Mirar el horizonte desde alguna esquina del territorio profundo

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Revista Tesis 11 (nº 119)

Edición especial: Balance del gobierno de Cambiemos

(situación social)

Lito Borello*

SITUACIÓN SOCIAL ACTUAL DESDE UNA ORGANIZACIÓN POPULAR, “LOS PIBES”, CON ANCLAJE TERRITORIAL.

“…la brutal y acelerada transferencia de poder y riqueza golpea maltrata y ofende el corazón y la dignidad de nuestro pueblo trabajador”

Al tener que hacer un repaso sobre la situación social actual de nuestros barrios no podemos dejar de contextualizar que vivimos a nivel mundial una de las mayores crisis del capitalismo global: una crisis civilizatoria y, en este marco, una ofensiva neoconservadora, restauradora. Así es como han sido envestidos de frente todos los procesos populares que se desarrollaron en la región de Nuestra América en los últimos años.

En los últimos 25 años pasamos por la resistencia insurrecta al neoliberalismo de los años 90, 10 o 12 años de batallas heroicas de los sectores populares permitieron dar paso a gobiernos pos-neoliberales,  posicionados cuanto menos a 180 grados del neoliberalismo. Algunos de mayor corte transformador y hasta revolucionarios. Otros, de caminos más pendulantes, recorrieron recetas neo-keynesianas o de cierto desarrollismo popular.

Debemos reconocer que todos estos gobiernos populares permitieron un tiempo de acumulación para el campo popular. Un tiempo que nos permitió recuperar sueños y utopías de sociedades más justas. Un tiempo, a la vez, de confrontación  con el Tío Sam, como la foto que nos marcara a fuego en 2005 en Mar del Palta con la consigna “ALCA, AL CARAJO”, en la voz del eterno Comandante Hugo Chávez Frías. En la región se caminaba al grito de “PATRIA SÍ, COLONIA NO”.

Muchos entendemos que estos desarrollos abrían también una ventana a un segundo tiempo emancipador, que le diera conclusión a aquella etapa de principios del siglo de XIX, donde el mundo escuchaba los primeros gritos de libertad en Nuestra América.

Junto con las transformaciones que se operaban en toda la región, el bloque de poder mundial actualizó su estrategia, construyó la doctrina que hoy padecemos en carne propia. Su eficacia se evidencia en lo que nos ha forzado a retroceder. Fundamentalmente en las institucionalidades  conseguidas a favor de los pueblos.

Son los logros que el imperio consiguió con guerras de nuevo tipo contra nuestros pueblos y nuestra patria. Novedosos modelos y doctrinas implementados en batallas comunicacionales y culturales. Desde la línea conceptual de la guerra de cuarta y quinta generación han desplegado un arsenal contra nosotros, manipulando la opinión pública y la construcción del sentido común masivo.

Un análisis de situación, como el que se espera de estas líneas, requiere del imprescindible balance autocrítico de los últimos años: esa herramienta fenomenal que a las organizaciones populares nos ha permitido, y nos permite, continuar y mejorar nuestra lucha. Es necesario analizar críticamente cómo han sido los modos de construcción política: cuáles han sido los errores y nuestras propias limitaciones, qué concepciones han quedado vetustas en la última década. Lejos de flagelarnos banalmente con la culpa, salimos así de la impotencia y el agigantamiento del enemigo: el análisis crítico nos permite retomar la iniciativa en la construcción de nuestro futuro.

Hoy tenemos en el gobierno nacional la expresión más rancia y de paladar negro de toda la última etapa democrática desde el retorno a la democracia en 1983. Es cabal representación de los sectores dominantes locales con sus nexos globales. Llegaron por los votos y no por las botas. Como no podía ser de otro modo, y quien considere lo contrario correrá por su cuenta, desde el primer minuto el ejercicio del ejecutivo se puso a disposición de los poderes concentrados. O como se dice en el barrio, este es un gobierno de ricos para ricos.

Por lo tanto, la brutal y acelerada transferencia de poder y riqueza golpea maltrata y ofende el corazón y la dignidad de nuestro pueblo trabajador. A este dato duro le debemos agregar que no son ni errores ni inexperiencia; sino que es voluntad, decisión y contenido de clase del gobierno lo que empuja al abismo, a la exclusión y al descarte a los nuestros.

Ahondar en cifras se hace innecesario cuando la realidad es terrible y cuando, a la vez, junto con la hipocresía y la represión, construyen una condición hacia el objetivo de desalentar y desorientar: quebrar la voluntad de lucha de los trabajadores y el pueblo.

El proyecto de dominación, el modelo de país, el diseño de sociedad que construyen desde el poder, es mucho peor que el de la década del 90: más excluyente, más antipopular y, por consiguiente, más antinacional que el implementado en aquellos  años. Por eso preparan un aparato represivo con el único fin de acallar la protesta social y la lucha que, aun dispersa y desarticulada, principalmente desde el subsuelo de la patria sublevada modela una nueva resistencia popular que más temprano que tarde amanecerá sobre el horizonte.

Por eso lejos, muy lejos del pesimismo paralizante o de pseudos liderazgos retardatarios y hegemonistas, es la resistencia y la lucha en las calles la fragua que fortalece la unidad; la organización popular capaz de retomar el rumbo emancipador y transformador revolucionario.

Pues, como dice el Papa Francisco: “este sistema no da más”. Habrá que construir otro más justo y más humano donde el hombre no sea lobo del hombre. Donde nuestra patria sea enteramente libre y nuestro pueblo sea feliz.

*Lito Borello, coordinador de la organización social “Los Pibes” y de la mesa nacional de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular)

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