Los 20 años de Tesis 11: La Esperanza como Bandera

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Horacio Ramos* 

“La esperanza es un niño ilegal,

inocente, reparte sus volantes, anda

contra la sombra.” 

Juan Gelman

El autor recorre, en los veinte años de Tesis 11, los graves acontecimientos, los profundos cambios producidos y la esperanza fortalecida de estos tiempos de nuestra patria.

 

18 de abril del ’91, otoño en Buenos Aires. Aquella tarde, en el legendario “Café Tortoni”, dieciséis compañeros se habían dado cita con el propósito de editar una revista que contuviera en sus páginas el debate abierto que, a partir de la desaparición del campo socialista y el avance ya hegemónico del neoliberalismo, se iba desplegando no sólo en el espacio de la izquierda en la Argentina, sino también en el plano internacional. Decidimos, entonces, lanzar nuestra publicación el 1º de octubre de ese año, y establecer además nuestro refugio esperanzado en Avenida de Mayo 1370, en el piso 14º. Porque, es cierto, la esperanza era para nosotros una campana con el badajo siempre alerta, porque al igual que el dedo pulgar para los viejos campesinos, vaticina de dónde soplan los vientos e informa hacia dónde van. No en vano, teníamos presente en los anaqueles de la memoria las serenas reflexiones de la psicoanalista Silvia Bleichmar: “La esperanza implica partir de condiciones reales y plantear soluciones creativas. La ilusión está fuera de la realidad, espera que las cosas se compongan mágicamente.”
No obstante, no era fácil. La Argentina, en esos años, se desplazaba entre la fascinación y el asco, ya que salpicaba su paisaje la palabra y el gesto cínico de Carlos Menem, edificando, en medio de la descomposición y de una frivolidad sin límites, la “Segunda Década Infame.”  

La Alianza

La Alianza para la Justicia, el Trabajo y la Educación, surgió del acuerdo entre la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País Solidario (FREPASO), quienes realizaron su elección interna abierta el 29 de noviembre de 1998, donde el radical Fernando de la Rúa superó a la frepasista Graciela Fernández Meijide. Por su parte, en las filas del justicialismo, frustradas las intenciones de Menem de “reelegirse”, se consolidó la fórmula Eduardo Duhalde y Ramón “Palito” Ortega, quienes fueron luego derrotados en la elección nacional por los candidatos de la Alianza, de la Rúa – Chacho Álvarez, con el 48,5 por ciento de los votos, sobre el 38 por ciento de los justicialistas. Así fue que el dirigente radical, integrante del ala derecha de su partido, enfrentó a Duhalde con los instrumentos de la llamada “videopolítica”. Por eso, en su campaña evitó las definiciones contundentes sobre su futura acción (hablaba con “la precisión de la ambigüedad”, decían los militantes veteranos), y concentró su presencia en un spot televisivo, tomando el argumento con el que más se lo atacaba -“Dicen que soy aburrido-“. Y eso lo convirtió en virtud republicana. Asimismo, contaba a su lado con Chacho Álvarez como vicepresidente, un trasgresor de la ortodoxia, dirigente honesto que balanceaba el perfil timorato del radical, con su impronta popular y carismática. Sin embargo, negros nubarrones que anunciaban recios vendavales de raíz insospechable, asomarían en el horizonte de la coalición.
Los acontecimientos se precipitaron. Porque de la “Carta a los Argentinos”, un mensaje de la Alianza que hacía presumir la aparición de un cuadro de mediana sensatez y equilibrio en el manejo de los negocios públicos, se continuó persistiendo en los famosos “blindajes” que aconsejó el Fondo Monetario Internacional (FMI), ahondando con otras medidas el rumbo derechista del gobierno. Así se arribó al escándalo de la Reforma Laboral (tarjeta “Banelco” de por medio), al ajuste del 13 por ciento a las jubilaciones y sueldos de los empleados estatales, el “tijeretazo” contra el presupuesto universitario, la eliminación del régimen estatal de reparto para los jubilados supliéndolo por las AFJP, la desregulación de las Obras Sociales, la nefasta posición en contra de Cuba, y el paraguas protector de López Murphy a los militares cuestionados por los organismos de Derechos Humanos. Todo esto culminó con la represión de aquel “diciembre sangriento de 2001”, que dejó la secuela de 32 víctimas fatales en aras de un gobierno cruel que, cobardemente, huyó en helicóptero mientras nuestro pueblo comenzaba a llorar, desolado, a quienes habían muerto por soñar otro país.

