hechos más importantes para el interés popular y para la posibilidad de profundizar las políticas iniciadas en el 2003, es que la mayoría de las organizaciones sociales, culturales y políticas existentes en el 2003 y las que aparecieron después, se han sumado al espacio político que apoya el proceso gubernamental desarrollado desde entonces. Suponer que lo hacen solo por cooptación realizada desde el gobierno es, como mínimo, subestimar a multitud de cuadros militantes, muchos de ellos con vasta experiencia en la práctica política y también con importante formación ideológica progresista y revolucionaria. Incluso hay entre ellos organizaciones de reconocidos intelectuales, que actúan como intelectuales orgánicos del campo popular.

Más aun, la mayoría de esas organizaciones se han agrupado en el espacio político común llamado “Unidos y Organizados”, que por supuesto tiene limitaciones y falencias, pero que no deja de constituir un salto cualitativo en el intento de construcción de un vasto movimiento socio político progresista, indispensable si se pretende impulsar la profundización de las políticas iniciadas en el 2003, hacia la remoción de los obstáculos estructurales que designamos con la categoría de problema fundamental. Asimismo, muchos de los cuadros que integran las organizaciones que están en Unidos y Organizados, tienen en su horizonte el objetivo socialista de solución del problema esencial.

Como hacer política.

La esencia de las relaciones económicosociales, que consiste en tendencias inmanentes y no en leyes exactas,  se manifiesta fenoménicamente de manera contradictoria, donde el azar, las diferencias al interior de la clase privilegiada que detenta el poder hegemónico y las características de las personalidades individuales, pueden jugar un rol importante. Cuando se hace política desde posiciones progresistas y más aun revolucionarias, se debe tener siempre presente la esencia, pero se actúa sobre lo fenoménico y, entre otras cosas, no se debe subestimar ninguna reforma ni ninguna alianza, en la medida que vayan objetivamente en el rumbo que nos proponemos.

*Carlos Mendoza, ingeniero, especializado en economía política, escritor, miembro de la Comisión de Economía y del Consejo Editorial de Tesis 11.

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