De pronto, las utopías

Al poco tiempo, con la aparición del Nº 69 en mayo de 2003, trasladamos el manantial de nuestras utopías al tercer piso de Viamonte 1716, en momentos excitantes para la nación, pues se abría de pronto un camino inadvertido y pleno de interrogantes para el conjunto del pueblo. Al respecto, este cronista tituló su nota en aquel ejemplar de “Tesis 11”, “El nuevo escenario nacional”, en el que pretendía descorrer el velo de la cambiante realidad, explicitando el cúmulo de inquietudes que agitaban el corazón de la Patria: “Luego de la huida de Carlos Menem ante el generalizado repudio de la ciudadanía, un horizonte inédito se abre en la Argentina. En efecto, Néstor Kirchner tendrá la responsabilidad de presidir la Nación en los próximos cuatro años. ¿Quién hubiese pensado, a fines de 1999, que Eduardo Duhalde iba a salir del ostracismo para convertirse, en el 2003, en el demiurgo de esta etapa? ¿Quién hubiera imaginado que Fernando de la Rúa y Carlos Menem habrían de terminar sus vidas políticas, prisioneros del escándalo y el odio de su pueblo? Derroteros inesperados y escabrosos los que suele reservar la historia a quienes, groseramente, van deambulando, permanentemente, entre la impudicia y la corrupción. Ahora, ¿qué podemos aguardar de los protagonistas surgidos de esta tragicomedia? ¿Abordará, Kirchner, los desafíos que le planteará el futuro, con la racionalidad y el gesto nacional que prometió en la campaña? ¿Será capaz de ir diseñando otro destino para la tierra de los argentinos?

Extraño. Fue como un sacudón en medio de la conciencia poder escuchar de la boca de un presidente argentino y ante el estupor de un pueblo en vigilia, aquellas palabras que subrayaron el discurso de Néstor Kirchner al asumir su cargo el 25 de mayo de 2003: “Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”.

Pero no era sólo la Argentina, sino el mundo entero el que estaba azorado ante el triunfo de este protagonista crecido en aquel desierto territorio del sur, esa Patagonia abrumada por el viento helado, y el silencio impenetrable. Porque era un hecho que marchaba a contrapelo de un progresismo trasnochado que no entendía nada, de un establishment hundido en el desconcierto, y hasta de algún  sector de una dogmática izquierda en decadencia, a la que ya había descalificado en su tiempo la ironía sutil pero franca de Raúl González Tuñón: “La madrugada y la Revolución, cada vez tienen peores compañías.”

Asimismo, también hubo quien alzó su voz, su estatura moral y su análisis político, para expresar su regocijo por el arribo de Kirchner al gobierno. Así comentó, Fidel Castro, en el libro de Ignacio Ramonet “Cien horas con Fidel”, la sensación que le produjo el cambio repentino en la Argentina: “Cuando en mayo de 2003 llegaron las noticias del resultado electoral en Argentina, y el anuncio de la victoria de Néstor Kirchner y la derrota de Carlos Menem, sentí gran satisfacción. ¿Por qué? Hay una razón importante: lo peor del capitalismo salvaje, como diría Chávez, lo peor de la globalización neoliberal en el país latinoamericano que se había convertido en símbolo por excelencia del neoliberalismo, sufrió una derrota. Los argentinos, aunque lejos de alcanzar las metas más deseadas, no saben del servicio que le han prestado a América Latina y al mundo, al hundir en la fosa más profunda del Pacífico, de más de 8 mil metros, un importante símbolo de la globalización neoliberal.”

Un pingüino en Balcarce 50
 
Néstor  Kirchner no presumía de ser buen orador, porque su lenguaje estaba exento de prolijidades y oropeles; muy por el contrario, su discurso estaba plagado de anécdotas, reiteraciones y jugosas frases que deleitaban a los militantes, pues les recordaba los gritos de la calle o el jubiloso tumulto de las barricadas de otro tiempo. El patagónico prefería la acción cotidiana, la gestión pública a puro ensayo y error, en caliente, compartida con cada integrante de su gabinete “jeta a jeta”. ¿Cuáles fueron las primeras señales? La prioritaria fue el restablecimiento de la autoridad presidencial, la demostración tácita de que en el Estado Democrático había quien ejercía la máxima representación que confiere la Constitución Nacional. Desde ese signo de largada, comenzó la recuperación económica basada en la producción y no en la especulación financiera, como en los ’90. De ese modo, empeñó su esfuerzo en la protección del mercado interno (notoria baja de la desocupación, aumento de salarios y jubilaciones); medidas activas en favor de la industria, regreso de planes de obras públicas; notable reestructuración de la deuda externa y quiebre de la agraviante relación con el FMI; retenciones a la renta generada por las exportaciones. Además, en el plano institucional se conformó una Corte Suprema de Justicia compuesta, humana y profesionalmente, por destacadas personalidades; se asumió la defensa inclaudicable de los Derechos Humanos; se dignificó a la tercera edad incorporando excelencia en la dirección del PAMI; se puso de manifiesto una política exterior independiente que nos une a nuestros hermanos de la Patria Grande, derrumbando al ALCA en Mar del Plata y reforzando el Mercosur.  En sólo cuatro años, el presidente Kirchner puso “de pie” a la Argentina, la restituyó del naufragio y la echó a andar. Ésta ha sido una verdad que aún rompe los ojos.
 
La hora de Cristina
 
El 23 de octubre de 2011, nuestro país se sumergió en “la madre de todas las batallas.” ¿Qué se jugaba? Si Argentina retornaba a deambular por los oscuros meandros del pasado neoliberal, o mantenía el rumbo imaginado en el 2003 por Néstor y que hoy, Cristina, prolonga alimentándolo con su tenaz impronta política. Ella ya lo había mencionado en Chubut, en diciembre de 2007: “Desde este lugar al que jamás soñé llegar, honraré mi compromiso militante de toda la vida. Creo en las convicciones, sueños y utopías que me llevaron a considerar a la política como un instrumento de dignidad.”

Por eso, la jornada de octubre, vivificada por el viento del pueblo, tuvo nombre de mujer. Es que la tozudez de los hechos supo destruir la alquimia degradada de los cómplices del miedo, por la sola presencia de una Confluencia Nacional de Mayorías que vistió al paisaje de victoria. Frente a este punto de encuentro popular y democrático, uno solamente puede acudir a las palabras transparentes del viejo Hegel: “La realidad no está emparentada con la magia, sino con la astucia de la razón.” Porque ahí estarán, de ahora y para siempre, no sólo lo que ya se ha conseguido, sino también la Asignación Universal para Hijos y Madres Embarazadas, el retorno de los fondos previsionales y la ley de Matrimonio Igualitario. Y así de seguido. Sin olvidar el protagonismo adquirido en UNASUR, MERCOSUR, así como el rol en las Naciones Unidas integrando el G-20 (las naciones más importantes en materia económica) y en el bloque mayoritario de los 77 países más China, que este año presidimos. 

Ahora, la profundización del cambio

Por supuesto,  el enemigo no duerme. Y por eso es necesario estar bien preparados para resistir los embates de la reacción, que no cejará  en poner obstáculos en los días que vendrán. Porque profundizar el cambio, significa mejorar la distribución de la riqueza, modificar el régimen tributario (que pague más el que más gana), gravar la renta financiera, limitar la propiedad de la tierra, aplicar sin titubeos la Ley de Medios, creación de una verdadera red de viviendas populares y acceso fácil al crédito bancario de las jóvenes parejas. Y de este modo, al explorar con firmeza el porvenir, seguir construyendo una Patria sin tutores, donde cada argentino sea hermano de su prójimo, y no lobo de su semejante.

En consecuencia, para quienes desde “Tesis 11” persistimos en continuar por el sendero que nos legaron muchos queridos compañeros que ya nos han dejado, algunos de ellos fundadores y otros que se  fueron incorporando a lo largo de los años como Oscar Carnota, José María Lanao, Marcos Pregoshin, Bernardo Feder, Feliciano López, Abel García Barceló, Gervasio Paz, Roberto Grana, Alfredo García, Cacho Torres y Rubén Broitman, el futuro lo iremos proyectando, entre todos, a la medida de las necesidades de nuestro pueblo, con el aporte de los veteranos de mil combates, y de la feliz aparición en la arena política de una juventud lúcida, sin sombras de historias fracasadas. De ahí que apostemos con decisión a la audacia que anida en la Esperanza. Porque en esta hermosa época argentina, creemos nosotros, ya no hay más sitio para el “lavamanos” de los neutrales.
 
 
* Horacio Ramos, periodista, escritor, miembro del Consejo de Redacción de “Tesis 11”.

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